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Argentina Argentina · santa fe
Críticas de rouse cairos
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Críticas 296
Críticas ordenadas por utilidad
7
3 de octubre de 2010
67 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Sin retorno" es un film muy profesional en su solidez técnica, formal e interpretativa y una brillante carta de presentación de la ópera prima de Miguel Cohan, producido por los responsables de "El Secreto de sus Ojos" y "El corredor nocturno", aunque no se parece a ninguna de las dos.
Por un lado es un film que se enmarca en el thriller, pero distinto, original, movilizador, que provocará en el interior del espectador un debate ético.
Despierta una inmediata identificación por la inmediatez de lo que cuenta, dando una nítida radiografía del cuerpo social marcado por un cerrado individualismo que lleva a la irresponsabilidad como patrón permanente de conducta. Un caldo de cultivo ideal para la doble moral, la corrupción, la inseguridad y la falta de justicia que genera el deseo de venganza.
Las historias encadenadas configuran -sin moralina- una fábula ética, en tanto invita a pensar en el peso de acciones livianamente irresponsables que generan daños irreversibles. Un tema difícil, que elude facilismos sensibleros, apoyado en actuaciones muy sólidas y memorables.

Uno de los aciertos del film es su concisión, que le permite un ritmo sin respiro. Las elipsis abundan y se indican (cuando son prolongadas) con rótulos: "7 meses después", "tres años y medio después".
El conflicto, con un inocente preso y un culpable libre, se muestra a lo largo del tiempo para ver las transformaciones, que hurgan en el costado más oscuro de la condición humana.
Entretenido, perturbador, inquietante, "Sin retorno" es un thriller psicológico de personajes profundos, donde toda la artillería está puesta en el conflicto ético que no sólo deberán enfrentar cada uno de los involucrados sino también el espectador, porque la película nos hace caber en los zapatos del culpable, del inocente y de las víctimas.
rouse cairos
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7
30 de julio de 2010
66 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este es el film más atípico y complejo que he visto del maestro cineasta, tal vez porque está basado en un suculento best-seller, donde la trama se compone de múltiples historias que se cruzan en la ciudad de Atlanta, con su inequívoco sello del sur estadounidense.
La intriga gira en torno a un excéntrico millonario sureño de ambigua sexualidad (K.Spacey), con características de nuevo rico: es un anfitrión al estilo del Gran Gatsby, coleccionista de antigüedades y obras de arte. Un joven periodista venido del Norte (J.Cusack) llega contratado por él, para la frívola tarea -muy bien paga- de redactar apenas 500 palabras sobre una de sus fiestas. El recién llegado queda cautivado por el universo social que encuentra, al cual describe a un amigo como: "Esto es igual a 'Lo que el viento se llevó', pero en versión surrealista". Y es esta versión surreal la que empieza a filtrarse en los diferentes tonos de la película, que tiene características del thriller, donde se incluye también un típico juicio con argumentos a favor y en contra, estrados y banderas norteamericanas. Aunque por momentos el film pasa a un abierto clima de comedia (como todas las escenas donde trabaja Mrs Chablis, un divertido y sensual travesti negro). Como si esto no fuese ya demasiado, se introducen elementos esotéricos propios del film de misterio, como ritos y creencias de la subcultura del vudú, a partir de una hechicera gorda y negra como son las nanas sureñas.
Muchos hilos y subgéneros son los que van estirando y dilatando más allá de lo ideal en una trama tan ambiciosa, que se volvería inmanejable de no tener por detrás el sólido oficio de Clint. De todo ello y por sobre todo, prevalece una mirada irónica respecto de ese microcosmos social marcado por una doble moral: la ambigüedad no solamente envuelve a la sexualidad sino a la justicia: la condena del vudú será distinta al veredicto del falible jurado.

Algo curioso es que no existe un protagonismo excluyente, sino varios secundarios con su minuto de gloria. Desde las breves apariciones de Jude Law en adelante. Eso sí, el travesti negro desplaza a todos en su happy hour. Y esto también define el tono más risueño, por el que parece inclinarse Clint Eastwood, quien parece disfrutar en medio de una trama babilónica que se vuelve difícil de manejar. Así las cosas, es comprensible que los actores principales no se destaquen demasiado: Kevin Spacey y John Cusack están por debajo de su nivel de excelencia. Es una película-ómnibus, donde hay demasiado para contar y se pasa de un asesinato a un juicio; de un salón de baile a las tinieblas de un cementerio, del suspenso del thriller a los enredos graciosos de la comedia. Pero siempre con el respaldo del oficio para filmar, junto a una memorable banda sonora a ritmo de jazz y blues.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
rouse cairos
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6
28 de marzo de 2012
63 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
La segunda película del jovencísimo director francocanadiense Xavier Doland (que en inglés se conoció como “Heartbeats”) despliega los sentimientos encontrados que circulan por el delirio amoroso en un marco estético que no escatima detalles personales.
Marie y Francis son dos jóvenes francocanadienses (él gay y ella hétero) que viven holgadamente en una sociedad que no muestra más conflictos que las relaciones interpersonales familiares, amistosas o sentimentales. Esta dupla tiene entre sí, una amistad de almas gemelas, compartiendo refinadas aficiones intelectuales y una alta dosis de frivolidad que incluye la adhesión apasionada a la moda vintage, particularmente en la ropa, pero también en la poesía y las películas: precisamente “Los amores imaginarios” se inicia con una cita de Alfred de Musset, uno de los máximos referentes de la lírica amorosa del siglo XIX: “No hay más verdad en el mundo que el delirio amoroso”.

Los protagonistas tienen una insatisfecha vida sentimental por separado, que comprende fugaces amores de alcoba, cuya frustración pareciera devenir de que la atracción no pasa más allá de lo físico. A lo largo de la historia, los veremos a cada uno por su lado intercambiando besos y caricias sin excesivo convencimiento con sus parejas ocasionales. Pero el desencadenante que moverá el conflicto de la película será la aparición de un Nicolás, un efebo de irresistible seducción que parece compartir con ellos los mismos gustos intelectuales, desde la poesía romántica al cine de Audrey Hepburn. Y sucede lo previsible: al reunir lo que en ellos funcionaba por separado (la atracción física y espiritual), Marie y Francis se enamoran de Nicolás y aunque no lo admitan abiertamente, la irrupción de este personaje desencadena un delirio amoroso en cada uno de ellos y se desata la competencia por la atracción del objeto de deseo. Los sentimientos encontrados se suceden en la tensión de un triángulo que va desde la idealización a la histeria y el desencanto.
Xavier Dolan, el joven director y actor de su película (donde interpreta a Francis), entrelaza la ficción con su vida real al modo en que lo hacen los blogs, entretejiendo una estética personal que no descuida detalles, logrando un producto nada clásico y muy ecléctico, donde la banda sonora junta temas de Dalida (diva popular de los sesenta) para en algún momento de intimidad, deslizar una suite de Bach que se deja oír en ambientes confortables rodeados de pinturas, esculturas y libros.

El conflicto principal de los dos amigos enamorados de un tercero que no se define por ninguno, está enmarcado por otros relatos con estilo documental, donde diferentes jóvenes anónimos confiesan sus conflictivas experiencias sentimentales, que van desde la inseguridad de género hasta la paradójica certeza de que la distancia física y la lejanía de lo imposible son acicates decisivos de los grandes fuegos que se vuelven demasiado suaves o directamente desaparecen en la cotidianeidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
rouse cairos
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8
11 de diciembre de 2014
72 de 88 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algunas noticias policiales se consumen masivamente, no tanto por el valor periodístico que poseen sino por la puesta en escena, con una carga de morbo: un ambiente generador de circuitos especializados y desalmados que, obviamente, arrastran una serie de personajes interesados en el costado lucrativo de situaciones desgraciadas. En este marco, “Primicia mortal” es una de las películas más corrosivas y críticas que se realizaron en los últimos años sobre los medios de comunicación, explorando el mundo de los camarógrafos freelance que trabajan para la televisión norteamericana, desde la perspectiva de Bloom, un psicópata con piel de cordero, magistralmente interpretado por Jake Gyllenhaal.

El actor de “Secreto en la montaña” encarna aquí a un buscavidas sin trabajo y con mucho tiempo para leer manuales acerca de cómo funciona el mundo de los negocios. Con un vocabulario empresarial a contrapelo de sus actividades marginales, descubre por casualidad que el registro de noticias sangrientas es un producto cotizable entre las noticias televisivas. Con esa certeza, empujado por una ambición inescrupulosa y la confianza en sí mismo, adquiere una radio transmisora, un GPS y una cámara semiprofesional que canjea en un negocio de usados. Guiado por su intuición y la consigna de llegar antes que la policía, empieza a recorrer las calles nocturnas de Los Angeles en busca de accidentes o delitos violentos, para ofrecer sus primicias. Bloom llega al extremo de coincidir con los hechos, exponiéndose a situaciones de extrema peligrosidad.

El personaje de Lou Bloom es el nuevo monstruo de nuestra era, marcada por los medios de comunicación. Con un apellido tan parecido a la palabra sangre (blood), Gyllenhaal profundiza su mirada ojerosa y sus muecas perturbadoras, brindando otra caracterización demoledora que hace interesante a un personaje perverso y manipulador que sorprende en cada escena en la que aparece. El actor cambió de manera notable su apariencia física para este trabajo y eso contribuye a que el protagonista resulte más aterrador.

Filmada en locaciones de la ciudad de Los Ángeles que rara vez se retratan en el cine, este thriller minimalista de poco presupuesto y puesta en escena austera, fluye con agilidad gracias a la dinámica de las escenas y los diálogos sardónicos respecto del negocio del espectáculo y las desgracias lucrativas.

Gilroy, el sólido guionista y director, que debuta con esta película por la puerta grande, hace una lectura aguda de los imperios periodísticos y denuncia su encubierta xenofobia junto a la moral degradada y los discursos frívolos.

Por el adjetivo “mortal” del título, (Al menos en Argentina se llama "Primicia mortal", podría encuadrarse al film dentro del llamado cine de acción. Si bien no se puede negar que cuenta con varios elementos de ese género, la película es bastante más que eso.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
rouse cairos
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7
26 de agosto de 2015
60 de 69 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dicen que la mejor estrategia del diablo es hacer creer que no existe, como ocurrió con el clan Puccio y su monstruoso jefe disfrazado de cordero. Esa respetable apariencia que encierra el mal, es uno de los aspectos más interesantes de la historia que cuenta la nueva película de uno de los mejores realizadores del actual cine nacional.

Filmada con un pulso clásico y sobrio, “El clan” es un film comercial y al mismo tiempo profundo. Con una gran producción en todos los niveles, además de excelentes actuaciones que devuelven al cine argentino la posibilidad de acercarse a hechos verídicos y trágicos, de una manera inteligente, sin excluir la fascinación del espectáculo.

Todo film de Trapero transita por momentos de fuerte realismo e impronta documental, entonces -por su propia naturaleza- la trama (un resonante hecho policial en la época bisagra en la Argentina de los años ochenta, se presenta inmejorable para el director de “Mundo grúa”, “El bonaerense”, “Leonera”, “Carancho” y “Elefante Blanco”, quien ratifica su solidez narrativa con esta reconstrucción de la sórdida historia de los respetables vecinos de un barrio tradicional que llevaban una doble vida impensada para sus allegados. Precisamente, la confianza que despertaba esta familia fue lo que les permitió marcar a muchos conocidos adinerados entre el final de la dictadura militar y los primeros años de la democracia.

El film expone el momento histórico para ubicar temporalmente, y coloca la lupa sobre la doble condición de este grupo que en microescala demostró funcionar como la dictadura, con un permanente mecanismo de negación acerca de los males propios y una externa demostración de virtudes y religiosidades. La doble faz entre la afectividad familiar y la oscuridad criminal es lo más perturbador a la hora de mostrar cómo funcionaba la familia dentro de las paredes de su residencia, mientras en el sótano o en el baño tenían a las víctimas secuestradas. La película muestra hasta qué punto era coherente la conducta esquizofrénica de todos. Por acción u omisión. La vida cotidiana coexistía con el horror de los secuestros pero sin conectarse, como el que pone alta la radio para no escuchar o mira hacia otro lado para no ver, porque ésa era la consigna que bajaba desde la autoridad del padre-patrón interpretado magníficamente por Francella que compone un psicópata de dos caras, esgrimiendo una autoridad incuestionable. El frío manipulador coexiste con el pater familias que colabora en las tareas domésticas y escolares y después redacta notas extorsivas en la soledad de su escritorio, donde luce su diploma universitario de contador.
La música cumple un rol importante dentro del film. Al contrario de lo habitual, la banda sonora no intensifica sino que suaviza la tensión. Canciones ochentistas de Virus, Seru Girán o David Lee Roth, a la vez que estilizan el relato, lo vuelven menos denso y claustrofóbico. Al respecto, la escena en que el personaje del joven Lanzani (revelación actoral) echa mano a un respirador de buzo, sintetiza la textual falta de aire ant, a permanente presión paterna, porque la película descarga en Arquímedes toda la fuerza del mal y muestra a su entorno más bien victimizado, empezando por su hijo Alejandro, mucho más ambiguo entre lo corrupto y lo corruptible.

La película tiene un innegable profesionalismo en todos los rubros, aunque recién cerca del final alcanza su mejor ritmo. Nos comparte la perturbación ante esa extraña mezcla de familia falsamente ejemplar y su siniestra mezcla de fama, respetabilidad, dinero, deshumanización y delincuencia. Múltiples capas del relato que no siempre funcionan con la misma fluidez pero que igualmente con una dimensión que va más allá del simple policial y trasciende la mera animación de un recorte periodístico de aquellos años de transición. Trapero vincula, expone, saca a la luz datos desconocidos para las nuevas generaciones y para ser rememorados por quienes atravesaron tiempos más oscuros.
rouse cairos
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