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España España · Pamplona
Críticas de Telefunken
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Críticas 44
Críticas ordenadas por utilidad
10
3 de mayo de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“No hay cine sin música”. Pocas máximas hemos interiorizado con tanta convicción después de casi noventa años de cine sonoro. Los soviéticos reeditaron “Octubre” en 1963 añadiendo varios trabajos orquestales de Shostakovich, y los americanos hicieron lo mismo con su voluminoso patrimonio de cine mudo. En la actualidad, cualquier profesional del sonido puede dar forma a una banda sonora más o menos solvente para una película de aquella época; todo vale para no asistir a un visionado carente de sonido. Y de repente uno se pone “La pasión de Juana de Arco” en DVD, con dos canales de audio: el primero, silencio absoluto; el segundo, un pintoresco piano. Mientras tanto, un rótulo expresando el deseo firme de Dreyer de que su trabajo no estuviera acompañado por un solo acorde; y quién le dice que no, más aún cuando no se trataba de un capricho del momento sino de una exigencia estética con suficiente justificación.

Dreyer ignoró que las bandas sonoras no solo no excluyen la posibilidad de inmersión en una trama, sino que con frecuencia la promueven, y de qué manera. No obstante, deduzco que era tal su fe en la pulcritud de sus imágenes que interpretaba corrosivo todo añadido sonoro. En caso de ser así, hay en “La pasión de Juana de Arco” toda una lección para los cineastas posteriores y muy especialmente para la figura de cineasta-androide que en la actualidad nos invade: lo visual debe hablar por sí mismo; si su enorme debilidad obliga a que los instantes de terror, alegría o desgracia estén basados principalmente en el efectismo de una banda sonora, malo.

¿Y habla en esta película lo visual por sí mismo? Sí, por supuesto. De hecho habría que preguntarse: ¿ha vuelto a hablar lo visual por sí mismo de una manera tan sobrenatural? También, lo que no es óbice para afirmar que seguimos estando ante una obra excepcional; ante una obra en la que yo diviso a Eisenstein, por su querencia -algo más diluida- por los primeros planos (con modelos contrarrevolucionarios que, en su cinismo y frivolidad, no distan mucho de los teólogos y juristas que se tiran sobre Juana de Arco) y por su concepción del papel del montaje como agente simbólico además de cómo fundamento narrativo (“El montaje es el arte de expresar y de significar mediante la relación de dos planos yuxtapuestos”), aspecto este último en el que Dreyer va profundizando a lo largo de la cinta, culminando el colosal trabajo de montaje con la escena final de la hoguera; ante una obra en la que -ahora sí- la cámara ejecuta un sinfín de movimientos, a modo de travelling lateral, rotando sobre su propio eje (desde lo alto de la puerta), y, por supuesto, acercándose frenéticamente a los personajes, aplicando un catálogo de desplazamientos único para la fecha; y, para terminar, ante una obra de rostros en la que éstos lo son todo, en la que Dreyer consigue trasladar a la pantalla cuanto una mirada puede expresar, el éxtasis de unos ojos en los que no puede residir otra cosa que no sea la máxima demencia o la máxima espiritualidad.
Telefunken
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7
7 de julio de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi segunda película de Visconti. Anteriormente había visto 'La caída de los dioses', sensacional oportunidad para advertir el estilo cinematográfico del cineasta italiano, tan asentado en unos zooms y planos secuencia que, pese al cuidado de su realización, normalmente resultan excesivos, incluso indigestos. No obstante, no entiendo al cinéfilo que echa pestes sobre los modos de Visconti; cuando uno se pone una cinta, se presta a firmar un contrato; pasada la media hora, empieza a entender el contenido -tácito- de ese contrato; si continúa a partir de ahí y estampa su firma, luego no valen ciertas reclamaciones.

En otro orden de cosas, por el ya mencionado uso de zooms y planos secuencia, diría que 'Muerte en Venecia' se compone en su mayoría de planos 'líquidos' tras los cuales se atisba un modo de filmar y editar en el que apenas hay espacio para un montaje significativo (esto es, para un montaje que cumpla algún papel además de la mínima y básica colaboración con el desarrollo narrativo). La cámara casi siempre está en acción, bien para mostrarnos primeros planos o para dar un rodeo interminable por los decorados (véase el primer encuentro con Tadzio). Solo algunas de las últimas escenas permiten pensar en un Visconti que se dejó los sesos para componer planos fijos conmovedoramente bellos.

'Muerte en Venecia' asienta sus líneas maestras sobre la imagen, dando a ésta preeminencia sobre la palabra, haciendo que los fotogramas hablen por sí mismos sin necesidad de palabras (aunque dependientes de Mahler), hecho que, para mí, es signo de Cine, por mucho que -salvo honrosas excepciones- ese modo de entender el arte cinematográfico esté en desuso desde hace bastantes décadas.

La temática, por su parte, no deja de resultar extraña al espectador normal; homosexualidad, voluptuosidad, erotismo y preguntas de corte griego rara vez se dan de la mano en la pantalla. El resultado de ese coctel puede ser diverso. Yo, por ejemplo, no he empatizado mucho con el protagonista. E igualmente, las intrusiones estéticas de la película en forma de conversaciones con el amigo de las gafitas no me han dicho demasiado; bastante débiles en comparación con los argumentos que Mann ofrecía en su novela.

En resumidas cuentas: flashbacks desafortunados y planos insuperables, palabras pedantes y miradas expresivas, clases pudientes y biografías ambiguas, retratos pelmas y muchas posibles interpretaciones. Por lo general, un resultado notable.
Telefunken
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Cosmos: A Space-Time Odyssey (Serie de TV)
SerieDocumental
Estados Unidos2014
8,6
10.718
Ann Druyan (Creadora), Steven Soter (Creador) ...
Documental, Intervenciones de: Neil deGrasse Tyson, Seth MacFarlane
10
10 de octubre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los ingleses se refieren con “mind-blowing” a todo aquello que resulta extremadamente excitante o sorprendente. Son los colores de palabras como éstas los que pintan la paleta que uno ha de tomar para hablar de series como “Cosmos: A Spacetime Odyssey”, la continuación de la serie que Carl Sagan inició hace casi cuarenta años. Diría que no tengo palabras para describir lo emocionante que me ha parecido cada episodio de esta serie documental, de no ser porque sí que las tengo, las palabras. Pongamos simplemente que hay algo llamado inteligencia humana, y que esta a su vez se compone de varios atributos: perseverancia, entendimiento… Curiosidad. “Cosmos” es un canto a la grandeza de esta última. La bendita curiosidad humana, germen de toda acción del intelecto, un prodigio que si, por casualidad, está bien narrado y talentosamente desarrollado, da lugar a la mejor historia jamás contada; la de las mentes curiosas que han levantado, tirado y vuelto a levantar las torres del conocimiento; son las historias de Giordano Bruno, Edmund Halley, Albert Einstein y tantos otros, transmitidas con la pasión del que sabe, y siente, la relevancia que las creaciones de la inteligencia han tenido en su época y en el porvenir. Emoción que se dispara ante lo que para el conocimiento todavía es remoto e incierto, y que induce a pensar una vez más cómo aquello que a veces llamamos “verdad” o “hecho objetivo” resulta inaccesible si no es mediante la curiosidad, la que duda, la que se tambalea, la que lo pasa mal para eventualmente llegar, o no, a alguna parte.
Telefunken
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Searching for Sugar Man
Documental
Suecia2012
8,0
28.294
Documental, Intervenciones de: Sixto Rodríguez
8
14 de enero de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
America y la gloria. Por cada Bruce Springsteen, ¿cuántos Rodríguez quedaron en el camino? ¿Y cuántos de ellos merecían un ‘Searching for’? Pocos, desde luego. O igual no, quién sabe; qué se lo digan a Segermen. El hechizo de los grandes cuentos se disuelve con Google y las comunicaciones instantáneas y los discos que hace veinte años eran ‘underground’ pero que ahora tienen cincuenta reseñas al alcance de cualquiera. En ‘Searching for Sugar Man’ está el cambio gigante de siglo: el paso de las búsquedas imposibles a los atajos que todo lo permiten. Aunque el apartheid cayó sin necesidad de eso. Todavía hoy cuesta creer que durara tanto tiempo, que esté rozándonos en el los años con toda su podrida carga de racismo. Sudáfrica como un apéndice de lo imposible, de lo mejor y de lo peor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Telefunken
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7
29 de octubre de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ironías del destino: ‘Soy Cuba’ (1964), la costosa coproducción cubano-soviética dirigida por Mikhail Kalatozov, fue un completo fracaso en Cuba; tampoco gustó en la URSS; encantó sin embargo en EEUU, 30 años después, rescatada de la mano de Francis Ford Coppola y Martin Scorsese.
Tras la revolución cubana, Kalatozov y su equipo aterrizaron en La Habana. Había que realizar un gran fresco del mito. El resultado fue como poner a Dreyer detrás de la cámara de ‘Amarcord’: ni rastro del desparpajo cubano. La solemnidad sobreactuada de los actores resultó irreconocible para los propios cubanos; de ahí el título de una crítica isleña: ‘No soy Cuba’.
En nuestra torre de barro de marfil de observadores del siglo XXI podría darnos por hablar de colonialismo cinematográfico: estereotipos, prejuicios, etnocentrismo, que impedía a los creadores soviéticos entender la vitalísima realidad cubana en otra clave que no fuera la de hija huerfana de Octubre.
A día de hoy, muchos cubanos se sienten agradecidos y orgullosos de esta obra (un estirar los límites del lenguaje cinematográfico que deja boquiabierto). Entienden que Kalatozov y sus acompañantes hicieron un esfuerzo al volar hasta allí para investigar y descubrir la idiosincrasia de un país que, de la noche a la mañana, empezó a estar en el mapa. Entre el agradecimiento a la tentativa y la certeza de una captura malograda va la cosa.
Telefunken
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