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España España · mADRID
Críticas de RARRA
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Críticas 151
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
3
19 de noviembre de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rodada en 1951, “My favorite spy” no pasará a la historia y ni siquiera a la relación de las mejores películas de Bob Hope, ya de por si desiguales en calidad. Si hubiera que acusar de algo a la película es de la escasa enjundia de su guion y su inadecuado enfoque ya que termina pesando más lo que película puede tener de acción que el aspecto cómico que el espectador puede buscar. Digamos que es una película que no arranca una sonrisa.

“Mi espìa favorita” es una de esas películas a las que uno no sabe a quién responsabilizar del pobre resultado. Norman McLeod es un director que siempre se movió en el marco del cine cómico, dirigiendo en sus primera películas a los hermanos Marx y después siendo uno de los directores habituales de Danny Kaye o Bob Hope; sin embargo no aporta nada en esta película salvo su saber hacer. Bob Hope aparece desdibujado y hasta desconocido en ocasiones, soso, renunciando al humor gestual que le es propio. Hedy Lamarr se limita a lucir tipo y belleza sin que se la pueda pedir más. La música de Victor Young estorba más que otra cosa. Revoloteando sin pena sin gloria por la pantalla montones de secundarios. Escenas como las de la huída disfrazados de camello o la de los bomberos son desperdiciadas no aprovechando lo que pudieran haberse hecho con ellas.

Al final, en situaciones así, hay que volverse hacia el guion, obra nada menos que de tres guionistas. Todo resulta inverosímil, artificial y simplista. Por descontado, en las películas cómicas no es exigible un buen guion; basta con que sustente las situaciones cómicas y los gags de la película, pero la de “Mi espía favorita” es tan endeble que no sostiene nada, absolutamente nada.
RARRA
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2
12 de septiembre de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Alguien puede concebir a un pianista interpretando un concierto con orquesta que no esté exclusivamente pendiente de la música que está creando y de su ensambladura con la orquesta? Pues hay un guionista y un director, al menos estos dos, que lo ignoran. El concertista habla por teléfono, habla, deja de hablar, corre en los descansos, sufre, en fin de todo género de necesidades, salvando las físicas.

Hubo un líder comunista español que reclamaba una y otra vez: “programa, programa, programa”. Hay que parafrasearlo y reclamar: guión, guión, guión. Lo pobre y deslavado del guión de “Grand piano” arrastra todo, intérpretes, cámara, fotografía, para acabar en uno de los finales más cutres a recordar.

Por fortuna, hay que esperar que director, guionista y demás comparsas no tendrán problemas para encontrar un trabajo digno fuera del cine. Yo, al menos, se lo deseo por el bien del cine.
RARRA
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9
3 de septiembre de 2014
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me acerqué a ella sin saber muy bien a qué lo hacía. Me encontré con una película extraordinaria.

Leyendo las críticas es imposible sustraerse a la idea de que las más ácidas provienen de personas jóvenes para las que, naturalmente, es más difícil comprender el complejo personaje de Jep Gambardella contemplando, cuando inicia su decadencia, el escaso sentido de su vida pasada.

Los primeros minutos ya le introducen a uno en el espectáculo y le anuncian una película distinta. Dos cosas me han gustado sobre todo: una, el manejo del sonido y la música, siempre presente y acomodada a lo que las imágenes nos muestran; otra, el ligero toque surrealista que en muchos momentos tiene la película y que se acomoda al profundo sentido intimista del guion.

Las críticas positivas que ha tenido la película son, en su gran mayoría, tan buenas y acertadas que no es preciso insistir en los demás aspectos brillantes de la película que destacan. Léanlas y véanla.
RARRA
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7
21 de agosto de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los DVDs han dado una vida nueva al cine en un aspecto concreto. No es preciso resignarse a no ver determinadas películas porque ya dejaron de ser taquilleras. Los viejos cines de sesión continua paliaban algo esa función reponiendo antiguos éxitos; el resto caía en el olvido o había que rebuscarlo en cines especializados. Los DVDs (en menor medida lo hicieron las viejas casetes) han permitido sacar de los viejos baules películas que no vimos en su día o que deseamos volver a ver. Y claro, los DVDs pronto dejarán paso a nuevas tecnologías que amplíen aún más esas posibilidades.

Una de las consecuencias de esa vida nueva es que podemos asomarnos a películas como “El príncipe de los zorros”, una curiosa muestra del cine de Henry King, reveladora de la inquietud que siempre tuvo este director. Sería injusto calificarla simplemente de cine de aventuras, equivocado hablar de cine romántico e incorrecto ver solamente algo histórico. Sobre todo ello vuela todo un dilema personal que da verdadero sentido a la película. Todo gravita sobre el problema de la lealtad centrado el personaje central de Andrea Orsini interpretado por Tyrone Power.

Esa idea de la lealtad y la fidelidad aparece en otros personajes como el conde Varano en relación con su pueblo o la de su esposa Camila en relación con su marido. Como contraste continuo y medio de resaltarla aparece la inmoralidad de Cesar Borgia y la pasión por la traición del felón que acompaña a Orsini. Por descontado, por medio hay batallas y duelos a espada, bien realizados aunque solo sean soporte del guion. Los años, claro, se notan pero permiten apreciar el valor que en su época tuvieron.

Algo a destacar especialmente es el esfuerzo por reflejar el espíritu de la época. Los recargados vestidos y armaduras que contemplamos son los que podemos ver en los pintores iniciadores del renacentismo. Quizá no sean fieles a aquella época en la medida en que esos pintores fueron infieles a ella, recreándola artísticamente. Otro aspecto muy destacable de la película son los interiores, auténtico recreo para la vista.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
RARRA
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4
25 de abril de 2014
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras haber llegado a American Horror Story de forma un tanto casual y, deslumbrado por los muchos aspectos notables de la serie, salté a Asylum pensando en una cierta continuidad. Triste esperanza.

La serie muestra desde el principio su tosquedad. No hay nada de ambigüedad, de sugerencia, de homenaje a la posible inteligencia del espectador. Los buenos son buenos y los malos, malos desde la primera escena y hasta que el guionista decida que el malo es bueno y el bueno, malo. Todo es cartón piedra iluminado por una bombilla de 30 vatios. No hay nada inquietante y lo narrado es tan artificial que no extraña que muchas críticas insistan en la provocación a la risa. Sobran sexo y sadismo sin sentido. Con tanta violación, tanta masturbación y tanta felación, los personajes apenas tienen tiempo de asesinar, mutilar o herir.

La serie conserva muchos aspectos positivos de la primera en los aspectos de iluminación, ambientación, montaje, fotografía y otros que hicieron atrayente y sugestiva American Horror Story. Pero los exagera hasta hacerlos negativos y, en ocasiones, molestos o claramente gratuitos.

Por encima de todo, lo que parece fallar de manera lamentable es el guion, la idea misma de la película. Es probable que la causa esté en que, justamente, no se trata de una película sino de una serie y que, tomada, como serie tiene la servidumbre del fraccionamiento en episodios, de la ubicación dentro de éstos de espacio para los anuncios y del propósito de darles una cierta autonomía.

Asylum ofrece un guion absolutamente desigual. Los cinco primeros episodios guardan cierta unidad centrada en un siniestro manicomio. Los dos relativos a Ana Frank podrían haber constituido el soporte de un thriller atractivo. A partir de ahí, los bandazos son evidentes hasta culminar en dos últimos episodios, aburridos y con escaso sentido. Son momentos además en los que hay que ir haciendo desaparecer de escena a los muchos personajes que se han introducido alegremente para dar contenido a episodios escasos de él.

Yo recuerdo que hace muchos años, cuando aún la escritura era algo, había el entretenimiento de, entre varios, escribir una novelita corta en la que cada uno era responsable de un capítulo. Cada uno tenía derecho a introducir dos nuevos personajes y el deber de “matar” a algunos de los ya presentes en la trama. El capítulo final, por sorteo, enfrentaba a una persona al deber de ofrecer un final global y para todos los personajes existentes, unos en esos momentos en globo, otros misioneros, otros toreros, otros cuidadores de niños, otros devenidos licántropos, otros introducidos en la realeza cual un Indurgarin, otros en la India amenazados por un tigre hambriento. A todos, el último autor de la narración debía darles salida antes del final de la narración. Con seguridad lo haría con más gracia que la pluralidad de directores y guionistas de Asylum.

Jesica Lange –un guiño desde la primera serie– se despeña literalmente en un papel plano por más que ello se pretenda ocultar intercalando escenas histriónicas o cambiando el mismo personaje que encarna. Y me refiero a papel plano en el sentido es que ofrece demasiados aspectos de forma gratuita: no es un personaje, es un títere manejado por el guión. Su desaparición es absolutamente forzada, como tantas otras. Por encima está la calidad de la actriz. Se salvan alguno más, como Luly Rabe y James Cromwell, pero sobre todos ellos pesa la levedad de sus personajes.

Un último aviso: son ya muchas las voces que claman sobre el caprichoso tratamiento dado en la película a la terapia de los electroshocks. Una y otra vez, los hacedores del cine lo presentan no como una terapia sino como una tortura. Lo hacen gratuitamente: si estamos a asustar, estamos a asustar, sean los insecticidas, los móviles o el cambio climático. Los expertos aseguran su eficacia, sus reducidos efectos negativos y la creación de una mentalidad de rechazo en los posibles pacientes beneficiarios con este tipo de utilización cinematográfica. Me remito a Internet y a las protestas de los médicos.

Lo mejor: lo heredado de la primera serie sin desorbitarlo. Pero es muy poco. Lo peor abruma.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
RARRA
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