Cuando te enfrentas a películas que tocan ciertas temáticas, a peor aún, te encuentras ante obras enfocadas en un universo tan querido y emblemático como es Alien, es difícil analizar el conjunto, sin saber si tienes que llevar a rajatabla esa “filosofía” del clásico o debes ajustarte a pilares diferentes y dejar pasar ciertas cuestiones, hacer la vista gorda.

Con Alien: Covenant podemos establecer esto mismo: habrá quien analice la película como secuela de Prometheus-- si atendemos al film del 2012 como algo muy distinto al clásico del 79—y lo es, o definir esta Alien como una película tipo “homenaje” al clásico del terror. Y he de decir que ambas posturas se cumplen en esta nueva obra de Ridley Scott. Nos encontramos ante una secuela directa de Prometheus, pues siguen estando abierta esos dilemas del creacionismo, esos fundamentos filosóficos de las preguntas más existenciales de la raza, de la especie que ya dio origen, aunque de manera más superficial en Prometheus, y en este caso quitando mucho protagonismo de la ecuación—no del todo—a los ingenieros, otorgándoselo de manera más “demencial” al personaje protagonizado por Fassbender, David. Pero también vemos muchos paralelismos y referencias con el clásico de finales de los setenta, con situaciones de terror y con planteamientos parecidos en cuanto a la importancia de ciertos personajes en ambas películas.

Seguimos con los mismos problemas que hicieron mella en Prometheus: el guión. Siguen apareciendo algunas situaciones exageradas y poco creíbles, impropias de un grupo especializado que llevan colonos y material embrionario en una nave importante hacia un planeta determinado; sin olvidarnos que la puesta en escena en las escenas de terror aquí son más bien propias de otros subgéneros, distanciándose más que nunca de esos fotogramas que hicieron calado en su día en esta saga. Salvando todo esto, la película se mueven por unos derroteros más que notables, tanto en factura técnica y visual, en su maravillosa fotografía, no del todo explotada, y sobre todo, en la confrontación del principal personaje de la historia: David; magnifica la interpretación de Fassbender. El dilema de vital trascendencia en cuestión de creacionismo y sin querer entrar en más detalles, es uno de los pilares en los cuales se sustenta la obra, apuntada ya en Prometheus, pero aquí se desarrolla todo de manera más visceral, más importante, siendo el resultado maravilloso. El diseño de los bichos correcto, aunque se echa de menos un uso menos abusivo de los efectos especiales por cgi.

Desde mi punto de vista los productores y Ridley Scott han querido profundizar más de lo estrictamente necesario en este universo, no sé si por la demanda de este tipo de productos, por nostalgia o por lo que sea, pero en ocasiones es mejor dejar en ambigüedad ciertos aspectos sobre el origen de las cosas y dejar que el espectador dialogue y debata una vez esté fuera de las salas de cine, porque el querer ir más allá, también requiere de mayor maestría en todos los campos y puede resultar más fácil errar el tiro y llevar todo a lagunas argumentales o de guión o contradicciones con otras películas del universo.

Alien: Covenant es una película que gustará a mucha gente y defraudará a tantas otras, pero sí hace que siga el debate abierto por todos los temas que toca, tanto culturales, sociales, religiosos o filosóficos como también por cuestiones puramente cinematográficas.

Ang Lee sustentando una cinta en unas ideas pretenciosas a más no poder, pero no por ello falto de inteligencia y maestría a la hora de llevar una historia hasta límites insospechados. Cuestiona mucho de los puntos en los cuales nuestras sociedades se han preocupado a lo largo de los siglos: la fe, la creencia, la vivencia del ser como un todo a la hora de acometer lo que tienes que hacer llegado el momento. Todo envuelto en una factura técnica sin igual, jugando con lo visual para dar empaque a esa lucha en la que todos andamos envuelto: la vida en sí; y el naufragio y esa lucha continua por la supervivencia que se cuenta en la obra, es una magnífica traslación que Lee relaciona con la fe, con la vida en definitiva. Una cinta que brilla por su estructura narrativa, su belleza artística y técnica y por una introducción a la historia magnífica, que no echa por tierra algunos de los pilares tan manoseados y esperpénticos dentro del ámbito de la fe y de las ideas religiosas.

Los que hayan detectado la canción con la cual concluye la película ya sabrán por qué he titulado mi crítica como "Le llamaban Tarantino". No nos soprende en nada, una vez más, lo que ha logrado el director de Tennessee en su nueva obra. Encontramos los mismos pilares en los cuales ha sustentado todas sus cintas: exageración, humor, violencia, homenajes a otras obras, magnificiencia en los planos, banda sonora excelsa, casting sobresaliente-qué decir de Christoph Waltz, que ya se salió en Malditos Bastardos y que vuelve a repetir una actuación de Oscar en esta ocasión-, guión magnífico.

Lo mejor de la cinta de Quentin no es solamente que es cine estiloso, auténtico de él, sino que traslada esos puntos tan remarcados suyos a un western, con a una temática sobre los esclavos, "negreros" muy atrayente para el aficionado del Oeste y ensalzando disyuntivas la mar de curiosas.

Impresionante cómo juega Tarantino con el tema de los esclavos negros, el mando y cómo personaliza al final en esa jerarquía de mando utilizando otros personajes también de color. Ahí es donde juega el director con el mensaje de fondo, maravilloso, personal y gamberro. No llega a la perfección de Pulp Fiction, pero casi.

¿Qué buscamos en una comedia? Reirnos, sacar una sonrisa al público. ¿Acaso esta cinta de Peter Farrelly no lo logra? ¿Jim Carrey no está grandioso en su actuación? Está claro que no se trata de una cinta de humor inteligente. Lejos se encuentra de ese humor característico inglés, acreciente en las formas narrativas. Por supuesto que Carrey o Jeff Daniels no tiene ese humor que destilaba ese genio inusitado de Charles Laughton por ejemplo, pero tampoco pretende que sus roles en sus obras se les parezca. Hay que diferenciar entre distintos tipos de humor y todos pueden convivir a la hora de realizar cintas cinematográficas. Sí a la comedia absurda, chabacana, gamberra, pomposa, exagerada; estos calificativos también definen a la comedia, incluso a la clásica.

Creo que tanto los que defienden esta película- argumentando que es un cine divertido, directo al mentón, desengrasante y efectivo como los que la crítican negativamente sustentándose en esa propaganda patriotera que Michael Bay destila en sus cintas- tienen razón; ambas posturas se acercan, aunque no lo parezca. Pero creo que en el cine de Michale Bay ambas posiciones se complementan a la perfección y no solamente en Armageddon, si nos pasamos a Transformers o Pearl Harbor igual. Bay se basa en el artificio porque sí, en la pomposidad a la hora de hacer cine, en la espectacularidad porque él lo vale, y en cierta medida, el cine hollywoodiense es eso en definitiva. Otra cosa es que el mensaje de fondo, la forma y cómo la lleva a cabo, personalmente termine cansando. Esas largas escenas con la música a todo trapo, mientras todos piensan que los americanos son los amos del Universo y que ellos y sólo ellos son capaces de salvar al mundo, unido al heroismo de sus personajes, hace que te quieras arrancar los pelos del sobaco uno a uno. Armageddon cumple estos pilares a rajatable y lo que se le perdona es el aparato técnico en la cual se fundamenta la película. Lástima que su mensaje sea más que añejo.