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España España · Barcelona
Críticas de Willis
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Críticas 31
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
26 de marzo de 2015
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vaya por delante que estamos ante una buena película, con dos actores principales que lo bordan (el y ella), una historia sencilla pero atrayente, una factura esmerada (fotografía, ambientación, banda sonora…) y con la propina de dos escenas de persecución realmente logradas (que difícil debe ser hacer algo que destaque un poco en éste punto). Así que cualquier aficionado al cine lo pasará estupendamente.

Dicho esto vamos con algunas preguntas para la cerveza o la cena de después:
¿Merece la pena el sueño americano? ¿Vale la pena luchar tanto, sufrir tanto, arriesgar tu vida, y, lo que resulta mucho peor, la de tu familia, por algo más de dinero? ¿Puede progresar un solo empresario honrado? ¿Es el capitalismo intrínsecamente perverso y amoral, un lugar en el que sólo sobreviven las bestias sin entrañas? ¿Hay alguna alternativa a este mundo de hienas y lobos?

Ahora mis respuestas, las de siempre confirmadas tras ver la película: El sueño americano es una porquería y para tener éste sueño más vale no tener ninguno. No vale la pena, mucho mejor dedicarse a cuidar un huerto o ser profesor de clarinete. Al protagonista se lo preguntan directamente: ¿Por qué lo haces? Él nunca se lo ha preguntado, está tan imbuido que no teme a nada. Bueno, sí, solo teme a una cosa, que desvelo en el spoiler. Arriesgar la vida de tus hijos por dinero no debería caber en la cabeza de ningún hombre cabal. Es imposible prosperar sin corromperse, sin vender tu alma al demonio, simplemente porque si no lo haces las otras bestias se te comen sin pestañear. El capitalismo es una maquinaria perversa, cruel y amoral, y dice muy poco de los hombres haber sido incapaces de inventar algo mejor, ni siquiera algo levemente mejor. La única alternativa es la vida retirada, la vida oculta y el conmigo no cuenten.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Willis
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7
16 de marzo de 2015
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Después de ver el francotirador, pensé inmediatamente en el Sargento York, de Howard Hawks (1941), con Gary Cooper, la mejor película de propaganda bélica y exaltación del gran héroe americano que he visto nunca. 73 años después, Eastwood revisita y actualiza el clásico de Hawks, con grandes similitudes y algunas pequeñas diferencias. Vamos primero con los parecidos.

Basadas en hechos reales. Alvin York fue una leyenda viva, un héroe de la I GM. Su gesta fue llevada al cine para elevar la moral justo antes de la II GM. York rechazó varias ofertas para llevar su vida al cine, parece que no le importaba ni el dinero ni la fama extra, pero no pudo resistirse al proyecto Hawks/Cooper, que era tanto como decir el mejor director y el mejor actor posibles. Chris Kyle fue también una leyenda andante, un héroe americano en la guerra de Irak, en la mejor tradición de los grandes héroes americanos, y su vida ha sido llevada al cine por el mejor director y el mejor actor posibles.

La pureza del héroe. Alvin York, un hombre de campo, un granjero sencillo y humilde, un pacifista, en la iglesia de su pueblo le enseñaron que matar era pecado mortal. Se declaró objetor con total pureza de corazón y cambió de parecer con igual nobleza. Demostró un heroísmo pasmoso, sobrio, casi increíble, sin darse ninguna importancia, sin ninguna pretensión. Simplemente hacia su trabajo y cumplía con su deber. Cris Kyle, otro hombre sencillo y humilde, un cow-boy grandote, con una confianza enorme en si mismo y en su país. Un perro guardián de las ovejas ante los lobos, como le enseño su padre. Indestructible, inquebrantable, un monolito de heroísmo de piedra picada sin ninguna conciencia del tamaño extraordinario y desmesurado de sus gestas. Él simplemente cumple con su deber, protege a los suyos, ama a su país. Asombra su eficacia e impasibilidad, tan sobrio y humilde como York, como todos los verdaderos héroes.

La propaganda del imperio y el insoportable maniqueísmo. Hawks y Eastwood, dos grandes directores, particularmente les doy las gracias por haber hecho mejor y más alegre mi vida. Pero las preguntas surgen ¿Cómo es posible ver la guerra así? Muy buenos (nosotros) y malos muy malos (todos los demás). ¿Cómo es posible no preguntarse por los motivos de la guerra y las razones del otro? ¿Qué mal hemos hecho a esa mujer y a ese niño iraquíes para que prefieran morir lanzando granadas imposibles contra el mejor ejército del mundo, todo antes que rendirse? ¿Qué hemos hecho para que nos odien así? ¿Cómo es posible que un artista no se pregunte por ello y no quiera indagar en la tragedia de los enemigos y los vencidos?

A Hawks estas preguntas le hubieran parecido sospechosas de traición. Sus héroes cantan alegres mientras cumplen la misión de matar enemigos. Eastwood, no nos engañemos, tampoco se plantea ninguna pregunta, pero por lo menos sus héroes no cantan. Y esa es la principal diferencia. Chris Kyle está melancólico y sufre trastorno de personalidad y estrés post traumático, y eso que es un héroe mayúsculo. Las personas normales simplemente no lo soportan. York salvó al mundo y lo sabe, por eso no tiene remordimientos, pero Kyle sabe que es muy dudoso que nos salve de alguna cosa.

Y la eterna pregunta: ¿Debe el arte tener una trascendencia moral? Mi respuesta es sí, pero entonces que hacen estos dos grandes directores ¿No se enteran? Evidentemente si, saben perfectamente lo que hacen: ofrecernos solo una cara de la moneda, solo su versión, solo el retrato emocionado de sus héroes. De ahí también el reproche: ¿Para cuando un vistazo a la otra cara? Parece que tendremos que esperar a un director de otra generación, o a que USA ya no sea un imperio.
Willis
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5
13 de enero de 2015
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A los españoles en general, y a mi también, nos gustaría tanto tener una industria del cine nacional importante, de calidad, con tradición consolidada, que pariera 40 o 50 películas al año, de las cuales 5 o 6 fueran obras maestras, y todas las demás excelentes o notables, nos gustaría tanto, digo, que cuando se estrena una película decente nos volvemos locos de alegría, lanzamos las campanas al vuelo y la calificamos inmediatamente de obra maestra, mejor película del año, la cubrimos de Goyas y nos queremos creer que hemos tocado el cielo y que somos los mejores.

Lamentablemente no es así. La Isla Mínima es un buen producto, una buena película de cine negro, cuidada y bien ambientada. Con un actor que se sale ( el policía facha ) y los otros que andan solo correctos o muy justos. A mi parecer, el guión es lo que más falla: no logra explicar del todo lo que quiere explicar y no logra emocionar. Lo que quiere explicar el director, aparte de los hechos estrictos, no lo sé. Pero tengo una intuición de porqué no logra emocionar. No lo logra porque el único personaje con nervio humano es el policía facha, y no nos vamos a identificar con él, verdad ? Identificarnos con los padres de las niñas, o con los habitantes de ese pueblo abandonado de la mano de Dios, implicaría que la película perteneciera a otro género, al drama social, por ejemplo, pero no es ese el caso. ¿ Entonces ?
Para mi la respuesta es clara, la película debería haber intentado emocionar con el policía novato. Ahí había mucho material: derrumbe de ideales, baño de realidad, aceptar que su compañero facha le da cien vueltas como policía, comprender que está en sus manos y que tiene que aprender mucho de él ( no todo, pero sí mucho). En definitiva, una evolución del personaje, de bisoño a hombre, con un compañero al que no quieres parecerte pero del que dependes.Me parece que ése era el camino para emocionar.

Lamentablemente, la emoción no surge y terminamos de ver el film igual de fríos que empezamos. Y es una lástima porqué allí había un buen material, es decir, prometía, pero se quedó en correcta.
Willis
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La sal de la Tierra
Documental
Francia2014
8,1
9.868
Documental, Intervenciones de: Sebastião Salgado
8
2 de diciembre de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Wim Wenders salió a pasear con su linterna en busca de un hombre, al igual que hizo Diógenes en la antigua Atenas hace 2.400 años. El filósofo no encontró ninguno, y hoy en día la labor parece igual de difícil y estéril. Para nuestro consuelo, el director de cine ha encontrado uno: un hombre como deberíamos ser todos, libre y bondadoso, digno y puro, un espejo donde mirarnos, un héroe moral y un artista. Se llama Sebastian Salgado, y es un fotógrafo brasileño de 70 años. Un hombre que renunció a una vida fácil de economista en una multinacional, que ha visto y ha fotografiado el horror durante muchos años, y como consecuencia se ha hundido hasta la depresión (no hay para menos). Que se ha levantado a si mismo con un proyecto pionero de re-forestación del territorio donde nació (una granja familiar devastada en la mata atlántica de Brasil), y que retoma su carrera de fotógrafo con nuevos temas y nuevos bríos. Y, lo más importante, al final de todo ello es capaz de mantener la mirada pura y la ilusión intacta.

El periplo vital de Salgado, del que Wenders sin duda se enamora y por eso nos lo cuenta con pulcritud y respeto máximo, estremece y emociona en lo más profundo.

Nos emociona el documental de Wenders y nos emocionan las fotos de Salgado. ¿Por qué? Ensayo una respuesta: porque muestran la dignidad máxima de los más humildes y desheredados. Esa foto del hombre negro, orgulloso, impertérrito, harapiento y solemne, que lleva el cadáver de su hijo en brazos. Hay en su rostro y en su gesto mucha más dignidad que en el rostro de cualquier gobernante, que en el rostro de cualquier miembro de cualquier consejo de administración. Ese negro miserable fotografiado por Salgado con su hijo muerto en brazos es más digno que todos nosotros, más digno que yo, más digno que el propio Salgado que es el colmo de la dignidad. Porque ese negro lo ha perdido todo y esta absolutamente desamparado, no tiene nada y no tiene ninguna culpa de nada, y sin embargo permanece orgulloso, limpio, sin miedo ninguno, sin culpa ninguna, absolutamente digno. Nos lo cuentan Salgado en cada foto y Wenders en su documental, pero los hombres no lo queremos ver, no lo queremos entender. O lo entendemos unos segundos e inmediatamente lo olvidamos.

Al salir del cine, automáticamente le pongo peros al documental. Me hubiera gustado saber más cosas de Salgado: ¿Por qué dejo su empleo? ¿Por qué escogió la fotografía? ¿Por qué parece que nunca le pasó nada viviendo siempre al lado de las calamidades más estrepitosas? Alto, alto, resulta evidente que Wenders quiere filmar un documental que sea un homenaje y una obra de arte, y no unas memorias ni un biopic. Quiere emocionar con la imagen, quiere mostrar y no explicar, al igual que lo ha hecho Salgado durante tantos años. Los dos han renunciado a explicar el porqué de las cosas. Y los dos tienen razón, sin duda, y mis preguntas son las de un cretino. Basta con tener ojos para ver la belleza de la foto del hombre negro, basta con darse cuenta que ese hombre es más digno que todos nosotros. Solo con entender y recordar eso el mundo sería infinitamente mejor de lo que es.
Willis
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8
27 de noviembre de 2014
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Giskdan, en su espléndida crítica en estas páginas, dice que la película pertenece al género grotesco criollo, y no le quito ni un punto de razón, sólo que en España le llamaríamos comedia negra, que debe venir del barroco europeo, por lo menos. Añado en seguida que, independientemente de su género, se trata de una película muy buena, con buenas historias, excelentes actores, magníficamente contada en fondo y forma. Arte visual de primera clase, como también se ha dicho aquí, una película que atrapa solo con la belleza de sus imágenes. Se reconocen y aquilatan con el tiempo porque tu puedes haberlas visto 10 veces, de repente la pasan por la tele, ni siquiera oyes las frases porque estás cenando con la familia, pero ves la imagen y los ojos se te van... Coño ! Que bonito, que bien hecho ! No sé, digamos Fort Apache, de Ford, por poner un ejemplo, y Relatos salvajes, claro.

Como advertencia decir que con el grotesco criollo / comedia negra, creo, no hay medias tintas: o te ríes y disfrutas como un enano, o se te revuelve el estómago y no le encuentras sentido a nada de lo que ves. Mi teoría, a parte de la personalidad innata y los gustos desarrollados, es que el humor negro requiere una cierta madurez vital. La clasificación para mayores de 18 años no sirve. Seria, en todo caso, para mayores de 25 o 30 años. Que cada uno ponga la edad en qué alcanzó la madurez.

En el primer episodio, una broma delirante ( negra, negra ), y en los títulos de crédito que siguen a continuación, el director nos da todas las pistas. Agarraos porque esto va a ser una salvajada, nos dice, vamos a reírnos a lo bestia, como bestias que también somos. Los episodios se suceden "in crescendo". Hasta llegar al último, que quiero ver otra vez ya, tan bueno me pareció. También una advertencia para éste último episodio: hay que comprender la pasión desatada y la furia de los celos. Algo que parece fácil para los sudamericanos en general, pero ya no me lo parece tanto para los españoles, tan apolíneos y europeizados, al menos en pretensión, en los últimos tiempos. De otro modo no se entiende el comportamiento de ella ni de él, hay que estar loca/o, loco de verdad, loco de amor, para comportarse como ellos. Bueno, y ser también un hortera, como nos demuestran las imágenes desde el inicio del episodio. Horteras puros que pretenden ser glamourosos, que espectáculo bochornoso ! A ver si aprendemos un poco antes de montar semejantes espectáculos.

En resumen, si os gusta el buen cine, y tenéis una vena por donde os entra el humor negro, el sarcasmo feroz y la pasión descontrolada no os la perdáis por nada. .
Willis
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