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Críticas de Capitan Ahab
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Críticas 300
Críticas ordenadas por utilidad
2
1 de marzo de 2017
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es cierto que en los musicales clásicos también salían famosos y caritas lindas que no sabían ni bailar ni cantar, pero en ellos nunca faltaban actores, no solo el cuerpo de baile, que eran buenos cantantes, buenos bailarines o ambas cosas, casi todos muy experimentados en los escenarios de Broadway y muy habituados a cargar con el peso de todo un espectáculo, sin olvidar, claro, la música excelente de Porter, Gershwin, Berlin, Kern, etcétera, y la imprescindible ingenuidad y sentido artesanal del modo de producir de la época de los estudios. Aquí no hay más que un disfraz de musical, similar al disfraz de película muda de The Artist (un poco mejor película que ésta, a mi juicio). Los protagonistas han sido adiestrados por profes de baile (como en Chicago o en Moulin Rouge) pero no dan ningún espectáculo musical porque están muy lejos de ser cantantes o bailarines; se limitan a ser actores, más o menos guapos, simpáticos y competentes, que afrontan un baile y una canción como podrían afrontar montar a caballo o escalar una pared. Chazelle opta por aproximarse a las formas del musical como lo podría hacer cualquier director de un comercial de la tele que quisiera reverdecer una opción en desuso, pero no tiene nada que aportar al género ni nada que decir con él; de hecho, el final tiene un toque ambiguo por esa falta de ideas, porque vender descaradamente el sueño americano ya no es creíble y otra opción más realista hubiera ensombrecido ese tonillo de anuncio televisivo que inspira a todo el conjunto. No me resulta extraño que haya tanta gente que de un sobresaliente a este producto, porque también la hay que va a los mítines de los partidos políticos y encima aplaude (me refiero a los que no cobran por ello). Pero probablemente el tiempo les hará reflexionar y sus palmaditas con las orejas se quedarán en nada. El cine de entretenimiento está sucumbiendo (hasta las series de la tele son hoy en día más coherentes e interesantes, por lo general) y el cine con pretensiones de arte y ensayo está en vías de extinción. Tal vez el cine, gran arte del siglo XX, no tenga nada que hacer ya en el XXI.
Capitan Ahab
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7
7 de diciembre de 2015
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aleksey Balabanov adapta un espléndido libro de cuentos de Bulgakov con la estrategia de insertar sobre el relato que daba título y finalizaba el volumen, en el que se nos introducía en la adicción a la morfina de un médico supuestamente amigo del autor, el resto de los cuentos del volumen, donde se describen con un impresionante frescor las experiencias como médico rural de un joven licenciado en medicina, inseguro pero eficiente, en mitad de un universo de ignorancia y precariedad. La ambientación y escenificación de los episodios es estupenda y justifica por sí sola el visionado de esta película, refrescante en este mundo de producciones comerciales cada vez más mezquinas. Lo que queda menos claro es si la importancia que toma de principio a fin la adicción del médico protagonista no contamina y oscurece en exceso los preciosos episodios médicos, que adquirirían pleno sentido desconectados del problema que acosa al doctor que los protagoniza, tal como se presentan en el volumen de cuentos original. Probablemente, ensamblar con consistencia en el mismo plano ese doble combate del médico, contra la enfermedad y contra los accidentes por un lado, y contra sí mismo y su adicción por otro, hubiera requerido un nuevo Bulgakov, si no un Dostoievski.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Capitan Ahab
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La comuna (Paris 1871)
Documental
Francia2000
8,1
533
Documental
8
7 de abril de 2016
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que no sé es por qué razón estas cosas tienen que durar cinco horas y machacar tanto sobre lo mismo. Presiento que se debe más a exigencias de formato comercial (para la tele o la venta en vídeo) que por verdadera intención artística. El gigantonismo puede estar bien en bellas artes, donde uno tiene que aportar en términos de tiempo y atención prácticamente lo mismo para ver el Guernica o el David que La lechera de Burdeos o El hombre que camina. Pero pedir a la gente cinco horas de atención a una película, aunque pueda ser vista por fragmentos… no parece muy revolucionario ni parece una gran exhibición de espíritu de síntesis.
Dicho esto, la idea que anima la obra me parece magnífica. La reconstrucción histórica nunca es meramente abstracta (es decir, hay un vestuario y unos decorados históricos y una dramatización y unos diálogos) pero en todo momento se recalca el hecho de que lo importante es reflexionar sobre hechos reales y no evadirse de ellos. Excelente la idea de sacarse de la manga una televisión de la Commune, con dos reporteros a pie de campo con sus trajes de ciudadanos de la época pero con micrófonos en mano, y otra televisión de Versalles, con los típicos locutores hieráticos, cursis y ultramaquillados que cuentan las rutinas de conveniencia, como en un telediario normal de hoy en día (algo parecido se hacía con la guerra de Cuba en La primera carga al machete, 1969, de Manuel Octavio Gómez). Excelente también los saltos de los diálogos de los actores hacia la realidad actual, trasladando el discurso de comunero de 1870 al de ciudadano inconformista del 2000 Cine para incendiar (metafóricamente hablando) en lugar de para engordar.
Capitan Ahab
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6
24 de junio de 2019
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Audaz fusión de religión y política, imposible de realizar hoy en día sin risas estrepitosas, pero que entraña un fiel testimonio de cierta forma de pensar más o menos extendida en la época de la Gran Depresión. Con una dirección en la que no faltan detalles de calidad, a cargo de Gregory La Cava, se nos narra la historia de un presidente de los Estados Unidos, certeramente interpretado por Walter Huston, que llega muy ufano a la Casa Blanca con lo que se supone es el ánimo habitual de los políticos profesionales visto desde el pueblo llano, es decir, dispuesto a no hacer otra cosa que presumir y vaguear mientras la depresión asola los USA con su azote de paro y hambre y mientras el gansterismo campea a sus anchas. Así, le vemos coqueteando con su amante, a la que acaba de dar rumbosamente el cargo de secretaria personal, o perdiendo el tiempo en juegos con su sobrinito, o negándose histéricamente a entrevistarse con el portavoz de los parados argumentando que esa persona no es más que un peligroso anarquista, o divirtiéndose de lo lindo conduciendo su coche oficial a toda velocidad, lo cual le lleva a sufrir un grave accidente sobre el que se asienta el meollo de la película. Porque, después de estar unas semanas en coma, el presidente cambia de personalidad y se convierte en un luchador social que trabaja sin descanso para paliar los efectos de la Depresión, se supone que por haber sido invadido espiritualmente, mientras estaba en la UCI, nada menos que por el arcángel Gabriel. De ese modo consigue (¡ahí es nada!) que el Congreso estadounidense le dé plenos poderes, aunque eso signifique la dictadura pues —se argumenta— será una dictadura basada en los principios democráticos de los pioneros americanos. Y, pertrechado en tal superautoridad, este caudillo-presidente convierte el ejército de parados en un ejército de constructores (keynesianismo de urgencia), lucha a brazo partido contra la mafia e incluso consigue una reunión de líderes mundiales para garantizar la paz global, etcétera, etcétera. Según los libros de historia cinematográfica, tanto la película como la novela en que se basa estaban consideradas una franca incitación a resolver la Depresión mediante la instauración de una dictadura populista en EEUU. Y, sin duda, a pesar de que parece que la censura limó bastante el guion, para cualquier espectador de hoy en día salta a la vista el desprecio continuo por las instituciones estadounidenses, a las que se tacha insistentemente de cinismo e incapacidad para resolver situaciones graves. Muy recomendable como curiosidad histórica, igual que, por ejemplo, en sentido opuesto, Misión en Moscú, u otras películas hollywoodenses que (durante los años de la Segunda Guerra Mundial) reflejaban con simpatía y respeto la vida en la Unión Soviética, por increíble que pudiera parecer no solo hoy en día, sino apenas cuatro o cinco años después de que fueran rodadas. La vida da muchas vueltas.
Capitan Ahab
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7
14 de octubre de 2015
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un blanco y negro de duros contrastes, mucho más cercano al propio del cine negro que a la dulzura ultraluminosa de los melodramas que hizo en color para la misma productora y con el mismo fotógrafo, Douglas Sirk da aquí otra muestra de su inmensa habilidad para el género, convirtiendo una historia de aparente mensaje conservador (el típico y generalmente fraudulento “no estropees lo que tienes, revitalízalo”) en un canto a la coherencia y la generosidad propias del individuo consciente (sin contender tampoco, eso es cierto, con lo políticamente correcto, puesto que el justificable adulterio no sale del terreno de lo platónico y el protagonista masculino no llega a rebelarse contra la jaula de rutina en que está metido, pese a que se reconozca en ella).
La narración, impecable, nunca redunda en lo ya expresado y tampoco deja ningún aspecto por tocar, y concluye justo cuando debe (es una película bastante corta, para la media). Barbara Stanwyck interpreta con su solvencia habitual a una diseñadora, de gran éxito profesional pero de pobre vida personal, que se reencuentra con el que veinte años antes fue su amor irrealizado, el ahora fabricante de juguetes Fred McMurray, al que se describe como descuidado por una esposa e hijos que se vuelcan en la rutina y dan por hecho con demasiada displicencia que tienen un marido y un padre estupendo.
Capitan Ahab
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