Un domingo por la mañana cualquiera, en un hogar europeo de finales de los ochenta, se produjo un diálogo que cambiaría la historia del cine:
- ¿Has visto qué bonito es el Sáhara? -dijo Bernardo blandiendo El Semanal-. Podríamos ir...
- Pues no sé yo de dónde vamos a sacar el dinero -respondió su mujer, mirándolo por encima de las gafas y el bocata de jamón.
- Cachis, maldita crisis... -dijo él, ladeando la cabeza y jugando con las miguitas del croissant. Pero tras unos largos segundos de mirada ensoñadora y despistada, añadió- ¿Y si me llevara la cámara y grabara cuatro cosillas para una película?
- Oño, es cierto, pero algo más deberías hacer para que colara.
- Deja, deja... de eso ya me ocupo yo. -Y sacó su troncomóvil (en esa época eran muy grandes), dispuesto a hablar con su agente.

Y hete aquí, oh sorpresa / oh dolor / oh campos de soledad... que Bernardo Bertolucci decidió irse de viaje y traerse un vídeo del Sáhara que, en lugar de visionarlo con sus más allegados (las formas de tortura evolucionan), decidió convertirlo en una película con todas de la ley.
Resulta, sin embargo, que por bonitas que sean las imágenes (espectaculares, ciertamente), la ausencia de un ritmo narrativo y unas interpretaciones creíbles la convierten en una película sosa, sin alma, que una vez más pierde la batalla con el libro que le sirve de guión.

En fin, que es una película sin demasiada chicha que poco aporta y se queda lejos de lo que podría haber sido.

... te has bajado de tu Ferrari Testarossa descapotable rojo, Dire Straits a todo trapo (o algo de new age, según la cotización diaria de tus acciones), has desplegado tu traje eternamente recién planchado (de lunes a viernes, en finde polo Lacoste), gafas de sol Ray Ban, has abierto la puerta del ala derecha de tu humilde morada de 1000 metros cuadrados... y te has encontrado a tu mujer (botox, silicona, rubia, eternamente en los 25) en la cama con el jardinero (cachas, pero no tanto como tú), asesinándolos con tu supermóvil politono 4455? Vale, yo tampoco.

Pues aquí radicaba el problema de esta serie: que no colaba.

Aparte de esto, tenía gracia que en cada capítulo una chica absolutamente impresionante apareciera ligera de ropa.

Consejo por si algún día se vuelve a emitir la serie o, peor aún, sale en DVD con alguna revista (peores cosas se han visto): estad atentos hasta que salga el pibón 90-60-90. Como no volverá a salir chicha en todo el capítulo, podéis prescindir del resto de metraje. En serio, que yo caí en la trampa varias veces y seguí mirando, con el consiguiente disgusto final.

Cola del cine, lunes por la noche: gente de unos 30 años, algo gafapasta. Yo, con mi lentilla (ojo vago detectado tardíamente). Algún grupillo, varias parejas, algún desheredado como yo sentándose en los laterales, suspirando por alguna desheredada cercana. Todos, impacientes por degustar la nueva creación del admirado Emir Kusturica.

Primer gag. Es bastante tonto pero la gente se ríe con ganas: está claro que el público está entregado. Y nada mejor que este hecho para darnos cuenta de que esta película no sirve para ganarse adeptos, persevera en la exageración visual y narrativa que tan buenos resultados dio otras veces.
La cámara, medio metro más cerca de lo normal, muestra a unos personajes grotescos, a la par que divertidos y locuelos. Es Kusturica, sí, pero no tan fresco como el de otras veces. Es la fórmula de "Gato negro, gato blanco", pero con el hándicap de repetirse y no aportar nada nuevo.

Después de dirigir "Barry Lyndon", Kubrick se adentró en otros campos. Joer, había clavado la película, no podía hacerse otra mejor de ese estilo. Kusturica, en cambio, no ha sido capaz de ofrecer nada nuevo. Que sí, te ríes, pero yo le creía capaz de algo más. Hay momentos en que llegas a pensar que más que Kusturica es Ibáñez; y los personajes, extraídos de Mortadelo y Filemón.

En fin, entretiene pero yo le pedía algo más, por mucho que al final de la película intente meter, sin demasiada convicción, alguna alegoría político-social-económica-loquesea.

¿Que por qué le pongo un 7? Pues he estado dudando, en serio. Si se pudiera, le pondría un 6,5 clavado, pues es algo más que entretenida pero no llega a ser una buena película, de las que te dejan un buen sabor de boca. Y bueno, aunque sea por los placeres pasados que le debo a Kusturica, prefiero redondear al alza.

Saludos ojovaguiles :)

De entre el amalgama de series que van apareciendo y desapareciendo con la misma velocidad, en 1999 surgió este producto fresco y divertido que enganchó y se mantuvo en la retina de muchos.

Alrededor dos compañeros de piso totalmente distintos (Joel Joan y Jordi Sánchez), un grupo de personajes más o menos graciosos ofrecen situaciones muy cómicas y con chispa. De entre ellos, destacaría a su vecina Emma (Mònica Glaenzel), cuyas salidas absolutamente imprevisibles muchas veces me producían sonoras carcajadas.

En fin, interesante sitcom que consiguió algo no tan fácil: entretener y enganchar al espectador, haciéndole sentir (o al menos a mí) parte de ese piso de locos, cuyos enredos dejaban un buen sabor de boca.

Rafael Azcona y Fernando Trueba concibieron una divertida, agradable y entretenida historia que combina elementos históricos serios con tintes divertidos y jolgoriosos, en una película coral que obtuvo un gran reconocimiento.

Estamos a principios de los años 30 y la cuestión republicana está a flor de piel. Desertor del ejército, Fernando (Jorge Sanz) se refugia en la casa de campo de Manolo (Fernando Fernán Gómez). Al poco llegan las hijas de éste, lo que lleva a Fernando a tener serios problemas espirituales, y algo más "terrenales", con cada una de las cuatro.

Con el fondo histórico siempre presente y muy verosímil, Trueba traza una historia divertida, con toques ocurrentes y llena de vitalidad que deja al espectador con un muy agradable sabor de boca. Y, para qué negarlo, cierta envidia sana hacia el personaje de Jorge Sanz y sus devaneos amorosos con las cuatro hermanas: Ariadna, Maribel, Míriam y una jovencísima Penélope.