Kristin Scott Thomas fue posiblemente la primera actriz que me hizo pensar que me podían gustar las mujeres mayores. Creo recordar que fue en Ricardo III, y vi una belleza sosegada, una forma de actuar sin estridencias, y una atracción con la cámara que ha permanecido en el tiempo.
Hace bastante menos, hará dos meses, que descubrí a Philippe Claudel como escritor. Su prosa es demoledora, donde cualquier frase suena a sentencia judicial, a tabla de la ley leída por Moisés, donde los personajes no se agotan sino que son exterminados, donde el hilo argumental es siempre una madeja llena de tensiones que deviene en un jersey a medida, bien armado, en un apoteósico final. (Recomiendo El Informe Brodeck entre sus novelas)
Y hoy he descubierto al Philippe Claudel como guionista y director. He de reconocer que tenía miedo, que plasmar una prosa tan contundente en el cine no es fácil, pero no me ha decepcionado, y lo que es más, creo haber descubierto hoy al futuro Clint Eastwood francés, con sus particularidades, con más palabra y menos explicito en la cámara, pero igual de contundente en el tratamiento de los sentimientos humanos: el dolor, el deber, la amistad, el rencor... y dándole la misma importancia al guión.
Kristin Scott Thomas interpreta a lo largo de la película, mediante la contención, todos estos sentimientos, y los deja fluir, cual lágrimas inevitables ante el abismo de la nada; acompañada de una Elsa Zylberstein impecable también, generosa, en un papel de entrega tanto en el personaje que representa en el guión como en la ayuda al lucimiento de Kristin.
Como en las novelas de Claudel, todo gira ante una situación complicada, el hecho de que la protagonista acaba de salir de prisión, pero lo que otros no hubiesen sabido desarrollar, él lo culmina de una forma implacable, apoyándose en música, silencios, primeros planos de las dos actrices, metáforas y símbolos (impresionante el de la hoja del médico) dejándote al final como "si una mano te arrancase las entrañas."
Hoy más que nunca son válidas las palabras de Juan Marsé, cuando dijo: "El cine español falla en la base; los guiones, en general, se trabajan poco." A esta película, desde luego, no se le puede achacar eso.

Clint eastwood vuelve a demostrar en esta pelicula su gran hacer como director, tejiendo una pelicula que aunque al principio comienza floja, acaba con un apoteósico final.
El comienzo de la peli en el que se describen las diferencias entre una comunidad china y un americano excombatiente de Korea es quizás lo más flojo de la película, con un gran despliege de topicos y con un Eastwood realizando su arquetípico papel de personaje inmutable con algunos tics actorales que recordaban a su época de Harry el Sucio.... pero ahí se acaban los cliches y los estereotipos.
A partir de ahi el director avanza por la senda donde siempre se ha encontrado comodo. La senda de las pasiones humanas donde el amor, el rencor, la justicia y la venganza vuelven a conducirnos al universo Eastwood, y es entonces cuando también sale su mejor faceta actoral, aquella del marido y padre resentido de Sin Perdon, que a pesar de ser un padre de familia se transforma en un despiadado pistolero, o la del entrenador de Million Dollar baby en el que detrás de la mirada del que lo ha visto todo decide desconectarse de la vida, desenchufando a su púpila. Es aquí donde el rostro del actor muestra la lucha interna del hombre; es aquí donde el director demuestra como sabe medir los tempos, usar la camara, interpretar los silencios.
Después de este apoteósico final, salimos del cine pensando: cuando será la próxima?

La espina vertebral de esta película no es nueva. Es el clásico argumento del policía corrupto, desencantado de la vida que para ocultar sus desmanes se enfanga hasta las trancas en los barrizales del hampa. La película me recuerda al inolvidable y suicida Teniente Corrupto de Harvey Keitel o al cínico y desesperado policía en Training day de Denzel Washington.
En las tres películas los policías son antiguos compañeros ejemplares a los que el sistema policial y distintos desengaños llevan a los límites del abismo. También en todas ellas, está la figura del compañero del policía, donde Ethan Hawke daba una lección magistral de actuación expresando en su rostro la decepción, la duda y la frustración. Aquí Rodolfo Sancho cojea y más bien parece un policía apocado y sin determinación, carente de contenido.
Como en las dos películas citadas, lo que sostiene a la película es el actor principal. José Coronado mama de las dos interpretaciones citadas, haciendo un papel muy contenido al estilo Harvey Keitel, pero mostrando a la vez un gran desprecio por si mismo ocultado bajo una careta de orgullo como Denzel.
El elenco de marroquís ayudan a que esta cita sea creíble y es bueno que las películas españolas empiecen a mostrar ese mestizaje que existe en las calles.
En definitiva, magistral interpretación que sostiene una trama un tanto farragosa y forzada pero que nos hace mantener el interés durante todo su metraje.

Celda 211 es una película que te hace reconciliar con el buen cine. Una película que demuestra que el gran cine es tan sencillo que "sólo" necesita de un buen guión, unos buenos actores y un director con gusto.
Con respecto al guión tiene todos los ingredientes del drama carcelario: prácticamente una sola localización, la cárcel, ya que el resto nos es mostrado o en televisión o en recuerdos, y un entorno donde se ven pinceladas de desconfianza, terror, lealtad, traición, crueldad, humor y amistad. Códigos que hacen que a pesar de ser la cárcel nos lo creamos, y veamos que lo de dentro no es tan distinto de lo de fuera muchas veces.
Los actores están impresionantes. Liderados por un Luis Tosar que con tan solo una mirada puede transmitirnos, al igual que en Te doy mis ojos, terror, miedo, pero a su vez desarraigo y locura, destacan también Antonio Resines, que creo que todavía está lamentando no haber hecho de malo en más películas, y un sorprendente Alberto Ammann, que transmite miedo, arrogancia, valentía y odio con su actitud inteligente.
El director conduce la película con un tempo perfecto, iluminando los rostros cuando hace falta y oscureciendo los gestos y la violencia para conseguir tenernos pegados a la butaca, con los golpes de efecto necesarios (impresionante el principio y el final de la película, cerrando el círculo como cualquier película del género) para demostrarnos que los buenos ingredientes, un gran cocinero los engrandece.

Esta película nos muestra la realidad de las aulas francesas y toda la problemática que se pueden encontrar a la hora de intentar formas a los adolescentes de los "Banlieues" franceses, donde la marginalidad, la falta de autoestima, el desinterés y ese sentimiento de exiliado inmigrante en el país en el que se ha nacido, acrecentan todavía más el sentimiento de incompresión típico de esa edad.
Es una película prácticamente tratada y rodada como un docudrama, donde los actores triunfan por su naturalidad, y el guión por su realismo, coherencia y adecuado tempo.
Durante unos instantes, pensé que estaba viendo una película de Ken Loach grabada en el Reino Unido, pero donde la cinta en lugar de correr sobre pintas de cerveza Ale y grasientos "Fish and chips", se deslizaba con la prestancia del Sena, sobre finas tostadas de paté con trozos de intenso Roquefort.