Sólo Jesús Franco se atrevería a rodar una "película" cuyas protagonistas fueran dos detectives, amantes lesbianas (pero que tampoco le harían ascos a otra cosa) y además se ganaran la vida en un club de shows porno montándose números al por mayor con parroquia fija incluida. Aparte, de vez en cuando, ejercer la prostitución en pareja.
Es decir, Jesús Franco en estado puro.
Vamos a olvidarnos de coherencias, de guión, de premisas argumentales... aquí lo único que importa es mostrar cómo Lina Romay y Christie Levin, se desnudan, se besan, se chupan, se lamen, se introducen los dedos, sueltan tacos y groserías. Es lo único que importa, todo lo demás sobra. La declaración de intenciones es clara desde el primer fotograma, cuando aparece el primer título de crédito, con Lina Romay plenamente abierta de piernas en el suelo y con la cabeza de Christie Levin, con la lengua fuera, a punto de meterse entre ellas. El resto de títulos de crédito tiene de fondo el acercamiento de esa cabeza... hasta que ya es imposible acercarse más.
El resto sobra.
Yo no lo llamo cine. Es aburrida, sin sentido y encima las escenas de sexo son tantas y tan repetitivas que en lugar de conseguir excitar al personal, lo único que consigue es que el personal piense: "¿Otra vez? ¿Pero esto no se acaba nunca?"
Lo dicho, puro Jesús Franco.

Es que no hay por donde cogerla. Un grupo de amigos cae víctima de una extraña maldición al aparecer en algo llamado "lista traviesa", por lo que irán muriendo de uno en uno, todo por culpa de unos elfos relacionados con... ¡los reyes magos! (o algo así me pareció entender).
Auténtico despropósito rodado con cuatro euros, con unos actores que no los conocen ni en su casa, malos de solemnidad, y que después de su, llamémosle, "actuación" probablemente no quieran conocerlos ni las madres que los parieron.
Con un guión gilipollas cum laude, un director cuyo mayor logro debe haber sido aprobar el jardín de párvulos, y unos actores de puro derribo, no podía esperarse algo parecido a una película, y eso es lo que he encontrado, algo que no se parece en nada a una película.
Quiere ser un "slasher", pero unas actuaciones tan ridículas, unas muertes tan grotescas, unos diálogos que no llegan al nivel de párvulos y unas localizaciones tan baratas y casposas, se queda simplemente en bodrio.
Es tan, tan rematadamente mala que no pude ni dormirme; eso sí, me aburrí soberanamente.

La renovación de mandato del presidente o el relevo en la Casa Blanca, por arte de la casualidad, está en las manos de un solo hombre, un hombre vulgar, sin apenas estudios, medio borrachín y más vago que la chaqueta de un guardia, separado y custodio de su hija, que es la única de los dos con inteligencia e ideales. Pues bien, ese hombre tendrá diez días para decantarse por uno o por otro para el nuevo mandato.
Cinta sencilla con una premisa que podría haber dado mucho más de sí, que en otras manos podría haber sido mucho más cáustica, pero claro, no es cuestión de poner en solfa el sistema político americano, ¿verdad? No es tanto el atrevimiento.
Su director, el tal Stern, quiere emular las cintas de Frank Capra, y Kevin Costner pretende ser la reencarnación de Gary Cooper. La pena es que ninguno de los dos está a la altura. No obstante, la cinta realiza una pequeña crítica hacia el mundo televisivo, al ensalzamiento de un personaje al que utilizan para luego olvidarlo, como pasa tantas veces. Son "el minuto de gloria", solo que a Costner le dura diez días. Tanto Grammer como Hopper están correctos como candidatos, aunque el guion haga cada vez sus personajes menos creíbles.
Como comedia funciona de manera suave, como crítica es más suave todavía, hasta el punto de que acaba por perder su presunto mensaje mordaz, soltando hacia su tramo final una más que previsible moralina "made in America".
Se deja ver... y se olvida, todo en uno.

Todo el mundo a contemplar la lluvia de meteoritos... solo que viene acompañada de nave espacial, la cual se queda sin líquido de frenos y se pega el gran morrazo contra la Tierra, Moscú en este caso. A partir de aquí, todos los militares en alerta máxima por ver qué diablos sale de la nave y qué intenciones lleva.
Lo0s efectos especiales son de primera categoría. Parece verdad que ese trasto enorme se la pega contra Moscú (no ha habido pelotas de arrasar el Kremlin, y llevarse por delante al Putin, lástima). A nivel técnico, nada qué reprochar, daría lo mismo que esta película estuviera hecha en Rusia o en EEUU. Pero no solo ahí se acaban las coincidencias. A partir de ese momento entramos en la ñoñería más edulcorada tipo hollywoodense, con esa historia de amor adolescente que es intragable, el mensaje estúpido sentimental de que "qué atrasados y primitivos son los humanos, que aún se pelean entre ellos", y unos agujeros de guion que hacen deslizar este filme hacia un pozo negro... o un agujero negro interestelar, vamos. Unos militares armados hasta los dientes, a los que burlan unas pandillas de niñatos como les sale de las narices, y que además son unos broncas de cuidado, unos altos cargos militares tontos no, lo siguiente, situaciones absurdas hasta la náusea, aburrimiento congénito... Si hay algo que salva este rollito adolescente, son sus efectos especiales. O sea, con ver los primeros veinte minutos de la peli hubiera sido suficiente.

Unos viajeros aislados, una prisión abandonada, la maldición de una monja... ¿qué puede salir mal?
Pues sale mal todo, absolutamente todo. Un guion horrendo, unos actores (por llamarlos de alguna manera) pésimos, unas actuaciones para salir huyendo, una ambientación patética, unos efectos especiales de serie sub Z, unos personajes a cuál más odioso...
Es corta; es lo único positivo que tiene. Y a pesar de ser corta, se hace más difícil de tragar que una sesión maratoniana de "Sálvame de luxe".
Infumable.