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España España · Madrid
Críticas de Feisal
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Críticas 51
Críticas ordenadas por utilidad
8
3 de noviembre de 2011
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué sería Conan si viviera en el mundo actual?. Y no, no me refiero a Arnold Schwarzenegger en sí, sino al personaje de Robert E. Howard. ¿Político? ¿Policía? ¿Indignado del 15-M? ¿Matón carcelario? ¿Filósofo activista?. Quizá un poco de todo eso. En cualquier caso, hay algo seguro al respecto: Conan no se hubiera quedado de brazos cruzados ante la escabechina actual de nuestra sociedad. Con palabras o con su espada atlante, Conan siempre miraba el mundo y la gente que le rodeaba, y actuaba en consecuencia. Hasta el final.

Entre los muchos clichés que adornan ciertos personajes y mitos del mundo del cine, de las revistas pulp o de los cómics, está el de ver a Conan el cimmerio como una montaña de músculos que va decapitando hombres y destripando fieras. Prueba de ello es el tratamiento vergonzoso que se le da en la nueva versión chapucera, donde sus responsables (director, guionistas) merecerían una crucifixión en el desierto acompañada con picotazos de buitres. Por lo menos. Una lectura de los libros de Howard (y algunos cómics) nos ofrece una versión rica y con matices del mítico bárbaro de la Era Hiboria. Del mismo modo, una revisión de esta película, nos ofrece varios apuntes y aspectos que van más allá de los meros espadazos o las caras que pone el Suache.

Es una desgracia para el cine que gente como John Milius se semi-retire, o que no pueda rodar todo lo que podría rodar. El director de "Dillinger" o la maravillosa "El viento y el león", y guionista de "Apocalypse Now", compañero de armas de Coppola, Spielberg, Lucas y Scorsese, es una figura algo infravalorada, un artesano de los que a mí me gustan, de los que cogen cualquier historia, hace un buen guión y rueda una película notable. En este caso, y aunque creo que conocía la obra de Howard fue el por aquel entonces guionista Oliver Stone el verdadero fanático, el alma del proyecto. Y con esos mimbres, a nuestras muy castizas tierras españoles se vinieron a rodar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Feisal
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8
22 de diciembre de 2008
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Infravalorada película de Roland Joffé, que en su día pasó sin pena ni gloria por los cines. Ni crítica ni público hicieron caso a una de esas películas sin pretensiones de pasar a la Historia del Cine, pero donde todo parece encajar y nada desentona. Partiendo de la interesante premisa histórica (casi legendaria) de la conocida historia de François Vatel, el maestro de ceremonias del Príncipe de Condé que deslumbró al rey Luis XIV con unos espectáculos gastronómico-teatrales, mientras que fuera de los muros del palacio de Chantilly, media nación francesa se moría de hambre. Una historia así requería una puesta en escena a la altura, y un reparto que se adaptara a los personajes desubicados o malvados que desfilan por nuestros ojos. Y ahí es donde el director triunfa, puesto que lo que podía haber sido un rancio y acartonado filme de época, se convierte en un deslumbrante recorrido por el mundo de lujos y excesos de la corte versallesca, con un estilo ágil, casi moderno, a la hora de mostrarnos a los personajes y sus pasiones, el otro pilar que eleva a la película. Y es que Gérard Depardieu parece que nació para interpretar a Vatel, ese desgraciado sirviente que se mueve cómodamente entre sartenes, criadas y platos rebosantes de comida, y que a pesar de sus desvelos, no es sino un juguete para los amos a quienes sirve. Atrás no se queda Uma Thurman, quien probablemente interpreta al personaje más interesante de la velada: la marquesa Anne de Mountausier, doliente mujer que descubre que no puede ser libre en su jaula de oro. Tim Roth hace lo que mejor sabe: ser retorcido y malvado, y se da el gustazo de ser lascivo y miserable. Y nosotros disfrutamos viéndole. Destacan como secundarios, Julian Glover y Julian Sands; y la partitura de Ennio Morricone vuelve a estar a la altura, ofreciéndonos todo un recital de música barroca. En definitiva, una excelente película, rodada estupendamente, que nos muestra las miserias y los sufrimientos de unos personajes que tuvieron que vivir en un mundo artificial de color de rosa (mucho mejor mostrado y narrado que la algo pretenciosa y trascendente "María Antonieta") . Una película para deleite de nuestros sentidos, para el oído, la vista y el gusto.
Feisal
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9
11 de noviembre de 2008
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hoy en día quedan ya muy pocos héroes. Héroes en el sentido de gente que pasa miedo, un miedo terrible, y a cuyo alrededor todo se va derrumbando mientras las tenazas aprietan más y más. Pero que a pesar de todo eso, se mantienen en pie y mantienen en pie sus integridades, sus luchas y sus valores. Gente como Lowell Bergman o Jeffrey Wigand. Admiro a gente como ellos (y más aún a Bergman, puesto que muchas veces pienso que mi vocación es la periodística), supervivientes natos en un mundo implacable en el que términos como honestidad, honradez y lealtad nunca han estado tan devaluados. En "El dilema", Michael Mann, aparte de contarnos una trama inequívocamente periodística, en un tono casi de thriller; diserta acerca de estos valores, y de cómo el mundo moderno, las empresas (tabacaleras, de comunicación o cualesquiera que sean) y las personas que las dirigen, lo ahogan todo y a todos, por el hecho de mantener su infinito y omnipotente poder. En determinados momentos, y a medida en que vamos viendo cómo la presión (de Bergman con sus jefes y compañeros para poder emitir la entrevista y divulgar el escándalo; y de Wigand con su familia y con los chantajes que le va haciendo su antigua empresa) aumenta poco a poco, la película casi va adoptando tintes terroríficos hasta llegar a un supuesto clímax (Wigand en la habitación del hotel, mientras Bergman intenta contactar con él por teléfono). La película nos muestra con una lucidez, una sabiduría y una veracidad asombrosas de qué pasta están hechas las grandes empresas (tabacaleras en este caso), y de cómo "atan" incluso a sus más altos directivos, aparte de los oscuros tejemanejes y mentiras para con los consumidores. Pero no solo, puesto que si a través del personaje de Wigand (Russell Crowe, tremendo, inmenso) vemos el turbio mundo de las grandes empresas en general, y de las tabacaleras en particular; con Bergman (perfecto, sobrio e intenso Pacino, como siempre) asistimos al día a día de un prestigioso periodista, de sus tensiones con sus compañeros y con sus informantes. A la rutina de un buen periodista, en suma. Un periodista que debe ser ejemplo para todos aquellos que comienzan en la profesión, y que muestra cómo, a pesar de tener a los jefes en contra y de rayar el despido, Bergman juega todas sus cartas para proteger a su informante, y de no malvender el buen nombre de su profesión. En definitiva, pura y dura (más que nunca) ética. Ética como la que demuestra Wigand cuando, a pesar de lo que está sufriendo su familia (su esposa incluso le abandona con sus hijas) y a pesar del calvario personal y profesional, sigue fiel a sus principios, a sus deseos de denunciar las oscuras manipulaciones y mentiras de su ex-empresa todopoderosa.
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Feisal
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3
21 de octubre de 2008
10 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que yo sepa, a la película de Vicente Minnelli ni le hacía falta un remake, pero como la moda es la moda, y ya a comienzos de los 90 lo de hacer remakes estaba en alza, pues dicho y hecho. "El padre de la novia", versión edulcorada, tontorrona y estúpida protagonizada por Steve Martin, es la típica película que ponen un sábado por la tarde cada 5 meses, y que, por no haber nada más, te acabas tragando. Y yo, tras haberla visto dos o tres veces, me reafirmo en que a cada visionado, me va pareciendo cada vez más cursi y boba (y no por Steve Martin, que, curiosamente, se controla un poco y ofrece algo de carisma, al igual que Diane Keaton, que tiene tablas y se nota), sobre todo por un guión más irreal y fantástico que un supuesto híbrido entre Matrix y Mortadelo y Filemón, con escenas absurdas y risibles, que pretenden hacer pasar por graciosas y ocurrentes. La ñoñez, tontería y lloriqueos de Kimberly Williams se hacen tan insoportables que hace que desees que salga en escena cualquier psicópata de turno, y se la cargue, al igual que al tontín de su novio. Las típicas dudas, nervios y equívocos que sufren todas las parejas de novios (ricos y con pasta, en este caso, si no, ya me dirán cómo lo harán para casarse la tipa con... ¿19 años?), se convierten en imbecilidades supinas, como cuando la novia se enfada con el novio, porque éste le ha regalado una cafetera. En fin. Es perfectamente ideal para verla con los ojos semicerrados, haciendo la digestión en el sofá, porque ni siquiera la intervención histriónica de Martin Short salvará este espectáculo.
Feisal
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8
29 de octubre de 2007
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director Neil Jordan pertenece a esa clase de cineastas (como Peter Weir o Lasse Hallström) que, sin hacer ruido o ganar Oscars, han labrado una muy buena carrera, con películas bien hechas, originales y estupendas, con algún que otro "blockbuster" entre medias. Son los típicos artesanos de toda la vida, los que nunca serán considerados como genios, pero a los que rara vez se les verá hacer una malísima película (como sí les pasa a los otros "genios").
Neil Jordan, de actualidad ahora mismo gracias a la película "La extraña que hay en tí", cumple 100% estos requisitos. El irlandés ha rodado pequeñas joyas como "En compañía de lobos", "Juego de lágrimas" o "Mona Lisa", y grandes y magníficas películas como "Michael Collins" o "Entrevista con el vampiro". En el caso de la película que nos ocupa, el director, junto con el guión de Anne Rice que recrea su propia novela, retoma el viejo tema de los vampiros. En este caso, el material literario era de gran altura (la historia que el vampiro Louis le va contando al periodista Christian Slater), y Jordan no se achantó, y consiguió una tenebrosa, gótica y apabullante película que aúna a la perfección el terror y el drama; el terror que provocan los vampiros y el drama que conlleva el convertirse en uno de ellos. Tom Cruise, en uno de sus mejores papeles, y Brad Pitt, lo bordan encarnando a la pareja de vampiros Lestat de Lioncourt y Louis de Pointe, mientras que un enorme Antonio Banderas se merienda a Pitt en las escenas que comparten juntos. La sorpresa la trae una jovencísima Kirsten Dunst, que desborda malicia infantil y ferocidad en todas sus escenas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Feisal
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