Fui seguramente de los pocos en el festival de Donosti a los que esta película le provocó un considerable mosqueo y, definitivamente, una gran decepción. Si recuerdan "El perfecto anfitrión", este filme sigue un esquema muy similar, incluso ha ganado el mismo premio del público en Sundance, lo que hace pensar en una deliberada repetición de planteamientos que se saben exitosos: fuera como fueses, "Silver tongues" ´tiene como único objetivo la sorpresa continua del espectador, incrédulo ante tanto giro argumental. Pero mientras en aquella aún podíamos disfrutar de dos personajes interesantes, aquí se sacrifica todo (la coherencia, la entidad cinematográfica) con tal de saciar las expectativas del respetable, que busca un "más difícil todavía". Por el camino, trampas, torpes interludios dramáticos (aunque uno no sabe si forman parte también de la vuelta de tuerca final) y la crueldad de ver a una pareja entretenida gastando bromas pesadas a parejas jóvenes, policías y ancianos de una residencia. La estructura, una especie de sucesión de cortos, delata la poca ambición de lo que no es más que un turbio juego de verdades y mentiras, tan resultón como antipático y finalmente, casi deleznable.

Con "Verbo", Chapero-Jackson se lanza a una piscina de cristales. Probablemente, adivinará la reacción, entre el desprecio y la risa, que recibirá de gran parte del público, la mofa con la que será acogida por adolescentes y jóvenes resabiados deseando criticar al cine español (por una razón o la contraria, por renegar de Hollywood o por imitarlo, tanto da), pero seguro que también soñará con lograr una furte conexión, un lazo emocional con esos otros jóvenes menos seguros de lo que está bien y de lo que está mal, temerosos de lo que el mundo y la vida les depara, amantes de la poesía que se esconde en calles, aceras y ciudadeas fantasmales.
Porque "Verbo" no es más que eso: el relato visual, extremadamente fantástico, turbio y, por qué no decirlo, lírico, de ese vacío que todo adolescente siente cuando llega el momento de afrontar decisiones importantes, expresar emociones, de encarar, en definitiva, la edad adulta. Alba García logra que nos enamoremos de una protagonista perdida en el desconcierto quinceañero que encontrará, en una dimensión poblada de espadas láser a lo "Star wars", sombras amenazantes y alcantarillas infinitas, donde se habla con rimas y se han de pasar una serie de pruebas, el revulsivo para despertarle de sus pesadillas.
Como su personaje, Chapero-Jacson también se lanza al vacío. Cuando algunos esperaban, tras sus exquisitos y premiadísimos cortos, algo de una consistencia y poderío visual extraordinarios, el realizador halla las claves para sorprender y demoler expectativas, respondiándolas de otra manera. "Verbo" se mueve entre lo sublime y lo ridículo, pero esos son sólo parámetros convencionales de medir algo tan subjetivo y etéreo como la calidad de un filme. Lo importante es que este viaje, tan oscuro e inquietante como "El viaje de Chihiro" pero a la vez sentimental y enternedecor como "El mago de Oz" (dos influencias reconocidas por el director), se convierte, aunque imperfecta y excesiva, en la experiencia cinematográfica más desafiante y excitante de los últimos meses.
Y, sobre todo, ¿no hay que ser admirablemente valiente para mezclar, en unos veloces 80 minutos, el extrarradio de una ciudad cualquiera (con sus chonis y macarrillas, sus implacables promociones inmobiliadrias) con una fábula de corazón rapero que remite, ni más ni menos, que al espíriru libre y aventurero de "El Qiujote"? ¿No querían ciencia-ficción española? Esta cumple sobradamente en ambos géneros y, aunque me temo que su recorrido por las salas comerciales la condenará a la incomprensión, nadie podrá evitar que se convierte en una emocionante película de culto.