No sólo El indio conocía las reglas que marcaba en su mortal juego: también las conocía muy bien Sergio Leone, ese italiano excesivo, bregado como ayudante de dirección a las órdenes de buenos maestros. Ese italiano que, un día, tuvo el valor de atreverse a rodar un puñado de westerns en el desierto de Tabernas.
De todos los westerns que he visto o podré ver, éste es mi favorito. Razones no faltan, y otros las han mencionado ya, aunque una se impone al resto: de todo el género, es el único filme que logra emocionarme hasta el punto de dejarme medio lloroso de la emoción.
Personajes míticos, banda sonora legendaria, y un Oeste realista y despiadado para una producción redonda.

Lo malo de esta película es lo mal que ha envejecido. Necesita una remasterización urgente: la fotografía alterna colores reales con otros "imposibles"; se nota demasiado el cartón piedra de los escenarios... ¡Y qué decir de la paupérrima interpretación de Stewart Granger! Además, la película está ambientada en un pueblecito del norte de Inglaterra, lo cual hace bastante inverosímil la larga escena del baile flamenco (sonrojante de puro folclórica).
Qué queréis que os diga, de lo peor de Fritz Lang. (Le he puesto seis estrellas porque al menos interesante es de ver). Eso sí, recomiendo encarecidamente la lectura de la novela. En mi opinión, una de las más bonitas historias de toda la literatura.

Horrenda, incomprensible, pero para nada sorprendente si nos atenemos a la trayectoria de su director, el animador Ralph Bakshi. Autor de una espantosa versión de El señor de los anillos (1978) que dejó inconclusa (por expreso deseo de sus productores, insatisfechos con el ersultado), Bakshi ha dado muestras de que imaginación tiene, y también un estilo sombrío y truculento. Pero nada más: sus dotes en el mundo del cine son discutibles. La animación de sus filmes (sin llegar, eso sí, al infame nivel del tándem Rankin/ Bass), pobre, si bien Cool World sea una excepción a esta regla; su humor, grueso, así como su gusto, soez en el mejor de los casos.
Se intenta emular a Quién engañó a Roger Rabbit con este filme que un comentario atinado anterior definió como "pretencioso". El caso es que no le llega a la película de Zemeckis ni a la suela; quizás sea porque peca de exceso, porque hay demasiado detallito que sobrecarga y despista, porque el guión es un bluff auténtico, porque Gabriel Byrne no es Bob Hoskins, ni los personajes animados tienen ni la sombra del carisma de sus émulos rogerrabbitianos (es más, ¿se puede hablar de un "reparto animado" decente, sólido, y no un desfile de comparsas que entran y salen de escena por prestidigitación?). A lo mejor la respuesta estriba en que es muy difícil encontrar una coherencia temática o genérica a Cool World (no es una historia policíaca, ni una comedieta romántica, aunque tenga elementos de ambas)... Todo ello me lleva a afirmar, sin lugar a dudas, que se trata de una de las peores películas que combinan animación con realidad, si no la peor. Como película en sí es, por si no quedó claro, un bodrio.

Tras verla, he incorporado a mi lenguaje un nuevo sinónimo de truño cayendo en un váter: "Splice". Impactante por lo monstruosa que es; increíble por lo depravada.

Salvaje, durísima, no apta para estómagos sensibles. Iñárritu rueda su mejor película, uno de esos títulos con aroma a clásico que será recordado y revisitado numerosas veces. Sus interpretaciones, una fotografía bestial y un guión muy sólido, que no aburre y que mantiene un pulso firme, son su mayor baza. Empieza como Mallick, y en su interior hay ramalazos de Pollack y de Cimino.
Ojo con Iñárritu. Está a un nivel espectacular.