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España España · Ciutadella
Críticas de KillerCarrot
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Críticas 36
Críticas ordenadas por utilidad
9
5 de octubre de 2016
24 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Supervivientes, demencia, instrucciones, venganza.

Normalmente, antes de entrar en una sala de cine me informo un poco sobre la película (de qué va la historia, a qué genero pertenece, si se habla bien de ella), no suelo arriesgar. Pero con "Remember" lo hice, solo porque ya había visto otras películas de Atom Egoyan y porque sabía que Christopher Plummer haría un papelón. Parecía que tenía que ser una película sobre el Alzheimer, porque el cartel era en blanco y negro y salía un viejo, pero, ey, ¡un viejo con una pistola! Ya suponía que no sería como "Hobo with a Shotgun" (Jason Eisner, 2007), pero prometía.

Aunque inevitablemente recuerde a "Memento" (Christopher Notan, 2000), "Remember" tiene suficientes rasgos diferenciadores para ser considerada también una película original, única. Tiene un envoltorio realista (con personajes convincentes y diálogos naturales, nada grandilocuentes), contiene un mensaje muy claro y presenta un desarrollo bastante previsible, pero si os dejáis llevar por el ritmo que os propone Egoyan, ya veréis como la tensión y la curiosidad no dejarán de acompañaros, junto con el sufrimiento del protagonista, hasta el clímax final. Y, cuando acabe, posiblemente querréis aplaudir.

Algunos dirán que no hay para tanto, que se ve venir, que es efectista, bla, bla, bla… "Remember" ha recibido críticas irregulares y pasó bastante desapercibida en cartelera, cosa que una película de este nivel no merece. Animaos a verla y comprobad si me equivoco.


La frase: «A veces salgo aquí y digo mi nombre. Hablo conmigo mismo. Me recuerdo a mí mismo quién era. Es el único modo de saber que existí antes de convertirme en quien soy ahora.»
El personaje: Max (Martin Landau).
La escena para el recuerdo: en la casa de John y Eva.

www.cinequanon.cat
KillerCarrot
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El niño y la bestia
Japón2015
7,0
6.534
Animación
8
3 de diciembre de 2016
22 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Personajes solitarios, laberintos mágicos de callejones, mundos paralelos, Moby Dick, oscuridad.

Hosoda nos invita a seguir a un niño y una bestia en una historia de aprendizaje y maduración que, a diferencia de las que hemos podido ver en “Karate Kid” (John G. Avildsen, 1984) o “El guerrero pacífico” (Victor Salva, 2006), es bidireccional.

La relación entre los dos protagonistas, y en especial el carisma de Kumatetsu, la bestia oso, sustenta una narración muy comedida que, sin esconder su didactismo ni el uso de ciertos lugares comunes y personajes prototípicos, consigue funcionar con personalidad y fluidez (aunque en algún momento puntual puede hacerse un pelín larga).

Otro aspecto que hace de “The Boy and the Beast" una propuesta destacable es el estilo de la animación. No es nada innovador, pero querría resaltar el efecto que provoca, encima de los detallados fondos de texturas realistas, el trazo fino y depurado de los personajes, que además están coloreados con los tonos vivos habituales en los dibujos animados. Este recurso luce especialmente en las escenas de acción, ya que da entidad a los personajes y multiplica el atractivo de sus movimientos.

En el mundo de las bestias encontraréis un buen puñado de personajes de diseño y carácter entrañables, que se contraponen a la impersonalidad de la gran ciudad humana, con luces, máquinas y multitudes indiferentes (la dicotomía es comparable a la contraposición burtoniana entre el mundo de los muertos, alegre y colorido, y el de los vivos, deprimente y gris). En estos dos escenarios, pues, Hosoda nos presenta un cuento de espíritu tradicional sobre la pureza de las bestias y la oscuridad que habita en los hombres, y lo hace con una buena dosis de elegancia y de sensibilidad. Y sí, también con la dosis reglamentaria de pequeñas mascotas peludas, de colegialas uniformadas, de catanas y de monstruos, como corresponde a toda película de animación nipona como dios manda.


La frase: «La telequinesis no funciona con el dolor de espalda.»
El personaje: el Gran Maestro. Insuperable.
La escena para el recuerdo: la primera lección.

Más (en catalán) en www.cinequanon.cat
KillerCarrot
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9
12 de octubre de 2021
35 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al acabar la jornada laboral, Kato, el joven propietario de una cafetería, regresa a su apartamento, donde es sorprendido por alguien que le habla desde la pantalla de su ordenador: se trata de él mismo dos minutos en el futuro.

Partiendo de esta premisa tan simple como absurda, surge una ópera prima asombrosa que, como hicieron en su momento «Los cronocrímenes» (Nacho Vigalondo, 2007), «Moon» (Duncan Jones, 2009) o «Coherence» (James Ward Byrkit, 2013), va un paso más allá a la hora de exprimir las posibilidades de la ciencia ficción de bajo presupuesto.

Tras esta película hay un trabajazo “de chinos” (permitidme la expresión racista, en este caso doblemente racista, al tratarse de una peli japonesa), especialmente en el guion, en la planificación y en la grabación. Cada escena (podemos dividirlo en escenas, aunque técnicamente Yamaguchi juegue a mostrarlo todo en un mismo plano secuencia) va dando otra vuelta de tuerca a la trama, y como espectador no puedes hacer más que agarrarte fuerte, intentar no parpadear, y dejarte llevar por esta montaña rusa en tiempo real. Es un viaje de poco más de una hora, pero ¡qué hora! No le sobra ni le falta un solo minuto, virtud escasa hoy en día, y lo cierto es que más duración perjudicaría el conjunto.

¿Que por en medio hay algunos tópicos de mafiosos y pseudorománticos que hoy en día deberían estar superados? También, sí, pero por otro lado no dejan de ser recursos cómicos que encajan perfectamente en la narración que se nos propone (suman más que restan), ¡y no podemos exigir que una peli sea rompedora en todo! Para mí, pues, estos detalles superficiales no desmerecen en lo más mínimo «Más allá de los dos minutos infinitos» como uno de los divertimentos más intensos y originales de los que he disfrutado en una sala de cine.


www.cinequanon.cat
KillerCarrot
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7
20 de octubre de 2016
19 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bochorno, exteriores infinitos, interiores claustrofóbicos, sangre, ¿WTF?

Sam es un vendedor ambulante que busca clientes atravesando el desierto de Mojave como quien recorre la nada. Nadie le abre la puerta, y no consigue ver ni un solo cliente de ninguna de las maneras. Parece que todo el mundo se esconde de él. Pero no será exactamente así; por alguna razón, también habrá quien le persiga…

Nos encontramos en un mundo “premóviles”, lo que hace que el viaje de Sam sea más frustrante aún: no puede contactar con nadie, ni tan siquiera a través del teléfono. Deja sus tarjetas de visita, deja mensajes en los contestadores automáticos desde cabinas telefónicas, pero nunca nadie le responderá. Su único “contacto” con el mundo es un programa de radio que recoge las quejas e indignaciones de los oyentes.

El desierto, una misteriosa luz en el cielo, mensajes intimidatorios en el “busca”, un oso de peluche, un programa de radio, música electrónica, máscaras… Christophe Deroo nos invita a ir recogiendo piezas y piezas de un rompecabezas tenso, perturbador, violento y también paranoico. Son piezas de una belleza inquietante, que siempre te dejan con ganas de ir a por la siguiente, pero cuando coloques la última te darás cuenta de que, para completar el cuadro, te faltan más que las que has recogido. Lo cual también significa que podrías haber encajado de otro modo las que ya tenías…

No tengo manía a las historias con libre interpretación, pero “Sam Was Here” acaba pisando la línea (sin llegar a traspasar la frontera delirante del peor David Lynch). Con su primera película, Deroo demuestra que sabe atraparte, pero el final que propone, aunque no esté mal, decepciona un poco, más que nada porque con cada paso que daba te estaba haciendo esperar un desenlace más potente.


Más (en catalán) en www.cinequanon.cat
KillerCarrot
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8
9 de enero de 2018
18 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
El amigo de infancia sin responsabilidades que puede hacer lo que le venga en gana, el compañero de clase a quien dejaba copiar en los exámenes y que ha prosperado más que yo, el primo que tiene un trabajo mucho mejor valorado que el mío, la amiga que se gana la vida felizmente cuidando perros, los del blog de cine con 40.000 seguidores, el amigo que ha conseguido más dinero del que jamás podré contar, el compañero de universidad que sale por la tele… Cabrones.

Los hombres blancos heterosexuales de clase media (y media-alta, como en el caso de Brad, el protagonista de la peli) también lloramos. Sabemos que queda mal decirlo, porque existen refugiados sirianos, víctimas de maltrato, personas que viven en la indigencia y enfermos terminales que quizá lloran menos que nosotros. Ahora bien, yo no soy quién para afirmar que siento que sufro menos que una niña explotada o más que un millonario, porque nunca he sido ninguna de estas dos cosas. La cuestión es que, una vez tenemos cubiertas las necesidades básicas, y viviendo en una sociedad capitalista competitiva, nos queda tiempo libre para pasar a un nuevo espectro de sufrimiento que nos hace obsesionarnos en la comparación y nos mata de envidia. Aunque racionalmente sepamos que es ridículo, que vivimos bien, que en términos generales hemos tenido mucha suerte.

Mike White, el prometedor guionista de ‘The Good Girl’ (Miguel Arteta, 2002), aquí también director (y actor en un pequeño papel), finalmente vuelve a acertar, esta vez hablando de las crisis que parece egoísta reconocer en voz alta. Y si hay una crisis, no puede faltar un Ben Stiller para ponerle cara (‘Greenberg’, 2010; ‘The Secret Life of Walter Mitty’, 2013; ‘While We're Young’, 2014; ‘Zoolander No. 2’, 2016; ‘The Meyerowitz Stories’, 2017). Lo aderezamos con acertados secundarios e intermitentes golpes de violín bien colocados, lo metemos en un bonito envoltorio indie, y obtenemos un pausado drama capaz de mantenernos sonriendo en todo momento. Sin necesidad de ser hombres blancos heterosexuales de clase media o media-alta.

De digestión agradable (pero debe digerirse).


La frase: «En realidad no hay ninguna cantidad de dinero que usted pueda pagar para cambiar de clase.»
El personaje: el rico amigo jubilado que vive la vida ideal de surfista (Jemaine Clement).
La escena para el recuerdo: el concierto.


cinequanon.cat
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
KillerCarrot
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