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Críticas de labutaquitayelmar
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Críticas 33
Críticas ordenadas por utilidad
8
16 de enero de 2014
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sentarse, coger una guitarra, rasgar levemente el mi mayor para ver si está afinada, respirar, esperar el silencio y comenzar la canción. A veces será ante un público multitudinario, otras no, aunque sabes que tu mejor público siempre fueron tú y tu propia imaginación.

A todos los que han sentido esa sensación seguramente se sentirán identificados con el protagonista de la película. Esta vez los hermanos Cohen nos trasladan, una vez más, a una realidad sesentera, a un día a día en las carreteras y bares de Estados Unidos en los que un “loser” se busca la vida viviendo al día, por no decir al minuto.
Este ambiente ya lo conocemos, lleno de cotidianidad, de personajes especialidad de la casa, es decir, los Cohen recurren en sus películas a personajes de la vida diaria que parecen haber sido sacados de una película.


Estamos ante una película “de autor” es decir: gusta mucho o te aburre hasta hartar, máxime cuando estamos ante un clásico final con el sello genuino Cohen, sin sentido definido y con mil interpretaciones.
Personalmente he de confesar que me gustó, por su ritmo, su banda sonora, por las interpretaciones de los secundarios, por las situaciones tragicómicas en las que parece que, a simple vista, no pasa nada, como en nuestro día a día que a veces suele parecer anodino.

Sin embargo es en cada minuto de nuestro presente donde realmente todo está pasando, donde se gesta el futuro, nuestros sueños y donde el azar deja premios, a su libre albedrío, para ser disfrutados solamente por unos pocos elegidos.. ah! también me gusta por su guiño final, con el hombre de la armónica, vaya crack.
labutaquitayelmar
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7
24 de febrero de 2015
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Merecidísimo reconocimiento de la academia estadounidense a Eddie Redmayne, que nos regala en “La teoría del todo” una magnífica interpretación con la que revivimos la juventud y el tránsito a la madurez de Stephen Hawking. El actor es media película, no sé cómo sería el verdadero Stephen Hawking en su juventud pero la atracción que transmite este actor en la piel de Hawking es de óscar. A los que no logren entender la fama de seductor de este genial científico, les invitaría que viesen la peli.
No es fácil abordar esta historia sin caer en el sentimentalismo fácil o la saturación de situaciones que, si bien son ciertas, no dejan de resultar desagradables de afrontar. No son estos los errores en los que incurre James Marsh en su trabajo, que presume de elegancia a la hora de contar esta historia de superación, esperanza y realismo.

Eso no significa que el Marsh obvie la parte delicada e incómoda que conlleva la rara enfermedad de la neurona, al contrario, la película nos ofrece el espinoso trance por el que pasa nuestro “héroe” (en plena flor de la vida) a la hora de asimilar una cruda circunstancia vital sin derrumbarse completamente, pero nos lo cuenta de forma equilibrada, inteligente y con muchas sutilezas. Me encanta la música que acompaña las bellas imágenes con las que el director nos cuenta esta historia.

Aunque en ciertos momentos la peli no te atrapa y puede ser algo reiterativa, estamos ante una película blanca y con balance positivo. La considero una película necesaria, que transmite esperanza, veracidad, manifestaciones de amor (real y romántico), fuerza ante la adversidad y cómo no, sentido del humor.

Dignísimo homenaje a una de las mentes más brillantes de la historia de la humanidad que además de conseguir, desde una encorsetada silla de ruedas, abrir al resto del planeta el universo infinito ha logrado, en mi opinión, algo igual de valorable:
Stephen Hawking (con la inestimable ayuda de sus esposas y familia), desde el día que le dijeron que le quedaban dos años de vida, consiguió sobreponerse a cada uno a cada uno de los fatales obstáculos por los que se iba encontrando hasta el punto de conseguir vivir de una forma totalmente plena. Para desarrollar esta formidable resiliencia hay que ser fuerte y muy inteligente, posiblemente tienes que ser el hombre más inteligente del mundo.

Gracias por su tiempo para leerme y hasta la próxima.
labutaquitayelmar
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7
12 de enero de 2015
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segunda Guerra mundial, millones de páginas se han escrito sobre esta barbarie que asoló Europa y que tantas y tantas películas ha inspirado hasta llegar a esta última, THE IMATION GAME.

Se trata de una película de corte clásico, me recuerda a “El discurso del Rey”, con una ambientación muy bien lograda, colorida, vestuario propio de la época en la que los trajes masculinos menguaron sus solapas o chaquetas cruzadas para ahorrar tela, sin pañuelos de seda (salvo en las ocasiones), con peinados “vintage” y cigarrillos por doquier.

Además el elenco es muy bueno, una película en la que los protagonistas son Benedict Cumberbach y Keira Knightley (dos de mis debilidades) es más que suficiente para pagar la entrada al cine. El actor, que ya encarnó magistralmente a Sherlock Holmes en la famosa serie “SHERLOCK”, realiza un trabajo espectacular en esta película. Mi apuesta es que ganará el premio Oscar 2015, no solamente por su sólida interpretación sino por ser, hoy en día, el actor de moda. Veremos.
En los crudos años de contienda mundial, ambos bandos exprimieron sus máquinas de guerra hasta límites insospechados, no había tregua a la hora de pedir cualquier colaboración y todo el mundo servía para aniquilar al enemigo. Mientras en el frente los soldados morían como ratas, en un pueblo perdido de Inglaterra, un puñado de locos matemáticos se devanaban los sesos en la búsqueda, a contrarreloj, de una clave, una solución que desencriptara “ENIGMA”, la máquina de escribir usada por los NAZIS para comunicarse con un lenguaje que admitía hasta 130 billones de combinaciones.

La película narra la vida de ALAN TURING (1912-1954), uno de aquellos matemáticos captados por la inteligencia inglesa para dar luz a todos esos mensajes cifrados que los aliados lograban interceptar de los nazis y que no servían de nada sin una clave.
No creo que sea la película del año pero es una película más que recomendable. Gracias a ella se puede conocer (con mayor o menor fidelidad a la realidad) el impagable servicio que un “pobre” loco y genial brindó a las filas aliadas y cuyo trabajo se mantuvo en secreto durante muchos años después de finalizar la Segunda Guerra Mundial. La razón, la de siempre, el miedo a lo desconocido: Alan Turing fue un excluido social debido, no solamente a su particular forma de ver la vida, sino también a su homosexualidad.
Muchas gracias por su tiempo para leerme.
Hasta la próxima.
labutaquitayelmar
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9
7 de octubre de 2014
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bienvenidos a los recién estrenados años ochenta, en una pequeña localidad sureña, donde la indefensión que genera la pobreza y la ignorancia es el mejor caldo de cultivo para sembrar miedos, abusos y desconfianzas entre la población de una manera impune.

El planteamiento de esta gran película es de sobra conocido: Un par de policías se trasladan a un pequeño pueblo (en este caso sito en las bellas marismas del Guadalquivir) a investigar la desaparición de dos jóvenes hermanas en los días de feria.
El director me logra enganchar, ya desde los títulos de crédito, con una atmósfera ambigua, desafiante y enigmática. Me divertí mucho con este thriller con tintes clásicos, que me mantuvo en vilo hasta el final de la película, maravillosamente resuelto.

“La Isla Mínima” tiene muy buenas interpretaciones, personajes creíbles y un magistral trabajo de Javier Gutiérrez, el “Satur” de Águila Roja, que se reinventa encarnando a Juan, un policía con pasado turbio y que se rige por principios diametralmente opuestos a los de su compañero Pedro (Raúl Arévalo): joven promesa en el cuerpo de policía y contestatario con las formas, aún vivas, del antiguo régimen dictatorial del que salíamos a principios de los ochenta.

A lo largo del metraje el director nos va llevando de viaje, como en un bote, por las marismas, del que no dejan de nacer ramificaciones, afluentes y meandros. Alberto Rodríguez nos retrata una sociedad rural, sobreviviente, sometida y conformista con su desilusionante destino al que hacen frente los jóvenes del lugar, que se rebelan pagando, a veces, un alto precio.
La película es como una pequeña cebolla cuyas capas van cayendo paulatinamente y en la que cada personaje guarda su propia historia, que apenas vislumbramos, pero que me habría encantado explorar mucho más (por ejemplo el del “sintecho” encarnado por un gran Salvador Reina).

En este juego de realidad velada, la historia (capitaneada por la pareja de policías) nos va abriendo puertas en las que el director nos invita a entrar, y mirando, de soslayo las que dejas atrás, llegamos al brillante cénit argumental en el que te cuadra todo.
Salgo del cine encajando piezas y con regusto de haber visto buen cine negro, posiblemente el mejor cine español del año.
(Advertir que ésta se rodó antes que la exitosa serie True Detective, con la que guarda no pocas semejanzas).

Muchas gracias por su tiempo para leerme. Hasta la próxima.
labutaquitayelmar
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8
20 de octubre de 2015
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Peliculón. A mí me gusta este cine, no lo puedo remediar. Es simple, sabes qué va a pasar, no intenta dejarte huella ni una reflexión intensa que te tenga en vilo días y días. Nada. Cine de aventuras y ya está. Casi extraería una única lectura filosófica de la película, la actitud del “náufrago” a la hora de enfrentarse a “su” problema, que no es otra que la de afrontarlo con ilusión, sentido del humor y mucho ingenio. Quitado de esta enseñanza o moraleja propia de un libro de autoayuda, todo lo demás, es puro entretenimiento.


Ridley Scott ya hizo su aportación al cine intenso y reflexivo en su obra maestra e incombustible Blade Runner. Ahora, muchos años después, vuelve a la ciencia ficción y se toma la licencia de hacerlo sin complejos, con una historia manida (la del náufrago) pero en un entorno distinto y muy de moda: el planeta Marte.

Se nota que R. Scott ha dirigido la película que le gustaría ver, con la música que le interesa, con un tempo “allegro ma non tropo”, sin corsés ni minutos basura. Toda la historia es fluida, no hay parones ni recursos fáciles al sentimentalismo, a la epopeya gratuita que vaya más allá que lo que exige el guion o a la ciencia elevada, que en ocasiones nos hace perdernos entre conceptos académicos y explicaciones en pizarras “Einstenianas”.

Esta vez está todo claro, por supuesto que hay sorpresas, recursos ingeniosos y sentido del humor, pero no esperemos retorcidos caminos en el relato o un nivel científico más elevado de lo necesario y eso lo agradecemos los espectadores “palomiteros”.

Del mismo modo se agradecen los minutos musicales que nos regala el director en las distintas fases de la película y que van desde la melodía intimista y hermosa de su colaborador Harry Gregson-Williams hasta el genial “Starman” de D. Bowie (por no decir otros títulos) que se marca R. Scott así, “porque-yo-lo-valgo”, en un momento clímax de la película. Hay que aclarar que este recurso no es original porque ya James Gunn en Guardianes De La Galaxia (2014) mezcló música disco-pop ochentera con las aventuras espaciales de su protagonista.

Matt Damon está como siempre, ya es la tercera vez que lo rescatan y está encantado (“Salvar al Soldado Ryan”, “Interstellar” y ahora en “Marte”). El resto del elenco sigue el mismo patrón de película americana: todos guapos (bueno, casi todos), simpáticos y muy inteligentes. Es cine, no la ventana a la calle de mi casa.

Gracias por su tiempo para leerme y hasta la próxima.
labutaquitayelmar
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