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España España · Santa Cruz de Tenerife
Críticas de gerardops
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Críticas 304
Críticas ordenadas por utilidad
8
31 de enero de 2014
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viendo “La gran estafa americana” he disfrutado mucho y, además, me he divertido y entretenido. Sólo le ha faltado conmoverme y emocionarme para engrosar mi lista de obras maestras. Pero, tal y como están las cosas a día de hoy, y teniendo en cuenta la habitual mediocridad de las comedias norteamericanas, este film ha supuesto una clara revitalización del género, en franco declive al otro lado del Atlántico. El cineasta David O. Russell ha despuntado en estos últimos cuatro años, logrando en ese breve lapso de tiempo cinco nominaciones a los Oscar (tres como director y dos como guionista), gracias a tres largometrajes (el que es objeto de esta crítica, “El lado bueno de las cosas” y “The Fighter”). Ello le ha convertido en un referente dentro de la actual industria cinematográfica. Aunque considero que “El lado bueno de las cosas” es una cinta sobrevalorada, reconozco que sus trabajos han supuesto un verdadero soplo de aire fresco en una cinematografía excesivamente anclada en la negativa tendencia de repetir fórmulas de éxito supuestamente asegurado.
“La gran estafa americana” es una delicia desde el punto de vista interpretativo. Los actores que integran el elenco desempeñan sus papeles de forma sobresaliente, lo que unido a un guión ácido y divertido y a una dirección ágil y efectiva, supone que las más de dos horas de proyección resulten cortas. Sus méritos son muchos y diversos y van desde la corrección de su ambientación retro a las magníficas caracterizaciones, pasando por los diálogos y, sobre todo, por la audacia de su realizador, capaz de ser al mismo tiempo despiadado y brillante con los personajes. Porque O. Russell despedaza a los protagonistas y les obliga a mostrar sus miserias y mezquindades con gracia, haciendo pasar por un simpático divertimento lo que, en el fondo, es una crítica feroz.
Basada en un hecho real ocurrido en los años setenta, cuenta la historia de un agente del FBI que investiga un caso de corrupción en el que aparecen implicados algunos miembros del Congreso estadounidense. Le ayudará en esa tarea un empresario estafador, acompañado de su mujer y su amante. Los cuatro tendrán que aprender a desenvolverse en un mundo donde la política, la mafia, el dinero y la justicia pretenden convivir en armonía. El largometraje cuenta con algunas secuencias realmente hilarantes y demuestra que, aunque la realidad supere a la ficción, ésta es mucho más divertida.
Resulta imposible destacar la labor de uno solo de los intérpretes. Cuatro de las diez nominaciones a los premios de la Academia de Hollywood han recaído en ellos. Christian Bale, genial, muy apartado de los registros dramáticos y de superhéroe de acción que lo han catapultado a la fama, demuestra su versatilidad y calidad. Se ha reinventado para mejorarse y su trabajo es perfecto. Bradley Cooper, más cómico, más inestable, quizás un paso por detrás de Bale, realiza un papel igualmente destacado. Jeremy Renner, pese a no estar nominado, también contribuye al conjunto con una buena interpretación. Jennifer Lawrence borda su actuación -a mi juicio mucho más meritoria y premiable que la de “El lado bueno de las cosas”- y se afianza como una actriz excelente. Mención aparte merece Amy Adams, por la que siento una especial debilidad. Aquí está sublime porque ella es una actriz sublime. En todo caso, y al margen de mi subjetividad, los datos objetivos le avalan. Pese a su juventud, ya ha sido nominada a la estatuilla dorada en cinco ocasiones. Contemplados en bloque, conforman sin ningún género de duda el mejor reparto del año.
No he podido ver aún todas las cintas que optan a Mejor Película pero, de las ya vistas, “La gran estafa americana” encabeza mi quiniela. El dos de marzo se desvelará la incógnita.
www.cineenpantallagrande.blogspot.com
@gerardo_perez_s
gerardops
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7
11 de octubre de 2013
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia que cuenta “Prisioneros” es la de la peor pesadilla para unos padres. Su hija pequeña ha desaparecido junto a una amiga y, con el paso del tiempo, su desesperación crece al mismo ritmo que disminuyen las posibilidades de encontrarlas con vida. Semejante situación centra el hilo argumental de una cinta que se desarrolla entre los límites que el progenitor está dispuesto a rebasar con tal de recuperar a la niña y la labor del policía encargado de la investigación, que termina por obsesionarse con el caso. Esta trama, bastante habitual tanto en telefilmes como en largometrajes para la pantalla grande, suele traducirse en una reiteración de tópicos, una espiral de persecuciones sin excesivo rigor o una sucesión de escenas lacrimógenas destinadas a conmover a unos espectadores deseosos, por otra parte, de ser conmovidos. Sin embargo, en determinadas ocasiones el planteamiento del director transforma un relato manido en una narración sólida y original, revestida de un buen guión y apoyada en unas dignas interpretaciones. Así ocurrió en el debut del actor Ben Affleck detrás de las cámaras con “Adiós, pequeña, adiós”, donde, pese a contar prácticamente lo mismo, se alejaba de la sordidez típica de estas producciones.
Algo semejante sucede en “Prisioneros”. Sin llegar a la brillantez de la opera prima de Affleck, el realizador canadiense Denis Villeneuve logra combinar de forma casi perfecta los géneros del drama y del thriller intenso, si bien le da prioridad al primero, dotando así de mayor verosimilitud a su trabajo y firmando una película notable. Villeneuve ya destacó en otros títulos rodados en su país, como “Incendies” (nominado al Oscar y al BAFTA al mejor film de habla no inglesa), demostrando su habilidad en el terreno del sufrimiento. De hecho, sigue manteniéndose fiel a su línea y tiene pendiente de estreno en España la bastante parecida “Enemy”.
El principal problema de “Prisioneros”, junto al de su elevado metraje (casi dos horas y media muy susceptibles de ser recortadas), es el elevado listón de las grandes muestras del género cinematográfico a las que se enfrenta. Tomando como referencias “El silencio de los corderos” de Jonathan Demme o “Seven” y “Zodiac” de David Fincher, el lugar que debe ocupar el título que nos ocupa es necesariamente inferior, aunque sí superior a la media de otros estrenos similares que llegan a nuestras salas de proyección. Cabe destacar que en ningún momento la acción relega a los personajes a un segundo plano y que estos asumen el protagonismo en todo momento, dando lugar a un resultado final creíble y correcto.
En este sentido, el equipo artístico desempeña una buena labor, desde los actores más principales, Hugh Jackman y Jake Gyllenhaal (verdaderos protagonistas, dando vida al padre de la menor y al policía encargado de su localización), hasta los más secundarios, también de un gran nivel interpretativo, como Viola Davis, Maria Bello, Terrence Howard, Melissa Leo o Paul Dano. Juntos acumulan diecinueve candidaturas entre Oscar, BAFTA y Globos de Oro. No obstante, voy a centrarme en Paul Dano, probablemente el más desconocido pero, al mismo tiempo, el de mayor potencial de cara al futuro. Su capacidad para abordar personajes desequilibrados es comparable a la que en su día manifestara Anthony Perkins, marcado de por vida por su Norman Bates de “Psicosis”. Conviene recordar que en “Pozos de ambición”, Dano estuvo a la altura de su genial compañero de reparto, el multioscarizado Daniel Day Lewis. Estoy convencido de que nos ofrecerá magníficas e inquietantes interpretaciones en sus próximos proyectos.
www.cineenpantallagrande.blogspot.com
@gerardo_perez_s
gerardops
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5
27 de septiembre de 2013
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera vez que oí hablar de Baltasar Kormákur fue en 2005. Por aquel entonces estrenó “Verdades ocultas”, un thriller protagonizado por Forest Whitaker y Julia Stiles que podía calificarse como una aceptable carta de presentación. El islandés es un cineasta polifacético que ejerce también como actor, productor y guionista y que años después presentó un largometraje titulado “Reykjavik Rotterdam”, participando en la producción e interpretando uno de los papeles. Posteriormente, y contando con el mismo guionista, rodó la misma historia para la industria estadounidense, en esta ocasión situándose detrás de la cámara. Aquel segundo proyecto llevaba por título “Contraband”, aunque estilo, trama y personajes eran sustancialmente los mismos. Desde semejante “autoplagio” no habíamos vuelto a saber nada de él hasta esta presentación de “2 Guns”.
No obstante, su evolución no ha sido la esperada. Los destellos de sus primeros trabajos han dado paso a una cómoda reiteración de tópicos en un género (el de acción) que, por desgracia, suele abusar de ellos. En “Contraband” demostraba una corrección formal al narrar la historia pero sin aportar nada original ni creativo. A lo sumo podía entretener a los más novatos pero resultaba anodino a los aficionados más veteranos de este tipo de cine, acostumbrados a ver cientos de ejemplos similares. Tal vez en un intento de cambiar de estilo, en “2 Guns” ha tratado de combinar la acción con el humor, apostando por unos personajes que encajen al mismo tiempo en el perfil de tipos duros y musculados y en el de bromistas cachondos dispuestos a soltar sus gracias ante cualquier situación. Sin embargo, esa mezcla es altamente explosiva y, salvo que el espectador sea muy receptivo a esa comicidad chulesca y forzada, el resultado final resta credibilidad a la trama, le impide alcanzar el nivel de intensidad necesario y da lugar a un producto mediocre. Para colmo, el relato se vuelve retorcido y peca de excesiva violencia gratuita, sin que el continuo vaivén de personalidad de los protagonistas, que pasan de ser colegas inseparables a desconfiados adversarios a lo largo de todo el metraje, ayude a dar coherencia al conjunto.
Tanto Denzel Washington como Mark Wahlberg, las estrellas que encabezan el reparto, intentan (y a ratos consiguen) sostener la película por sí solos, ya que ambos poseen una notable presencia en pantalla y son buenos profesionales, si bien algo erráticos a la hora de escoger determinados proyectos, sobre todo en el caso de Wahlberg, muy proclive a encadenar films prescindibles con otros en los que demuestra sus innegables cualidades profesionales. Les acompañan en papeles secundarios algunos actores que otrora alcanzaron el éxito y que, por una u otra razón, han ido degenerando casi hasta la caricatura. Es el caso de Edward James Olmos, el inolvidable teniente Castillo de la serie de televisión “Corrupción en Miami”, que ha participado en cintas tan emblemáticas como “Blade Runner” y ha llegado incluso a ser nominado al Oscar al mejor actor por “Lecciones inolvidables”, pero que actualmente se limita a perpetrar clichés de hispano bastante burdos.
Sesenta millones de presupuesto compensados con una recaudación similar en Estados Unidos centran las posibilidades de beneficio de los productores en el resto de países del mundo donde en breve comenzará a estrenarse. Tal vez salven los muebles en el aspecto económico pero en el cinematográfico no lo lograrán de ninguna manera.
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gerardops
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3
10 de mayo de 2013
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La lista de películas estadounidenses en las que el Presidente de la nación es su protagonista o una de sus piezas esenciales es muy significativa. Analizando el fenómeno desde la proporcionalidad, se abre un abismo en comparación con el resto de cinematografías internacionales. Sin embargo, pese a que la industria norteamericana ha producido magníficos títulos de trasfondo político, no ha hecho lo mismo al abordar el tema a través del género de acción. La única excepción que me viene a la memoria es la del notable “En la línea de fuego” de Wolfgang Petersen, con unas magníficas interpretaciones de Clint Eastwood y John Malkovich. Todos los demás, desde “Independence Day” hasta “Air Force One”, desde “Deep Impact” hasta “2012”, han rozado la mediocridad. Pero, por lo visto, es cierto que siempre se puede ir a peor.
Hasta la fecha me había resultado complicado calificar al director Antoine Fuqua ya que, aunque ninguno de sus trabajos me ha gustado al cien por cien, les he llegado a encontrar algún detalle positivo. “Training Day” aportó un gran duelo interpretativo entre el siempre eficaz e imponente Denzel Washington (en mi opinión, uno de los mejores actores del panorama actual, si bien yo no le hubiera dado el Oscar por este papel, teniendo en cuenta que tenía enfrente la espectacular recreación del boxeador Muhammad Alí a cargo de un magistral Will Smith) y un resolutivo Ethan Hawke. Su versión de “El Rey Arturo”, pese a desentonar a causa del moderno estilo narrativo que le impuso, resultó entretenida, sobre todo gracias a la participación de otras dos figuras tan atractivas como Clive Owen y Keira Knightley. En definitiva, podría catalogar todos sus proyectos como una combinación entre aciertos y errores, lo que le ha mantenido en ese grupo de realizadores que, sin destacar, aprueban cada examen.
Sin embargo, con la trama que ha pretendido urdir en “Objetivo: La Casa Blanca” ha terminado por bordear el ridículo de forma inequívoca. En un guiño evidente a la conflictiva situación actual, los coreanos asumen el papel de malos y, tras asaltar la residencia presidencial, secuestran al máximo mandatario con el fin de poner en marcha un siniestro plan de destrucción. Ante semejante amenaza, será un solo hombre quien se enfrente a decenas de terroristas, mientras retransmite sus progresos por radio a las fuerzas leales situadas fuera del recinto. La última parte es una copia bastante burda de “Jungla de Cristal”, con el insalvable matiz de que la cinta protagonizada por Bruce Willis es, probablemente, la mejor muestra de cine de acción de la década de los ochenta y una de las mejores de la historia del Séptimo Arte. En compensación, ésta que ahora llega a nuestras pantallas pasará por ellas sin pena ni gloria y será olvidada con rapidez.
De entrada, un largometraje de estas características no puede permitirse el lujo de perder sus primeros veinte minutos de proyección sin abordar la intriga y la acción que la sustentan. Pero es que, además, cuando por fin arranca de verdad, no debe ofrecer al espectador una secuencia como la del ataque aéreo enemigo que termina con un avión estrellándose contra el monumento a Washington. Estas ocurrencias sólo pueden funcionar en sátiras como la irreverente “Mars Attacks” de Tim Burton. De otro modo, cualquier pretensión de verosimilitud o trascendencia dramática resulta enormemente desafortunada.
Tampoco el protagonista, Gerard Butler, termina de encontrar su sitio en el género de acción y, a pesar de que, en principio, el equipo artístico es interesante, tanto Morgan Freeman como Aaron Eckhart, Angela Bassett y Ashley Judd se pierden en una realización que no cubre ninguna de las expectativas generadas.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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8
6 de enero de 2013
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kathryn Bigelow pasará a la historia del cine como la primera mujer que ganó un Oscar como mejor director del año. Ese dato, pese a ser muy relevante en el mundo del cine, no la define como realizadora. Esta californiana es una cineasta valiente, audaz y con un talento natural para dotar a sus películas de una intensidad y un ritmo con el que, además de lograr el primordial objetivo de entretener, consigue elevar la calidad del género de acción e intriga, normalmente relegado a un segundo plano en los listados de premios y en los listados de mejores producciones del año. Incluso cuando rodaba largometrajes con mucha menor enjundia política y trascendencia cinematográfica destacaba sobre la mayoría de propuestas similares. Sí, reconozco que me gustaron “Le llaman Bodhi” o “Días extraños” (cinta que considero injustamente minusvalorada) y, aunque en su filmografía se puedan encontrar títulos prescindibles, Bigelow merecía sobradamente pasar de ser conocida como la antigua esposa de James Cameron (responsable de buena parte de los títulos que marcaron el cine de acción de los ochenta y noventa como las dos primeras entregas de “Terminator”, “Aliens” o “Titanic”) a destacar por méritos propios en una industria mayoritariamente masculina.
En el año 2008, con muchos problemas de producción y distribución logró triunfar en taquilla y arrasar en las entregas de galardones con “En tierra hostil”, referente en el cine bélico y una nueva muestra de su habilidad narrativa y su potencial para obras más audaces y complejas. Ahora con “La noche más oscura” se pone el listón más alto, no solo por la mayor dificultad de abordar el tema de la misión montada por Norteamérica para capturar a Osama Bin Laden, sino por la valentía de implicar a la propia CIA en el guion con el fin lograr una visión realista de tal acontecimiento, lo que ha propiciado que desde el propio Senado de los Estados Unidos se haya anunciado ya una comisión para investigar hasta qué punto se han podido revelar secretos y, lo dado a conocer, se ajusta a lo que pasó realmente.
“La noche más oscura” es una buena película. Pero en modo alguno es una cinta de acción convencional. No hay grandes peleas, persecuciones o grandes secuencias con tiroteos. De hecho, los primeros minutos son de una angustia tediosa. Tras la primera docena de nombres árabes, los sucesivos te suenan todos igual y te pierdes cuando los pronuncian, teniendo dificultad para seguir la trama. Después de la primera decena de interrogatorios/torturas, ves los sucesivos con el desánimo del que espera que las dos horas que todavía quedan por delante (el film dura más de dos horas y media) no sean iguales. Pero pasada esa parte inicial entramos en una película inteligente, que aborda el tema del espionaje y los servicios de inteligencia de un modo creíble y entretenido. Con personajes interesantes y secuencias de gran intensidad. Vale la pena verla, aunque necesitas un estomago preparado para digerir unos primeros treinta minutos ásperos. Afortunadamente, Bigelow no pretender dar lecciones éticas o rodar un panfleto justificativo de lo ocurrido. Su negocio es el cine y lo realizad muy correctamente. Eso sí, da los suficientes datos para que un espectador inteligente reflexione y saque sus conclusiones.
A destacar igualmente al elenco de actores. Especialmente Jason Clarke y una magnífica Jessica Chastain que, tras deleitarnos en “Criadas y señoras”, nos ofrece razones suficientes como para seguir su carrera con mucho interés
www.cineenpantallagrande.blogspot.com
@gerardo_perez_s
gerardops
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