Denominado como el mejor detective del mundo en los cómics, nunca se había explorado en cine tan a fondo esta faceta del hombre murciélago como lo hace este largometraje, ya que estamos ante un thriller de tomo y lomo que logra sumergirnos en la oscuridad de Gotham mientras se da caza a un asesino en serie.

Por desgracia este nuevo enfoque del personaje acaba siendo víctima de sus propia trascendencia, resultando pretenciosa en demasiados momentos, con una trama de investigación obvia, teledirigida y llena de casualidades en beneficio del espectáculo.

Aun así, y pese a su alargada duración, no se hace pesada, y su atinado reparto brilla con tenebrosa luz propia, encabezado por un Robert Pattinson que cumple a las mil maravillas, más como un imponente Batman que como un deprimido Bruce Wayne, en una película que al menos enriquece el universo del Caballero Oscuro.

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Pocas ficciones hemos visto últimamente que nos hayan enganchado tanto como este thriller creado por el talentoso director y guionista Oriol Paulo, quien ya nos conquistó con sus últimos largometrajes Durante la tormenta y Contratiempo, y que ahora lleva aún más lejos su fórmula de giros y sorpresas en esta miniserie de ocho capítulos que nos somete a una montaña rusa de emociones. Todo empieza con una bola gigante de intriga que provoca un estimulante desconcierto en un espectador que necesita ver el siguiente episodio lo antes posible para conocer unos misterios que nos van desvelando con cuentagotas, aunque dejándose siempre algo para más adelante. Por suerte nada es gratuito, y aunque cueste encajar las piezas de un puzzle con varias licencias narrativas, al final no dejan nada en el tintero, sacando a la luz toda la verdad.

Una verdad que está condicionada por los diferentes puntos de vista y vivencias de sus protagonistas, importantísimos cada uno de ellos por muy secundarios que nos puedan parecer, y cuyas historias, cargadas de tragedias familiares y sórdida delincuencia, no cesan de sorprendernos hasta el último segundo de la serie. Esto no sería posible sin unas actuaciones capaces de plasmar los claroscuros y ambigüedades de los personajes, algo en lo que su reparto femenino destaca especialmente. En resumidas cuentas, una miniserie de impecable factura, que asombra con la misma facilidad que se devora.

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Casi rozando el mediometraje, debido a que apenas supera la hora, dura esta cruenta película a la que le hubieran venido bien unos minutos más, ya que tras someternos a un calvario en el que torturan física y psicológicamente a una tierno elefante, llegamos a un épico final donde deben resarcirnos del sufrimiento provocado, y todo se liquida en apenas tres minutos que no reparan el mal cuerpo acumulado.

Y hasta llegar a ese punto nos han mostrado delirios alcohólicos, maltrato animal y racismo descarado, todo un devenir de lecciones no muy adecuadas para los niños, que en nuestra caso ya dejó una huella negativa cuando éramos pequeños y que no ha sido enmendada tras revivirla de adultos.

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La matanza se traslada de Texas a Mallorca donde un grupo de imprudentes intenta sobrevivir a una familia de psicópatas en una cinta de miedo con ingredientes similares al clásico de Tobe Hooper, aunque con un presupuesto muchísimo más bajo.

Si bien la trama se desarrolla según lo esperado y deseado por el público de este tipo de cine, una condensación de los acontecimientos en menos tiempo habría sido más efectiva, ya que adolece de falta de ritmo en ciertos momentos, aunque el reparto cumple su cometido, destacando las buenas e inquietantes actuaciones de los más veteranos y lo bien que saben sufrir los más jóvenes.

Una producción ideal para festivales que vista en las circunstancias adecuadas puede entretener y cumplir su terrorífico cometido sin problema.

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Esta tercera y ¿última? entrega de los monos inteligentes es un buen colofón, indudablemente, con acción salpicada de venganzas, traiciones y demás premisas que todo cine de aventuras requiere. Los efectos digitales son deslumbrantes, nunca hasta ahora los simios habían sido tan minuciosamente recreados, y dando margen de interpretación a los actores que se hallan detrás de tanto pixel.

Pero no todo son parabienes. El guion es tópico y previsible de principio a fin, hay fuerza visual pero casi nada de lo que sucede logra sorprender a un avezado espectador. Y, todo hay que decirlo, el título promete más de lo que se acaba ofreciendo. De todas formas, un gran espectáculo en el que las virtudes superan a las carencias.

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