El director Pietro Marcello suele ser elogiado por su película "Martin Eden", aunque personalmente yo consideraba que su mejor obra era "La bocca del lupo". Sin embargo, el debate ha sido zanjado, ya que "L'envol" (o "Scalet") supera a ambas. En este trabajo, el director lleva su capacidad para retratar la nostalgia a un nivel superior. Ya en las primeras escenas -con el diálogo entre la textura del cine analógico y la rugosidad de las manos del carpintero- entendemos que este film siempre será dos cosas: lo visual y lo táctil. O sea, lo que vemos y lo que sentimos. ¡Y vaya si sentimos!

"L'envol" es una lección de supervivencia, un canto a la esperanza y una fábula sobre la magia del amor y la bondad. La historia posee una belleza atemporal donde resuenan nuestros recuerdos de vida y de cine. Además, el uso sublime que hace de la elipsis mantiene el relato siempre flotando entre el cambio y la repetición. Deseamos avanzar pero también permanecer.

En definitiva, "L'envol" es una joya en la trayectoria cinematográfica de Pietro Marcello que consolida su poesía única y atemporal.

Viendo 'Close' no dejé de pensar en ese milagro titulado 'Un pequeño mundo' (Un Monde) de la también belga Laura Wandel.

Las principales similitudes son: la cercanía de la cámara, el impecable trabajo de los/as jóvenes intérpretes y el tema central de la trama. Pero, lo más relevante son, precisamente las diferencias entre dos películas tan parecidas, de un mismo país y realizadas con un año de diferencia.

En 'Un pequeño mundo' vence la crudeza, en 'Close' vence el color. En la primera sales del cine con un nudo en el estómago, en la segunda lleno de lágrimas. La mirada de la primera se sustenta sobre una cuidadísima cámara-en-mano minimalista (estilo 'El hijo de Saúl'). La mirada de la segunda, sobre bellos travellings y músicas. La primera tiene vocación de retrato social. La segunda, de caso aislado. Finalmente, y aunque parezca difícil de creer, la interpretación de la jovencísima Maya Vanderbeque en 'Un pequeño mundo', deja en pura anécdota el trabajazo de Eden Dambrine en 'Close'. Uno queda enmudecido observando el milagro que es esa niña protagonista. Indescriptible.

Resumiendo, 'Un pequeño mundo' es probablemente el mejor retrato que he visto en mi vida sobre el bullying (le puse un 10 sin dudarlo). Y 'Close' es una muy buena película, a veces muy triste y otras muy hermosa (un merecido 8)

Pocas veces se ven imágenes tan impactantes, hipnóticas y bellas sobre la fuerza de la naturaleza. Es verdaderamente sorprendente. Y por si fuera poco, el trabajo de posproducción de color y de sonido es soberbio. Visualmente el nivel es puro videoarte.

Lástima que la supuesta trama amorosa no esté a la altura. La simbiosis entre imagen y relato es desigual y el resultado se queda a medio camino entre lo personal, lo divulgativo y lo poético. Tal vez, cuando la belleza es tan avasalladora, las palabras inevitablemente estorben.

En cualquier caso, y a pesar de sus defectos, 'Fire of Love' es un film único e irrepetible, con planos memorables que se te quedarán en la retina para siempre.

Es la primera película de Albert Serra que veo. Imaginaba algo presuntuoso y difícil de digerir (como el personaje en cuestión). Me equivoqué.

El guion, lejos de ser incomprensible, está perfectamente definido y articulado alrededor de un personaje central. No creo que Benoît Magimel haga el papel de su vida, pero todo lo que hace (que no es poco) lo hace a la perfección. Su sobriedad es excelente y los diálogos de una sutileza y verosimilitud difíciles de superar. Me ha sorprendido mucho el uso del sonido y de la música, ambos de una artificiosidad -casi kitsch- que eleva la condición onírica de las interpretaciones y las imágenes. Capítulo aparte merece la fotografía. El uso crepuscular del color es asombroso, la melancolía asociada a la textura digital acertadísima y el contraste entre la exuberancia de la naturaleza y la fragilidad de lo humano impecable. Todo encaja en un film que nos lleva más allá del tiempo y del mundo.

En resumen, tres horas después, salí de la sala plenamente consciente de haber visto una de las mejores películas de los últimos años.

¡Nop! Con un visionado no da.

Múltiples capas atraviesan esta película que mezcla terror, ciencia ficción y comedia.

El director estira el esquema clásico del cine de intriga y sostiene las dudas del espectador hasta bien entrado el segundo acto. Hasta entonces, solo vemos, oímos y -sobre todo- intuimos pedacitos de una historia. Todo perfectamente aderezado con muy buenos diálogos, grandes personajes, brillantes toques de humor y un uso magistral del sonido. El desenlace del segundo acto es antológico. Las dudas se disipan en cuestión de minutos. En el tercer acto la película ya va lanzada y su formalización es, a mi modo de ver, lo más convencional del film.

Capítulo aparte merecen las tramas, guiños y reflexiones paralelas que convierten esta obra de terror (o mejor, de intriga) en una película de culto. Desatacan, entre muchas otras, las siguientes:

-Las interesantes referencias a temas raciales (marca de la casa en Peele)
-El profundo debate entre lo analógico y lo digital que atraviesa la trama de inicio a fin.
-Las consecuencias de la domesticación de animales y naturaleza.
-El genial uso de un título meramente onomatopéyico.
-La insaciable necesidad que tenemos de convertirlo todo en espectáculo de consumo.

Como decía al inicio. Muchas son las capas y los niveles de una película que, sin ningún tipo de dudas, disfrutarás de un modo totalmente distinto la segunda vez que la ves.

Yo, la vi ayer y ya estoy deseando volver a verla. ¡Síp!