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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
9
12 de abril de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No existe la casualidad sino la causalidad. Las personas con las que nos cruzamos hoy, con las que intercambiamos palabras y acciones, son exactamente aquellas que, en este instante de la vida, necesitamos para nuestro proceso. Y estarán las que nos ayudan a crecer con sus ejemplos, las que nos dan la ocasión de ser mejores ofreciendo ayuda… y las que pretenden empobrecernos con sus tentaciones o sus actos necios. La elección siempre -o casi siempre- corre por nuestra cuenta y según sea lo que elijamos, acarrearemos siempre –sin excepciones- con las debidas consecuencias.

Para Max, el chofer de taxi que sueña con montar un dia un gran negocio de limusinas “de las que nadie querrá bajarse”, el día ha comenzado de maravilla, pues ha conocido a una preciosa y encantadora abogada (Annie) con la que ha empatizado sin dificultad alguna. El arranque no podía ser mejor: cálido, ejemplarizante, con un intercambio perfecto de frases y miradas con las que ambos personajes demuestran su altura y su afabilidad… y de inmediato, conseguimos apreciarlos y empatizar con ellos. Jamie Foxx y Jada Pinkett Smith dan en el punto exacto de la actuación. Y, enseguida Foxx, entrecruzándose con un Tom Cruise sorprendente, se encargará de corroborar, a todo lo largo del filme, que lo suyo es talento de alto cilindraje.

El director, Michael Mann, consigue con “COLLATERAL” uno de esos thrillers que no se hacían hace mucho tiempo. Entretenimiento al 100%, con una que otra interesante apuesta por el entendimiento humano. Los personajes calan hondo, porque, desde sus opuestos caracteres, son capaces de brindarnos cercanía y distanciamiento, calor y frío en altos grados, y un puñado de reacciones contradictorias pero entendibles, que dan aliento a los intrincados potenciales que caben en un ser humano.

El asunto no podía ser más simple: Un matón profesional, que se identifica como Vincent, es contratado por un mafioso para eliminar a varios testigos en un proceso que se le sigue. Como tantos otros asesinos a sueldo, Vincent prefiere viajar en un taxi para no correr el riesgo de autos identificables. Pero, se siente tan a gusto con Max, que decide convertirlo en una suerte de compinche, no obstante que el taxista hace cuanto puede para no seguir inmiscuyéndose en semejante aventura.

Y he aquí, como el destino mueve sus hilos para que cada quien esté donde tiene que estar. Y como, la persona que ha de aleccionarnos, puede ser el mendigo que encontramos debajo de un puente, la humilde señora a la que ayudamos a cruzar una calle... o incluso un criminal a quien suponemos por completo irracional.

Se necesita un director brillante, para transformar una sencilla trama en algo resplandeciente. Y Michael Mann tiene el pulso preciso para convertir harina y huevos en una tarta irresistible.
Luis Guillermo Cardona
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7
11 de abril de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Duele reconocerlo, pero las palabras del teniente “Turk” son certeras: “No te unes a la policía para servir y proteger. Te unes para tener un arma y una placa”. Pero, como lo cierto no es necesariamente exacto, hay que decir que esto no es regla general, pues también están los individuos que ingresan en la institución policial ante la dificultad de conseguir un empleo y, de vez en cuando, hace presencia un joven que, de tanto ver películas, quiere convertirse en un nuevo Frank Serpico, un Eliot Ness o un Vincent Hanna para honrar a la institución y hacer justicia en una sociedad donde esta luce tan sombría.

Lo triste y vergonzoso, es cuando el nuevo policía quiere emular a tipos fascistoides como Harry el sucio y hace suyo el lema decadente y reaccionario de que “No hay nada malo en dispararle a la persona correcta”, porque por "correcta", da luego a entender que es válido asesinar a todo el que delinque. Hasta aquí, y ante la visión de ese vídeo donde Tom “Turk” Cowan, declara "sus" razones para eliminar a catorce personas, da la impresión de que estamos, simple y llanamente, ante el resurgimiento de otro psicópata “limpia-calles” de los que tampoco faltan ocasionalmente.

Vista la motivación expuesta en este “ASESINATO JUSTO”, resulta comprensible y se hace difícil enjuiciar al verdugo de turno, pues ante un sistema judicial incompetente, perverso y sobornable, es fácil que un hombre ávido de verdadera justicia, sienta un repentino deseo de asumirla por su propia mano.¿Cómo tolerar que asesinos de niños, cogidos in fraganti, sean absueltos mediante sobornos?, ¿Cómo admitir que los grandes traficantes de droga sigan impunes con la venia de la misma policía?, ¿Cómo permitir que sacerdotes pedófilos incurables, solo sean trasladados para evitar que sus posibles confesiones se conviertan en ascendente cadena?... Cosas cómo estas resuenan en la mente de ese policía atormentado, decepcionado y dolido en lo más hondo, ante tanta impunidad.

Pero queda decir, que sus buenas intenciones carecen de buenas razones, porque al convertirse en un asesino en serie, es otro igual a aquellos a los que condena. Por otro lado, al ser el sistema el que, con sus deformaciones, produce a tantísimo canalla, no es al hombre, sino al sistema al que habría que aniquilar, porque, mientras este subsista, subsistirá la infamia. Y lo que resulta más difícil de comprender es que, el cambio, no será el resultado de más sangre y de más muertes, sino de más conciencia y más amor, porque, cuando cada hombre sienta que hay luz en su corazón, ya no habrá más verdugos en el mundo.

Creo pues, que una película que motiva todas estas reflexiones no puede ser una mala película y esta además nos permite ver, con argumentos serios y sin sensacionalismo, la posible génesis de un asesino en serie.
Luis Guillermo Cardona
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10
23 de marzo de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los conspiradores que buscan el poder o que pretenden arruinar la vida de alguien, siempre estarán en el pleno ejercicio… y siempre recibirán el costo de jugar con la maldad. Literalmente, conspirar significa respirar juntos. En este sentido, los neoconspiradores son personas amorosas que, inspiradas por el ansia de justicia, por el deseo de hacer feliz a alguien a quien se le niegan sus derechos, y/o con el interés pacífico de que los prepotentes, arrogantes y egoístas sean aleccionados, y acaso consigan despertar, crean una sinergia a la que bendice el universo y aplaude la humanidad entera.

“EL PRIMER AMOR” es una romántica, emocionante, divertida y encantadora película que readapta el eterno cuento de la Cenicienta y lo convierte en una inolvidable historia de amor y de solidaridad que, de manera inevitable nos llega hasta el corazón. Armado de un guión brillantemente estructurado por Bruce Manning y Lionel Houser, donde la lucha está casada entre los prepotentes y los humildes, en beneficio del amor y la inocencia, el director alemán Henry Koster, consigue una comedia en la que todo reluce desde el comienzo hasta el final.

Un renombrado y maravilloso grupo de actores que incluye a la célebre Deanna Durbin; al debutante Robert Stack (el futuro Eliot Ness de la serie de tv “Los Intocables”) quien tendrá el privilegio de darle su primer beso cinematográfico; a la adorable, pero aquí aborrecible, Helen Parrish, hermana del director Robert Parrish, tristemente fallecida a los 37 años de edad atacada por un cáncer. También aparece Eugene Pallete, maravilloso actor de excelente complemento en incontadas películas. Y, en general, un encomiable reparto digno del mayor aprecio.

Conservando, en lo esencial, la tradicional versión del cuento de Perrault, el filme de Koster incluye muy atinadamente al incómodo padre de la familia “malvada”, un buenazo que, según explica el pícaro mayordomo a la linda Connie: “Sale cuando ellos entran y entra cuando ellos salen”. Y muy especialmente, se agrega a un grupo de adorables sirvientes que, aliados con unos policías de película, harán posible el mayor deseo de la joven huérfana.

Una sola escena puede dar cuenta del gran talento del director que estuvo a cargo: Cuando Ted y Connie bailan en medio de los numerosos invitados, se sienten tan atraídos el uno por el otro que, de repente, sienten que no hay nadie a su alrededor en aquel salón inmenso. Y cuando llega la hora cumbre, la gente reaparece repentinamente, porque el encanto ha sido roto.

Si todavía te sientes joven de corazón, “EL PRIMER AMOR” es tu película.
Luis Guillermo Cardona
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6
7 de febrero de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me senté a ver “EL ÁRBOL DE LA VIDA” con cierta expectativa, pues conocía a Terrence Malick por sus dos primeras obras: “Malas Tierras” y “Días del cielo”, de las cuales recuerdo su enorme complacencia con la naturaleza y su capacidad de extraer la belleza que hay en un montoncillo de heno, en la ondulación que el viento produce sobre los trigales o en una hoja seca que descansa sobre la tierra, cosas todas que yo mismo disfruto sin dificultad alguna. Esto, me parece, deja al descubierto a un artista plástico de primera línea aunque, en su segundo filme, quedé con un vacío argumental de tal tamaño, que me dio la impresión de que fue el cinematografista, Néstor Almendros, quien realizó la película a su antojo.

Cuando empiezo a ver este nuevo filme, me da la impresión de que estoy ante la tesis de un brillante alumno cristiano que estudia en la academia pentecostal de cine, o algo parecido, y que tuvo que hacer su película de acuerdo con los patrones ideológicos de la institución.

Resulta curioso –y sin mucho sentido- ver ese híbrido que contiene “EL ÁRBOL DE LA VIDA” (título en alusión al arbolito que siembra el papá, perdón, el padre, en el antejardín de la casa y que servirá para ver pasar los años), pues comienza como un drama donde un niño ha muerto… pasa luego a una clase de ciencias naturales donde se nos ilustra la inverosímil teoría evolutiva del big bang (¡y es un filme cristiano!)… y luego (con teorías freudianas a bordo) recibimos una didáctica ejemplarización de cómo se formaba, en la rigidez y en la prepotencia, a los chicos de mediados del siglo XX manteniendo la vieja regla de: El padre manda, los hijos obedecen y la mujer calla.

El personaje de Brad Pitt, mantiene un comportamiento idéntico al de cualquier pastor de iglesia pro-diezmos (y él mismo los pagó cumplidamente): reglas categóricas y de conveniencia (“Si quieres tener éxito no puedes ser demasiado bueno”…, “No puedes decir no puedo, mejor dí se me está haciendo difícil”…), carácter impositivo e intolerante, incoherencia frecuente entre el decir y el hacer, agresividad ante la transgresión más mínima, sometimiento silencioso de la mujer a las labores hogareñas… y, sin pena alguna, nos dejarán sentado que la dureza es un acto del amor, y no de la soberbia y de la ignorancia, como suele ser.

Malick mueve sus escenas entre un leimotiv (una particular luz roja que podría semejarse, entre otras cosas, a un vientre), el cual se vuelve demasiado reiterativo y cargado con esos largos fundidos, y de paso, fustiga las escenas de formación sobre “cómo luchar contra los demás” con una serie de mensajes bíblicos que semejan a una monjita orando mientras aquel papá, digo padre, hace de las suyas.

Confieso que he quedado aburrido, pues me ha dejado como cuando ansío la lluvia, caen cinco gotas y enseguida escampa.
Luis Guillermo Cardona
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7
28 de enero de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de mis lugares favoritos para ver cine clásico fue, hasta su lamentable cierre definitivo, la Cinemateca El Subterráneo de Medellín... Las sillas centrales, entre la tercera y la quinta fila de la pantalla hacia atrás, eran mis favoritas. De esta manera, me aislaba del mundo externo y podía compenetrarme con cada película de una manera plena. Cierta tarde, me disponía a ver, “The Man who would be King” de John Huston, cuando un muchacho, con pinta de universitario, se sentó a mi lado, me saludó y me dijo: “Luis Guillermo, a mí me gusta lo que usted escribe y lo leo semanalmente, pero ¿sabe?… ¡odio esa falsedad que maneja, pues, usted escribe como si quisiera mucho a la gente, pero en las salas se distancia de todo el mundo como si el público lo asqueara!”.

Miré al joven con innegable sorpresa y esbocé luego una ligera sonrisa. Le pregunté entonces su nombre, y mirándolo fijo a los ojos, respondí: “Lamento darte semejante impresión, pero ocurre que a mí me gusta siempre una cosa a la vez. Cuando estoy con la gente, estoy plenamente con ella, y cuando estoy en un cine, procuro estar totalmente en el cine metiéndome en cada película hasta donde sea posible: con mis sentidos, mis emociones y sentimientos. Creo que esto es lo que hace que, en ocasiones, los críticos sintamos las películas un poco distinto a como las aprecia el común de la gente”. Conforme con mi respuesta, el muchacho guardó silencio y se quedó a mi lado. Al terminar la proyección, el joven soltó un, “¡Guau!", me miró con alegría y dijo antes de marcharse: “¡Qué gran película! Espero que no le moleste si, en otras ocasiones, me encuentra sentado en esta misma fila”.

¡Cuántas anécdotas suceden a diario en las salas de cine! Se ama, se sufre, se tienen gratas sorpresas... y uno que otro disgusto. Se conoce personas... te peleas con alguna... y te ilusionas con otra. Pasan cosas divertidas, lamentables o aleccionadoras… y lo peor, es cuando esperabas ver un gran filme y sales con el ánimo rozando el piso. Pero, lo mejor, es cuando de la película no esperabas demasiado y de pronto sales con el espíritu plenamente complacido.

<<A CADA UNO SU CINE>>, rinde homenaje al arte cinematográfico, a los grandes directores contemporáneos, y a los 60 años del Festival de Cannes. Ocasión para apreciar un buen paquete de cortometrajes, realizados algunos con desgano, con pésimo gusto o sin inspiración alguna; otros con cierto atractivo, pero sin suficiente solvencia; y al menos una decena de ellos, brillantes, poéticos y divertidos. Me gustaron, muy especialmente, los trabajos de, Takeshi Kitano, Andrei Konchalovsky, Jean Pierre y Luc Dardenne, Zhang Yimou, Aki Kaurismäki, Elia Suleiman y Roman Polanski.

Título para Latinoamérica: <<CADA QUIEN SU CINE>>
Luis Guillermo Cardona
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