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España España · PONTEVEDRA
Críticas de Skorpio
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Críticas 157
Críticas ordenadas por utilidad
7
10 de noviembre de 2009
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo surgió cuando Eric Cantona les propuso a Ken Loach y Paul Laverty, futboleros manifiestos, diferentes ideas para una película en la que él aparecería. Y viendo el resultado, la verdad es que el ex del United ha nacido para algo más que para fútbol. Ya enseñó sus dotes para el espectáculo propiamente dicho (si consideramos que sus acciones en el campo son sólo deporte) en recordadísimas superproducciones publicitarias de marcas deportivas, en las que, ya fuese como capitán y estandarte de una envidiable selección de cracks, o como maestro de ceremonias en la exhibición de posteriores generaciones de dioses del fútbol, derrochaba un carisma y un magnetismo sin igual. Vamos, lo que se dice un auténtico showman.

Se trata de la primera propuesta primordialmente cómica del realizador británico, indiscutible avatar del cine social, político y combativo de calidad. Precisamente a algunos les ha chocado que el tándem director-guionista haya escogido precisamente este momento de crisis para cambiar de registro y ofrecer una visión optimista. Pero, lejos de lecturas políticas sólo pretendidas por una voluntad sensacionalista, este optimismo (que de alguna manera está presente en toda su filmografía en forma de consecución de una estabilidad aceptable) no es ni mucho menos gratuito y escapista, sino que parte de un problema real, personal e intimista, posiblemente más intenso y, por supuesto, universal, que muchos problemas sociales y políticos concretos.

El protagonista, Eric Bishop, cartero de Manchester y forofo del United, está pasando por un mal momento sentimental y familiar, al que responde arisco y encerrado en sí mismo. Hasta que aparece su ídolo y tocayo, el mismísimo 'The King' Cantona, personificando a su voz interior que, con un inglés afrancesado, le enseña a apoyarse en los demás, a dejarse ayudar, para así salir de su crisis personal.

Es un película de respuestas, un rito de tránsito caracterizado por la camaradería, el espíritu de grupo, la redención, la confianza en uno mismo y en los demás, y la búsqueda de la dignidad. No se basa en el endiosamiento del ídolo, al que por el contrario dibuja entrañable, con sus propios defectos (genial el momento en que hace sonar la trompeta sin demasiado virtuosismo), anti-ególatra (cuando le confiesa a Eric que su mejor momento fue un excelente pase a un compañero, más que cualquier gol) y como forma que toma la propia conciencia para que así se le escuche.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Skorpio
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It Might Get Loud
Documental
Estados Unidos2008
7,3
1.129
Documental
8
6 de febrero de 2010
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
It might get loud supone la consagración de su director, David Guggenheim, ganador del Oscar en 2007 por el documental Una verdad incómoda, que con las series de TV ha tenido la cal (Deadwood) y la arena (el inexplicable remake de Melrose place), y sus largometrajes (Rumores que matan, Grace) no terminaron de convencer.
Para esta ocasión, el cineasta juntó a tres de los mejores guitarristas de la historia del rock: Jimmy Page (Led Zeppelin), The Edge (U2) y Jack White (The White Stripes y actualmente The Dead Weather), tres generaciones, tres estilos, tres propuestas bastante diferentes entre sí, pero al fin y al cabo, tres virtuosos con interesantes puntos en común. Con ellos organiza una 'cumbre' intimista de la guitarra, y mete a los tres dentro de un viejo almacén con sofás y amplificadores.
Se trata del relato de la búsqueda de un sonido inigualable y personal, de llegar a conseguir que el espectador escuche lo que ellos escuchan en su mente. A la hora de buscar su propia senda, si fijaron en lo que había en la época en la que empezaron, se intentaron quedar con lo que les gustaba, pero sobre todo, lo que tenían muy claro era lo que no les gustaba, a lo que no se querían parecer. Page huyó a toda costa del pop meloso imperante en los '60, The Edge se desmarcó de los solos interminables y megalómanos característicos de los '70 y White manifestó su aversión por el predominio del bajo de mediados de los '80.
El director se sirve de material muy variado (imágenes de archivo, situaciones creadas y hasta animaciones), y construye un puzzle con las filias y fobias de estos virtuosos, haciendo hincapié en sus fantasmas personales. Es indescriptible la sensación de Page cuando viaja de nuevo al lugar donde compuso Stairway to Heaven, el arraigo que el conflicto irlandés tiene en las entrañas de The Edge (germen de la mítica Sunday bloody sunday) o la obsesión enfermiza por la música que asola a Jack White desde niño, como se puede ver en la animación que recrea la 'habitación-estudio' que se montó en su temprana adolescencia.
La experimentación e innovación continua de Jimmy Page, la búsqueda minuciosa del sonido perfecto de The Edge y la actitud punk constante de Jack White confluyen en un soberbio clímax final, esa jam-session en la que acaban tocando juntos un tema ideal para la ocasión: The Weight, de The Band: ¿os suena?
Skorpio
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6
16 de noviembre de 2009
18 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
El veterano e incansable Vicente Aranda vuelve a las andadas con esta adaptación de la novela del argentino Mempo Giardinelli, cuya acción traslada a un Burgos en el centro del huracán debido a aquel Proceso que en 1975 acabó con las últimas ejecuciones del decadente régimen franquista.
Pero lejos de elaborar una lectura política de cualquier signo, el director sigue fiel a sí mismo y vuelve a colocar al erotismo más carnal y perturbador en el centro de la acción. De esta manera, el contexto funciona casi como una cortina de humo que se llega a revertir avanzado el metraje, con un resultado un tanto desconcertante y a ratos divertido.
El director renuncia a cualquier aventura narrativa o formal y se apoya en la linealidad y en una música muy presente, incluso a veces rimbombante, para dotar de intriga a un relato muy inmerso en la tónica del maestro Alfred Hithcock, desde un accidente cuyo salida no hace sino generar más catástrofe, el protagonista atormentado y bipolar (aparecen varios rótulos con citas de Dr. Jeckyll y Mr. Hyde insertadas a modo de transición entre diferentes capítulos) hasta un escenario propicio para un buen 'McGuffin'.
La principal característica de la película es su permanente espíritu provocativo, algo a lo que el cineasta nos tiene acostumbrados, para bien y para mal. De hecho, aquí la provocación opera a múltiples niveles que se superponen, con más pericia que torpeza. Empezando por el más, digamos grave, de todos, el de una joven, con aire de 'lolita' y apasionada de la poesía, que al ser violada se vuelve totalmente ninfómana con un intenso deseo hacia su agresor. Igualmente aquí yace otro nivel, secundario, pero a tener en cuenta: el de la derrota del romanticismo ante el deseo carnal.
La relativa banalización del contexto del Proceso de Burgos, sometido al servicio de la intriga, funciona como otro nivel de provocación, al hacer primar sin duda el individualismo y la salvación personal a la conciencia política y la salvación colectiva. Al mismo tiempo que dibuja a los brazos ejecutores del régimen como mercenarios fantoches con un agudo sentido del humor, que no vacilan al anteponer la 'causa nacional' a la resolución y condena de crímenes atroces de índole local. Así como la crítica latente a los intelectuales, apolíticos o combativos, desde la inmoralidad infame hasta el alcoholismo empedernido.
Luego ya encontramos un tercer nivel de provocación en esos momentos más puntuales que nos pueden llevar tanto a la carcajada como a la indignación, como son la escena de sexo anal en pleno desarrollo de un velatorio o el polvo en el lecho familiar con las madres de ambos amantes de cerca presentes.
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Skorpio
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7
20 de septiembre de 2010
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vuelve la más grande, y como no podría ser de otra manera, lo hace por todo lo alto. La nueva serie de la HBO se ha puesto el listón muy alto nada más empezar. Y atención, que nunca ha habido hasta ahora una serie a la que no le viniese grande el siempre desacertado apelativo de “sucesora de”, en este caso, Los Soprano, por mucho que su creador y showrunner, Terence Winter, haya salido directamente de aquella serie, en la que siempre fue una de las principales almas creativas. Pero las primeras impresiones que nos deja el visionado del piloto no podrían haber sido mejores, y eso que la expectación estaba por las nubes, lo que siempre resulta un lastre y un obstáculo al fin y al cabo.

Ante la arriesgada afirmación que acabo de hacer en el párrafo anterior, no me estaba refiriendo a la esfera relacional y psicológica que elevó a los altares a la familia mafiosa del siglo XXI por excelencia, ni mucho menos. Lo que sí es cierto es que Boardwalk Empire tiene todas las papeletas para recoger el testigo de la serie de David Chase en cuanto a la indiscutible referencia en el macrouniverso ficticio de los relatos del crimen organizado en esta nueva década. Sin duda, desde Tony Soprano y compañía, el imaginario colectivo se ha movido del cine a la televisión en cuanto se buscaba la mejor representación actual de ese gran género de la ficción.

Con tales expectativas, la producción ha dado en el clavo con la elección de un inmejorable maestro de ceremonias: Martin Scorsese, el nombre propio al que inmediatamente se le atribuye el concepto de mafia en el cine, así como el mayor gurú del género, con permiso de Coppola, la otra gran referencia. El cineasta italoamericano ha dado con la clave, encontrando la intersección exacta entre su reconocible y poliédrico universo autoral y la nueva era del drama gangsteril, con la que, por otra parte, estaba condenado o destinado a encontrarse tarde o temprano. Sus marcas personales enseguida se hacen patentes, si bien el guión ya se presta de por sí a ello con toda claridad: los largos e intrincados travellings descriptivos en localizaciones multitudinarias, la atmósfera sórdida, la aureola rematadamente soez de los personajes, la violencia ensañada y espontánea o el logrado contrapunto con el que intercala las secuencias de matanzas. Esperemos que la inercia de su sello se mantenga y en los siguientes episodios la esperable excelencia narrativa venga acompañada de la genialidad visual.

Insisto en que esta serie está destinada a ser el nuevo estandarte de calidad de la HBO, cuyo reinado, por suerte para los televidentes golosos, ha tenido por fin una importante contestación en los últimos años. Por ello, la cadena no ha escatimado en recursos y nos ha vuelto a dar una lección de diseño de producción, ambientación y factura escenográfica de lujo.

(continúa)
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Skorpio
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7
26 de julio de 2011
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Prueba superada para el tándem Simon Pegg-Nick Frost, que estaban ante el gran reto de independizarse de un cineasta de la talla de Edgar Wright, junto a quien partieron la pana por partida doble con Zombies party y Arma fatal. La tercera no ha sido la torcida, y les sirve para consolidarse, ya en solitario, como unos auténticos referentes del cine de parodia actual. La clave sigue radicando en lo mismo: reírse de los tópicos y los lugares comunes de códigos, géneros y estilos pero desde el respeto y la admiración, logrando un resultado diametralmente opuesto (para bien) a las deleznables y hastiadas fórmulas del “... como puedas” o de Scary Movie y sus inagotables derivados. El nuevo socio de los británicos en la dirección, Greg Mottola (Supersalidos, Adventureland), ha sabido rendir a la considerable altura marcada por Wright, y a su consolidada validez en comedia (forjada en la factoría Apatow) le añade ahora una más que demostrada solvencia en desenfadadas pero intrincadas secuencias de acción, marcando un notable punto de inflexión en su todavía joven trayectoria.

Puede parecer que el título más exacto para esta crítica debería ser Alien Movie, pero esta parodia-tributo dedica especial atención al cineasta de Cincinatti (que incluso se marca un cameo vocal) y a su legado en la cultura popular, ya no sólo en su característico acercamiento a los “visitantes”, principalmente Encuentros en la tercera fase y E.T., puesto que aparecen clarísimos guiños también a la saga Indiana Jones. La virtud de Paul como homenaje-burla es tal que, de alguna manera, marca un nuevo punto en la evolución de esa tendencia en la ciencia-ficción fílmica iniciada por el propio Spielberg, precisamente a través de su propia caricatura: de una muestra de los alienígenas como exploradores en completo son de paz (Encuentros) y la la amistad más pura e inocente con una de esas criaturas perdidas, con poderes pero todo corazón (E.T.), la figura del extraterreste se presenta en su forma más antropomórfica y se convierte en la sátira de nuestra misma especie. Pasota, fumador, vacilón, grosero, irresponsable,... en la buena línea de ese gran icono televisivo moderno que es el robot Bender (Futurama). La inigualable voz de Seth Rogen facilita mucho el trabajo en este aspecto.

(continúa)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Skorpio
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