La ficción es el mejor arma para soportar la realidad. Todos hemos soñado con un mundo diferente, donde tú eras el rey o la reina del lugar. Donde ser héroe y caballero, y poder derrotar a toda maldad. Y era aún más especial cuando lo compartías con alguien con el cuál poseías una afinidad no antes conocida.
Puede que no sea la más indicada para hacer una crítica de ésta película. Si bien no es el filme mejor narrado o dirigido sobre el poder de la imaginación, puede que sí sea el que más me ha marcado. Quizá porque el apego y empatía que he llegado a tener con el protagonista ha sido mucho mayor de lo que me esperaba. Quizá porque yo también conocí a alguien con quien crear mi propio Terabithia cuando era solo una niña, y porque también sentí el desgarro emocional que se siente al perderlo para siempre. Al saber que ese lugar mágico ya nunca volverá. Que una parte de ti se ha ido para siempre.
Un aplauso para Josh Hutcherson, que hizo que mi corazón se estremeciese con esa magnifica actuación. Y no me olvido tampoco de Anna Robb, la muchacha de la sonrisa eterna. En éso también se parecía a ti.

Que Django Unchained era lo más esperado de este 2013 es algo que quedó claro semanas e incluso meses antes del estreno. Las redes sociales ardían con comentarios y fotogramas filtrados de la película. Yo misma me mordía las uñas por la emoción de este nuevo metraje, pues llevaba el nombre de Tarantino, y Tarantino siempre significa calidad. Calidad de esta que hace que sus obras de no menos de dos horas de duración te sepan a poco, y que cuando aparecen los créditos finales tus colmillos pidan más de este elixir al que nos tiene acostumbrados.
Por ello, cuando me sorprendí a mí misma bostezando a mitad de película supe que me iba a decepcionar. Y así fue. No se equivoquen, Django Unchained es una gran película pero le falta originalidad. Tarantino se da el placer de autohomenajearse, quiere ser más Quentin de lo que ya es, y esta vez se le ha ido de las manos. ¿Tres horas metraje? Excesivas para esta historia, que no deja de ser un juego de engaños como el de Malditos Bastardos, pero con más violencia y con diferente ambientación.
Por supuesto que las actuaciones son excepcionales, nadie lo duda. Obviamente me he reído, cómo no hacerlo, pero a esta película le falta magia. El señor Tarantino se ha preocupado demasiado en querer realzarse a sí mismo como director, y ha dejado de lado la historia.
Me he visto prácticamente en una quema de brujas cuando di mi opinión nada más acabarla, pero en ocasiones debemos objetivizar. Quentin Tarantino es de lo mejorcito y lo más gamberro que anda hoy suelto por las calles de Hollywood, pero no por ello debemos alabar a fe ciega todo lo que dirige.
Y admito que si Django Unchained fuese de cualquier otro director le daría un 6, pero admiro demasiado a este señor para tan triste nota. Mi mayor miedo es no saber si volveré a ver otra joya como Pulp Fiction o Reservoir Dogs. Esperaré con fe su próxima creación.

- He ido al cine a ver The Tree of Life.
- ¿Ah sí? ¿Y de qué va?
- Es una película sobre la vida y la muerte.
- Ya ya, pero ¿de qué va?

Esta es la conversación base que tengo yo con la gente que me pregunta por esta obra. A veces varía un poco, y me nombran a Brad Pitt creyendo que les diré que vuelve a hacer de un Tyler Durden fabricador de explosivos caseros y vendedor de jabones que destruye edificios financieros. Sin embargo, cuando les digo que esta vez toma el rol de un padre duro y estricto que no enseña pectorales en ningún momento o no se dedica a cazar asesinos en serie, sus caras cambian y la conversación acaba, no sin antes yo decirles “no vayáis a verla, no os va a gustar”.
Y no es que lo diga yo, lo dicen todas aquellas personas que abandonaron el cine en estampida como si el asiento donde estaban hubiese empezado a echar fuego. Yo no sabía si aplaudirles por haber tirado 8 euros a la basura por 15 minutos de metraje, o gritarles para que se quedasen y viesen la maravillosa obra maestra que tuve el placer de presenciar durante las siguientes dos horas.

Cierto es, que The Tree of Life es de todo menos convencional. Resulta extraña, exasperante, compleja, simple y diferente. Es todo y nada al mismo tiempo. Es Malick en estado puro. Cualquiera que vaya a ver una película de este director, debería saber con lo que puede llegar a encontrarse y aceptar que no es una película “Hollywoodiense”, que es mucho más. Entonces si tan espectacular es, ¿por qué ha resultado ser tan odiada y controvertida? Pues bien, dejando a un lado los gustos personales de cada uno, esta película “decepciona” en su gran mayoría por su falta de guión y de normalidad. Es el peligro que conlleva jugar e ignorar las reglas de metraje y esperar que el espectador haga todo el trabajo de imaginar él por sí sólo la historia de esta familia. Estamos tan acostumbrados a que nos lo den todo masticado, que el simple hecho de que tengamos que conformarnos con un mínimo guión contado entre susurros nos resulta agotador. Sumémosle a eso, media hora de la creación de la tierra con Jurasic Park incluido, y tendremos a parejas riendo, hablando, molestando y saliendo del cine a mansalva.

Pero es que la realidad es, que esta “película” no necesita guión. Las imágenes son poesía pura, suficientes para que el espectador pueda pasar 120 minutos de su vida, embobado y sobrecogido, observando su infancia en pantalla. Complicado es, que no veamos aspectos de nosotros mismos en la película, que no veamos a nuestros padres y hermanos; que no veamos un odio y amor experimentados y procesados en muchos momentos; que no nos veamos pidiendo y suplicando respuestas, en situaciones de dolor y desesperanza.

Sea como fuere, tras ver esta película, no creo que exista nadie que no haya reflexionado sobre el transcurso de la vida. Yo desde luego, tengo más presente que nunca, que el árbol de la vida crece, nunca mengua, y que todas las hojas caerán algún día.

Los zombis (que no zombies), están en auge. Y ya aburre. Desde que la mediocre The Walking Dead saltase a la pequeña pantalla, nos hemos visto envueltos en una espiral, explotación y falsos fanáticos de estas criaturas. ¿Lo último? Hacer este truño Crepusculero (sí, lo siento, es la misma jodida fórmula) pero con menos guión lo cuál no me queda claro si es un punto a favor o en contra.

Joyas tales como Braindead o Shaun of the Dead, nos han dejado claro que no todos los adoradores de estas criaturas buscamos miedo y terror en el más puro estado, que la comedia no está reñida con los muertos vivientes, y que se puede hacer una buena parodia de ello poniéndole un poco de ganas. Aquí, sin embargo, insultan al género que Romero tan fantásticamente construyó hasta límites vergonzosos. Su maquillaje es de risa (tengo yo fotos de Halloween disfrazada de zombi mucho más logradas); la absorción de recuerdos mediante mordiscos (¿QUÉ?) parece más bien un superpoder sacado de Family Guy; la protagonista es un calco a Kristen Stewart pero con algo más de expresión facial (hubiese tenido mérito tener aún menos) y si bien Hoult no lo hace del todo mal, no logra evitar que todo se derrumbe a su alrededor, haciéndonos sacar un bostezo en lugar de una carcajada.

Y por si no fuese poco, y si todavía os queda algún resquicio de duda sobre si verla o no, para acabar de rematar la faena, esta película desprestigia todo aquello que un zombi representa; es decir, el hecho de ser una figura sin alma, ni voluntad, ni capacidad de comunicarse y solo movido por el ansia de alimentarse de carne humana. Vamos, que más que zombis son personas con importantes taras cerebrales.

No me extenderé más en hablar de los corredores de las olimpiadas, conocidos aquí como huesudos, o en qué demonios estaba pensando Malkovich al hacer este ¿cameo?; sinceramente, me da lo mismo.

Sí, precisamente desilusión es lo que me llevé yo con esta película. Una trama bastante absurda (así como previsible), en un mundo donde por primera vez hay casi más humanos que zombies.
Y ya, ya sé que es una comedia, que no pretende ser una película seria sobre los muertos vivientes, pero es que no tiene coherencia alguna.
Woody Harrelson no podría ser más estúpido y menos gracioso (¿de verdad os reísteis con su extraña obsesión con los bollos?); Jesse Eisenberg hace de un friki, que es de todo menos friki (la única referencia a su solitaria existencia es haber jugado al WoW); Emma Stone, una tia buena con muy poco cerebro (¿qué hacer para que los zombies no me descubran? Montar el mayor follón posible en uno de los sitios más ruidosos que existen).
Por no hablar de esos zombies, que bien podrían batir los 100 metros lisos sin ningún problema.
En fin, que quisieron hacer una parodia al estilo Shaun of Dead, y les salió rana la cosa. Más suerte la próxima vez Fleischer.