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España España · Premià de Mar
Críticas de Martí
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Críticas 197
Críticas ordenadas por utilidad
8
9 de enero de 2015
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Luna en Brasil tan solo retrata un corto período de vida de la poetisa Elisabeth Bishop, hecho que permite a la película desmarcarse de las convenciones típicas del biopic (entendiendo este último como la exibición de una vida, normalmente de un personaje famoso que por el hecho de ser conocido se supone merece nuestro interés). Ello da libertad al director Bruno Barreto para trazar una libre e interesante deconstrucción del crecimiento (tanto personal como profesional) de la artista en cuestión, centrándose en el romance que dicha poeta vivió con la arquitecta brasileña Lota de Marcedo Soares. Este romance, vértebra principal de la película, se convierte en el escenario perfecto para reflexionar sobre temas en cierto modo trascendentales, como vienen a ser el amor, las relaciones humanas, la amistad o el complejo cruce entre ideales políticos y una carrera artística (pensemos en el proyecto de ensueño de Soares, cuya ejecución fue posible gracias a la irrupción de un golpe de estado). Pero este escenario también sirve al director para dinamitar y construir desde cero las bases del manido género que es el romance.

Y no solo por tratarse de una historia de amor homosexual (recordemos que esta no es – ni de lejos – la primera película exhibida en terreno “comercial” en cuyo eje central encontremos una historia de amor entre sexos iguales: ahí quedan los ejemplos de Brokeback Mountain, La vida de Adèle o Philadelphia). Lo que realmente destaca de Luna en Brasil es su capacidad por retratar una historia de amor carente de tópicos y concesiones. Barreto nos muestra cómo la pasión que une a las dos protagonistas (esta atracción irrefrenable a la que solemos llamar amor) no responde a ninguna lógica, ni tampoco a ningún plan que el destino tenga previsto para nuestra felicidad. Es sencillamente esto: atracción. Una atracción que, por ser irracional, no tiene en cuenta el grado de compatibilidad que pueda haber entre las dos personas que la sienten, como tampoco la conveniencia de que estén juntas. Sencillamente, se trata de una atracción que existe o no existe. Tan interesado está el director en señalarnos este hecho que no tiene ningún miedo de mostrarnos sin tapujos la parte más oscura de la personalidad de las dos protagonistas.

Y aquí es donde encontramos el que probablemente sea el aspecto más interesante de Luna en Brasil: esta capacidad por generar empatía hacía dos personajes en cierto modo detestables. La una alcohólica y amargada, la otra consentida e infantil; ambas interesadas por encima de todo en solidificar los muros de su mundo imaginario, utópico y poco realista. Pero dichos personajes desprenden tal credibilidad, al mismo tiempo que sus defectos son expuestos con tanta naturalidad, que uno no puede más que sentir interés hacia ambas mujeres, tan egoístas como entrañables, tan infantiles como creíbles. En este aspecto, la película de Barreto en cierto modo hace pensar en el caso de Mommy: un tipo de cine cuyo poderío emocional nace de la exposición de los defectos de sus protagonistas, que por su brutal credibilidad, consiguen un grado de empatía pocas veces visto en la pantalla. Pero si algo diferencia la película que nos ocupa de la de Xavier Dollan es esta naturalidad anteriormente mencionada, esta capacidad por mostrar las cosas tal i como son de una forma casi transparente. Una naturalidad gracias a la cuál disfrutamos del visionado de Luna en Brasil sin apenas recordar la rareza que aún a día de hoy supone encontrar una historia de amor homosexual en las salas de cine comercial.

http://cinemaspotting.org/2015/01/09/luna-en-brasil-bruno-barreto/
Martí
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6
7 de enero de 2014
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Tras forjar su nombre en el terreno televisivo para alzarse mas tarde como uno de los directores más importantes del cine contemporáneo, Joss Whedon ha decidido desafiar su propio prestigio asumiendo el reto de adaptar una de las obras más reivindicados del autor británico William Shakespeare. Un reto que no se reduce únicamente en la decisión de llevar a la gran pantalla una nueva interpretación del clásico, sino también en el hecho de hacerlo mediante una película de bajo presupuesto, rodada en menos de dos semanas y llevada al territorio del siglo XXI. En incontables ocasiones se ha hecho mención de las múltiples influencias shakespirianas presentes en la joven carrera del director, siendo una de los ejemplos más evidentes la muy comentada escena de Los Vengadores, esa en la que los personajes Thor y su hermano Loki discuten en medio de la noche, en lo alto de una montaña rocosa. Por eso no sorprende que, aun tratándose de una producción totalmente diferente a los anteriores trabajos del director, Mucho ruido y pocas nueces contenga ciertos rasgos autorales que trasladan la película a un contexto no muy diferente al de su reciente incursión en el mundo de los superheroes.

En el arranque de la historia, el film choca con el obstáculo que con más previsibilidad se arriesga a encontrar cualquier adaptación que lleve al terreno contemporáneo una obra escrita hace siglos: el hecho de hacer uso de unos diálogos acordes con una época ya pasada en pleno contexto modernizado. Como es natural, observar a empresarios del siglo XXI haciendo uso de un lenguaje perteneciente a la edad moderna causa cierta desorientación en un primer momento. No obstante, en parte gracias a una interpretación tan natural como contenida por parte de los actores, en parte por la seguridad y despreocupación con que Wheddon despliega su puesta en escena, uno acaba acostumbrándose a ello sin problemas, llegando a olvidar el choque que en un primer momento supuso tal confrontación. El resultado de todo es una especie de universo ficticio, muy alejado del realismo, en el que las reglas del juego no corresponden a la ética contemporánea i en donde a los personajes les es permitido expresarse con naturalidad aún usando un lenguaje muy distinto al que estamos acostumbrados.

Así como en su anterior película Joss Whedodon nos convenció de que sus personajes eran capaces de volar por los cielos y de transformarse en verdes criaturas gigantes, éste nos convence ahora de que los protagonistas de su último trabajo pertenecen a un contexto en donde la ética y la expresión verbal siguen los cánones de una época pretérita. De ahí la afirmación de que su último trabajo no difiera tanto de su incursión en el territorio Marvel; ambas películas plagadas de rasgos autorales, empleados para dibujar un contexto tan surrealista como idóneo para relatar los acontecimientos deseados. Existen, además, otros dos aspectos que contribuyen en dar forma a este universo paralelo que Wheddon plantea en su personal adaptación de la obra shakespiriana. El primero no es otro que el humor, siempre presente en esta película con la misión de suavizar el drama, reduciendo así los aires de culebrón que pudieran existir en la obra original. El segundo, y el más definitorio del film, es el empleo de la ironía, la presencia de un gamberro punto de vista que convierte las acciones de los personajes en caricaturas de ellos mismos.

http://cinemaspotting.net/2014/01/07/mucho-ruido-y-pocas-nueces-joss-whedon/
Martí
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7
7 de septiembre de 2013
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A menudo hablo de cómo el Nuevo Cine del Siglo XXI trata de reconciliarse con una narrativa bebedora de múltiples fuentes, planteando un tipo de cine que no tiene como único objetivo mirarse el ombligo. En este apartado encontraríamos títulos como La vida de Pi, Los Vengadores, Los Miserables o Argo, películas que sacan el máximo potencial de su fuente principal (un libro en el caso de La vida de Pi, los cómics con Los vengadores, el famoso musical con Los miserables y un hecho real en la galardonada Argo), casi olvidando los códigos cinematográficos más convencionales. Es como si dichas adaptaciones buscasen la complicidad de sus obras originales para encontrar nuevas fórmulas narrativas. Pues bien, en el caso del título que nos ocupa hablamos de una pieza cinematográfica que en cierto modo se encuentra en el punto medio entre ambas formas narrativas: Cruce de caminos es una película de tintes claramente realistas que no desaprovecha ocasión alguna para evidenciar su condición cinematográfica, algo que hace con secuencias que por momentos resultan encantadoras… y en otros tal vez demasiado cargantes.

Empezando por lo básico, los personajes que protagonizan el último trabajo de Derek Cianfrance resultan escalofriantemente creíbles. En la primera media hora del metraje, dicho director centra toda su atención en definir al personaje principal y facilitar nuestra familiarización con él, en ocasiones logrando secuencias que rozan la brillantez. Se trata de una presentación totalmente desprovista de clichés que nos muestra sin temor lo mejor y lo peor del mencionado personaje. Y lo cierto es que se trata de una presentación tan bien construida que uno termina por no saber si odiar o compadecerse del que entonces es el protagonista del relato. Además, cabe decir sobre el apartado formal (ciñéndonos todavía a esta primera media hora de la película) que las fórmulas narrativas de Cianfrance están 100 % al servicio del relato: uno presta atención a los acontecimientos que se dan antes que a las filigranas narrativas del director, si bien estas resultan tan agradables de ver como fáciles de identificar (sin duda, un equilibro difícil de lograr).

Con tal eficacia se cierra la primera de las tres historias interrelacionadas que forman la película Cruce de caminos; y es precisamente a partir de este cierre cuando al joven director parece empezar a temblarle el pulso. Y es que el punto culminante del primer capítulo es tan trepidante (atracos a bancos hiperrealistas y persecuciones magistralmente rodadas) que no es de extrañar que Cianfrance afronte los dos capítulos que le siguen con cierto temor a provocar un fuerte desliz argumental, haciendo volar por los aires toda la atención que hasta entonces prestaba el espectador. Algo que, al parecer, intenta compensar mediante un uso exagerado de las formas, uso que en ocasiones, como dijimos, resulta cargante. Así pues, a pesar de que los nuevos personajes son igual de creíbles (e interesantes) que los inicialmente presentados, lo cierto es que hay determinados momentos de las segunda y tercera historia de la película en que el apartado formal adquiere un protagonismo tal vez demasiado exagerado, que provoca exactamente lo que el director parece querer evitar: distracción.

Para ser más precisos, digamos que no se trata exactamente de un barómetro que vaya subiendo y bajando según la secuencia, sino más bien de una dosis de estilo formalista repartida a partes iguales que no afloja su intensidad cuando la situación lo requiere. Es decir, la intensidad con que se manifiesta el apartado formal es prácticamente la misma en todas las secuencias, algo que, evidentemente, no siempre sienta bien a la película. Dicho en pocas palabras, hablamos de una película claramente manierista que teme perder el interés de su público si en algún momento deja sus filigranas cinematográficas a un lado. De modo que, miren ustedes por donde, nos encontramos ante una película de personajes claramente realistas dotada de un manierismo radicalmente alejada de la realidad. Como si el director pretendiera encontrar un punto medio entre esta imitación de la realidad que es la esencia del cine y esta autoreferencia tan propia de grandes autores cinematográficos tales como Martin Scorsese o Quentin Tarantino.

A pesar de todo, el resultado supera con bastante el aprobado; pues en realidad, si bien es cierto que una vez finalizada la primera historia el filme pierde cierta fuerza, no es menos cierto que el interés del relato no decae en absoluto y que los personajes poseen el interés suficiente como para que deseemos saber más y más sobre ellos. Además, el reto que Cianfrance se plantea a si mismo resulta tan interesante como difícil de llevar a cabo: hacer una cinta de denuncia social sin dejar de plantear un punto de vista en cierto modo optimista. Y lo cierto es que lo hace con tal delicadeza que ambas cosas no contrastan en absoluto, sino que logran una harmonía que dota al filme de un punto de vista relativamente desenfado. En parte es gracias a ello que la larga duración de la película no se hace pesada en ningún momento. En resumen, lo que tenemos ante nosotros es una filigrana bien desarrollada que plasma con toda dignidad un discurso firme y atrevido y que en ningún momento cae en la pretenciosidad. Algo que, al menos en parte, resulta gracias la habilidad con que Derek Cianfrance mezcla esta imitación de la realidad tan propia del Nuevo cine del Siglo XXI con la exagerada autoreferencia tan distintiva del cine de inicios de milenio.

http://cinemaspotting.net/2013/09/06/cruce-de-caminos-derek-cianfrance/
Martí
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6
3 de agosto de 2013
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Hace apenas unas semanas me referí a Star Treck: En la oscuridad como la primera entrega de una serie de bokbusters veraniegos sorprendentemente prometedora. Y es que como entredije, esta vez no nos encontramos ante un conjunto de superproducciones hollywoodienses que entienden el producto comercial como un objeto desalmado y exclusivamente destinado a vender millones; sino que lo que tenemos ante nosotros es un conjunto de películas cuidadosamente escogidas por sus directores en las que la autoría prevalece por encima del reconocible sello del cine palomitero. Y si en el caso del film de J.J. Abrams hablamos de un trabajo que poseía una sorprendente capacidad para aunar comercialidad y buen perfil de personajes, en el caso de Guerra Mundial Z nos encontramos ante una película que, a pesar de no ser perfecta, logra mantener al espectador pegado a la pantalla lanzándolo ágilmente y sin pausa de un conflicto a otro, evitando de este modo todo tipo de recreación o monotonía.

Vaya por delante, el último trabajo de Marc Foster dista mucho de ser una película profunda o de personajes elaborados. De hecho, en ciertos momentos incluso desprende cierta aroma a moralina familiar americana almibarada, algo que sin duda para algunos resultará insoportable (algo comprensible). Pero sorprendentemente, nada de ello impide que aún así se trate de una película endiabladamente entretenida e incluso hasta cierto punto innovadora. Entonces, ¿donde radica el interés de una película nada profunda y de moralina almibarada que ni siquiera posee personajes elaborados? Pues, en realidad, lo primero con que se gana el respeto el título que nos ocupa es su autoconciencia. Es decir, Guerra Mundial Z jamás toma en serio su propio discurso ni pretende engañar al público inchando a sus personajes de falsa profundidad (a diferencia de títulos como Piratas del Caribe, Crepúsculo, Las aventuras de Tintín y compañía). Precisamente, el mérito del nuevo trabajo del director de Descubriendo nunca jamás se encuentra en la valentía con que éste asume el reto de convertir una “película ce zombies” en un blokbuster comercial, jugando elegantemente con las armas del subgénero.

Es cierto, los personajes de Guerra Mundial Z no son nada profundos; pero si están muy bien perfilados y reaccionan ante los conflictos de forma consecuente y (sobre todo) creíble (recordemos, por ejemplo, la forma instintiva con que actúa Jerry Lane (Brad Pitt) durante el inesperado conflicto del atajo de tráfico inicial; o la rápida reacción del mismo ante el incidente del avión – reacción muy semejante a la que probablemente tendría cualquier ser humano no perteneciente a una película hollywoodiense contemporánea- ). Dicho de otro modo, hablamos de una película cuyos personajes no son estúpidos. Y por lo que respecta a la falta de profundidad del argumento, lo que Marc Foster plantea es un film de entretenimiento suficientemente valiente como para atreverse a admitir su objetivo (lo dicho: entretener) sin falsas reflexiones existenciales o giros dramáticos inesperados. Y sin duda logra lo que pretende de forma tan elegante como sincera y sin rozar el ridículo en ningún momento.

Como ya entredije más arriba, Guerra Mundial Z es innegablemente una película trepidante de inicio a fin. De hecho, da la sensación de que el director que hace cinco años fuera abucheado por el mediocre (aunque en mi opinión infravalorado) resultado de Quantum of Solace demuestra haber aprendido de sus errores convirtiendo el exageradamente frenético tempo del film bondiano en un dinámico pero relajado devenir de conflictos en el film que nos ocupa. Y lo bueno es que tan dinámico resulta el fluir de los acontecimientos como imprevisibles son los caminos por los que estos nos conducen. Algo que, sumado a un buen uso de la infografía (que, lejos de lo que los trailers parecían pronosticar, en ningún momento ensombrece la trayectoria del argumento) despeja de artificios innecesarios el escenario permitiendo identificar la elegante mano de Marc Foster, que guía respetuosamente a su público por los nuevos caminos del terreno comercial.

http://cinemaspotting.net/2013/08/03/guerra-mundial-z-segundo-blockbuster-veraniego-2/
Martí
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7
27 de junio de 2013
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En un inicio Pixar no era más que la modesta (aunque asombrosamente efectiva) idea de un grupo de amigos deseosos de saciar su sed creativa, esto es, John Lasseter, Andrew Stanton, Pete Docter y Lee Uncrich. En sus primeros años los cuatro compañeros nos trajeron tales maravillas como Toy Story, Bichos, Monsters Inc. y Buscando a Nemo, cuatro títulos resultantes de una conversación amistosa durante un almuerzo. Años después tendría lugar la consolidación de la productora, marcada sobre todo por dos factores: su absorción por parte de Walt Disney Pictures y la llegada de Brad Bird a la empresa, quien deleitaría a público y crítica con las películas Los Increíbles y Rattatoulie. Esta consolidación supondría un antes y un después para Pixar. Por una parte, brindaría a la productora su edad de oro con películas como Wall-e, Up y las citadas Rattatoulie y Toy Story 3. Por otra, supondría la transformación de una empresa relativamente reducida a un conglomerado de mentes creativas, algo que se manifestaría tanto para lo bueno como para lo malo.

Y el caso es que lo segundo se manifestó inmediatamente después de la citada edad de oro, con la precipitada cancelación del estreno de Newt. Este hecho desestabilizó todo el calendario de estrenos de la empresa y la obligó a estrenar Cars 2 prácticamente a medio hacerse (vayan ustedes a saber en qué estado se encontraba Brave en el momento de su estreno -película que, por cierto, sufrió un cambio en la dirección debido a discrepancias igualmente creativas-). De hecho, los tres títulos que la productora estrenó desde la mencionada cancelación transmiten cierta sensación de inacabado; es decir, las tres películas parecen quedarse a medio camino de la genialidad... algo que, para los románticos (entre los que me incluyo) puede atribuirse a esta inevitable dispersión creativa producida por el ensanchamiento de la empresa. En cualquier caso, si comprendemos la situación actual de Pixar desde este punto de vista, es un alivio descubrir que, a pesar de todo, la última producción de la legendaria empresa sí cuenta con determinados rasgos de alto nivel, solo atribuibles a la genialidad de otros tiempos y que un servidor reza para poder entender como el inicio del resurgimiento.

El mayor problema con que topa este primer trabajo de Dan Scanlon es con el hecho de que hasta hace poco no existiera para Pixar película que pasara el aprobado sin rozar el excelente. Y es que, vaya por delante, en este aspecto cabe reconocer que Monsters University no es una de las genialidades a las que Pixar nos tenía acostumbrados años atrás... pero ello no le impide ser una película tan seria como entretenida que, sin duda, se encuentra por encima de la media. Permítanme ser más concreto. Es cierto que la segunda parte de la aclamada Monsters Inc. no cuenta con genialidades como el hipnótico arranque de Wall-e, los emotivos primeros minutos de Up ni el inmenso contenido emocional de Toy Story 3. Pero también es cierto que el hecho de que la productora de Lasseter nos acostumbrara a continuos estrenos de tan altísimo nivel nos hizo olvidar que aquello era en realidad una liga difícilmente alcanzable. Si estamos de acuerdo con este hecho, tal vez también lo estemos en que Monsters University es el ejemplo perfecto de que no es necesario llegar a la excelencia para lograr un buen trabajo.

Es cierto que en sus primeros minutos Monsters University plantea unas bases argumentales que parecen aproximarse peligrosamente al tipo de guión convencional que tristemente caracterizó las mediocres Cars 2 y Brave: contamos con un protagonista disconforme con su entorno que tiene por objetivo demostrar su valía. Pero, a diferencia de las dos películas citadas, la de Scanlon avanza en dirección ascendente mediante la presentación de nuevos y logrados personajes y un interesantísimo ejercicio de giros de guión que continuamente despojan al protagonista de toda posibilidad de éxito. Sobre lo primero, caben destacar dos personajes cuya presentación es poco menos que brillante: la terrorífica Decana Hardscrabble y la imponente figura de la bibliotecária del campus. Ambos personajes exprimen al máximo el concepto de “monstruoso” y logran sacar de él todo su potencial, el primero con una elegancia escalofriante y el segundo de una forma mucho más amorfa. Sobre lo segundo, resaltar la agradable sensación de imprevisibilidad que desprende esta película sin dejar de plantear en ningún momento soluciones tan sorprendentes como creíbles.

Pero lo que definitivamente me convenció de que Monsters University es una película que sin duda logra una puntuación más que respetable es su desenlace. En resumen, tras un impresionante redoble de tambores en donde Pixar despliega todo su arsenal para deleitarnos con la exposición de una auténtica (y magnífica) casa de los horrores, llega un desenlace maduro y nada previsible que rehuye acertadamente el manido tópico de “todo es posible si uno se esfuerza” (en este aspecto, el punto de vista de la película guarda cierto parecido al de Ratattoulie). Y es que, esta vez sí, podemos decir sin miedo que nada tiene que envidiar el magnífico final Monsturos University al de cualquiera de las demás películas de la aclamada productora de animación (exceptuando, obviamente, el de Toy Story 3). Por eso y por la agradable sensación que me produce el recordar el descubrimiento de la universidad de los Monstruos, me siento optimista para pensar que el reencuentro está cerca: el reencuentro con la genialidad de una productora cuya recién sacudida creativa no ha hecho más que recordarnos que, después de todo, el equipo de Pixar también está formado por seres humanos.

http://cinemaspotting.net/2013/06/26/monsters-university-de-dan-scanlon/
Martí
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