Hay algo que a veces me gusta recordar de las películas, y son esos detalles que se corresponden a algo ajeno a ella, más que a sí misma. En mi caso parto de ver el filme junto con mi padre y, por consiguiente, en su versión doblada al español.

Y ¡qué sorpresa! De pronto resulta que el famoso arpista es doblado, estoy convencido, por el mismo actor que puso la voz a Ashitaka en La Princesa Mononoke. Una voz que tengo marcada a conciencia desde hace mucho tiempo.

Y de repente ambas películas japonesas se conectan. La intención mediadora que que tenía Ashitaka se traslada ahora también a la obra de Ichikawa; reforzándose aún más para mí esta idea de la clavija entre dos mundos; en este caso, el de los muertos y el de los vivos (los amigos). Y todo en un personaje que sufrirá tanto por esos extremos que traslucirá ese sentimiento a la propia belleza de la película, la que también con un guión funcional y efectivo nos deja atrapados contemplando la pantalla.

De entre las palpables y hermosas escenas acontece ahora una historia sencilla y cargada de matices que permanecen en la memoria. La entrañable anciana, los loros parlantes, las sentidas melodías del arpa... Reluciendo siempre un sentido humanismo y respeto por la vida, la película se convierte en un canto que pugna por la salvación de aquellos que no tuvieron la oportunidad de ser honrados en su muerte; se transforma de alguna forma en una voz para aquellos que no la tienen.

Y todo gracias a la mano de alguien que busca tanto para el resto como para sí algo tan digno como es la paz. Alguien que es de ese tipo de personas que dejan una muy buena estela en su intento por juntar dos mundos opuestos; un Ashitaka. Un mensajero que en su interior contrapone las confrontaciones de su alrededor, resultando siempre en una dignidad de espíritu que, como mínimo, produce la empatía del público.

Entre hilos férreos se traza este complicado y eficaz puzzle, contextualizado en un Irán que nos sorprende por su realidad social, tan bien definida tanto en carácter general cómo con detalles (el momento de la promesa cuando el padre está atado a un preso, por poner un ejemplo).
Es una película que te coge y no te suelta, en dos horas somos testigos de una historia palpable, que sin darnos cuenta nos hace posicionarnos de un lado o de otro según la situación. Al igual le ocurrirá a la hija, máximo juez de la situación, pues su alma sensible cristalizará los momentos más memorables del filme, a pesar de verse en ocasiones desplazada.

Luchadora, real, atosigadora, cruda, verbal, cultural... son muchos los adjetivos con los que podríamos definir al filme. Y me aventuro a decir que exceptuando a las personas que no puedan soportar dos horas de casi continua discusión, al resto del público le encantará esta película.

Más bombo se le debería de dar a este tipo de filmes, pues tiene puntos por doquier que lo convierten en muy digno de visionarse.
Así, el vestuario se armoniza con las localizaciones, conjugándose todo gracias a una pulcra fotografía, convirtiendo los encuadres en lienzos de puro placer visual. Hecho por una mano que conoce muy bien el pasado al que se quiere evocar.
La historia, con puntos que analizados pueden resultar simples, nos enseña los valores que debería de tener alguien como un rey. Nos muestra una chispa de humanismo en un ambiente dominado por normas frías y ambición de poder. En este contraste reside el principal interés de la película. Y aún siendo una adaptación, se nota que ha sido realizada con corazón; pues la historia brilla por una narración sentida tanto por los actores, como por nosotros.
Debe de ser cierto el tópico de que por allá en Asia son muy cuidadosos con todo , pues de lo único que se le puede tildar al apartado técnico es de ser demasiado perfeccionista. El resto, supongo que será el resultado de un arduo trabajo al estilo coreano, que por cierto creo que se lleva la palma, pues al menos las "pocas" películas que nos llegan suelen tener una calidad envidiable.




Pocos votos para este tipo de películas

Creo que para ver esta película uno tiene que estar mentalizado de que se encuentra ante cinco horas en las que se le mostrará un punto de vista muy personal. La perspectiva, pues, deberá ser forzada ligeramente a favor de Mekas, a ser posible. Afabilidad, eso es, uno debe partir a ser posible de una actitud afable. No entraré en la discusión de si el arte debe explicarse de por sí o si se debe ahondar antes en la mente e intención del creador. Pues en la propia película observamos una simbiosis de ambas partes.

Al comenzar el visionado, es probable que poco a poco te vayas empapando del singular lenguaje. Quizás las cinco horas inesperadamente se vean ahora ligeras, en un constante fluir de imágenes; acompasadas por una banda sonora reflexiva, quizás a veces de aspecto disonante, recordándonos que hay elementos que tan sólo su propio creador puede llegar a comprender y apreciar al máximo. Esta fugaz discordia a mí me pareció de poca importancia, pues me dejé más que abierto para disfrutar del visionado, dando poca importancia a los "defectos" que fuera encontrando: intenté que no chocase mi engranaje con el de Mekas.

En algún momento de las cinco horas pensé: ¿acaso uno no puede disfrutar de cualquier película, independientemente de sus enteras características, de la crítica o incluso de sus propios gustos, como la que más? (otra cualidad de esta película es sin duda su facilidad para evocar pensamientos propios, combinándose así con el propio filme una vez uno lo mira en el recuerdo) Disfrutarla como aquellas películas de renombrados directores que hablan por sí mismas, ¿acaso no ésta y muchas otras no pueden llegar a eso?

Envidio a Mekas como espectador. Pues tras verla uno comprende que cautivarse enteramente con ella, tan solo le corresponde a su creador. Si yo quedé encandilado, como en un agridulce sueño, ni me imagino la sensación que sentirá Mekas al ver su creación. Creación, mostrada de forma tan literal, que nos enseña también a darle valor a esta idea.

Maravillosa

No sé exactamente qué es lo que tendrá el acento argentino, pero al escucharlo, todos los momentos cómicos o sarcásticos parecen subrayarse; no queriendo decir esto que los momentos más emotivos no tengan tanta fuerza, sino todo lo contrario. En todo caso, a la película le queda ni que pintado.

En la historia se nos presenta a Renzo, un artista que no está precisamente en su mejor momento, y que requiere de un giro en su obra para mejorar su situación económica; pero él es del tipo de artistas que no cambian según las modas, ya que su arte tiene que ser una prolongación se su ser, o al menos de una parte. Manteniendo así su esencia, con una personalidad desvergonzada y crítica (que mantiene sobre todo con todo aquello que cree erróneo, que no es poco), Renzo lleva casi siempre la voz dominante y cómica, mientras que es su gran amigo Arturo el que porta como contrapunto la voz de la razón y la lógica, tratando así de ayudarlo en todo lo posible.

La historia es llevadera, cómica, locuaz, sarcástica, irónica y por último reflexiva y poética. Los últimos momentos del filme, visualmente muy bellos y acontecidos entre montañas, nos sirven de contrapunto respecto a toda la riqueza y clase que rodea al mundo de la alta categoría, en la que no en pocas ocasiones se envuelven los artistas de éxito.

7,75