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Críticas de Fernando Garín
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Críticas 47
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
8 de noviembre de 2019
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Secretos de estado” (Gavin Hood, 2019) está bastante por encima de las tibias críticas que ha recibido. Concilia eficazmente el intenso thriller de espionaje y la intimidad de la historia real de una mujer contra el poder, brillantemente encarnada por Keira Knightley. La trama periodística remite inevitablemente a “Spotlight” y “Los archivos del Pentágono”, colosales obras del género, pero hay bastante elegancia en el estilo documental y sobrio de recrear los movimientos previos a la invasión ilegal de Irak. Ralph Fiennes como veterano abogado defensor de los derechos humanos resulta un secundario de lujo. Sin aspavientos, emite un mensaje claro y directo: si no escuchas a tu conciencia, la inmoralidad toma el control.
Fernando Garín
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8
1 de noviembre de 2019
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quentin Tarantino no es únicamente un director de películas, sino que se confirma como un incansable arqueólogo del cine. Mientras otros directores hacen referencias o se inspiran en autores precedentes, Tarantino recoge cientos de pedazos de la historia de la cinematografía y, haciendo uso de su ávido afán coleccionista, logra componer un mosaico que constituye un auténtico homenaje al séptimo arte. Quentin sorprende, en su película menos violenta y más pausada, con su capacidad para reconstruir el fascinante contexto histórico de finales de los 60. El final de la década fue uno de los episodios más vibrantes de la historia de América, marcado por grandes convulsiones como el movimiento hippie, el pacifismo, la liberación sexual de la mujer o la popularización de las drogas, todas ellas abiertamente presentes en el film. “Érase una vez en Hollywood” es, al mismo tiempo, un fiel testimonio del complicado momento que vivió la meca del cine. Hollywood ya había perdido la batalla contra la televisión, nueva forma de consumo de entretenimiento audiovisual que había logrado penetrar en todos los hogares americanos. Los grandes estudios debieron conformarse con ser proveedores de programas para la pequeña pantalla. La proliferación de zonas residenciales y drive-ins, la innovación del color y los formatos de exhibición y la integración del negocio del cine y la televisión provocaron la mayor reestructuración del sistema de estudios de Hollywood. En ese contexto, un actor cansado y venido a menos (Leonardo DiCaprio) afronta su incierto futuro intentando encontrar oxígeno en una industria donde reina la miseria moral y lo nuevo desplaza a lo antiguo (y, que por aquel entonces, adoraba al hoy denostado director Roman Polanski). DiCaprio es un actor derrotado, que se ve circunscrito a papeles de villano y se topa con la genuina experiencia del spaghetti western, un subgénero cuya ambigüedad moral permitía a los arquetípicos villanos de Hollywood convertirse en originales antihéroes en Europa. Existe una gran reflexión sobre lo que significa el éxito y el fracaso, una falsa dicotomía que habitualmente tiene más que ver con la percepción de los demás que con las expectativas propias.
El imparable torrente creativo de Tarantino le permite filmar decenas de películas en una sola. Su última obra tiene mucha menos tensión dramática y violencia de la que nos tiene acostumbrados su director. Pero los espectadores reconocerán su inequívoca firma en los últimos 25 minutos, un broche final que constituye el resultado de la recreación cinéfila de Tarantino y aporta el sello de autor: la violencia tiene un poderoso componente lírico, casi hermoso. Y la buena mano de su director se aprecia especialmente en el magistral manejo de la grúa, en unos planos que dejarían boquiabierto al mismísimo Murnau, y que transforman en poesía el decadente discurrir de un Cadillac Coupe de Ville amarillo por el país de la fábrica de los sueños. “Érase una vez en Hollywood” cuenta además con elementos tarantinianos habituales, como la narración fragmentada o la exploración de la amistad masculina, comprimida en el inmenso diálogo que mantienen DiCaprio y Pitt:
- “Eres un buen amigo, Clift.”
- “Lo intento.”
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Fernando Garín
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7
27 de octubre de 2019
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Si “Diecisiete” (2019) no hace asomar una lágrima por el rabillo de tu ojo deberías comprobar si tu corazón sigue latiendo. Y no hay que esperar al final para romperse. Porque los primeros minutos ya pondrán a prueba la capacidad del espectador para no conmoverse. La nueva película de Daniel Sánchez Arévalo es más emotiva y enternecedora que toda su obra precedente.
Su primera media hora, dedicada a la reclusión de Héctor en un centro de menores, está filmada con una maestría sorprendente. Sánchez Arévalo exhibe su buena mano utilizando los recursos del lenguaje cinematográfico, mostrando exclusivamente con imágenes lo que no es preciso explicar (no necesitamos que Héctor verbalice sus intenciones cuando se pega con cinta aislante al cuerpo su maltrecho código penal). Biel Montoro, interpretando al rebelde Héctor mira por los ojos del Antoine de “Los 400 golpes”, obra maestra de la adolescencia incomprendida que se respira entre los árboles que rodean al centro de menores; y en el mar.
El encuentro de Héctor con Oveja, otro ser vulnerable y antisocial, da como resultado algunas de las secuencias más hermosas de la película. La conmovedora relación entre muchacho y perro convencerá al espectador de que la ternura es la única herramienta que desmonta la ira.
Lamentablemente, el vibrante pulso narrativo de la primera media hora va deteniéndose a medida que nos adentramos en una road movie que discurre por los cauces más convencionales, con habituales dosis de simpática comedia y ácido drama. Una familia disfuncional, con perro de tres patas incluido, se encierra en una autocaravana para emprender el arduo camino de la sinceridad y la empatía que los desnuda por completo. No es nada que no haya visto en “Pequeña Miss Sunshine” ( 2006) o “Captain Fantastic” (2016), reseñables road movies familiares del siglo XXI.
Al menos, y no es pedir poco hoy en día, emociona con honestidad y sin trampas, enarbolando la bandera de la empatía como única forma de crear lazos verdaderos entre los seres humanos. Tendrá recorrido en las candidaturas interpretativas de los próximos Goya (Nota: 7/10).
Fernando Garín
Fernando Garín
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6
26 de octubre de 2019
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Así es como se denomina a a la discriminación por el tono de la piel, según la cual en algunos países los tonos de piel más claros se consideran preferibles. La historia de Angélica es un conmovedor relato de una mujer que debe soportar el rechazo en el seno de su familia y fuera de él a causa de su color de piel. Este film portorriqueño aborda con honestidad y escasez de recursos la situación de los afro-descencientes en los países caribeños. Premiada como la Mejor Película de la Diáspora en los African Movie Academy Awards (los Óscars africanos), esta película de Marisol Gómez-Mouakad consigue remover y conmover relatando la lucha de una mujer por intentar entender su entorno y comprender su propia identidad. Angélica trata de perseguir su sueño de convertirse en una diseñadora de moda a pesar de la vasta incomprensión con la que tropieza en su camino. Cuenta con un magnífico reparto fundamentado en los maravillosos duelos interpretativos que sostienen Michelle Nonó y Johanna Rosaly, hija y madre en la ficción que luchan constantemente contra su ira interna y tratan improductivamente de no despreciarse mutuamente. Lamentablemente, el montaje, fotografía y pulso narrativo de la directora no están a la altura de su dirección artística, resultando un film carente de brillantez. Queda la impresión de que esta historia podría haber sido una película mejor. No obstante, existe un original punto de vista de fondo. Sería interesante que "Angélica", que ha sido estrenada en varios países del Caribe y en Estados Unidos, acabe visitando nuestras pantallas. Es un mensaje que conviene conocer. (Nota: 6,5/10).
Fernando Garín
Fernando Garín
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6
18 de octubre de 2019
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que el cine actual está perdiendo fuelle y se autocita en exceso ya no es un secreto. Este producto francoisraelí tiene pinceladas de brillantez, pero su ejecución resulta bastante decepcionante. Si bien la primera media hora del film resulta magnética, el espectador se irá desapegando de una narración que deviene excesivamente filosófica y turbia. Lo mejor de "Synonyms" es Tom Mercier, actor que ejecuta un impecable papel de hombre apesadumbrado y primitivo, sobre el que recae el peso de la película. La angustia vital de un hombre que huye de un Estado Israelí que rechaza y ansía con integrarse en Francia es una idea excesivamente redundante en el film. Personalmente, creo que la película se pierde en el debate de la integración a costa de profundizar en el triángulo afectivo de Yoav, Emile y Caroline. En definitiva, no resulta lo suficientemente íntima para inspirar emoción ni lo bastante solvente para remover conciencias. El film hubiera ganado muchos enteros si hubiera sabido desprenderse del enorme peso intelectual que arrastra. Estamos hablando de la ganadora del Oso de Oro en Berlín. No hay que olvidarlo. (6/10)
Fernando Garín
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