Bonita cinta sobre la amistad. Con la Segunda Guerra Mundial como telón de fondo, el director de la aclamada Kolya construye una historia de amistad entre dos hombres enamorados de una misma mujer. El retrato de los personajes es muy interesante y las escenas de las batallas aéreas realizadas con bastante rigor. Su principal fallo puede consistir en la forma de finalizar la historia. Se parece a esas escenas que tanto hemos visto y no termina de cerrar la historia construida de los recuerdos del protagonista.

En su primera película, Steven Soderbergh consigue una pequeña obra maestra. Un guión simple y directo a las entrañas que te deja tocado. Trata el delicado y siempre difícil tema del sexo con maestría, construye un cuadrado amoroso sin caer en tópicos habituales de Hollywood y dibuja a los personajes de manera precisa. Los actores hacen una actuación sobria, dándole más importancia a los diálogos que mantenían entre ellos que al lucimiento personal. Muy bien Andie MacDowell y James Spader. La película es un pedazo de vida, con sus giros inesperados, que tan pronto se derrumba como vuelve a alzarse con más intensidad que antes. No perderse detalle de las escenas de las cintas de vídeo, lo mejor del filme sin lugar a dudas.

Tras Solas, Benito Zambrano recrea en Habana Blues la historia de unos músicos que luchan por su música en un país tan difícil como Cuba. Una película fresca, con momentos divertidos y una gran banda sonora. Quizás la mejor película española de la primera mitad de 2005.

Una película que une, una tras otra, escenas de sexo explícito sin justificación alguna. Intenta ser un trabajo de culto, aprovechando que escandalizará a más de un puritano, pero el filme no va más allá. Los personajes no tienen complejidad moral, su descripción se basa en saltos de escena sexuales presentándonos al grupo de vecinos, sin indagar en la mente de cada uno de ellos ni justificar el comportamiento sexual que tienen. A falta de ideas el director ha decidido grabar a adolescentes en pleno acto para atraer a una parte de público adolescente ávida de sexo gratuito y a otra parte de "cinéfilos modernos" que cree buen cine todo aquello que trasgrede las normas morales. Y todos los excesos no son buenos. Éste es banal, superficial y trasgresor, pero no sólo con las mentes más recalcitrantes, sino también con todo amante del séptimo arte.

Lars Von Trier filma a un grupo de personas que se hacen pasar por idiotas para criticar una sociedad con la que no están de acuerdo. Cámara en mano, el director consigue escenas de verdadera belleza que quedan grabadas en la retina del espectador, mezclándolas con otras con una extrema violencia visual. Una crítica a la clase media que no deja títere con cabeza. Este grupo de amigos se refugia en una casa donde planean sus revolucionarias actuaciones. El objetivo: sacar ese idiota que todos llevamos dentro, que caiga la máscara con que nos cubrimos de cara a la sociedad y salga la persona que hay tras ella. Pero desechar dicha máscara no es tan sencillo como parece...