Siempre me ha gustado Elia Kazan. Creo que es un cineasta muy clásico, en cuanto a forma, pero con destellos de genialidad que han ayudado a la evolución de este arte maravilloso. "América, América" es, a mi modo de ver, una verdadera obra maestra. Kazan trabajó toda su vida (o la mitad de ella dada su longevidad) para realizar este proyecto, y consigue ofrecernos una película de muchísimos quilates. No se me hace nada larga a pesar de sus casi tres horas de duración. Todos los actores están a un alto nivel, pero destaca un sensacional Paul Mann en el papel de Aleko, el padre de Thomna. La música de Manos Hadjidakis crea un ambiente acertadísimo, con el uso de instrumentos populares, especialmente la cítara. La fotografía de Haskell Wexler recrea, a buen seguro por expreso deseo de Kazan, en algunos momentos el expresionismo alemás, como por ejemplo en la modélica escena del baile con el matrimonio Kebabian. Las miradas de deseo de la actriz Katharine Balfour hacia el personaje interpretado por el protagonista, Stathis Giallelis, son de una fuerza que pone los pelos de punta.

Vi ayer la ¿película? de Paco León, y en lo que coincido con casi todo el mundo es que es un muchacho que nos cae bien y hace muy bien su trabajo de actor cómico, pero de ahí a dirigir va un mundo. Me puse a verla con ilusión, pero a los 10 minutos de metraje ya me había desilusionado, aunque aguanté como un Jabato hasta el final de la cinta por diversas razones que paso a enumerar:
a) porque había usado un vale Premium de Filmin (qué desaprovechado, por Dios!)
b) porque ingenuamente pensé que igual mejoraba hacia más adelante
c) porque apoyo incondicionalmente la idea de Paco León de estrenar y ofrecer la cinta en medios diversos simultáneamente
d) porque considero que hay que ver las películas hasta el final para poder opinar sobre ellas y porque los que las han hecho, que sea cual sea el resultado siempre habrán puesto sus mejores intenciones en el trabajo, merecen ese respeto.
La pena es que la película, si se la puede llamar así, ya que supone un agravio comparativo con las realizadas por verdaderos cineastas, de los que saben encuadrar, contar una historia, montar con lógica, hacer actuar bien a los actores, y un largo etcétera, se queda sólo en eso, en buenas intenciones, pero la verdad es que no es suficiente.
Lo más triste es la cantidad de valoraciones positivas por parte de la crítica llamada especializada (que no duda a veces en cargarse obras muy superiores a esta que nos ocupa) y por un sector de público que en medios como filmin la puntúan más alto que a películas de genios como Dreyer, Kramer, Rohmer, Buñuel, Wilder, etc. De verdad, he visto más 10 a "Carmina o revienta" que a "La herencia del viento", por poner sólo un ejemplo, y me resulta vergonzoso, qué queréis que os diga, que en esta caótica época que nos ha tocado vivir (escuchad atentamente la letra del tango "Cambalache" de Enrique Santos Discépolo, que ya nos habla de esto) se valore tanto la mediocridad. Es como preferir los dibujitos de un niño de 3 años a "Las meninas" de Velázquez.

No se que tendrán algunos grandes actores, que cuando se colocan tras la cámara resultan tan convincentes o más que algunos artistas que sólo se dedican a la dirección. Traigo al caso a nuestro genial Fernando Fernán Gómez, Charles Laughton, que dirigió la maravillosa "La noche del cazador", única incursión tras la cámara, y para no alargarme, Clint Eastwood.
Acabo de ver la película, afortunadamente recién editada en DVD en España, por supuesto en versión original, y ha sido una grata sorpresa ver el trabajo de Peter Ustinov en su doble faceta de actor y director. La relación entre los personajes es descrita por la cámara, por sus enfoques, de una forma, según mi modesto parecer, magistral. El juego de luces (sabemos que es una película en blanco y negro) en la escena nocturna entre Clagart (Ryan) y Budd (Stamp) me ha puesto los pelos de punta. Ya admiraba "Billy Budd" en la genial versión operística de Benjamin Britten que se estrenó en el Covent Garden de Londres solamente once años antes de la versión cinematográfica, es decir en 1951, y ahora después de ver el film, sólo me queda leer la novela de Herman Melville, que compré hace años y aún no lo he hecho. No quiero terminar mi comentario sin mencionar otra agradable sorpresa que la película me ha deparado: la actuación, soberbia como siempre, de un Melvyn Douglas de 61 años, en el papel de Dansker; me ha hecho mucha ilusión ver al gran comediante de obras maestras del Lubitsch de los 30 como "Ninotchka" o "Angel", en un papel tan distinto de los que le dieron la fama en su juventud.

Siento decirlo, porque de entrada no me gusta hablar negativamente de un producto artístico, pero esta película está extremamente sobrevalorada. Ni hay tensión, ni interés, y de terror bien poco. Copias baratas de escenas de "Seven", "Jade" y "El silencio de lis corderos" así como de algún barato telefilme americano. La dirección de actores brilla por su ausencia, y eso que algunos de ellos han demostrado que lo pueden hacer bastante mejor, como Vilarasau, Elejalde y Ulloa. En el guión hay un sinfín de incongruencias que sería ocioso enumerar. Los actores secundarios muy mal, no son creíbles (bueno, los protagonistas tampoco), están todos sobreactuados, inclusive los dos figurantes que hacen de peritos en la escena del parque de atracciones del Tibidabo. En fin, que tengo la sensación de que había que decir por fuerza que era genial y que debía llevarse premios. A esto yo lo llamo un buen trabajo de marketing.

Ha sido una grata sorpresa descubrir un western tan redondo como poco conocido. Ciertamente en aquella época las películas de la Metro Goldwyn Mayer eran una garantía de calidad y diversión (ahora se dedican a hacer productos como "Zoo loco" del que sólo he visto el trailer y ya he tenido bastante), y confieso que lo compré por el reparto, curioso sin duda: "un Howard Keel sin cantar no tiene que ser lo mismo", pensé, pero que morbo suponía verlo enfrentado a Robert Taylor, Ava Gaedner y Anthony Quinn nada más y nada menos. Ninguno de ellos defrauda en esta clásica cinta, especialmente el extraordinario Quinn, pero hay que reconocer que John Farrow hace un trabajo excelente como director y coguionista. La formar de narrar la historia, simple pero que te mantiene en vilo durante todo su metraje, a través de los encuadres y el montaje es magistral. Ayuda a la redondez del producto la estupenda banda sonora de Bronislau Kaper. A título anecdótico quiero decir que me gustó lo que casi podría considerarse un gag, y es que las dos veces en que interviene el ejército llega demasiado tarde.