Una nueva versión del clásico de la literatura infantil de 1910-11 de la escritora británica nacionalizada estadounidense Frances Hodgson Burnett (1849-1924) que viene a sumarse a la de Fred M. Wilcox en 1945 para la Metro y la de Agnieszka Holland en el 93.  "El jardín secreto forma parte de la famosa trilogía de Hodgson Burnett sobre la infancia con "El pequeño Lord" (1886) y "La princesita" (1905)

De como la amistad más allá de las clases sociales y el amor por la naturaleza redime y sana a estos niños tristes, de familias tristes aquejadas por la desgracia del Cólera que el guion de Jack Thorne traslada a la partición de la India en 1947.

El resultado de esta versión es poco estimulante y se vuelve farragoso y desgraciadamente aburrido por momentos, sin que las atmósferas sombrías de la mansión ni las exuberancias digitales del jardín consigan arropar a los chavales protagonistas ni a los adultos de renombre actoral.

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Algo no se debió hacer demasiado bien en las tres décadas en que el FLN desde los 60 gobernó como partido único socialista en Argelia, para que en cuanto que no le quedó más remedio que abrir la mano los radicales islamistas les robaran la merienda y estuvieran a punto de ganar unas elecciones que tuvieron rápidamente que cercenar por aquello de no pasar de Málaga a Malagón. La consecuencia una guerra civil, una Década Negra en la que se enmarca esta historia con reminiscencias autobiográficas de su directora novel.

Mezcla de ficción y realidad, rodada con brío en la propia Argel sobre un grupo de chicas jóvenes en una residencia (refugio de libertad para muchas de ellas alejadas de la presión de las tradiciones familiares). Papichas, mujeres divertidas, bonitas, liberadas, que sufren la represión de unos y otros contendientes, en un conflicto que dejó muchas muertes donde a los artistas y periodistas les tocó una parte importante.

Hijabs contra Haiks, dos formas de vestimenta femenina que son toda una declaración de intenciones del papel que quieren asignar a la mujer y en las que se apoya el guion para contar la historia de Nedjma, una joven de 17 años que sueña con ser diseñadora en su país. En apenas unas semanas de su peripecia vital, su microcosmos personal será un reflejo de su sociedad donde la tragedia y la amistad se dan la mano en un grupo de adolescentes que apenas ven venir lo que se les viene encima.

Mouina Meddour tiene buena mano para rodar, sobre todo la camaradería de las chicas  en un debut notable al que a mi juicio le sobran algunos subrayados evidentes aunque no por ello innecesarios. El elenco en general funciona sin fisuras, hay una buena puesta en escena, destacando la labor de la diseñadora de vestuario Catherine Cosme y un cierre quizás excesivamente tibio.

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El director británico Peter Cattaneo no ha vuelto a conseguir superar la altura del listón que el mismo se puso, orden del imperio británico incluida, con "Full Monty" (1997). Lleva años dedicado a la televisión donde también triunfó con "Rev." (2010-14). Ahora vuelve a intentarlo en la gran pantalla con esta descafeinada y emotiva comedia dramática sobre las mujeres de militares, reducidas a sumisas Penélopes sin otro oficio ni beneficio que cuidar del hogar y los hijos en espera angustiada del regreso del guerrero que provee el sustento. Me pregunto si también habrá grupos de hombres esperando a sus mujeres militares en iguales circunstancias.
Dos de ellas, interpretadas con su solvencia habitual por Kristin Scott Thomas y Sharon Horgan son las encargadas de canalizar dicha ansiedad y sus propias frustraciones personales mediante la válvula de escape musical de un coro. Cattaneo nada entre la comedia y el drama sin apretar demasiado en nínguna, dejándose llevar hacia un final trillado y emotivo como no podía ser menos. Se deja ver.

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La verdad es que ha merecido la pena los siete años de espera que ha tardado Jan Ole Gerster (1978) en entregarnos su segundo trabajo. El primero "Oh Boy" (2012) había dejado las expectativas muy altas que apuntaban que podía ser uno de los directores alemanes más interesantes actuales. Con esta pulcra y afilada disección sobre una vida frustrada y sus consecuencias lo reafirma sin lugar a dudas.

Gerster esta vez se pone manos a la obra con un guion ajeno soberbio de Blaz Kutin capaz de condensar en las horas de un solo día en Berlín, como ya hiciera Gerster en "Oh Boy" multitud de temas, ya sea sobre el arte, el paso del tiempo, la frustración, la herencia generacional y sus derivadas con apenas unas pinceladas maestras sobrias con una capacidad de síntesis equiparable a la que demuestra su protagonista, una Corinna Harfocuch inolvidable.

El día de su 60 cumpleaños, Lara (título original) siente que su vida ha fracasado. Su asilamiento social y familiar y la tensión que supone saber que sus esfuerzos bienintencionados han acabado por convertirse en errores vitales, la impulsa al suicidio. Un hecho formal, burocrático la devuelve a una realidad para seguir luchando por lo que cree y enfrentarse a sus consecuencias.
Director y actriz inician una simbiosis, arropados por impecables "secundarios" donde son capaces de expresar, apenas sin palabras, la inmensa complejidad de unos sentimientos contradictorios. Nunca he visto mejor representada la frustración personal con las connotaciones especiales si se es artista y su deseo de ser superada con el legado de un hijo que pueda compensarla, aún a costa de cercenar la libertad individual de ese hijo/a sin lugar a dudas amado.

Esperemos que no tarde otros siete años Gerster en volver a sorprendernos con otra de sus perlas sobre la existencia humana. 

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Desde la naturalidad y la sinceridad Samuel Kishi aborda con perfiles autobiográficos una de tantas historia de inmigración. Millones de personas obligadas por las circunstancias adversas de toda índole en sus paises se ven obligados a desplazarse ya sea en su propio territorio o fuera de él para poder subsistir. La mayoría son mujeres con sus hijos. Un viaje doloroso y la mayor parte de las veces peligroso más allá de su horizonte donde ocuparán los nichos profesionales más duros en una explotación vergonzosa por parte de aquellos que siempre sacan provecho de las desgracias ajenas.

La fortaleza de esta joven madre y el proceso de comprensión y maduración acelerada de sus hijos se pondrá a prueba. Samuel Kishi en ningún momento subraya los problemas, no le hace falta para que entendamos el drama. La imaginación de estos niños, que están magníficos, mantiene viva la llama de la ilusión familiar con una madre, espléndida Martha Lorena, que se las ingenia para estar presente en la distancia del día a día, acotando, protegiendo con las reglas precarias de su voz grabada mientras sale a ganarse la vida. La cámara mima a sus personajes y le basta y le sobra con sus silencios y sus miradas. El ritmo nunca decae, en el que se intercalan con acierto tintes documentales y momentos de animación esenciales por donde desaguan las tristezas y brota la esperanza.

Buen complemento para ver con la mucho más dura "Ayka" (2018) que hemos comentado recientemente y un buen exponente del gran momento por el que viene atravesando el cine mexicano.

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