Visión de un futuro no muy lejano, donde, una vez más, la humanidad está siendo condenada a su desaparición por el aumento de la infertilidad en las mujeres. La élite social, única capacitada para trascender y dejar descendencia, ante la incapacidad física de sus mujeres por tener hijos, recurren a las doncellas (mujeres fértiles) para, en un ritual de apareamiento, logra este propósito.
Curiosa película en muchos aspectos. Estupendo reparto, buen guión, fría dirección, logra transmitir esa frialdad que impregna la obra, quizás fallando más en la parte referente a la relación entre Richardson y Quinn, no quedando muy clara las verdaderas motivaciones y lealtades de éste último. Bajo la apariencia de telefilm, subyace una obra pesimista y espejo atemporal en el que integrar este futuro de colores y roles.

Curiosa producción entre Italia y Estados Unidos, aportando ésta última, probablemente, la estrella y un director no muy identificado con la obra final, que tras visionarla, no puedes evitar pensar que podría haber sido, un spaghetti-western al uso, pues se repiten aquí las claves de este cine polvoriento y sudoroso. Basta con sustituir a los mexicanos por nazis, y el cóctel, música del genial Morricone incluida, toma su mordiente habitual.
Está claro que Hudson empezaba su declive, supongo que como tantas otras estrellas del otrora fastuosa star system americano, buscando en Europa, la continuidad y estiramiento de sus famas y carreras.
La historia es inverosimil; un oficial del ejército americano, es recogido por un grupo de huérfanos italianos, cuyas familias habian sido masacradas por la unidad de la SS local en su búsqueda de la resistencia. El oficial sólo tendrá en mente llevar a cabo su misión de volar la presa, mientras que los niños, querrán que les ayude en llevar a cabo su venganza. Llevado por su obsesión, el oficial entrenará a los niños para llevar a cabo ambos propósitos.
Al menos, curiosa por ver a Hudson alejado de los papeles edulcorados que tanta fama le dieron. El papel de Sylva Koscina, queda tan desdibujado como el cardado de su pelo, debatiéndose entre su lealtad o su humanidad, con resultado desigual.

Típica y tópica película tan artificial como esos pueblos fantasmas en medio del desierto de Nevada congelados en el tiempo con imagenes utópicas del "american way of life". A veces pareces estar viendo uno de esos documentales sobre las buenas maneras, totalmente pasados de moda; la esposa florero abnegada, el marido que suelta frases del estilo "me conformo con una mujer que quiera y que me lave la ropa" (y no en ese orden, diría yo). Sabiendo hoy cuál fue el final del malogrado Rock Hudson, tiene un interés meramente curioso esos besos de película en la comisura de los labios o la conversación entre Caldwell (Hudson) y el sargento de mecánicos (Lansing) en la sauna. Por lo demás, transfondo de un ala del ejército del aire encargada de estar siempre alerta ante una posible respuesta nuclear, con la presión para el recién nombrado comandante de la base, Coronel Caldwell, en donde se encontrará con su viejo amigo de Corea Hollis Farr (Rod Taylor). Conforme Caldwell vaya asentándose en su puesto, su nivel de exigencia, irá poniendo a prueba su integridad como oficial, su capacidad para incentivar a los hombres bajo su mando e, incluso, salvar su matrimonio. Aunque no eran tiempos para que la mujer pensara más allá del deber de la esposa de un oficial, mesa puesta y camisón de encaje, momentos estos, en los que roza el ridículo.
En definitiva, soso pastel de drama que no carga las tintas en ninguno de sus frentes, con una fina capa de thriller nuclear y aderezado con el duelo interpretativo entre Hudson y Taylor que nunca va más lejos.