Clint Eastwood lleva años demostrando que es un gran director. Es uno de esos artistas que te reconcilia con el momento en que vivimos, ya que nos demuestra que todavía es posible hacer buen cine, y que lo más importante no es contar con un argumento original. Shakespeare dió el ejemplo, enseñándonos que es más importante el modo de contar una historia que la historia en sí. Además en este caso se confirma el aforismo de que la realidad supera a la ficción, porque creo que es muy difícil que a alguien se le pueda ocurrir una trama como esta.
Los actores están en estado de gracia del primero al último; ¡qué prestancia la de Reed Birney como el Mayor Cryer!, por citar sólo a uno de los importantes secundarios. También tengo que decir que, en mi modesta opinión, es la primera vez que Angelina Jolie me ha convencido totalmente con su actuación. Lo dicho: Gracias Mr. Eastwood.

Este film de Ramón Termens, a mi modo de ver, aúna una valentía especial tratando un tema de esta índole y un saber hacer raro hoy en día. Termens es un cineasta clásico en el sentido de que emplea el lenguaje de los clásicos. Narra muy bien en imágenes y tiene un olfato especial para la estructura. Confieso que he sentido debilidad por su forma de filmar desde los pocos minutos de visionado del film, y que poco a poco me ha ido subiendo puntos. Me parece que la gente está acostumbrada hoy en día a un tipo de producto más adocenado proveniente de Hollywood y no acaba de valorar una propuesta tan sincera y tan bien realizada como esta.

Poesía en imágenes; magia hecha celuloide. El genio de Fellini nos deslumbra con esta obra maestra absoluta. Las interpretaciones, desde la inconmensurable Masina hasta los más pequeños papeles (ese criado de Lazzari o el sacerdote laico Giovanni) son de un nivel altísimo, la quintaesencia del séptimo arte. Contribuyen a hacer de esta cinta una obra imprescindible la magnífica fotografía de Aldo Tonti y la extraordinaria música de ese gran compositor que fue Nino Rota. Cine con mayúsculas.

Acabo de ver esta película y me ha sorprendido gratamente ver como un cineasta de casa está muy por encima de algunos que hace años se pasean por la industria hollywoodiense. Ramón Termens sabe mover la cámara con autoridad, planeando muy bien los encuadres, eligiendo siempre el mejor para contar la historia. Se ve que ha tenido una excelente formación clásica, cosa de la que carecen muchos realizadores de hoy. La historia me ha encantado, aunque muchos opinen que cae en demasiados clichés; quizás, no sé, pero al fin y al cabo lo que cuenta es la forma de narrar. Mucho mejor esto que hacer "remakes" como hacen en América del tipo "Más allá de la duda" o "Crimen perfecto" (qué casualidad, ambos protagonizados por Michael Douglas) cuando hay unos originales "intocables" como son los de Fritz Lang y Alfred Hitchcock respectivamente. Mi más sincera enhorabuena para este artista: Ramón Termens.

He visto aún pocos capítulos de esta serie, y no creía ser capaz de ver muchos más. Como músico profesional que soy, diré que las incongruencias y disparates son tan grandes que echan un poco para atrás. Los modos del personaje de García Bernal tanto cuando dirige (por cierto, podían haberle enseñado un poco mejor a mover los brazos delante de la orquesta por que así no hay quien se crea que es un gran maestro) como lo que dice fuera de los ensayos rayan en la estupidez. Una orquesta que se precie protestaría al instante a alguien que actuara así frente a ellas. ¿Tocar sin instrumentos? Por Dios, que escena más patética en el capítulo “Sinfonía silenciosa”! Ya sé que es ficción, pero vamos... La actriz que hace de Ana María, su ex mujer, toca parte del concierto de Sibelius sin mover un solo dedo de la mano del mástil (como el personaje es zurdo usa la derecha para tal menester) eso lo detecta hasta un niño de 4 años que no sea músico. Quién si lo ha trabajado bien es Dermot Mulroney, pues cuando finge tocar el violoncello es mucho más creíble, aunque cuando suena un Do sostenido grave el dedo esté una quinta por encima, pero eso ya es mucho más difícil de detectar si no eres violonchelista o conoces bien los instrumentos de cuerda.
Dicho esto, la trama de la serie es muy interesante, los actores son buenos, adoro a Bernadette Peters, a Malcolm McDowell y a tantos otros, y engancha, la verdad es que engancha.