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España España · MÓSTOLES
Críticas de Lucman
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Críticas 23
Críticas ordenadas por utilidad
9
10 de diciembre de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En este magnífico trabajo de recogimiento intimista, dolor, y soledad, Vittorio de Sica aborda una vertiente muy especifica y original. Nos cuenta la historia de un funfuncionario jubilado, solitario, sin familia ni amigos,con ingresos que apenas cubren el mínimo para la supervivencia, huesped en una pensión de baja estofa y sin otra compañia que el único ser con el que mantiene un fuerte vínculo afectivo: el perro Flike. Un simpático can que le acompaña a todas partes y le ayuda a mitigar la amargura de su desdichada existencia.

A pesar de los ingredientes que componen la película, De Sica , ha sabido soslayar, con mano maestra, el peligro de caer en sensiblerias de pastiche, o en los ya habituales desmadres emocionales, tan del gusto de los cineastas de la época, manteniendo con fiemeza su buen pulso la nave, evitándole zozobrar en los meandros de la lágrima fácil,o la acción delirante.

El exhibicionismo emocional, recargado con sus tintes habituales flokloricos y coloristas, es un mal difícil de soslayar dentro de los estereotipos en que se ha movido del cine italiano durante décadas -aunque ahí haya radicado, también, parte de su éxito. Pero no es este el caso de que nos ocupa. De Sica nos ofrece un personaje contenido, firme en su dignidad, parco y austero en sus necesidades, incapaz de someterse a la humillación de la limosna -magistral su escena en una calle de Roma-, venciendo la tentación de implorar limosna a los transeuntes-.Umberto es un estoico pletórico de nobleza , a quien ha tocado vivir una época donde las gentes necesitadas recurren a la continua picaresca, o sucumben.

El desamparo, por parte de quienes deberían ayudar a paliar la escasez de los más necesitados, queda bien reflejada en una ámplia elipsis que recorre desde las instituciones, oficiales a los funcionarios bien acomodados que contemplan, con desden, las carencias de quien en otra hora fue un compañero de trabajo más, negándole cualquier ayuda.

No se tamnalea el espíritu de Umberto frente al rechazo de los otros sino ante el momentaneo extravio de su Flike, al que busca desesperadamente em unas escenas plenas de belleza e intensidad dramática.

No podia haber encontrado de Sica mejor actor que Carlo Battisti, para encarnar a este difícil personaje, otorgándole mesura contenida, lucidez, y una enorme calidad humana. El resto de los personajes no dejan de ser tangenciales, salvo la dueña de la pensión y la joven y cándida sirvienta de la casa.

Los personajes de la calle, esa humanidad que transita hundida en sus angustias personales causadas por la devastación de la reciente guerra, y que con tanto protagonismo aparece en películas como "El ladrón de bicicletas", o "Roma ciudad abierta", abre paso, aquí, a una historia de personaje casi único, como eje de cuanto en la trama acontece y epílogo de la misma.

Técnicamente, el cine de De Sica nunca hizo alardes innovadores ni pretendió otra cosa que contarnos historias creibles basadas en un sólido guión (esta vez de Cesare Zavattinni), y con unos actores plenos de talento, aunque, algunos, sobre todo en la etapa neorrealista, no eran profesionales. Película profusamente plasmada en secuencias interiores, con cámara fija y muy pocos trávelings -salvo en las escenas finales-, que nos ofrece, en todo momento, una sensación de atmósfera triste y sombria, bien secundada por la música de Alessandro Cicognini .

Obra clave, de una época y un cine que hicieron historia.
Lucman
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9
10 de octubre de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"La noche y el rio".

No fue un desafio sencillo el de Charles Laughton al realizar este film. Hollywood en los años cincuenta vivia momentos de esplendor del llamado "cine negro". Un cine que marcó una época y determinó la consagración de directores, guionistas y actores. Pero aquí, Laughton, no se limita a seguir los cauces clásicos del género, intenta ir más allá impregnando su film de un contenido onírico que le hace enormemente sugestivo.

Su exposición, planteada como un cuento, con un magnífico guión de James Agee (La Reina de África), nos cuenta una historia de "buenos y malos", desde una perspectiva maniquea donde se polarizan hasta extremos expresionistas el comportamiento de los personajes.

La historia no deja de ser original, al contarnos los intentos de conseguir un sustancioso botin por parte de un predicador desequilibrado y asesino.Su ubicación en la América de la gran depresión hace más intensos los perfiles del drama.El miedo es una constante que no nos abandona en ningún momento. La maldad del personaje central con su desesperada búsqueda del botín oculto -interpretado por un Robert Mitchum en uno de sus mejores papeles-, nos sumerge en un climax de tensión creciente hasta su desenlace final.

Tambien el mundo infantil tiene un protagonismo determinante, al mostrarnos -no sin cierta ironía-, la actitud de una pareja de niños donde el muchacho demuestra una capacidad resolutiva impropia de sus años, con sorprendentes recursos para eludir las siniestras intenciones del maléfico predicador. Hay magistrales escenas, como las nocturnas donde la parejita de hermanos huyen por el rio refugiéndose en un caserón abandonado, mientras Mitchum, a caballo, les sigue la pista incansablemente.

Son varias las claves que nos aporta el film para analizar: perversidad, avidez de dinero, misoginia, astucia infantil, lealtad filial, compasión y entrega desinteresada, cerrilismo popular. Todo ello plasmado a través de una magnífica fotografía en blanco y negro de Stanley Cortez, con tomas largas y prolongadas donde la falta de diálogo es sustituida por sonidos de la naturaleza, o por la soberbia voz de Mitchum, sumergiéndonos en un atmósfera cada vez más irreal y angustiosa.

Magnífica la elección de Laughton, en especial con los personajes del predicador, el niño (Billy Chapin), la viuda (Shelley Winters),y la buena samaritana, encarnada por una Lilian Gish impecable en su rol.

Pêlícula absolutamente recomendable para los buenos cinéfilos.
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Lucman
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8
3 de febrero de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El film es un canto a la tragedia de tres seres con vidas fracasadas, de tres monos sumidos en una desolación que se extiende por la inmensidad de un mar de aguas tranquilas, barcos al pairo y horizonte lejano. Por tierra, en los trenes que siempre pasan de largo siguiendo rutas que invitan a seguirles, y por aire, con ese viento que agita puertas y ventanas como intentando purificar la sordidez de quienes allí habitan.

No es una película cuyo argumento nos guie por el sendero de del diálogo. En ella prima la fuerza de la imágen, el plano corto, el poder del gesto, la mirada, el silencio, o el grito imprevisto que rompe el casi contínuo estatismo que la enmarca. He ahí la peligrosa baza que juega Nuri B. Ceylan, al llevarnos hasta los límites que separan la monotonia y el tedio, de la soterrada intensidad de unos personajes que muestran su drama íntimo en la emoción contenida, en la quietud silenciosa, prolongada hasta mantener en vilo la atención del espectador, siempre esperando el desenlace de una frase que finalmente no acaba de llegar. Terea difícil y al alcance de pocos, que el turco soslaya con buen oficio y talento.

Su trabajo roza la frontera del melodrama pero sin entrar en él; de ahí que logre su objetivo contándonos una historia que pudo haberse enfocado de manera muy distinta. Los personajes son vulgares, llevan vidas mediocres y no se rigen por valores éticos. Tampoco la moral religiosa hace aparición en ninguno de sus comportamientos, pese a estar sumidos en una sociedad aparentemente muy islamizada, lo que no ha dejado de sorprenderme. Tanto él como ella son cobardes, hastiados de su mutua compañia,fáciles de corromper, solo el hijo, a pesar de su desarraigo, actua con cierto valor vengando la afrenta echa sus padres. Hacían falta tres buenos actores capaces de conseguir matices gestuales que nos transmitiesen su atormentado mundo interior.Desde un criterio muy personal la protagonista me ha parecido enormemente expresiva, muy en la línea de la gran trágica griega Irene Papas, llegando a su culmen en la escena del acantilado.

Una puesta en escena magnífica, donde paredes escaleras, muebles, ventanas, callejones... cobran un protagonismo especial, sumergiendo al espectador en una atmósfera que no le abandonará hasta el plano final, donde otra vez el mar y un cielo de tormenta, captados a través de un tratamiento del color muy sugerente, ciarran el ciclo vital de unos seres marcados por su propio fracaso. Mi primera aproximación al cine turco no ha podido tener mejor comienzo.

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Lucman
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8
16 de mayo de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de Holywood siempre ha tratado con rigor y honestidad el mundo del boxeo. En esta ocasión Mark Robson, contando con un magnífico guión de Carl Foreman, se permite ofrecernos un film con todos los ingredientes básicos del mundo pugilístico en los Estados Unidos de los años cuarenta. Fue, sin duda, la época dorada de este deporte, cuando era capaz de arrastrar masas como ningún otro. Resultaba evidente que, una actividad deportiva que movía tantos millones de dólares tenía que estar sometida a la gran mafia que dominaba el deporte profesional, e imponía sus leyes y su poder sobre cualquier hombre que quisiera alcanzar el cenit de la fama y alzarse con un título mundial. Tratar ese aspecto ha resultado algo imprescindible en cualquier película que abordase el tema con certo rigor. Pero, en "El idolo de barro", hay algo más: una historia de ambición personal, donde cualquier otro valor humano: amistad, amor, lealtad, nobleza... solo son un obstáculo para quien ansía su éxito personal sin importarle los sentimientos de quienes más le aprecian y valoran.Kirk Douglas encaja a la perfección en la personalidad del gran campeón Midge Kelly, aportando todos los ingredientes fundamentales para hacer convincente su historia, secundada -en todo momento-, por un elenco de magníficos actores de la talla de: Arthur Kennedy, Paul Stewart o Ruth Roman..

Un estupendo ejemplo de cine negro que nos ofrece, con toda su crudeza e intensidad, la escalada sin límites de un hombre, nacido en un submundo sórdido y miserable, pero dispuesto a salir de él por encima de todo, y de todos.Una visión real y demoledora del triunfador que finalmente terminará pagando un precio demasiado alto por su desmedida ambición.

Robson plasma con precisión y eficacia las momentos más dramáticos de los combates de boxeo en todos sus aspectos, especialmente en el sobrecogedor match final, marcado por un realismo y una tensión difíciles de lograr, solo al alcance de un actor de la versatilidad y el talento de Kirk Douglas, a quien poco después tendríamos ocasión de ver en otro film magistral, aunque de temática diferente: "Cautivos del mal".

Película recomendable a todos los aficonados al boxeo, y para aquellos que sepan apreciar el drama personal de un hombre capaz de superarse asimismo hasta e límite de su voluntad y su vida.
Lucman
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9
29 de enero de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"EL ÁNGEL EXTERMINADOR".

"El balido de los corderos"

No cabe duda de que a Luis Buñuel siempre le han encantado las situaciones paradójicas y la irreverencia más absoluta frente a cualquier norma establecida. Reunir a un grupo de personas para una cena y observar lo que ocurre entre ellos es algo que ha utilizado con prodigalidad en varios de sus films. Lo vimos en su anterior película "Viridiana", y volvemos a verlo aquí, con la diferencia de que los comensales pertenecen a clases sociales muy diferentes: en la anterior un puñado de indigentes, aquí, miembros de una clase social elevada.

Pero, ahondando en el sentido de las mismas y ateniéndonos a su sentido lógico, casi siempre camuflado entre escenas capaces de deorientar al espectador poco avezado, nos encontramos ante situaciones vitales extremas, donde se nos muestra el lado más oscuro de la condición humana. ¿Que sucede cuando al hombre se le limita en sus nacesidades más perentorias, cuando se le ahoga psicológicamente en un entorno claustrofóbico, obsesivo, rodeado de otros seres humanos en su misma situación?. ¿Sirve de algo la cultura, la educación recibida, las "buenas intenciones", el sentimiento fraterno...? Claramente, Buñuel nos dice que no. Afloran los instintos de supervivencia más básicos y acabamos convirtiéndonos en los protagonistas de aquella antigua y certera frase: "homo, homini lupus". Pero, para llegar hasta ahí, "el de Calanda" nos hace recorrer un laberinto de escenas donde aparecen de forma sorprendente y aparentemente inconexa: diálogos, imágenes, voces, extraños ruidos, etc, que nos sumergen en un disparatado "humor negro" con el inconfundible sello de la casa.

Resuena el balido de los corderos, mientras los invitados se van desprendiendo de unos ropajes de gala que solo sirven para enmascarar el falaz contenido de su hipócrita existencia. Aflora el contenido latente de sus deseos, su mala conciencia hacia los que momentos antes gozaban de su aparente estima. A la cortesia sucede la disputa, el insulto, la agresión. Buñuel hace que el "ángel" los desnude, mostrándonos el auténtico fondo de sus conciencias.

En una sociedad que el hombre ha creado para su propio beneficio, bastará una realidad límite para conducirnos a la desesperanza. a la desintegración y al caos. La solución solo tiene como fin la continuidad, siempre volvemos al punto de partida, como claramente nos muestra el personaje de "la Walkiria" (Silvia Pinal) casi al final de la película. Lo peor es que tampoco en la creencia religiosa, en lo espiritual, encontraremos salida, sus puertas también se han cerrado, tanto para salir nosotros como para entrar los que aguardan afuera, ¿debemos seguir pagando nuestra eterna deuda por el "pecado original"?.

He ahí el genio de D. Luis, sabiéndonos llevar hasta donde la verdad palpita, pero siempre escondida tras el disfraz y la máscara.
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Lucman
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