Cuando uno se enfrenta a una película del Sr Lynch se puede esperar cualquier cosa. Si te gusta su cine encontraras buenos motivos para decir que es una obra maestra, por el contrario, si no te gusta, acabarás diciendo que es una tomadura de pelo más.

Uno al que le guste su cine, pero no sea un fan incondicional, se acercará a esta película con las lógicas reservas derivadas de experiencias pasadas, es decir, mirará la cinta sin ningún tipo de prejuicio, dispuesto a encontrarse tanto lo mejor como lo peor de su cine. Y en este caso debo decir que es una de las más aburridas e innecesarias películas de este director.

La historia es ciertamente verdadera y muy sencilla de contar, lo cual haría de ella un buen “telefilm”, una de esas películas basadas en “hechos reales” que se empeñan en colocarnos los domingos por la tarde, y de las cuales uno se olvida a los pocos minutos. Pero el Sr Lynch se ha empeñado en regalarnos una película absolutamente lineal, sin ningún interés, con una cierta emotividad de bote (ridícula, por otra parte), con unas interpretaciones de lo más vulgar y con muy poco más que contar, como no sea la música, que posiblemente es lo mejor de la cinta.

Sorprende una cierta unanimidad de la critica en elogiar esta película, tachándola de obra maestra, pero a este paso, no vamos a tener sitio para tanta magistralidad....

Hagamos del espasmo una forma de actuar, contemos chistes malos (pero malos ¿eh?), hagamos estereotipos de personajes (ese periodista homosexual, y además medio tonto), creámonos todo lo que dicen de nosotros, juntémoslo todo en una historia con la más que fracasada intención de hacer una comedia (siempre pensé que la comedia era aquel genero que consistía en hacerte reir...), y tenemos una pelicula aclamada por el mundo entero...
Y es que pare hacer una comedia hay que ser más serio.

Típica película de videoclub, o tal vez de sesión continua (el cine empezó a morir cuando desapareció la sesión continua) no hay nada en esta cinta que la haga merecedora de un mísero recuerdo. Para lo que cuenta, la película se hace muy larga, las típicas frases rimbombantes de este tipo de cine, y que acaban haciéndose ridículas, algunas actuaciones para sonrojarse, montaje patético, historia mal hilvanada... en definitiva, la típica película de Sam Peckinpah para un público determinado, pseudo entretenimiento de bajo nivel. Tal vez la única escena que hace que salgas del sopor es aquella en la que llega un mandamás al hospital y trata de saludar a un soldado tullido...por salvar algo.
En definitiva solo hay una cosa interesante, y es que si vas al cine acompañado posiblemente te surgan entretenimientos mejores.