Aquí tenemos otro clásico contemporáneo de bella factura para sazonar aquel ya lejano 1991. Comedia ¿romántica?, mejor semidramática, realmente divertida pero también profunda, nostálgica, elegante, completamente familiar, sentimental y muy tierna. "El padre de la novia" funciona a la perfección, además de por que está muy bien hecha, porque nos reconocemos de inmediato en este hombre que sufre al verse obligado a pasar por el aro consumista y delirante de una boda a la grande, haced números, 250 dólares por cabeza por 570 invitados son un total de ¡142.500!, o traducido, 104.823,71 euros de hace veinte años, pero sobre todo, por perder a su pequeña. Por lo menos yo lo hago y a tenor de sus cifras, fue la novena más taquillera en los Estados Unidos, desconozco la recaudación mundial, buena parte de la sociedad norteamericana o no también. Y es que la película tiene la virtud de llevar a la gran pantalla lo que muchos pensamos y sentimos.

En realidad, "El padre de la novia" es un remake de otra con el mismo título de 1950 con Spencer Tracy y Elizabeth Taylor, que está a años luz de la presente, entiéndase por debajo. Pese a lo dicho, a los personajes tan simpáticos, todos están estupendos, desde un contenido Steve Martin hasta el pequeño Kiertan Culkin, cuyo Matty es un máquina; a la banda sonora plagada de preciosos temas de los 50 y 60, me quedo con el "Today I met the boy I'm gonna marry" de Darlene Love de 1963 en una emotiva secuencia a base de recuerdos la noche anterior del enlace; a los gags, lo que le da ese punto melancólico que me toca la fibra sensible, podemos derramar alguna lagrimita incluso, es la certidumbre del paso del tiempo, de que las cosas no pueden ser siempre iguales aunque queramos. Sólo me queda añadir que ese bruto machista que exige que ella lleve botas de gogo y delantal debo ser yo. Me cuesta encontrar una combinación más sexy y apetecible.

Después del protagonista de "Match Point", Chris Wilton (Jonathan Rhys-Meyers), exjugador reciclado en profesor de tenis, que mejor que continuar con este deporte con otro aspirante a as de la raqueta, Guy Haines (Farley Granger), que tiene la desgracia de toparse en un rutinario viaje en un tren con un curioso personaje, Bruno Anthony (Robert Walker), con el que a regañadientes congenia. El tipo, medio en broma, habla de la posibilidad de realizar un crimen perfecto intercambiando sus molestas víctimas: él mata a la mujer de Guy y éste asesina al padre de Bruno. ¿Quien relacionaría ambos homicidios si los dos son unos perfectos desconocido el uno para el otro? Claro que para lo que uno es una simple charla para el otro será algo del todo real.

Prometedor y original inicio, unos 30 minutos donde "Extraños en un tren" mantiene el nivel, de la adaptación ligeramente alterada de la novela de Patricia Highsmith. La idea es tan buena que parecía imponerse una variante tipo "La Soga" (1948) en la que ambos cumplen conscientemente su parte del trato. Claro que ¿como se les cogería? En todo caso, Alfred Hitchcock echa por el camino más sencillo cayendo tras la media hora en una serie de incoherencias de bulto, algunas de ellas muy bien señaladas por Fixu en su SPOILER, aunque no tan gordas como nos tiene acostumbrado el director inglés, con una recta final en la que cae de lleno en el ridículo, con un mechero o un tiovivo. Y pensar que la notable "Un lugar bajo el sol" es del mismo año.

Parece mentira que el dibujo animado creado por dar vida a este diamante, la Pantera Rosa, haya cobrada muchísima más fama que la película de la que depende. La conocidísima sintonía de Henry Mancini, el susodicho felino y también el inspector Clouseau (Peter Sellers) son señas de identidad que han dado su mejor fruto, según recuerdo, en la animación que a partir de aquí se creó. Claro que si uno ve la película de Blake Edwards descubrirá que no es tan raro que no se la recuerde mucho porque en definitiva y pese al reparto, es mala. Esta "Pantera rosa" es una especie de comedia romántica criminal con poca gracia, algún gag suelto de Sellers, y menos amor.

Eso sí, al menos hay un robo en el tintero que nos acaba dejando un final con más ritmo. Lo anterior, un tostón a base de largas escenas, un ¿romance? feísimo, amoralidad y enredos que no me importan. Yo de lo que tenía miedo es que me robaran a Dala (Claudia Cardinale), que no sólo es rica, joven, elegante y bella, sino también una princesa exiliada, con lo que cual tiene ganada toda mi devoción. Lo malo es que es más boba , en el mal sentido de la palabra, que el propio desenlace de la película, que ya es decir. Aunque para tonto, el propio Clouseau, aunque no sabría decir si además de lelo, torpe y cornudo es también, pese a todo, un eficaz policía o un completo inútil.

Como quien no dice la cosa Billy Wilder vuelve a presentarnos otra comedia más, que si bien dista de ser desternillante, se ve con cierto agrado. Como con el resto de su filmografía, salvo sorpresa mayor, con "En bandeja de plata" no es que te rías mucho, más bien lo contrario pero sí tiene una historia llamativa, diálogos ingeniosos, personajes retorcidos y un desarrollo simpático pero con incursiones al drama o al género romántico. Todo ello acompañada por un excelente Walter Mathau, se llevó el Oscar al mejor actor secundario, y un Jack Lemmon, quizá algo por debajo de él, en lo que es la primera aparición conjunta de esta pronto extraña pareja.

Reconocido sus justos méritos, sigo sin ver la genialidad de un Billy Wilder, cuyas comedias al menos están totalmente sobrevaloradas. En concreto la crítica se queda sola alabando de "En bandeja de plata" multitud de aspectos como el retrato de la doble moral, la miseria humana, el egoísmo o la falsedad del sueño americano. Amiguitos, pero si todo esto y más sale en comedias a las que despreciáis. ¿No son acaso violentísimas sátiras a la falta de escrúpulos, a la mentira, a la ambición monetaria, a la deshumanización títulos como "Mentiroso Compulsivo" (1997) o "Dick y Jane. Ladrones de risa" (2005)? Y encima te ríes muchísimo más.

Nos encontramos con uno de los capítulos de una curiosa franquicia llamada "La huella del crimen" que tuvo una primera temporada en 1985, otra en 1991 y la última en el 2010. Para el que no lo sepa, la serie trata de recrear los casos de asesinatos más famosos ocurridos en España, en esta ocasión, los de Joaquín Ferrándiz (Roger Coma). Como se ve, la gracia de este formato está precisamente en esto, en ver en la pantalla como se produjeron unos crímenes reales más o menos conocidos. En contra juega prácticamente el resto, pues la intriga o el suspenso es nulo y la puesta en escena o las interpretaciones son discretas. También es verdad que en 70 minutos poco se puede hacer.

Ahora bien, por lo menos "El asesino dentro del círculo" sirve como anecdotario. Por ejemplo, para ver a Vicente Garrido, famoso criminólogo y asiduo tertuliano de Iker Jimenez, en la piel de Carlos Hipólito. O para ver de nuevo a la guapa Claudia Molina, popular por su participación en "Ana y los Siete", como la hija mayor. De más profundidad es el protagonista. Observad como los psicópatas son grandes seductores o dicho de otro modo, los seductores tienen o adoptan rasgos psicópatas que les hacen ser deseados. Atención también a la autodefinición del asesino como "un hombre libre" y a cierta conversación en la que plantea por qué está mal matar. ¿Qué le responderíamos nosotros?