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España España · Santa Cruz de Tenerife
Críticas de gerardops
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Críticas 304
Críticas ordenadas por utilidad
3
13 de abril de 2018
5 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dwayne Johnson es uno de esos raros especímenes que ha llegado al cine por una extraña vía: la que los músculos han logrado abrir a su paso. Tras varios años dedicado realizar coreografías embrutecidas en espectáculos de lucha, logró rentabilizar sus bíceps y su desarrollada masa corporal en el medio televisivo para, posteriormente, dar el salto a la gran pantalla. Es justo reconocer que a esa transición ayudó una tan innegable como efectiva vis cómica, brindándole una mayor oportunidad de conexión con el público, normalmente más agradecido a las risas que a los golpes. En todo caso, basta con repasar su carrera profesional para concluir que el físico ha sido la piedra angular de su trayectoria: “El regreso de la momia”, “El rey Escorpión”, “Sed de venganza”, la saga “Fast & Furious”, “Hércules”, “San Andrés” o “G.I. Joe: La venganza” dan fe de ello. Incluso sus proyectos más humorísticos, como la nueva versión de “Jumanji” o la parodia de “Los vigilantes de la playa”, recurren a su musculatura como eje central de unas historias diseñadas exclusivamente para su lucimiento.
Gracias a una sonrisa contagiosa, un estilo desenfado y un tipo de acción desmadrada y excesiva acumula hasta la fecha numerosos éxitos de taquilla, por más que llega un punto en el que semejante loa a la desproporción comienza a resultar irritante. El abuso de efectos especiales en aras de la explosión más grande, el salto más alto, la carrera más rápida, la pelea más dura y el derrumbe más aparatoso termina por parecer cansino. En “Proyecto Rampage”, se logran unos primeros minutos aceptables a base de concatenar las graciosas secuencias de rigor con unas iniciales exhibiciones de fuerza, pero después todo se deja ya en manos del circense lema “más difícil todavía”: los gorilas más salvajes, los monstruos más peligrosos y la destrucción más apocalíptica. Más, más, más, que, en realidad, es menos, puesto que evidencia una flagrante carencia de relato. Absolutamente todo se basa en el lucimiento de un héroe musculado frente a una amenaza infantiloide.
Un científico mantiene un sólido vínculo con un gorila al que ha estado cuidando desde que nació. Sin embargo, un experimento genético transforma al apacible simio en una descontrolada y brutal criatura. Otros animales comienzan a sufrir la misma alteración de carácter y a destruir todo lo que se interpone en su camino. El protagonista se alía entonces con un ingeniero genético de nulo prestigio para conseguir un antídoto. Tratará así de evitar una catástrofe mundial y, de paso, salvar a su amigo primate.
La película está inspirada libremente en un videojuego, lo que explicaría su mera pretensión de entretener a través de espectaculares imágenes, entendiendo el calificativo “espectacular” como sinónimo de grandilocuencia superficial y vacío interior. Salta a la vista que la trama carece de sustento alguno (ni interpretativo, ni artístico, ni imaginativo, ni cinematográfico). Lo fía todo a la efectividad de algunas bromas y a un constante correcalles que deje sin aliento al espectador, meta que solo logrará con el público entregado al formato de la Play Station o similares.
El realizador es Brad Peyton, con quien Dwayne Johnson coincidió en “San Andrés” (cuya segunda parte ya se ha anunciado) y en “Viaje al centro de la Tierra 2: La isla misteriosa”. No se puede negar que forman un tándem muy rentable en términos de taquilla, pero ineficaz para progresar desde el punto de vista profesional.
Junto a “La Roca”, encontramos en el reparto a Malin Akerman (“Watchmen”, “27 vestidos”), Joe Manganiello (“La liga de la Justicia”, “Spiderman 3”) y Marley Shelton (“Grindhouse: Planet Terror”, “Sin City: Ciudad del pecado”), prácticamente tapados por las dimensiones de Johnson y el resto de criaturas pero, sobre todo, por la ausencia de un guion sobre el que se asiente el largometraje.
www.cineenpantallagrande.blogspot.com
@gerardo_perez_s
gerardops
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4
21 de septiembre de 2018
4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rowan Atkinson es un cómico curtido a base de atesorar una larga trayectoria televisiva y numerosos largometrajes. Su personaje de “Mr Bean”, como el de “Johnny English”, se encuadran dentro de ese tipo de humor construido sobre el absurdo más clásico y elemental. Ciertamente, posee una notable habilidad para provocar una sonrisa si bien, en mi opinión, es apto tan solo en pequeñas dosis. Funciona a la perfección en “sketches” breves y en secuencias puntuales. Sin embargo, ante el reto de mantener el nivel durante una película completa, salen a la luz las carencias de esta clase de comicidad, como demostraré con algunos ejemplos. Así, su participación en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Londres en 2012 me resultó muy graciosa y algunas de las escenas protagonizadas por él en títulos como “Love Actually” o “Cuatro bodas y un funeral” fueron efectivas y ayudaron a sostener el listón a lo largo de todo el metraje. Pero, en cualquier caso, apenas se trataba de unos minutos. Todo cambia cuando se deben alcanzar una hora y media o más de proyección, ya que su agudeza e ingenio se resienten y, como consecuencia, el resultado decae.
La saga “Johnny English” cuenta hasta la fecha con tres entregas. Se inició en 2003 y Atkinson estuvo acompañado entonces por el prestigioso actor John Malkovich y por la también cantante y actriz Natalie Imbruglia. Continuó en 2011 junto a la actriz Rosamund Pike y ahora, en 2018, retorna de nuevo a las carteleras. Tres producciones en quince años supone una media muy aceptable si se aspira a no saturar al público así que, para sus incondicionales -que, sin duda, los tiene- acudir a ver “Johnny English: De nuevo en acción” será una forma sencilla de pasar un buen rato. El intérprete se mantiene fiel a su estilo, de modo que no existe la posibilidad de que los espectadores se sientan engañados. Quienes pasen por taquilla saben perfectamente cuál es la oferta pero, a título personal, confieso que los escasos ochenta y ocho minutos de duración se me hicieron largos. Admito que me reí en algún concreto momento, pero no deja de tratarse de un humor que, extendido más allá de un cuarto de hora, se torna cansino.
Con la llegada de los nuevos tiempos, las batallas de los Servicios Secretos se libran en Internet. Cuando un ciberataque desvela la identidad de todos los agentes en activo del Reino Unido, el retirado Johnny English se convierte en su única esperanza. El peculiar espía vuelve a la acción para encontrar al peligroso “hacker” pero, a sus ya de por sí limitadas capacidades, se añade su inutilidad para manejar la tecnología más moderna.
El largometraje nos sitúa ante una franquicia con claros signos de fatiga que deriva en la reiteración de unas fórmulas muy manidas y en el abuso de la gesticulación por parte del intérprete principal. Aun así, no presenta una notoria divergencia respecto de sus predecesoras. Aquellos que disfrutaron con las anteriores volverán a hacerlo en esta ocasión y a los que no les gustó entonces, tampoco les gustará ahora.
La popular ex Chica Bond ucraniana Olga Kurylenko, su actual compañera de reparto, cuenta en su haber con varios títulos populares pero de baja relevancia cinematográfica, como “Quantum of Solace”, “La conspiración de noviembre” o “Hitman”, si bien ha tenido la oportunidad de destacar desde el punto de vista artístico en algún film como “El maestro del agua”. Mi sensación es que no acierta ni con un proyecto ni con una dirección capaces de extraer todo su potencial interpretativo. Les acompaña Emma Thompson, un peso pesado de la escena británica, ganadora de dos Oscars (como mejor actriz principal por “Regreso a Howards End” y como mejor guion adaptado por “Sentido y sensibilidad”) y con intervenciones memorables en “Lo que queda del día”, “En el nombre del padre” o “Al encuentro de Mr. Banks”.
www.cineenpantallagrande.blogspot.com
@gerardo_perez_s
gerardops
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4
24 de mayo de 2013
4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decía Truman Capote que “el buen gusto es la muerte del arte”. Llevada esta literalidad al extremo se podría afirmar que la sexta entrega de “Fast & Furious” es arte en estado puro. Las bases sobre las que se construye la saga “A todo gas” son bastante primitivas pero, quizá por eso mismo, resultan muy efectivas. Chicos musculosos, chicas despampanantes y coches deportivos. Estos ingredientes bastan para atraer a la mayoría de su público, al estilo de las ferias de automóviles donde las modelos se montan sobre las carrocerías para vender mejor el producto, o de los videojuegos en los que se acumulan puntos ganando carrera a base de derrapes imposibles y choques devastadores, o de los espectáculos de lucha cuyos participantes hacen disfrutar a los espectadores gracias a puñetazos falsos y golpes coreografiados. Es evidente que, pese a su éxito, son ofertas que no pueden deshacerse de ese componente hortera.
Existen pequeñas diferencias entre las seis cintas estrenadas hasta la fecha (ya está en marcha el rodaje de la séptima, que se estrenará en el 2014) que benefician a unas respecto de otras, pese a que en todas ellas los elementos comunes ya descritos son permanentes e inalterables. En concreto, la que ahora llega a las pantallas es una de las mejores. Una correcta realización, unas buenas escenas de acción y un montaje ágil potencian sus aspectos más positivos, aunque no prescinda de esa esencia de vulgaridad sobre la que, a modo de consigna, se cimienta la historia.
Por ello, no es descabellado augurar que el film gustará e, incluso, entusiasmará a los incondicionales de la saga, teniendo en cuenta que el nivel no sólo se mantiene sino que aumenta, superando así cualquier expectativa. Quienes consideramos que los largometrajes anteriores no cumplían con los requisitos mínimos exigibles para una crítica positiva, estas mejoras realizadas en las secuencias de acción son insuficientes para reflotar una franquicia que nació hundida, de la misma manera que multiplicar no implica un aumento del resultado cuando la cifra a la que se aplica el factor multiplicador es cero.
En esta ocasión, la pareja protagonista se ha retirado tras hacerse con un botín de cien millones de dólares. Pese a estar huidos y escondidos como prófugos de la justicia, el agente interpretado por Wayne Johnson recurre a ellos para que le ayuden a atrapar a una banda de conductores mercenarios. A cambio, dejarán de estar perseguidos por la ley. A partir de ahí, carreras y persecuciones sobre ruedas vuelven a ser el fundamento de esta, por poco tiempo, última aventura.
Rodada parcialmente en la isla de Tenerife, los habitantes de la isla podrán reconocer fácilmente varias localizaciones que aparecen en la proyección. El archipiélago canario se ha convertido en un plató de rodaje muy solicitado por las grandes productoras. Tras “Furia de Titanes” y “Fast & Furious 6”, el mismísimo Ridley Scott ha escogido a las Afortunadas para uno de sus próximos proyectos.
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gerardops
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7
22 de junio de 2018
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jason Reitman es una especie de oasis en el desierto de la comedia americana actual. Desde muy temprano se independizó de la carta de presentación que suponía ser hijo de Ivan Reitman, famoso realizador de cintas cómicas. Sin embargo, su primogénito buscó su propio camino y desarrolló su personal perspectiva del humor. Después de las chispeantes “Gracias por fumar” y “Juno” filmó la que, para mí, es una de las mejores comedias de este siglo: “Up in the Air”. Corrosiva, reflexiva, afilada, divertida, genialmente interpretada y hábilmente dirigida, es una delicia que merece ser revisada cada cierto tiempo. La alianza con la oscarizada guionista Diablo Cody, iniciada en “Juno”, continuó con “Young Adult” y se prolonga ahora con “Tully”, una punzante visión, sarcástica a ratos, dramáticamente realista en otros, de la maternidad. El resultado es muy similar al del resto de la filmografía de Jason Reitman, una ingeniosa, sutil e interesante forma de reírse de temas serios, amenizando de forma jocosa su peculiar manera de entender el cine.
Aquí revisa la habitualmente idílica imagen de la maternidad, dándole un baño de realismo no edulcorado. A través de diálogos irónicos, la película entretiene y ofrece algo más que un mero pasatiempo. Esto ya supera de por sí la oferta de la industria norteamericana que pretende jugar la baza del humor. De hecho, tal vez muchos espectadores califiquen esta ocurrente propuesta de drama en toda regla, como sucede con buena parte de los trabajos del cineasta canadiense. Sin embargo, para mí se trata de una forma superlativa de comedia.
Marlo es madre de tres hijos, uno de ellos recién nacido. Sobrepasada por las tareas domésticas, desubicada con su propio cuerpo y perdida en su relación de pareja, recibe una oferta de su hermano: contratar a una niñera dispuesta a ayudarla con sus pequeños. Inicialmente recela de la proposición pero, finalmente, se cuela en su vida Tully, una chica que no actúa como las típicas jóvenes dedicadas a cuidar de hijos ajenos. Casi se podría decir que ha llegado para encargarse de la madre. Al final, el vínculo que se establecerá entre ambas resultará más fuerte de lo esperado.
El resultado obtenido es poco convencional pero, por ello mismo, óptimo. Diablo Cody reincide en sus guiones con mordiente y Reitman lo ejecuta con efectividad. A lo anterior se añaden dos destacadas interpretaciones. Con un reducido metraje (apenas hora y media), la proyección transcurre entre sonrisas y sacudidas, convirtiéndose en uno de los estrenos más acertados de las últimas semanas. Pese a haber sido exhibida en Estados Unidos en un número reducido de salas, ha conseguido cosechar numerosos halagos para el equipo artístico al completo.
La protagonista es Charlize Theron, que asume un papel con el que se desliga del atractivo físico que ha marcado su filmografía, dotando de verosimilitud con éxito a su personaje. Ganadora de un Oscar por “Monster”, angelical en “Las normas de la casa de la sidra” y contundente en la última entrega de “Mad Max”, demuestra su versatilidad y sus aptitudes para afrontar retos complejos. No obstante, la “Tully” que da nombre al largometraje es Mackenzie Davis, más desconocida que la sudafricana, pero igualmente efectiva en su interpretación. Hasta la fecha la habíamos visto en “Marte”, de Ridley Scott y en la reciente “Blade Runner 2049”, de Denis Villeneuve. Ambas forman un tándem que actúa como verdadero motor de la película. A cargo de actuaciones secundarias figuran Mark Duplass (“El efecto Lázaro”) y Ron Livingston (“Expediente Warren: The Conjuring”).
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@gerardo_perez_s
gerardops
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4
3 de diciembre de 2013
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sylvester Stallone y Arnold Schwarzenegger debieron pasárselo muy bien juntos rodando la segunda parte de “Mercenarios” porque, en apenas un año, han compartido dos proyectos, una circunstancia impensable en aquellos tiempos en los que estos dos musculosos actores rivalizaban en las carteleras con sus cintas de acción, el primero con las sagas de “Rocky” y “Rambo” y el segundo con las de “Conan” y “Terminator”, amén de otros muchos títulos cuyos principales reclamos eran lucir el resultado de horas y horas de gimnasio y recrear combates y peleas imposibles. Desde entonces han transcurrido décadas, aunque ambos intérpretes se nieguen a aceptarlo y continúen, a sus 66 y 67 primaveras respectivamente, empeñados en hacer de tipos duros protagonizando escenas de acción.
De modo que, quienes acudan a ver “Plan de escape”, se dividirán en dos grupos. Por un lado, los que reconozcan el desfase manifiesto entre la edad de los protagonistas y el tipo de personajes que insisten en interpretar. Por otro, los que, en pleno ataque de nostalgia, asuman semejante desajuste e, impulsados por los recuerdos ochenteros, estén dispuestos a olvidar los lógicos estragos físicos asociados al paso del tiempo y se limiten a disfrutar del espectáculo, resulte o no creíble. En cualquiera de los casos, es evidente que quienes pasen por taquilla son aficionados a este concreto género cinematográfico, eminentemente de músculos y de contacto, en el que la testosterona reescribe el guión y el éxtasis visual se logra a través de las secuencias de lucha. Personalmente pertenezco al primer segmento. Por ello, pasé buena parte del metraje preguntándome si ningún participante del guion o de la producción se percató de la falta de credibilidad que preside todo el largometraje.
Cuenta la historia de un experto en seguridad de prisiones (Stallone) que se enfrenta a su mayor reto: escapar de la prisión que él mismo ha diseñado. Pero las cosas se complican cuando presencia algo que no debería haber visto y que le hace pasar de ser un infiltrado con una misión a estar realmente atrapado, como cualquier otro preso. Para los amantes del cine de acción que se rodaba hace décadas, el film resultará entretenido a ratos. Más allá, no merece especial relevancia ni dentro del citado género ni tampoco en el del subgénero carcelario.
La dirección corre a cargo del realizador sueco Mikael Håfström, responsable de las películas “Sin control”, cuyo reparto encabezaban Clive Owen y Jennifer Aniston, “1408”, con John Cusack y Samuel L. Jackson y la más reciente “El rito”, con Anthony Hopkins. Prosigue en su misma línea de corrección formal pero de ausencia de brillantez.
www.cineenpantallagrande.blogspot.com
@gerardo_perez_s
gerardops
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