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España España · Barcelona
Críticas de Rómulo
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Críticas 355
Críticas ordenadas por utilidad
7
23 de febrero de 2016
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ave César

Este par de avispados tunantes capaces de reírse hasta de su propia sombra, Joel y Ethan Coen, convertidos ya en referentes del cine independiente de EE.UU., han pergeñado, en esta su última película "Ave César", una de las gamberradas más hilarantes de su carrera cinematográfica.
A pesar de haber hecho siempre lo que les ha venido en gana y trabajado al margen del sistema, han conseguido urdir estupendas historias, contar con espléndidos actores, atraer al gran público y, como consecuencia, hacer muy rentables sus películas que es, finalmente, lo que mantiene permanentemente engrasada y en funcionamiento la maquinaria de esta industria que llamamos cine.
Un soberbio Josh Brolin en el papel de Eddie Mannix, es el alma y el hilo que une el tejido de este colosal disparate. Parodia -pues toda esta urdimbre desternillante de los Coen no es más que un colosal disparate y una desenfrenada parodia- al competente director de unos estudios de cine en el Hollywood de los años 50. Este esforzado fontanero lo mismo apacigua las irritantes veleidades de sus estrellas que se las arregla para ocultar a la prensa los escándalos que rodean sus vidas privadas; recicla a un pésimo actor para cumplir la arbitraria orden de su superior o lidia hábilmente con directores convencidos de su condición divina. Todo con el fin de que no detener el frenético tren de producción del estudio y evitar así indeseables desviaciones presupuestarias que perjudiquen los intereses de sus exigentes accionistas.
Eddie Mannix, exacerbado católico y anticomunista acérrimo, carga su propia cruz para redimir los pecados de su equipo. No tiene horarios, trabaja a destajo, no es consciente de la perversidad de los actos a los que le somete su profesión, mientras que, por otra parte, se arrastra cada 24 horas hacia el confesionario hasta casi exasperar a su paciente confesor con ridículos pecadillos que no harían sonrojar ni a un niño de siete años.
En el fondo se trata de una sucesión de divertidísimos gags que a ratos remiten a los esperpénticos y delirantes diálogos de los Monty Python pero, bajo el desenfado y la aparente superficialidad de la cinta, subyace una buena cantidad de ácido que los Coen esparcen sin escatimar la dosis. Verán números musicales que les recordarán a Gene Kelly, cabriolas que evocan a Esther Williams en piscinas de rabioso azul, circenses cabalgadas emulando la candidez de los primeros westerns o precisas referencias a las millonarias producciones de Cecil B. DeMille, parodiados siempre con infinito buen gusto y sin caer en el exceso.
Y aunque los Coen nos descubran la amarga realidad que esconde el trampantojo, nos enseñen las tripas agridulces del engaño o nos muestren la nada edificante naturaleza que se oculta bajo la fina piel de la farsa, los hombres seguiremos buscando la seducción del cine porque necesitamos evadirnos y porque en esta prodigiosa fabrica de sueños encontramos el bálsamo que suaviza nuestra azarosa existencia.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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8
5 de agosto de 2021
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Deadwind

Cuando algo ocupa por completo la atención o el tiempo de una persona se dice que es absorbente. De la misma manera, cuando algo causa gran fascinación y asombro se dice que es irresistible. O cuando algo provoca un intenso y expectante interés se dice que es emocionante.
Pues bien, al ver “Deadwind”, una serie filandesa configurada en dos temporadas de 12 y 8 episodios respectivamente, estos tres palpitantes adjetivos: absorbente, irresistible y emocionante definen, desde mi muy personal punto de vista, buena parte de esta sobresaliente realización.
Sobre la actriz filandesa Pihla Viitala recae todo el peso de la serie y es la responsable de hacer que la historia resulte apasionante. Interpreta a la intuitiva y persistente Sofia Kar, cuya agitada existencia se debate entre el dolor de una reciente pérdida, los continuos conflictos familiares y su adictiva dedicación profesional como inspectora de policía. La compleja personalidad de nuestra introvertida y obsesiva protagonista, así como la difícil tarea de conciliar el trabajo con su vida personal, la convierten en un personaje fascinante.
Y no le va a la zaga Lauri Tilkanen en el papel del detective Sakari Nurmi, inseparable y fiel compañero de Sofia en sus arriesgadas pesquisas a la búsqueda y captura de peligrosos y escurridizos asesinos escudados tras las oscuras redes de bandas criminales. Su no siempre armónica relación y la reprimida atracción entre ambos, nunca materializada pero siempre a punto de desbordarse, confieren a esta pareja un aliciente más para disfrutar de esta emotiva y electrizante producción.
Y como siempre, la política, enredada en el laberinto de sus propios intereses, invariablemente asociada a la corrupción, sirve de telón de fondo para desplegar un abanico de lo más variopinto.
No hallará el espectador tediosas pausas, desesperantes circunloquios o diálogos insulsos. Por el contrario, la narración mantiene un alto grado de expectación asentada sobre un guion que siempre va al grano y no da lugar al menor parpadeo.
Filmada casi en su totalidad en la civilizada, bien planificada, aunque gélida y lluviosa capital de Finlandia, la ciudad de Helsinki, tapizada durante buena parte del año por un deslumbrante manto de nieve, nos asombra y cautiva gracias a las espectaculares tomas que desde los ángulos más inverosímiles nos ofrece el director de fotografía Anssi Leino.
Así pues, mis improbables lectores, nada más que añadir; únicamente recomendarles esta estupenda serie finlandesa. Porque, dicho sea de paso, los países vecinos, con una larga tradición en el género literario de la novela negra, nos están brindando, cada vez con mayor frecuencia, creaciones de excelente factura.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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8
10 de julio de 2021
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Top Boy

“Top Boy” es una serie de 18 episodios repartidos en tres temporadas. Fue creada y escrita por el británico Ronan Bennet en el 2011 para la televisión de su país y ahora, una década después, Netflix la incorpora a su extenso catálogo de producciones.
“Top Boy”, filmada en un barrio de nombre ficticio llamado Summerhouse y situado en el extrarradio de Londres, es, sin paliativos, absolutamente genial. En ese conflictiva Torre de Babel, un suburbio marginado tan peligroso como inseguro, habitado por todo tipo de inmigrantes -chinos, árabes, caribeños y un largo etc.) la pobreza y el delito -siempre inevitablemente relacionados- se dan la mano en estrecha convivencia.
Dushane -al que da vida Ashley Anthony Walters- y Sully -interpretado por Kane Brett Robinson-, ambos famosos raperos, músicos y conocidos como “Asher D” el primero y como “Kano” el segundo, se convierten aquí en dos jóvenes de ascendencia jamaicana que tratan de controlar la distribución de las drogas en el corazón de este deprimido gueto.
No espere el espectador encontrar en la serie la más mínima concesión. Porque “Top Boy” es un relato sórdido, brutal, tan hiriente como repulsivo. Bennet se encarga de liberarlo de todo artificio que pudiera distorsionar la realidad tal y como es para mostrar tan sólo el espinazo en toda su descarnada crudeza
Y tal vez por eso, por su feroz realismo, nos asalta la incómoda sensación de estar atrapados en el centro mismo de la trama. Todo resulta auténtico, increíblemente verosímil y evidencia que Londres, como cualquier otra ciudad del mundo “civilizado”, no solo es el parque temático que deslumbra al visitante en su recorrido turístico, sino también las innumerables zonas hostiles que inquietan y amenazan la tranquila vida de las clases privilegiadas.
No hay rastro de gloria, dignidad y moral que suavice o justifique el comportamiento de estas mafias a pequeña escala, como ocurre en otras realizaciones. No existe una inextricable organización diseñada por la sagacidad de una astuta inteligencia. Todo es cutre e improvisado. Estos pobres diablos actúan más por instinto de supervivencia que por la lógica de la razón.
Y de paso contaminan el barrio para hacerlo invivible. Pues las personas, honradas en su mayoría, se ven obligadas, no solo a evitar verse involucradas en sus disputas y enfrentamientos, sino también a impedir -muchas veces sin éxito- que sus propios hijos sean reclutados por estas bandas criminales.
Bienvenidos pues, mis improbables lectores, a este saludable baño de realidad que no es sino la imagen que nos devuelve un espejo incapaz de maquillarla.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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8
23 de agosto de 2018
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
1945

Desconocía a Ferenc Török, un director húngaro del que, para mi mala fortuna, no tenía noticia hasta ahora. Pero su última película es sencillamente prodigiosa y no voy a poder olvidarla en un largo tiempo. Rodada en un blanco y negro luminoso, níveo y pulcro, le bastan 90 angustiosos minutos para relatar una pesadilla que transcurre en tres horas justas: exactamente desde las 12 del mediodía, con la llegada del tren a la estación de un diminuto pueblo de Hungría, hasta las 3 la tarde con la salida del mismo convoy.
Es 12 de agosto de 1945 y el día, asfixiante. Hungría ha sido ya ocupada por los rusos y la guerra está a tres días de su final con la rendición de Japón. Lo que sucede a continuación en esta pequeña localidad resulta espeluznante. El horror, el miedo, la cobardía, la mentira, el egoísmo, el remordimiento de la culpa, el odio, la avaricia y todo un catálogo de miserias humanas, escondidas hasta ese momento bajo la dura corteza del cinismo, aparecen de pronto como atizadas por el fuego abrasador de un pasado que nunca fue extinguido.
Las fronteras de la maldad humana, a pesar de los siglos trancurridos, aún no han sido delimitados. Török la conoce y nos estremece hasta el escalofrío. La insoportable verdad de su relato, su incontestable evidencia, la pavorosa depravación a la que podemos llegar son desgarradoras y nos laceran como un hierro candente.
“1945” es una gran realización, dura, sombría, sí, pero también aleccionadora y hasta imprescindible. Hay certezas que duelen pero mirarlas de frente es mejor que ignorarlas, porque más pronto que tarde deberemos enfrentarlas. Y tal vez sea esta la manera más eficaz de cauterizar la herida.
Török no goza de la notoriedad de Haneke y von Trier o de la que en su día alumbró a Bergman, pero estoy convencido de que cualquiera de los tres hubiera firmado sin dudarlo esta deslumbrante película.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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9
10 de octubre de 2019
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Joker

En ocasiones, se da la feliz circunstancia de que una extraordinaria película se convierta, además, en un éxito de taquilla. Puede parecer un contrasentido pero no lo es porque no siempre sucede o, más bien, pocas veces sucede. Y “Joker” es el ejemplo más reciente. No sólo va camino de convertirse en una de las películas más taquilleras de la historia -según apuntan los últimos datos- sino que también parece destinada a hacer historia en el más positivo sentido del término.
El director neoyokquino Todd Phillips -conocido por su irreverente triología “Resacón en las Vegas”-, que sólo había realizado hasta ahora largos de humor, se descuelga repentina y sorprendentemente con una de las películas más sobrecogedoras, siniestras y escalofriantes que yo he visto a lo largo de mi vida. No en vano, por unanimidad y con total merecimiento, ganó el León de Oro en el último festival de Venecia.
Phillips apunta al corazón de nuestro sistema occidental y lanza una poderosa y demoledora descarga a su misma línea de flotación. Y no es que lo que nos cuenta el neoyorquino sea algo nuevo en la historia del Hombre, no, pero tal vez hoy, como nunca antes -puede que las redes sociales tengan en ello un destacado protagonismo-, grandes sectores desfavorecidos de la sociedad están descubriendo el engaño, de cómo el poder se retroalimenta a sí mismo y una casta privilegiada potencia día a día patrimonio y privilegios en la misma proporción que disminuye la calidad de vida de una clase media que, cada vez en mayor proporción, pasa a engrosar la filas de la indigencia.
“Jaker” es una película incómoda de ver, corrosiva, un espejo descarnado que refleja nuestra fea y tristísima condición. Es por ello que ya ha recibido innumerables críticas de ciertos sectores que la califican de incitadora a la violencia, como si esa violencia no estuviera ya enquistada en las entrañas de la propia sociedad e impulsada por déspotas que actuan en beneficio propio dejando a sus ciudadanos en el más absoluto desamparo. Ataca nuestra conciencia porque muestra el enfado de millones de personas, su furia contenida y un odio incontenible que se manifesta, cada vez con mayor continuidad y virulencia, en protestas y manifestaciones que terminan en incendiarias reyertas callejeras.
Joaquín Phoenix, en el papel de Arthur Fleck, nos ofrece un recital sencillamente portentoso. El actor puertorriqueño adelgazó 25 kilos en tan cuatro meses hasta convertirse en un saco de pellejos y un montón de huesos desencajados con el fin de asumir un papel que, con toda probabilidad, va ser la mejor interpretación de su carrera y, seguramente, candidato favorito al próximo Óscar. Atrapado en una mente enferma, Arthur, entre dolorosas carcajadas, sufre la tortura de la humillación, el desprecio y el abandono. En su razón trastocada, la injusticia de ese calvario interior es el crisol de un magma volcánico. Nos transmite compasión y miedo, hace temblar los frágiles cimientos de nuestra seguridad, nos somete a una necesaria aunque punzante reflexión para colocarnos frente a una lacerante tesitura de la que no podemos huir porque formamos parte de ese hiriente tejido hilado entre todos.
“Joker” es una gran película, conmueve y espanta, no se olvida fácilmente y queda adherida a la piel como un pez rémora a la panza de un peligroso e intimidador escualo.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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