Una propuesta documental como la que pretende tener esta obra resultaría maravillosa para las producciones latinoamericanas, sin embargo su planteamiento y ejecución no evidencian más que torpeza junto con la imposibilidad de salir de la comodidad de narrativas estereotipadas. Hay que plantear si acaso el sentido que se le quiera otorgar a una historia deriva automáticamente de la simple presencia de sus protagonistas: sería muy fácil entonces hablar de perspectivas. La historia no ayuda en nada a captar la complejidad de lo femenino y su lucha en el frente de batalla, pues muestra y enuncia lo que se sabe de antemano: el machismo rampante que de las imágenes salta a los testimonios de las protagonistas. ¿Por qué si las mujeres son Nicaragüenses, el documental las presenta hablando inglés? Esto es una muestra que la apuesta es por apenas llenar una representación de un hecho como la revolución sandinista, a partir de una protagonista, y no trabajar creativamente en hacer de sus testimonios y presencia un elemento que de-construya los sentidos hegemónicos impresos en hitos masculinos viriles como las revoluciones. Claro, ello hubiera implicado abrir el archivo de imágenes y prensa, y sacarlo de las cadenas informativas estadounidenses, por ejemplo; o pensar que la categoría "revolución" en un documental puede ser una marca en la vida de sus protagonistas, de lo cual bien podría transmitirse su intensidad, aspecto en lo que también fracasa esta obra. La clásica e insultante mirada estadounidense sobre las luchas en sus "colonias": dramas y conflictos en donde pueda caber alguna representación de un o una Rambo: la musicalización es una muestra, confunde el documental con un videojuego.

Apela a una representación de la belleza adscrita a un profundo idealismo, que Lazzaro encarna a partir de su extrema bondad e inocente disposición, lo que enmarca la historia en uno de los más clásicos estereotipos que representan la pobreza: la humildad que hace libres a los oprimidos. Sin embargo, es una obra que apela a un contraste muy interesante: lo tradicional y lo moderno, lo rural y lo urbano, como marcos donde se extienden lazos de dominación ante un aparente cambio. Una película cuya belleza tiene el acierto de lograr tapar clichés culturales.

Una obra que rescata una historia edificante, un personaje y su entorno que resultarían sugerentes para potenciar la creatividad y el argumento; lamentablemente es una propuesta documental plana, sin matices, absolutamente predecible que se vale del exotismo de la otredad como único tópico de originalidad. Propuestas como estas promueven el inconsciente e irresponsable "boom" del running en el mundo, una industria millonaria, que más que fomentar una disciplina, propicia la practica de un deportes sin los suficientes cuidados y medidas como enaltecimiento del ego.

Plantea acertadamente la complejidad de los conflictos en el África (pos)colonial al no apelar a narrativas clásicas de malxs-buenxs / víctimas-victimarixs sumando a esto grandes actuaciones; sin embargo, como muchas producciones del drama africano, se tornan dubitativas a la hora de señalar que el escenario de guerra africano no se circunscribe a sus propias fronteras nacionales y su misma cultura, pues son rasgos vivos del yugo colonial europeo cuya presencia sólo se escenifica en los cascos azules.

Un magnífico guión que logra mostrar una propuesta minimalista y no simplemente de bajos recursos. A la altura del guión están las actuaciones, en especial la de José Carlos Ruíz. Bien puede aludirse que evoca una obra de teatro hecha cine, cuestión que no parece negativa para esta propuesta. Logra mostrar cómo en un único escenario se mezclan espacio-temporalidades contradictorias, que constituyen a su vez el nudo de la trama: Un empleado que siente morir al jubilarse después de 39 años de fiel y abnegado servicio a una empresa fantasmal, frente a un recursivo aprendiz que cuestionará los esquemas de vivir su trabajo en tan sólo 5 días.