Curiosa producción entre Italia y Estados Unidos, aportando ésta última, probablemente, la estrella y un director no muy identificado con la obra final, que tras visionarla, no puedes evitar pensar que podría haber sido, un spaghetti-western al uso, pues se repiten aquí las claves de este cine polvoriento y sudoroso. Basta con sustituir a los mexicanos por nazis, y el cóctel, música del genial Morricone incluida, toma su mordiente habitual.
Está claro que Hudson empezaba su declive, supongo que como tantas otras estrellas del otrora fastuosa star system americano, buscando en Europa, la continuidad y estiramiento de sus famas y carreras.
La historia es inverosimil; un oficial del ejército americano, es recogido por un grupo de huérfanos italianos, cuyas familias habian sido masacradas por la unidad de la SS local en su búsqueda de la resistencia. El oficial sólo tendrá en mente llevar a cabo su misión de volar la presa, mientras que los niños, querrán que les ayude en llevar a cabo su venganza. Llevado por su obsesión, el oficial entrenará a los niños para llevar a cabo ambos propósitos.
Al menos, curiosa por ver a Hudson alejado de los papeles edulcorados que tanta fama le dieron. El papel de Sylva Koscina, queda tan desdibujado como el cardado de su pelo, debatiéndose entre su lealtad o su humanidad, con resultado desigual.

¿Qué puedo decir sobre esta película? La ví por primera vez cuando, arrastrado a un pueblo en fiestas de verano, en mi infancia, me metieron en un cine al aire libre para ver esta película que me ha acompañado en mi madurez como amante del cine. Lo soez del guión, a doscientas palabrotas por minuto, la adrenalina fluyendo por los pantanos de Louisiana, la caza del hombre por el hombre, la desorientación, el miedo, los personajes, el entorno, la música de Ry Cooder, el guión, todo me encanta.
Su mayor valor radica en su atmósfera opresiva y oclusiva, ese "body count" de muertes descarnadamente pensadas como un cazador. Imprescindible.

Antes hice otra crítica sobre un spaguetti-war, aunque en la presente, estamos más ante un intento digno por levantar una obra que requería mucho más fasto y oropel, pero que Heston, trata de levantar sobre la agreste orografía española. Creo que uno de los mayores errores de esta cinta es la elección de Hildegarde Neil para interpretar a un personaje tan particular como Cleopatra. Heston, baqueteado en multitud de producción variopintas, que lo mismo te aterriza en el planeta de los simios, que te pinta la Capila Sixtina, como te monta en cuádrigas, pone todos sus recursos en este histórico personaje, no dando, por lo comentado anteriormente, realismo a la obsesión malsana que surge entre ambos personajes. Con muchos actores españoles en su reparto, desde un Juan Luis Galiardo con faldita, un Sancho Gracia legionario romano y una Carmen Sevilla parca en diálogo, más no en belleza (que se lo digan a la inquieta mano de Heston) y una música maravillosa de John Scott (al que ví en plena forma y emocionado en el Festival de Úbeda, emoción que me contagió), pienso que, desde el cariño del cinéfilo y la capacidad de perdonar errores, se puede ver la película con agrado y añoranza de esos tiempos en que "legiones" de extras, levantaban una película con ganas e ilusión.

Visión de un futuro no muy lejano, donde, una vez más, la humanidad está siendo condenada a su desaparición por el aumento de la infertilidad en las mujeres. La élite social, única capacitada para trascender y dejar descendencia, ante la incapacidad física de sus mujeres por tener hijos, recurren a las doncellas (mujeres fértiles) para, en un ritual de apareamiento, logra este propósito.
Curiosa película en muchos aspectos. Estupendo reparto, buen guión, fría dirección, logra transmitir esa frialdad que impregna la obra, quizás fallando más en la parte referente a la relación entre Richardson y Quinn, no quedando muy clara las verdaderas motivaciones y lealtades de éste último. Bajo la apariencia de telefilm, subyace una obra pesimista y espejo atemporal en el que integrar este futuro de colores y roles.

La verdad, tenía ganas de ver esta desconocida para mí y para muchos, película con un planteamiento curioso, sobre todo, estando dirigida por alguien tan particular como Blatty, sobre todo para aquellos que nos encanta El Exorcista, y en algún sitio he leido que el propio Blatty consideraba esta película como la verdadera continuación de ésta. Después de haberla visto, no puedo por más que pensar que si Blatty dijo algo así, sólo trataba de que la viera más gente, porque buscarle puntos de conexión con aquella cinta, es como tratar de encontrarlas entre Nobleza Baturra y Apocalypse Now. No es que se trate de una mala película, pero creo que Blatty contó con una libertad tal, que nadie sabía en qué berengenal se estaba metiendo. Mezcla de película psicológica, a sabiendas de que al gran público, no le puedes pedir mucho, de suspense, de drama, de locura insana, para mí, es una película que busca la bondad en el mal que habita en cada uno de nosotros. Quizá no todos actuáramos de la misma manera que el protagonista, un Stacy Keach, contenido, frío, desconcertante, como pocas veces le hemos podido ver, pero nos gustaría encontrar a alguien que fuera realmente capaz de curarnos la locura del miedo; el miedo a morir, el miedo a la soledad, el miedo a fracasar, el miedo a vivir... No entréis en este castillo, pensando encontrar posesiones, o al diablo tras cada figura o gárgola que lo adorna, el demonio aquí es sólo uno, y es el miedo, pero no al infierno tras la vida, sino al infierno que hay en la tierra y el que vive todo aquél que ha pasado por una guerra. Disfrutadla, con ojos benevolentes, y no tengáis miedo, al final, hay esperanza... y no estamos tan solos.