Cuando los esforzados "mineros" de Disney dejaron de extraer a fuerza de pico y pala de sus lápices, excelsos e imperecederos brillantes animados de una cantera que parecía inagotable surgieron las "excavadoras" digitales capaces de sacar réplicas en piedra de lo que otrora refulgía en nuestra aún inocente imaginación. Este "Dumbo"es ya desde el 94 la décimo primera de estas reproducciones ciborg, mitad digitales, mitad de carne y hueso que siguen vendiéndose mucho más caras que las originales como si  un impuesto de IVA nostalgico las gravara. Realizadas con mayor o menor acierto, algunas francamente sobresalientes y otras mejor olvidarlas nunca podrán superar a sus originales en el corazón de aquellos que las disfrutamos, sobre todo en la infancia.

Este "Dumbo" (tonto en inglés) de Burton despacha con brillantez formal una sinopsis del original en sus primeros 45 m, (sin el ratón "Timothy" ni los maravillosos cuervos) para continuar con la historia del elefante volador donde la dejó el original del 41. Un original de apenas 61 minutos, de bajo presupuesto que consiguió el éxito que no habían tenido "Pinocho" y "Fantasía", dándole alas  y nunca mejor dicho a los estudios Disney que habían quedado tocados financieramente. Dos meses después de su estreno USA entra en la IIGM.

Ni un solo minuto de esta nueva versión consigue igualar a un segundo de emoción del original. Disney vuelve a sacar músculo en la abigarrada producción en la que Burton cuela como puede algo de su toque en un entorno muy light, de un guión predecible y sobado que diluye al esforzado reparto, donde De Vito consigue sobresalir y ni siquiera el propio Dumbo es capaz de asomar la trompa entre tanta parafernalia hueca. Hay algunos buenos momentos, el mensaje de superación de las adversidades sigue ahí y a la postre se deja ver como un truco de magia donde la magia desaparece y solo queda el truco.

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Tomando como referencia las notas escolares, podríamos decir que el director Adam Robitel "progresa adecuadamente" en su no muy brillante filmografía de cintas de terror. El apartado visual y la puesta en escena son lo más notable de este film de entretenimiento morboso que cumple las expectativas de los aficionados a las salas de escape y de todo aquel que no exija más allá que pasar un "buen" rato viendo a los "cobayas" de turno intentar salir del laberinto. Personajes tipo, más bien planos que el elenco no tiene problemas para interpretar. Servidor agradece que Robitel no haya caído en la tentación gore y centre todos sus esfuerzos en el corre corre que te pillo por muy previsible que este sea. "Cube" y la saga "Saw" son los referentes inevitables. Los juegos de salas de escape están de moda aunque desgraciadamente en Polonia hubo un accidente donde fallecieron cinco adolescentes. La secuela o secuelas están aseguradas.

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Uno acaba de leer el articulo de Martin Scorsese en el que considera y argumenta el por qué para él las películas de Marvel no son cine. Y aunque uno pueda estar más o menos de acuerdo, con todos los matices que se quiera, cuando ve películas como "Las herederas" entiende perfectamente a que se refiere.


Desde una filmografía tan marginal y modesta como pueda ser la paraguaya nos llega el debut en el largo de ficción de Martinessi con una sutil, elegante, exquisita y emotiva historia de mujeres que refleja la evolución social y personal de un país y una mujer que descubre que aún no es tarde, que es tiempo de reencontrarse para dejar de ser una "poupée" (muñeca) y sin portazos como la Nora de Ibsen pisar a fondo el acelerador de la libertad.

Volviendo a Marvel y a Scorsese aquí la batalla se libra a un ritmo pausado, sin acrobacias melodramáticas y explosiones, en un silencio ensordecedor. La heroína solo posee un viejo Mercedes que aguanta lo que le echen para abrirse camino y derrotar a un pasado en venta que aún da peligrosos coletazos. Aquí, querido Scorsese todavía podrás encontrar como demandas: "revelación, misterio, peligro emocional..., riesgo de autor". Y un puñado de actrices con Ana Brun a la cabeza en estado de gracia.

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Paradojicamente cuando aún le quedaba una década a la dictadura franquista con un diez por ciento de analfabetismo y un monopolio televisivo, la cultura se nos servía a domicilio todas las semanas mediante un abanico de producciones dramáticas en las que "Estudio 1"  acabó por ser el buque insignia de una armada cultural que componían títulos como "Novela", "Teatro de familia", "Primera fila"...; Durante 19 años (1963-84) desde, Lope, Tirso, Calderón..., hasta Jardiel, los Quintero, Mihura o Buero Vallejo entre otro destacados autores patrios y desde Shakespeare a Priestley, Ibsen, Miller...,etc entre los foráneos. Varias generaciones los descubrimos y disfrutamos con ellos. Luego los tiempos cambiaron, los canales televisivos se multiplicaron exponencialmente, y llegaron las teletiendas, los "Sálvames" diarios y deluxe los Gran Hermanos, sobrinos y cuñados..., en fin se cerró el telón de la cultura y se abrieron los escaparates donde lucir sus miserias personajes de todo tipo y pelaje. Y en ello estamos.

Pero en aquella pretérita edad de oro de los dramáticos televisivos hubo una obra que alcanzó el grado de mítica por muchas y variadas razones entre ellas principalmente el elenco de actores (desgraciadamente no había personajes femeninos) con los que algunos tuve la fortuna de compartir escenario, dirigida por Gustavo Pérez Puig (1930-2012), singular y controvertido realizador y director televisivo y teatral. La obra fue "Doce hombres sin piedad" (1973) una adaptación fiel en un alto grado a la película que nos ocupa. Hubo otra versión anterior en el 61 en el espacio Gran Teatro en la que también estaban Bódalo y Jesús Puente.   Gustavo, permítanme que le cite por su nombre de pila ya que trabajé a sus órdenes durante ocho años, hizo pequeñas modificaciones en el texto, alguna poco relevante como suprimir referencias al deporte americano que se citan en la cinta y otra todo lo contrario como añadir un texto a mi juicio muy significativo que no figura en la película y no sé si está en el original escrito para televisión por Reginald Rose en el 54 o su versión teatral en el 55, en el que se defiende y se habla de forma positiva sobre la emigración y su integración social. No deja de sorprender en un director como Gustavo tan conservador, de principios falangistas que sin embargo nunca le hizo ascos a un buen texto, estrenando por ejemplo "Escuadra hacia la muerte" del "rojo" Alfonso Sastre en el 53. En cuanto a las diferencias de planificación muchas de ellas inherentes al medio en que se realizaron, extenderían mucho este comentario.

Digamos que con esta pieza televisva de corte teatral, Lumet se hizo un nombre en la gran pantalla. Se dice que nunca dejó sus maneras televisivas en todas sus películas. Aquí concibe un híbrido de técnicas y estilos que se retroalimentan unos a otros para acabar en un espectáculo sobresaliente. Doce hombres enfrentados (título original) para dilucidar la culpabilidad o la duda razonable sobre ella de un chaval marginal de los suburbios neoyorkinos. Ambiente claustrofóbico, caluroso, movimientos de actores y cámara milimetrados y un elenco entregado (mejor el español sin lugar a dudas) donde me gustan particularmente el ascendente en aquellos momentos, Jack Warden (jurado nª 7) Lee J. Cob (nª3)  E.G. Marshall (nª 4) o el veterano Joseph Sweeney (nª 9). Doce hombres que conforman un jurado heterogéneo socialmente y que constituyen un ejemplo de como con el diálogo  se puede llegar a un entendimiento común superando las barreras que puedan separarles ya sean internas o externas a cada uno de ellos. (Deberían aplicarse el cuento muchos políticos actuales). Obra de tesis, cuya artificiosidad en el guión de Rose queda redimida por el ritmo, el suspense, los golpes de efecto, el volumen psicológico de los personajes, la utilización de recursos sonoros como el ventilador  y la lluvia en la puesta en escena, la fabulosa fotografía de Boris Kaufmann y por supuesto el fondo de la cuestión de la importancia de las instituciones en las que el pueblo tiene la última palabra. La produce un Henry Fonda que se adjudica para sí un falso rol protagónico en una obra innegablemente coral. Si no la han visto anden a verla. Si no vieron la versión para televisión española, corran a verla.

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Collet-Serra, catalán de nacimiento y amamantado cinematograficamente en Los Ángeles al calor del cine hollywoodense, se reveló hace ya tres lustros como un alumno aventajado que maneja con brillantez los recursos de un cine de entretenimiento comercial de género y obtiene saldos muy positivos en su cuenta de resultados. Sus películas no defraudan y son disfrutables si uno sabe lo que va a ver. Dentro de su actividad apuesta por patrocinar nuevos valores patrios que entiendan su "estilo de juego" y que puedan ser exportables al otro lado del atlántico. Pedro. C. Alonso es uno de ellos.

Coproducida con USA, rodada en inglés y con un elenco básicamente foráneo y una hábil y cuidada producción, mima la puesta en escena de un escenario claustrofóbico: una "pecera" de un estudio radiofónico de corte futurista con cuyos elementos juega notablemente Alonso, que como reputado publicista sabe sacarles partido en un ejercicio de estilo al que imprime el ritmo necesario para que la cosa no pare en una huida hacia adelante en el más puro género de supervivencia. A la postre junto con la interpretación del siempre magnífico "secundario" Eddie Marsan (no se pierdan su contrapunto en "Nunca es demasiado tarde" / 2013 / Uberto Pasolini), es lo mejor de una película cuyo guión firmado por el propio Alonso y el experimentado en estos géneros Alberto Marini apunta pretensiones de crítica social a la moral o falta de ella actual y a los nuevos medios de comunicación tecnológicos Pretensiones que se diluyen de forma confusa en el maremagnum de la acción con tintes violentos.

Alonso tiene potencial, Collet-Serra lo ha visto. Hay futuro.

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