Película densa, a veces emocionante, urdida en clave de intriga, tensa, coriácea y endurecida por el crimen.
Pero J. Huston deja en su trama demasiados puntos oscuros, muchos cabos sueltos, azares poco verosímiles y circunstancias con escasa credibilidad.
Y, además, sólo haciendo un deliberado ejercicio de voluntad puede pasarse por alto la precariedad del impulso inicial de la película en la que el recuerdo de la declaración de un moribundo se convierte en objeto criptográfico.

Para pasar un rato dejando el espíritu crítico fuera de la sala de proyección.

Historia picante cuyo humor natural y porte desenvuelto llega hasta la pantalla con un estilo narrativo directo para que no haya confusión.
R. Azcona y P. Masó realizan una notable labor de como guionistas y consiguen desarrollar el argumento con soltura y cierta elegancia en el contexto de un destacado dinamismo expresivo.

La comedia fluye como si reconociera su propio camino, las escenas se encadenan con sencillez y cuando parece que el estro amenaza con la extinción, nuevas tramas, a veces francamente divertidas, representan otras tantas vías para que el sentido del humor se encuentre a sus anchas.

Intriga carcelaria con todos los ingredientes para convertirse en un drama intenso de cine negro que se sustenta de forma estimable en los principios del entusiasmo narrativo.
Aunque hay que reconocer que, cuando se acerca el final, la historia deriva hacia una peripecia rocambolesca y que es incapaz de mantenerse en ese nivel de intensidad que requiere el alto voltaje.
Es como si se hubiera concluido con precipitación y se abandonara la fidelidad al argumento en aras de simplicidad expositiva.

Hay que destacar la magnífica interpretación de F. Emerson, de J. Bishop y de F. Wilcox

Unos dibujos excelentes, una animación extraordinaria y una historia inspirada en la obra de Carroll sirvió a la Disney para incorporar al celuloide un nuevo largometraje con el sello de la factoría aproximadamente en la mitad del siglo XX.

La película es correcta e interesante pero no alcanza el alto nivel que solía ser común en producciones anteriores.
Claramente dirigida a un público infantil y volcada en ofrecer una orientación musical, su trama resulta esquemática y simplificadora en exceso.

Pinceladas de costumbrismo colorista componen escenas de la vida cotidiana que se asoman a la pantalla y tratan de llenarla contando historias menudas.
Diversas anécdotas jalonan una vertiente social en la que S. Lee se siente a gusto porque puede dar rienda suelta a a sus pensamientos, a sus sentimientos y a sus demonios personales.
De este modo la producción mantiene un perfil psicológico de tono bajo.
Hasta que, inopinadamente, entra en acción la propuesta virulenta y comienza una segunda película.

Al cineasta el importa más el fondo que la forma y eso se nota.