Si yo fuese Richard Burton, y me dirigiera John Huston, y trabajara con Ava Gardner, y con Deborah Kerr, y con Sue Lyon y me amarraran como a una iguana, ¿por quién me gustaría ser devorado?

En verdad os digo, que con este calor y este cansancio, y con estas ganas de quedarme en el paraíso para siempre, da igual de dónde vengan los mordiscos.

La película agobia, como una amante pesada; no te la puedes sacar de encima, no te deja respirar, pero aun así, no quieres que se quite, que se acabe.

Pobre Richard, machacado entre maracas, poemas y tapas de delco (¿símbolo fálico?).

No dejan ni los huesos.

Geniales interpretaciones. Una dirección firme. Una serie histórica que nos enseñó mucho sobre nosotros mismos. Imprescindible. La serie más parodiada pero más vista de los noventa. ¿Casualidad? Su estructura es simple, sencilla, y sus personajes aunque no son demasiado profundos, no difieren mucho de los que podemos encontrar pomposamente en películas de aventuras como La guerra de las galaxias: el bien, el mal... Al menos no tiene las pretensiones de otros subproductos televisivos.
Una serie que cumple su objetivo. Tiene un público muy bien definido, de acuerdo, no resiste muchas revisiones, pero nos puso delante de la tele.

Chicos, no os paséis. Yo le puse un diez a Deseando amar. Yo espero con impaciencia las pelis de Terrence Malick. Pero también disfruto de Machote, digo, Machete.

Le puse un seis, pero me acordé de las tetas y le subí la nota a un siete.

Y no os equivoquéis, Machote tiene su toque humano: ni mujeres, ni niñas. (O sí).

No hace falta ser un garrulo para disfrutar de la pura acción, de una película que no tiene más pretensión que entretener sin que la sangre salpique mucho. ¿O soy un garrulo? Ya asoma el intelectual.

Danny Trejo se convierte en el Bruce Willis de la mejicanidad.

El tío coge una pistola, apunta al malo y dice:"Te estoy apuntando con mi pistola". Eso es una película y no esta mierda en la que nunca pasa nada.

Tranquilo, chaval, ponte otra vez Gladiator, venga. No pasa nada, no pasa nada.

Eso es lo que pasa: la nada. Pero tan ricamente, que yo sí he sido capaz de volver a verla.

Me gusta ver a Brad Pitt en la pantalla. Con el peinado que sea.

Salí del cine pensando que había visto una buena película. Al día siguiente ya no recordaba qué película había visto.

Aun así, retengo la imagen de un baile entre una cabeza y una bala a cámara lenta y el buen sabor de un par de escenas entre dos grandes actores. En estos tiempos, eso vale un 7.

Película para ver. Una vez.