Esta serie comienza siendo entretenida, para después ir cayendo en los tópicos americanos de siempre: Poli al que, por casualidad, le sale un caso para investigar más allá de unos asesinatos; poli divorciado que tiene a su custodia una hija a la que puede perder en los tribunales; exceso de sentimentalismo y ñoñería, etc.
Si a eso añadimos que nos venden una llave que abre puertas a universos paralelos, tenemos la versión televisiva de "Matrix" sin necesidad de utilizar el teléfono.

Las hipocondríacas manías y obsesión por la limpieza de Lemmon es lo único que sostiene esta especie de "matrimoniadas", pero sin Pepa y Avelino. Gene Saks se cargó la excelente química entre Matthau y Lemmon que consiguió el gran Billy Wilder durante años. Imperdonable.

Prometía la serie por la intervención en la misma de Eric Bress, director de "El efecto mariposa". Sin embargo, la aparente interesante trama acaba derivando en la típica historia de la familia prototipo americana que acoge a un tío muy raro, de mirada ausente, pero que termina por poner cara de bobo.

Si "El internado" es la serie más ambiciosa de 2007 para esta cadena, es que se han quedado sin ideas. Venden humo con la presencia de dos actorazos como Luis Merlo y Amparo Baró. Sí, ¿y lo demás? Creo sinceramente que estos dos pobres han confiado en el prestigio de Daniel Écija como productor televisivo y les han dado gato por liebre.
Poco original (un colegio que en invierno se queda aislado por la nieve no es más que una versión española de "El resplandor"), patética en diálogos, tópica con el consabido misterio que ya trató otra producción desprestigiada de Antena 3 como fue "El pantano", típica con los alumnos guapitos y guapitas en plan de ligoteo y, para ser una serie orientada a toda la familia, han metido a Marta Torné sólo con el único objeto de enseñar lo buena que está.
En resumen, que coincidiendo en horario con "Prison break", no hay color.

Por lo menos en los primeros diez minutos, que son los únicos que aguanté. Ni entendí lo que quería contar, ni puedo asimilar que salga un pingüino hablando, cuando no se trata de una película de género fantástico o infantil. Eso es lo que le debo por esta vez al señor Fincher, un director muy irregular, capaz de realizar obras magníficas como "Seven" o la muy entretenida "The game", pero también bodrios insufribles del estilo de "Alien 3" o este "Club de la Lucha". Y eso que a Brad Pitt lo soporto y Edward Norton me parece uno de los mejores actores norteamericanos surgidos recientemente.