Desde luego que no esperaba encontrarme con un peliculón, pero lo que me he encontrado en ‘Moonfall’ deja bastante que desear. Por todos es conocida la forma de dirigir y plantear que tiene Roland Emmerich, un hombre que prima el espectáculo sobre cualquier tipo de raciocinio argumental, pero lo de esta película es ir un paso más allá.

Resulta que, por circunstancias que no voy a desvelar, la luna se ha salido de su órbita habitual y se aproxima hacia la Tierra con riesgo inminente de colisión. Nuestra única opción es enviar una nave tripulada a… vete tu a saber qué, porque no hay por dónde cogerlo.

Durante su primera hora, ‘Moonfall’ se parece a un ‘Armageddon’ fallido, algo aburridillo y de andar por casa que solo despega, mínimamente, con su primera secuencia apocalíptica. A partir de ahí, en su segunda mitad, parece que el director ha visto ‘Interstellar’, le ha gustado mucho y ha intentado hacer algo parecido… pero mezclándolo con ‘Independence Day’, y el resultado es absolutamente abominable. De su segunda hora de metraje soy incapaz de salvar nada.

Sin desvelar nada de la trama argumental de dicha segunda parte del filme, pero es un mear y no echar gota. No hay por dónde agarrarla y es una salida de madre tan sumamente grande que si terminé de verla era por la curiosidad de ver qué se inventaban guionista y realizador.

Me ha alegrado volver a ver a Halle Berry, cuya calidad está muy por encima de esto, al igual que a Patrick Wilson, pero ojito a John Bradley que puede estarse quemando demasiado rápido como actor secundario graciosillo que va de pufo en pufo.

Esperaba algo mínimamente entretenido, pero ‘Moonfall’ no me ha convencido nada de nada.

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Tras haber sacudido al cinéfilo espabilado con dos obras que, a pesar de enmarcarse en el género de terror no pueden ser más contrapuestas (mientras que en ‘Hereditary’ el terror aguardaba en la oscuridad, ‘Midsommar’ asomaba en la luz) Ari Aster decidía dar un giro a su carrera para hacer una película completamente diferente: ‘Beau tiene miedo’ es algo así como una comedia dramática pero, lo cierto es que tiene mucho de esquizofrénica y bastante poco de comedia (o por lo menos a mi, gracia, no me hizo ninguna).

Podríamos dividir la trama por partes, con un primer tramo, hasta el «incidente» bastante interesante gracias a todos los elementos que rodean al protagonista y en el que Aster saca buen partido de Phoenix. El problema es que, a partir de ahí, la película cambia completamente sin que me termine de casar, completamente, con lo que acabo de ver.

El resultado final termina siendo el de una desproporcionada película de desmesurado metraje que quiere abarcar demasiado, cayendo en el aburrimiento y que, quizás, hubiera funcionado mejor como metrajes completamente independientes. Ni Phoenix me engancha tanto.

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‘Camera Café’ era una serie que me gustaba. De lo poco salvable que nos había ofrecido telecinco en los últimos años, antes de convertirse en el plató alargado del ‘Sálvame’. Una serie cortita que, mediante sketches, representaba distintas situaciones de la vida diaria de una empresa en la máquina de café. Era difícil llevar ese formato a la gran pantalla y conseguir que funcionase durante los noventa minutos pero el esfuerzo demostrado ha valido la pena.

La versión cinematográfica de la serie es una película divertida para el antiguo fan, que recupera a todos y cada uno de los entrañables personajes y a los que se suma algún que otro cameo de lo más sorprendente. Vals está muy cómodo como el protagonista de la historia y Ernesto Sevilla consigue hacer un film sólido, muy dinámico, que vuelve a situarse ante la máquina siempre que puede, pero que escapa de ella con ingenio y sabe repartir el minutaje entre los distintos personajes.

Pero, claro, Sevilla también tiene un punto irreverente y surrealista con el que ha impregnado el film y no todo el mundo conectará con ello. Se nota mucho su mano en el guión y la de Joaquín Reyes y, salvo una pequeña secuencia en forma de animación, a mí el resto me ha parecido muy loable.

Una buena forma de pasar un rato divertido en el cine.

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Este es un cortometraje extraño, un tanto raro y en el que algunas decisiones que se toman no son del todo acertadas. Unos caballeros son atemorizados por el canto y baile de lo que podríamos denominar como una “sirena”. Todos caen cautivados por el “embrujo” excepto uno, que es sordo e inmune, por lo tanto, al hechizo. Sin contaros ningún detalle más de esta cautivadora historia, llama muchísimo la atención el grado de realismo de muchos planos, en especial armaduras o el vestido de lentejuelas de la susodicha sirena, pero juega en contra que el realizador sea tan dado a mover la cámara, temblar o desenfocar. Sé que intenta jugar con el realismo de la escena, demostrando el gran nivel de animación que tiene la propuesta haciendo que la cámara se mueva y, así, de sensación de velocidad. En ciertos momentos está justificado, pero en otros momentos sobra completamente. Curioso.

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Que no, es que no me ha enganchado en ningún momento. Vaya historia y argumento se han montado para semejante película. Y lo de ver a Eduardo Noriega con gafas y cara de paleto es digno de mención aparte.

Pero, empecemos por el principio, la película narra la historia de un grupo de traductores casi “secuestrados” que deben traducir la última entrega de un best-seller mundial. A partir de aquí, el secretismo por ser el primero en descubrir qué pasará y porque nadie se vaya de la lengua hará a sus responsables que conviertan el lugar en algo parecido a un búnker.

Con el auge de ‘Juego de Tronos’, se podría haber aprovechado muy bien el tirón y haber vendido algo semejante, pero el problema principal es que en ningún momento nos hacemos eco de la magnitud de la novela que están traduciendo.

Luego están los giros argumentales, rebuscados, que buscando la gran sorpresa que nunca llega terminan haciendo que el film caiga en la monotonía, el sopor y que termina por hastiar de lo lindo al espectador (sinceramente, roza el absurdo en más de un momento). Solo el personaje del editor es el que realmente parecía interesante. El grupo de traductores es de lo más normalito.

Ni la belleza de Olga Kurylenko levanta esto.

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