Que el cine actual se acerca al "modus vivendi" de los cómicos y juglares que poblaron los tan difíciles siglos de la Edad Media es todo un triunfo.

Películas sobre la Edad Media se han hecho muchas presentando la temática de castillos señoriales, señores feudales, caballeros y espadas, pero muy pocas que quieran retratar con cierta fidelidad la vida de aquellas personas que se ganaban su sustento recorriéndose las cortes y los castillos para entretener a un pueblo que no lo pasaba demasiado bien. Estos actores sirvieron para arrojar algo de luz a gentes oprimidas por señores y amos, y por una iglesia que se erigía en el sustento esencial del cuerpo y del alma del ser humano en tiempos de oscurantismo y peste, de incultura y miedos reverenciales, a la par de crear toda una corriente oral que a la postre se convertiria en una primitiva e incipiente literatura. Por lo tanto, una propuesta interesante que es sin duda bienvenida.

Con que el film hubiera mostrado la vida de estos hombres en el contexto histórico y sus penalidades diarias por sobrevivir hubiera sido suficiente. El mayor problema de la película es que, después de sus excelentes primeros 45 minutos, empieza a enredarse en tramas de asesinato y pederastia que no arrojan nada nuevo a lo que la película en principio pretendía ser. Es, sin duda, el mayor lastre de la misma. Pues, si nos cautiva la puesta en escena, los paisajes, la representaciones imaginativas con medios tan escasos y la veracidad histórica de lo que la Edad Media tuvo que ser, el resto que nos presenta la cinta nos deja fríos y nos da un poco igual. Aunque esto sea así, es recomendable su visionado, simplemente porque está muy alejada de la temática del cine actual.

En el cartel de la película se nombra "El nombre de la rosa", no sé si con la idea de atraer al público a las salas de cine. No hagan caso porque "El misterio de Wells" está en las antípodas de la película de Jean-Jacques Anneaud, no se parecen absolutamente en nada, salvo que coinciden en un contexto histórico, por lo que visionar ésta pensando en aquélla sería un error imperdonable.

No seré yo el que diga que el manido tema de las armas de destrucción masiva carece de interés, sobre todo para el espectador americano. Ahora bien, que la soporífera historia de la señora Valerie Plame tenga un mediano interés para el público en general lo dudo mucho. No se debe consentir que te hagan pasar por thriller una cinta que no pasa de ser un ramplón documental y lo que podía contarse en 20 minutos de reportaje de "Informe semanal" lo conviertan en un historia de hora y tres cuartos y además te dicen que es cine de calidad.

Apuesto lo que sea, a mí me pasó, a que cualquiera se acerca a esta película esperando ver algo así como "Juego de patriotas", "Peligro inminente", "Spy games" o algo que mínimamente que se le parezca y el chasco que se llevará será monumental, si es que consigue acabarla de ver. Si por lo menos se pareciera a un thriller político de calidad o rezumara alguna ácida crítica al sistema americano, se podría salvar algo. El cicatero título en español, el cartel publicitario, el trailer de siempre te hacen recrearte otra película que evidentemente no es. En su lugar se nos presenta un film aburrido, sin gancho, en el que no pasa absolutamente nada, y una historia alargada como un chicle para intentar convertir esto en algo parecido a una película. Hay momentos en los que el film se vuelve más íntimo con las escenas familiares, pero tienen tan poca garra que no funcionan ni como drama familiar. Cualquier telefilm de medio pelo de sobremesa es más divertido. Sí, sí, Naomi Watts y Sean Penn están muy bien, pero sin química ninguna, los cuales no consiguen de por sí que la cinta remonte el vuelo.

Se queda uno con cara de tonto esperando a ver qué pasa, a ver cuál es el interés de la película, a ver cuándo empieza el divertimento, a ver cuándo se desarrolla la trama con cierta coherencia y esperando, esperando recibe uno el final exhalando un suspiro de alivio vivificador.

El inexplicable éxito de "Pretty woman" propició este engendro que, sin serlo, para muchos fue una secuela encubierta, no por la temática de la película que no tiene nada que ver, sino porque volvía a unir a los dos actores protagonistas de la anterior cinta, orquestados otra vez por el casi siempre irregular Garry Marshall.
El problema es que ni Richard Gere ni Julia Roberts eran los mismos cuando se estrenó "Novia a la fuga" y la pretendida química que se argumentaba a favor en "Pretty woman", aquí yacía bajo mínimos.
Con un guión muy flojo y repitiendo paso por paso todos los clichés de las comedias románticas al estilo americano se intentó recuperar el éxito y que el público acudiera en masa a las salas de cine para volver a ver a la novia de américa, desprovista aquí de cualquier atisbo de glamour.
Sólo algunos gags divertidos, algún diálogo chispeante, la presencia de Joan Cusack siempre reconfortante y poco más. Se le podía haber sacado algo de partido si la película hubiera sido una crítica ácida al mundo del periodismo y al de los enlaces matrimoniales, pero eso hubiera sido tomar por inteligente al espectador; en lugar de eso conforme avanzan los minutos la cinta se convierte en un querer y no poder irrecuperable y en una nadería manifiesta. A quien le gustase "Pretty woman", quien crea que la comedia romántica puede ser un género impactante y novedoso y quien albergue la inocencia de que el género puede reinventarse a sí mismo, que se abstenga de ver esta peliculilla porque cualquier buen recuerdo que le deja buen sabor de boca de este tipo de films se le quedará diluido como azucarillo en una taza de café.

Primero lo intentaron con "Agente juvenil", aburrida cinta que emulaba el mundo de los espías interpretada por un medio afeminado Richard Grieco con las cejas depiladas que era lo menos parecido a un agente secreto y el menos indicado para encandilar a las féminas.
Luego llegó "Superagente Cody Banks", otra imbecilidad con su correspondiente secuela a la mayor gloria de un alparguetado Frankie Muniz, con cara de tonto, ojos inexpresivos y boca abierta, venido del mundo de la televisión y cuya vis cómica y empaque como actor son comparables a los de una seta.
Ahora, para rizar el rizo, acontece este "Alex Rider", ahora adolescente oxigenado y menos expresivo que un ladrillo, siguiendo calcaditos los parámetros de las dos anteriores y basándose, como no podía ser de otra manera, en las películas del agente 007. A saber: típico adolescente medio inadaptado, estudiante de algún colegio o instituto, lo captan las agencias estatales de espionaje y, ¡ala!, a salvar el mundo. La misión, los enemigos, los gadgets, las chicas impresionantes, son meras comparsas que bailan al son de las escenas de acción más pueriles y lamentables.
Siguen intentándolo, y a la fuerza nos quieren hacer comulgar con ruedas de molino para hacernos ver que el cine de espionaje adolescente es un buen filón para el público joven y lo único que consiguen es presentarnos productos que causan la vergüenza ajena. Incluso he leído por ahí a algún crítico envalentonado asegurar que este bodrio es mejor que muchos de los films de James Bond. Sin comentarios.

Insufrible, insoportable, reiterativa hasta la extenuación, tedio absoluto y aburrimiento masivo. De las peores películas de Wesley Snipes sin pies ni cabeza y con unas interpretaciones que dan pena. Pienso que el cine de acción debe ser sobre todo eso, acción, no mansedumbre sin justificación posible. Sencillamente, dediquemos nuestro precioso tiempo a otra cosa.