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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
1 de mayo de 2011
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reconocido, junto a sus coterráneos Esquilo y Sófocles, como los tres más grandes poetas trágicos nacidos en la Grecia antigua, Eurípides es también de mi mayor aprecio porque lo considero solvente en tres características literarias esenciales: 1. Delineamiento de seres humanos con un gran ímpetu vivencial, a los que describe con sus debidas contradicciones emocionales y comportamentales, siendo muy apreciable la relevancia que suele darle a las mujeres; 2. Riqueza del lenguaje colmado de brillante lirismo y capaz, por momentos, de la más honda sabiduría; y 3. Valiente predisposición para cuestionar las tradiciones.

Escrita en el año 415 a. de C. “LAS TROYANAS” es un frentero alegato contra la tiranía de la guerra y la absurda desmesura que ennegrece cada enfrentamiento. La ambición de poder lleva a los peores arrebatos, y niños, mujeres y ancianos, sirven el mayor número de víctimas inocentes cuya sangre nubla el firmamento.

Michael Cacoyannis, director reconocido internacionalmente por “Zorba el griego” y quien ya había llevado al cine la “Electra” de Sófocles, se esmera por conseguir una adaptación apasionada y efectiva de la obra de Eurípides, poniéndola a campo abierto en un modesto set que recuerda las ruinas griegas y con un reparto internacional que incluye a Katharine Hepburn en el rol de Hécuba, la mancillada reina que verá la caída de su célebre ciudad de Troya y con ello la entrada en desgracia de sus hijas y otros parientes muy cercanos. Vanessa Redgrave como Andrómaca, la nuera de Hécuba, cuyo pequeño hijo luce signado por un trágico destino. Genevieve Bujold encarna a Casandra, la hija que parece haber perdido la razón, pero que presiente que aún puede jugar un papel efectivo en contra de la esclavitud de la mujer. E Irene Papas una Helena de honda seducción y de una presencia que provoca tragedias.

La adaptación del corto texto de Eurípides, sólo modifica la entrada donde algunas palabras de Poseidón se ponen en boca de Hécuba, pero, en general, se preserva la esencia original, aunque, me parece que Cacoyannis falla sustancialmente en el fuerte tono de eterno lamento con que expone los argumentos. Hasta la Hepburn, que acostumbrados nos mantenía a su carácter fuerte y aguerrido, luce aquí lastimera y derrotada preservando la sujeción femenina al hombre, bien común en aquella época. Sólo en el juicio a Helena, conseguimos ver a la mujer que siempre amamos, y hay que decir que se luce con el efectivo manejo que hace de su discurso, pese a sus 63 años ya cumplidos.

En general, la narración resulta bastante deprimente y casi aburre por la recurrente linealidad emocional con que se exponen los hechos. Básicamente, es la poesía y las efectivas disquisiciones de las letras de Eurípides, lo que mantiene a flote una obra que, no obstante, merece leerse y verse.
Luis Guillermo Cardona
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6
29 de abril de 2011
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para todo hay argumentos. Y todo argumento, por inicuo y absurdo que sea, siempre encontrará quien se lo crea. Hasta para hacer que los muchachos se enlisten emocionados sin pensar que el viaje es hacia el infierno, hay maneras muy persuasibles de lograrlo. Mostrarles historias como la de la película que ahora nos ocupa, es una de ellas. Las otras son muy variadas e incluyen argumentos como estos: “Tendrás ocasión de convertirte en héroe” (que influirá en los más tímidos y en los arrogantes), “Serás libre de disparar un rifle o una ametralladora contra los enemigos” (para los cargados de odio). “Podrás seguir la carrera militar y ascender incluso a General si te lo propones” (para los excluidos que sueñan con ser alguien)…

Uno de los más anhelados sueños de muchos chicos norteamericanos es Hollywood. Mostrarles que podrán estar en lugares muy especiales llamados “Stage Door Canteen”, donde habrá licor, comida y estadía ¡todo completamente gratuito! Y donde, además, podrán entrar en contacto con sus ídolos del cine, el teatro y la música, sentirse atendidos por ellos, bailar, conversar e incluso enamorarlos, si se atreven… Eso, ¡señoras y señores! hace innecesario llevarlos a la fuerza (que no favorece la participación activa). Con ofertas de este tipo, marcharán como corderos, soñarán con lo prometido, y hasta verán la guerra como una fiesta (con rusos y chinos como entrañables amigos)… y no como el averno al que caerán muy pronto.

Frank Borzage, un director con algunos muy buenos momentos cinematográficos, logra un filme de propaganda que, de seguro, animó a muchos chicos a empuñar un arma contra los alemanes y los japoneses aunque, quizás, poco después fueron enterrados con una lápida que los señalaba como “héroes de guerra”. Y lo que no tranquilizará jamás a las conciencias incitadoras es que, aquella II Guerra Mundial, como tantas otras, hubiera podido evitarse, pero, entre las grandes potencias priman siempre los intereses económicos por sobre los humanitarios… y sino, indaguen sobre las motivaciones que ahora les tiene en Libia.

Un enorme y brillante reparto se hizo “voluntariamente” partícipe de esta película (¡no lo hagas y verás en lo que termina tu contrato!) cuyos recaudos fueron a parar a las Cantinas de las Estrellas localizadas en diversos estados norteamericanos. Desfilarán, en insignificantes cameos, Harpo Marx, Johnny Weissmuller, Paul Muni, George Raft, Merle Oberon… y nuestra apreciada Katharine Hepburn, aparecerá con desgano y sin maquillaje alguno en los últimos cinco minutos, para dar la voz de aliento a la romántica chica que protagonizó el modesto romance que se entremezcla con el espectáculo.

Una película sólo útil para interpretar la historia de las guerras.

Título para Latinoamérica: “LA CANTINA DE LAS ESTRELLAS”
Luis Guillermo Cardona
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8
28 de abril de 2011
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“El hombre que yo ame deberá vivir pensando en su vida, pero también en la miseria de los que nada tienen. Deberá ser valiente, y no caminar entre otros hombres sino ser un líder que intente influir sobre ellos, defendiendo a los débiles ante las injusticias de los poderosos; y también, deberá tener sus propias convicciones y defenderlas pase lo que pase”.

Así le decía la valiente, comprometida y lúcida gitana conocida como, Babbie, a Gavin Dishart, el nuevo vicario de la congregación de Thrums en Inglaterra, a quien la gente del pueblo prefiere llamar, “El Pequeño Ministro”, y de quien, ella, ha comenzado a enamorarse, sintiéndose correspondida.

Este es un filme donde, la ternura, la solidaridad y la comprensión, rondan por casi todos los rincones. Los personajes tienen cada uno su punto de vista, pero, saben a ciencia cierta que también existe otro punto de vista que, con cierta frecuencia, es necesario admitir o tolerar. Como en todos los pueblos, hay contradicciones sociales, pero, ellos se unen cuando toca defender los intereses de la mayoría. El calor humano abunda, y la espiritualidad y la generosidad, ocupan el lugar que se merece en los hogares y en el trabajo.

El pequeño ministro, con su juventud todavía ligada a los dogmas de la iglesia, de pronto comienza a entender que no es el dogma sino la verdad la que debe primar en el ejercicio de la existencia y, entonces, se ubica del lado donde tiene que estar y así comprueba que, el comprometido ejercicio de la justicia para todos, es lo único que puede hacerlo digno ante los ojos de Dios.

Una gitana más bella y encantadora no pudo habernos dado nuestra muy apreciada, Katharine Hepburn. Vida, entusiasmo y compromiso, florecen a su paso trayendo luz y gracia a cada momento en que su figura aparece. John Beale, palpita en ese novel ministro comprometido con su vocación, y más comprometido aún con todo lo que su alma le dice que es justo; y cabe reconocer la labor de los actores de conjunto quienes hicieron lo suyo con la eficacia requerida.

<<SANGRE GITANA>>, es una agradable película inspirada en una obra de, J. M. Barrie (el mismo de “Olivia”), dirigida con mucho acierto por Richard Wallace.

Postdata: La mujer que yo ame deberá entender que nuestro amor no se limita a ella y yo, sino que se prodiga a todo lo que tenga vida. Deberá saber que su proyecto y mi proyecto de vida, tienen que aspirar a caminar por un mismo sendero de servicio con la más alta dignidad... y deberá asumir, por sobre todo, la libertad como objetivo supremo, para poder ser y para poder hacer, todo lo que el alma con ahínco nos reclame.

Título para Latinoamérica: <<EL PEQUEÑO MINISTRO>>
Luis Guillermo Cardona
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8
26 de abril de 2011
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fácil entender por qué ésta loca, divertida e ingeniosa película, basada en la célebre comedia satírica, “La Folle de Chaillot”, de Jean Giraudoux, tuvo tantos detractores: ¡No deja títere con cabeza!, ¡Se nutre –en su actualización- del afán derrocador de todo poder hipócrita e impopular a que convocaba el contestatario Mayo del 68!, ¡Se mofa de las más calificadas profesiones!... y deja sentado que, con frecuencia, los que a sí mismos se llaman cuerdos, están más locos que aquellos a los que locos llaman.

Este es, además, un filme sobre aquellos seres que, sin otra aspiración que la justicia y el bien común, se convierten en héroes anónimos, apenas reconocidos por alguien sensible y con corazón de poeta, que logra advertir en ellos esa grandeza que, ni ellos mismos reconocen ni esperan les sea reconocida.

Tras un primer encuentro en el Café Francis de París, donde se reúnen, con afán conspirador, representantes de las más grandes instituciones a quienes se suma uno que otro caballero de la encumbrada $ociedad (una escena corrosiva inolvidable), en la que se concluye que bajo sus pies están inundados de petróleo y que éste bien podría servir para financiar propósitos nucleares que, gustosamente, apuntarían a la aniquilación de algún incómodo país del Éste, la condesa Aurelia, más conocida como, La loca de Chaillot -otro emotivo y cálido rol de la memorable, Katharine Hepburn- se entera por intermedio del desilusionado Roderick -pariente del prospector que inspira a los conspiradores-, del plan que éstos tienen... y junto a sus leales amigas, las “locas” Josephine, Gabrielle y Constance, más algunos aliados adicionales como el mismo Roderick, el lúcido Trapero y la joven Irma, conspiran también ellos para liberarse de aquellos ambiciosos y malvados individuos que amenazan con destruir a la maravillosa París.

Magníficas actuaciones donde, además de la Hepburn, sobresalen, Danny Kaye, Yul Brynner y Donald Pleasence. Diálogos en los que emana una suave lírica, entremezclada a ratos con cáusticas frases que dan siempre en el blanco. Una visión gris y realista de los nuevos tiempos, acompasada con esperanzas que, gradualmente, se abrirán camino. Una ambientación clásica y elegante de la vieja París... y una música que se ajusta con placidez a cada situación por la que transcurre el estupendo grupo de personajes, consolidan y le dan altura a un filme encantador, el cual reafirma al director, Bryan Forbes, como un hombre de talento ampliamente demostrado.

Queda mencionar que, <<LA LOCA DE CHAILLOT>>, íba a ser dirigida por John Huston, quien contrató a Katharine Hepburn, y contaba con Irene Papas, Simone Signoret y Catherine Allegret, para los roles de las “locas”, pero, poco antes de iniciado el rodaje, renunció por diferencias con los productores y las últimas tres actrices salieron de los planes.

Si es usted liberal de corazón sangrante y de alma comprometida, la pasará de lo lindo con ésta que es, sin duda, una de las mejores comedias de los años 60.
Luis Guillermo Cardona
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6
24 de abril de 2011
5 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jerôme, es un diplomático francés, que ha venido desde, Estocolmo, a pasar las vacaciones de verano frente al lago Annecy. Allí encontrará a Aurora, una italiana que, ignorando su profesión, no tardará en verlo como conejillo de indias para sus afanes de escritora. Lo que ahora hace Jerôme, es una suerte de despedida de soltero, pues, según cuenta, está a pocos días de casarse con una atractiva chica que le espera en la capital de Suecia.

Enterado por, Aurora, de que, Laura -hija adolescente de la anfitriona-, está enamorada de él, Jerôme acepta convertirse en motivo de una aventurilla con la atractiva jovencita, para inspirar con ella a la particular escritora. Después entrará en escena, Claire -hermanastra de Laura-, rubia y temperamental, pero, más atractiva a los ojos del cobaya, pues, su rodilla, le despertará sentimientos que –dice él- no había sentido nunca antes.

Se dará, así, un juego con toques psicológicos bastante ligeros, y con una actitud masculina, frente a las mujeres, que suena más a alarde intelectual que a un sentir cobijado por la sinceridad y la verdadera dualidad humana. Esa pose de, Jerôme, de que, “las demás mujeres me son indiferentes”, tan sólo puntos muertos en el espacio de su vida (que me recuerda al también diplomático de, “Christopher Strong”), lo hace lucir presumido y alardeador, y uno presiente que, la cercanía con aquellas atractivas jovencitas le demostrarán, muy pronto, lo frágil que es la carne humana.

Infortunadamente, la trama cae en tópicos bastante rutinarios, girando siempre sobre un interrogante: ¿Qué fue lo triunfal y controlado que hice hoy frente a Laura, o ante Claire?... que la escritora escucha sin demasiado compromiso, pues, ¡jamás toma ni una sola nota! ¿Será porque presiente que, tal valor se da -fácil es intuirlo desde la psicología-, ahora que, el caballero, está sujeto a observación? Innecesarios insertos –a la manera de un diario- donde se anuncia, tras cualquier mínimo encuentro, el paso de un nuevo día, resultan también ingenuos e improcedentes... y la fotografía, más centrada en quien escucha que en quien habla, resulta latosa y de escasa complementación.

El mérito, lo encuentro en la intención de ver, con perspectiva analítica, el comportamiento humano frente a determinadas relaciones que, en algunos momentos de nuestra vida podría ser bastante constructivo, pues, generalmente se vive sin reflexión alguna y ésto nos conduce a reiterativos errores. También, el director Éric Rohmer, nos deja una identificable ambivalencia para presentir que, en últimas, fueron las chicas y la escritora quienes lo tuvieron todo bajo control y que, lo de Jerôme, no fue más que el común alarde de la masculinidad.

En suma, <<LA RODILLA DE CLARA>>, me resulta un filme sobrevalorado, pues, consigo encontrarle muy pocos rasgos de interés.
Luis Guillermo Cardona
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