1.

. El detective interpretado por Park Doo-man, provinciano y campechano, se dirige a la escena del crimen en un lánguido tractor.

. Una caterva de niños, curiosos, alborotando alrededor. Uno de ellos, para más inri, imitando burlonamente al detective.

. Oficiales del cuerpo policial resbalan por pequeñas pendientes embarradas. Otros, mecanografían a ritmo de tortuga.

. Vehículos agrícolas que circulan y chafan potenciales pruebas periciales.

. Un detective mundano, en un entorno costumbrista, que cree en su intuición y acude a pitonisas locales en un disparatado intento por resolver un crimen que, por otro lado, intenta endilgar insistentemente al "tonto del pueblo".

Toda la pesquisa detectivesca elude el efectismo, la eficacia y la espectacularidad; es chapucera, cómica y, a todas luces, insuficiente.

2.

El detective Seo Tae-yoon, más serio y circunspecto, viene del Seúl de los 80, de una gran ciudad que estaba protagonizando uno de los más asombrosos procesos de crecimiento económico de mitad del siglo pasado; más metódico, más profesional, más expeditivo. Busca un culpable y busca hacer las cosas bien. Quiere un thriller.

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Bong Joon-ho parece claro en su idea: los elementos del thriller norteamericano (mórbido, de personajes avispados y atmósferas barrocas) sólo consiguen infiltrarse a duras penas en el thriller surcoreano (errático, confuso, plagado de personajes atolondrados).

Hay un subtexto social, como en todo Joon-ho: el detective de ciudad, que mira al futuro, enfrentado al detective de pueblo, anclado en un presente imbuido de pasado, pero yo opto por ver en ella un juego de cinematografías solapadas. Cine exótico que, consciente del conveniente modelo americano, no reniega de su cualidad vernácula.

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Acaso algo de la propia historia de Corea bulla en esta película. Un sur liberal, capitalista, hermanado con la Norteamérica aliada de guerra, nacido de una dictadura militar protagonista de un espectacular (y difícilmente asimilable) crecimiento económico, que no puede olvidarse de la «poderosa y próspera gran nación» de raigambre comunista del silencioso y blindado norte, donde todo ha quedado congelado tras modernos telones de acero.

Hombres como otros cualesquiera.

Gracias.

"Si tuviera que tenerlo todo planificado antes de empezar a rodar, hacer películas sería muy aburrido. Me sentiría como un albañil".

Sang-soo apostilla que si se topa con algún bar o algún restaurante que le sugiere algo, pide permiso al dueño para rodar allí. Comenta que le gusta beber; por eso, a menudo sus personajes brindan con licor de arroz, y lamentan en sus resacas lo que tuvo lugar en sus ebriedades. Tiene una clara predilección por el emplazamiento y el relato cotidiano. Sus personajes hablan de manera descreída y mundana, como en Ozu; y se comportan, al modo de F. Heider, como 'científicos ingenuos', intentando elucubrar.

En su espontánea y humilde sinceridad yo diría que esconde una pequeña mentira. Su trazo de caligrafía es diáfano y franco; pero, por la constitución (des)organizadísima de sus relatos, que cruzan líneas temporales reales e hipotéticas, plausibles y soñadas, es un auténtico 'estructuralista', y juega como un científico, mezclando soluciones químicas.

Veo, en su Cine, aromas particulares.

1. El azar. En 'The day he arrives' (2011), un personaje diserta sobre las veleidades del destino y, a grandes rasgos, asegura que la certeza de lo que eventualmente ha ocurrido (y ya inmutable, por real), no impide que haya todo un universo de posibles que también podrían haber sido. La evidencia de lo que ya estamos viviendo y, por ello, existe, nos cobija de la ferocidad de un caos de causas posibles y de consecuencias onerosas que, de abrumadoras, paralizan. En ese caso, la realidad toma forma de 'ordalía' psicológica; una prescripción formulada como inquebrantable y única cuando, en realidad, no lo es.

2. El amor perfecto como entelequia esquiva, en ese marco de azares caprichosos. Sang-soo niega la influencia, pero las brisas de Rohmer se perciben con mucha fuerza.

3. El plano fijo. Sorprende, en una cinematografía que destaca más por lo efectista y ostentoso, como es la surcoreana. En esa apacibilidad de cámara, cada desplazamiento de foco o zoom revela algo.

4. La auto-referencia, obvia en la figura del 'director de Cine' como "héroe" recurrente de sus películas. "Mis personajes suelen ser directores de Cine porque hablo sobre lo que conozco", apunta Sang-soo, que se divierte enfrentando la idealizada figura del artista a su nimiedad íntima.

5. El relato, como albur. 'Ahora sí,...' es un fehaciente ejemplo. Una historia banal, contada dos veces, con sutiles variaciones. La primera, parece corriente. La segunda también lo parece; pero desemboca en un mar opuesto y, con ello, parece radicalmente diferente. Sang-soo acierta en no explicitar hasta el absurdo ('El efecto mariposa', 2004) la severidad de las posibilidades.

La contingencia de azares es clara, y es en ese abismo de causalidad voluble donde el Cine de Sang-soo vive.

Gracias.

'El asesino de Pedralbes' es una interlocución con José Luis Cerveto, asesino de dos personas, cuya réplica es el propio espectador.

Su ensimismado reflexionar es el de una persona iletrada con cierta facilidad de abstracción. Su parlamento se desarrolla con una aterradora espontaneidad, entre la confidencia entre amigos y el relato cotidiano. Cerveto no filtra detalles escabrosos, no camufla sus tendencias pedófilas, no maquilla los hechos anhelando justificarse...

Su mundana sinceridad y aparente falta de censura sorprende y desubica.

...

Restringir el interés de un relato a lo atroz del mismo es, por lo general, empobrecerlo. Creo (y quizás sea impopular decirlo) que películas de esta índole se prestan más al auto-halago de la susceptibilidad de quien la ve que al análisis objetivo, como si nuestra sensibilidad se manifestase ejemplarmente repudiando lo obviamente horroroso.

No quiero decir que la película no tenga su busilis, pese a que el tremendismo sea su mejor baza. El socrático 'conócete a ti mismo' adquiere, en casos así, otra siniestra dimensión: Cerveto ha de aprender a localizar, además y prioritariamente, la procedencia de sus apetencias sexuales y sus raptos homicidas. A responder no le ayudan psicólogos, ni jueces, ni psiquiatras, y él mismo queda encerrado en su incomprensión perpetua. Ésta parte, de tintes más psicoanalíticos, que podría dar lugar a muchísimas aristas morales, se desarrolla de forma casi residual.

En mi opinión, este documental tiene un interés extremadamente limitado una vez se ha visto.

Gracias.