Esta es la frase con la que comienza este documental, sobre el matrimonio entre un hombre blanco y una mujer negra, en 1958 en el estado de Virginia (EE.UU) en donde el matrimonio entre razas era ilegal y tenía pena de cárcel.
Declaraciones de la propia pareja, mucho material fotográfico, opiniones de sus vecinos, la defensa de sus abogados, en un lugar en donde el racismo formaba parte de la Sociedad y era admitido como algo natural, "bendecido por Dios que por algo creó razas diferentes."

Aunque por el contenido pueda parecer un documental jurídico y de defensa legal ( que también lo es), la parte que realmente tira del espectador es ver a dos personas sencillas, humildes, que solo aspiran a formar una familia y a vivir cerca de sus seres queridos, en el entorno en el que han estado toda su vida.
No buscan ser abanderados de ninguna causa, ni protagonismo social, ni televisivo ( de eso ya se encargan los abogados). En sus comparecencias públicas, se muestran tímidos y retraidos, ajenos a cualquier propaganda.

En resúmen, un documental sobre dos personas que se quieren y se casan, y quedan perplejas al ver las consecuencias legales que tiene sus decisión.

Se nota que el director conoce las costumbres vascas, el ambiente rural, la cultura, el folclore, y lo lleva bien a la pantalla.
Se huele la vida de caserio, la comida hecha por la madre, el trabajo en el campo y el cuidado de los animales. El suelo y la tierra protagonizan la película, en un escenario que apenas se abre al paisaje exterior ( qué tentación no sacar la cámara a pasear por montes y valles ) y, lo más lejos que llegan los personajes, es hasta un viejo molino, en donde la pareja protagonista no parece encontrar la intimidad que necesita, ya que siempre son sorprendidos por padres, hermanos, tios....

Todo el aire naturalista muy bien pero, cuando intenta contar la tragedia amorosa y el drama familiar, en plan Puerto Hurraco, a lo más que llega es, a telenovela de sobremesa. El trio protagonista no convence; resulta lioso colocar a cada padre con su hijo y a cada hija con su madre; de repente aparece un tio; los personajes desaparecen y la familia ni se inmuta...
En fin muy acertado en la ambientación pero, el argumento no engancha.

Una calurosa jornada al borde de la piscina de un edificio, es el escenario que utiliza Alexis Morante para contar una historia de niños.
Enseguida se siente uno identificado porque, vamos a ver ¿quién no tuvo una abuela que nos preparaba la merienda y nos soltaba sus filosofías existenciales, mientras nosotros estábamos en otras cosas y teníamos otras preocupaciones?.

Esas cosas que parecen irrelevantes y superfluas, pero que a los 10 años, son la vida entera.

Véanla: la abuela lo merece!.

Tan árida y tan seca como el paisaje que tiene detrás, cuenta la vida de un anciano de 91 años sumido en sus hábitos rutinarios, en el momento vital de cuando uno ya cree que lo tiene todo controlado y vivido, cuando ya no le queda nada si acaso, ir tachando días en el calendario.

Película centrada en los personajes , más sobre sus gestos que sobre planos y fotografías. No creo que haya sido casual escoger como escenario el desierto, el paisaje polvoriento y falto de vida, en donde una se pregunta, si en un lugar tan desolador la gente puede sobrevivir.
Muy filosófica, si se quiere dar vueltas a lo que es la vida y la muerte, optimista de alguna manera, y tan real como la existencia misma. Como he dicho al principio, árida y seca en su visionado, con pocos diálogos, con personajes austeros que tienen poco protagonismo, dejándonos ver sus vidas sencillas, sin grandes proyectos ni grandes ambiciones pero suficiente para ellos , y que te deja un buen recuerdo, como si el paso por la vida, no fuera el paisaje que le ponemos, sino las personas con las que nos relacionamos. Como ya digo, filosófica, para pensar que cuando se acerca el fin , aún no es el fin.

Casi contada a tiempo real, no creo que la película vaya más allá de tres o cuatro días en la vida del protagonista, el actor Harry Dean Stanton que falleció poco después de rodar la película. Cosas del vivir.

Chacales de las finanzas y tiburones con dientes afilados negociando en despachos de madera noble, son el argumento para una película ininteligible e inabarcable. Verborrea de jerga económica, en la que me quedo a medio camino entre permutas de riesgo crediticio, sociedades Surprime e informes de capital.
Entre tanto chanchullo, obras benéficas y miles de millones, sobrenada una historia de amor empalagosa y previsible.
Lo único destacable de la película es Michael Douglas diciendo: " si alguien tirara aqui una bomba no quedaría nadie para gobernar el mundo".