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Voto de Capitan Ahab:
6
Drama El recién elegido presidente Judson Hammond se contenta con ejercer una política de no intervención y dejar los problemas de la Gran Depresión a las autoridades locales. Pero después de recuperarse milagrosamente de un accidente automovilístico, Hammond está dispuesto a asumir todos los problemas sociales. (FILMAFFINITY)
24 de junio de 2019
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Audaz fusión de religión y política, imposible de realizar hoy en día sin risas estrepitosas, pero que entraña un fiel testimonio de cierta forma de pensar más o menos extendida en la época de la Gran Depresión. Con una dirección en la que no faltan detalles de calidad, a cargo de Gregory La Cava, se nos narra la historia de un presidente de los Estados Unidos, certeramente interpretado por Walter Huston, que llega muy ufano a la Casa Blanca con lo que se supone es el ánimo habitual de los políticos profesionales visto desde el pueblo llano, es decir, dispuesto a no hacer otra cosa que presumir y vaguear mientras la depresión asola los USA con su azote de paro y hambre y mientras el gansterismo campea a sus anchas. Así, le vemos coqueteando con su amante, a la que acaba de dar rumbosamente el cargo de secretaria personal, o perdiendo el tiempo en juegos con su sobrinito, o negándose histéricamente a entrevistarse con el portavoz de los parados argumentando que esa persona no es más que un peligroso anarquista, o divirtiéndose de lo lindo conduciendo su coche oficial a toda velocidad, lo cual le lleva a sufrir un grave accidente sobre el que se asienta el meollo de la película. Porque, después de estar unas semanas en coma, el presidente cambia de personalidad y se convierte en un luchador social que trabaja sin descanso para paliar los efectos de la Depresión, se supone que por haber sido invadido espiritualmente, mientras estaba en la UCI, nada menos que por el arcángel Gabriel. De ese modo consigue (¡ahí es nada!) que el Congreso estadounidense le dé plenos poderes, aunque eso signifique la dictadura pues —se argumenta— será una dictadura basada en los principios democráticos de los pioneros americanos. Y, pertrechado en tal superautoridad, este caudillo-presidente convierte el ejército de parados en un ejército de constructores (keynesianismo de urgencia), lucha a brazo partido contra la mafia e incluso consigue una reunión de líderes mundiales para garantizar la paz global, etcétera, etcétera. Según los libros de historia cinematográfica, tanto la película como la novela en que se basa estaban consideradas una franca incitación a resolver la Depresión mediante la instauración de una dictadura populista en EEUU. Y, sin duda, a pesar de que parece que la censura limó bastante el guion, para cualquier espectador de hoy en día salta a la vista el desprecio continuo por las instituciones estadounidenses, a las que se tacha insistentemente de cinismo e incapacidad para resolver situaciones graves. Muy recomendable como curiosidad histórica, igual que, por ejemplo, en sentido opuesto, Misión en Moscú, u otras películas hollywoodenses que (durante los años de la Segunda Guerra Mundial) reflejaban con simpatía y respeto la vida en la Unión Soviética, por increíble que pudiera parecer no solo hoy en día, sino apenas cuatro o cinco años después de que fueran rodadas. La vida da muchas vueltas.
Capitan Ahab
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