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España España · Barcelona
Críticas de Algorythm
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Críticas 24
Críticas ordenadas por utilidad
8
23 de julio de 2021
8 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El mundo está cambiando a nuestro alrededor. Nos atacamos unos a otros. Son tiempos confusos”.

Hay un dicho que es “reinvéntate o muere” y esta franquicia ha sido capaz de hacerlo a su manera, lo que ocurre es que probablemente no contente a la mayoría, ya que no se reinventa radicalmente ofreciendo algo 100% inédito y a su vez tampoco ofrece la monotonía previa de los dos últimos volúmenes independientemente de la interesante premisa en que se sustentan. Por eso mismo opino que esta, a diferencia de las mencionadas, ha encontrado un balance idóneo siendo capaz de acercarse más a ese destacado segundo título (“The Purge: Anarchy”).

Me gusta especialmente cómo han aprovechado la crispación actual sociopolítica para reinventar la saga a pesar de que normalmente no me suele encajar cuando se fuerzan este tipo de “activismos” pero entendiendo en perspectiva el contexto de cuanto sucede en el continente americano, considero que al menos en este caso, es un total acierto el hecho de materializar, a través de una ficción, un conflicto muy real, así como los fines y únicas consecuencias del odio y el miedo, dos elementos clave que se retroalimentan. Y no creáis que esto es algo ajeno, puede extrapolarse con las disputas raciales con las que nos topamos a diario a nivel global debido a la globalización y polarización radical que está habiendo debido a las desigualdades que cada vez se acentúan con mayor notoriedad. Al final esto es simple, reduciéndolo a la mínima expresión, sí el hemisferio norte expropia al sur, este no puede vivir en condiciones dignas y ha de recurrir al norte a buscarse la vida como buenamente pueda (o sepa). Depende del prisma con que lo veas o, mejor dicho, en el que te hayan educado, a tus ojos será justo o injusto.

Regresando de vuelta a la trama, considero además que se cuida de tener claroscuros en los bandos que se forman, ni los “buenos” son tan buenos, ni los “malos” tan malos, lo que supone otro punto en contra para sí misma, ya que la gente necesita -y de hecho está acostumbrada- al maniqueísmo en sus vidas (cine inclusive) aplicando la desdeñable máxima de “o estás conmigo o estás contra mí”. Y -esperemos que sólo a nivel ficción- parece ser que ha llegado la inevitable hora de que el monstruo superara a su creador. Es por esa misma razón que aquí se acierta al añadirle algo más de trasfondo que la sitúe como he dicho en un páramo algo más realista, no se reduce a la sangre por la sangre, hay una historia que contar detrás y un plus a ese discurso (anti)bélico que siempre hemos visto en la saga.

A nivel de experiencia me he sentido dentro de la purga, con el mismo estrés y angustia por sobrevivir, retrotrayéndome a algo similar a lo que ocurre en la segunda entrega, dónde la visión se extendió, más allá de un habitáculo, a la peligrosa humanidad desenfrenada en las calles. Eso sí, por poner alguna pega en este caso algunas escenas exteriores en que abusa considerablemente de los efectos digitales para plasmar catástrofes de mayor calibre se perciben demasiado digitalizadas, por suerte se mantiene en sólo un par de ellas y para el resto se ha logrado un buen trabajo, tanto de producción, como de diseño, pasando por nuevas máscaras dónde confluyen el rústico y vaquero mundo yanqui-tejano con un empobrecido y polvoriento México.

Para concluir diré que, a pesar de su mortífero estilo, termina con un necesario y esperanzador -aunque algo desolador- mensaje que en absoluto me ha chirriado. De hecho, tengo las ganas que perdí en los anteriores volúmenes por ver lo siguiente que nos puede deparar el futuro. Me alegra que se haya vuelto a subir el nivel, ya no a nivel técnico, que también, sino sobre todo a nivel argumental gracias a unos personajes a los que te apetece seguir a través de esos mencionados “United States of Hate”.
Algorythm
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9
10 de octubre de 2023
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nada menos que 31 años después del que fuera su último largometraje, Víctor Erice, el realizador español más solvente de todos los tiempos, regresa a primera línea de cartelera ya no en plena forma, sino con una lucidez exacerbada, a sus nada desdeñables 83 años de edad para realizar un testamento fílmico sin parangón que a su vez firma como una suerte de memorias propias dando forma, junto a la inestimable colaboración de Michel Gaztambide, una de las rúbricas más sobresalientes de este país, a una de las historias más bellas jamás contada y experimentada por mí en un cine, de incidencia casi bíblica se presenta como una apuesta sumamente compleja con multitud de capas que, a posteriori, terminan casando armónicamente.

Con objeto de ahondar en los sinuosos senderos de la mente, investiga las complejidades de la memoria humana a través de esa memoria (historia) fílmica a la que rinde a su modo un sentido homenaje con una forma de realizar que ya no regresará en la constante y voraz evolución que padece el séptimo arte. Tanto es así que, solemne, referencia a esas grandes obras y figuras fundamentales, relegadas al ostracismo, tomándose tiempo incluso para incluir de forma orgánica, mediante elementos intrínsecos de la trama, guiños de cortesía que evocan a sus 3 anteriores filmes.

Tan capital resulta el patrimonio artístico -así en la vida como en la ficción- que, procurándose una filosofía próxima al arte y ensayo, se hallan en esta fragmentos de las distintas disciplinas que dividen las bellas artes: pintura, escultura, música, danza, literatura y, por descontado, el cine. Asimismo, en un metraje dilatado en planos contemplativos que se detienen a inmortalizar la vida, actúa como un retrato magnánimo de la cultura hispanohablante en sus diferentes estadios, hallándose desde los clásicos naipes castellanos hasta el tango de Gardel, sin olvidarse, como no podía ser de otro modo, tanto de la cultura gastronómica autosuficiente y de proximidad de la que gozamos, como del patrimonio cultural que suponen las novelas de autores de la talla de Marsé o Delibes, así como la esencia de conservar los negativos de los filmes en sus bobinas de celuloide para preservar su concepción original.

En lo que a la estructura del filme refiere, entre diálogos poéticos y críticos con los tiempos pasados y presentes hallamos un primer tercio de metraje aplastante, monótono y críptico que propicia pretendidamente un hermetismo que impide que accedas al filme, pero según se fraguan los minutos de metraje su crisálida se va abriendo, dejando atisbar unos enriquecedores rayos de luz que insuflan alma y vida al conjunto, permitiendo que germinen toda una serie de semillas que con suma pericia se han ido disponiendo longitudinalmente en sus distintas capas, deviniendo en un resultado tan minuciosamente estructurado que a cuentagotas, director de fotografía mediante, Erice va activando esos visuales estetas que le caracterizan.

En conclusión, con esta epopeya melancólica, Erice se alza orfebre de un ejercicio catártico que supone el crepúsculo de una vida que ha sido enriquecida y deformada por multitud de elementos que la moldean y conforman directa e indirectamente como un algo único e irrepetible, con especial hincapié en la influencia que insufla a un individuo la presencia o desaparición de un ser querido, para lo cual se vale de una minuciosa dirección de actores, que interpretativamente, además, saca lo mejor de los mismos propiciando labores interpretativas acongojantes de actores ya consolidados que alcanzan el culmen de su carrera con una propuesta de solera clasicista, sosegada y veraz.

Sencillamente, es una historia que solo puede realizarse tras una vida experimentada y plena, repleta de momentos, derrotas y aprendizajes tales que permiten la privilegiada sabiduría de vislumbrar con la mirada taimada el milagro de las artes, del cine y de la vida. Invitando, a quién bien se preste a ello, a que abra sus ojos para atestiguar la nada subyacente o bien los cierre para verlo todo.
Algorythm
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7
12 de julio de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me parece un experimento súper curioso e interesante que demuestra que el cine trasciende de todas las filigranas que puedan hacerse en un rodaje, puesto que el director Rodrigo Sorogoyen y la actriz Marta Nieto logran confinados desde su casa y con la única ayuda de un dispositivo móvil, un mediometraje que desde luego cumple con creces su cometido.

Como habéis podido intuir no se disponía del equipo técnico humano ni el material profesional para desarrollar con gran calidad las diferentes facciones de una producción, debido a ello y a la (en líneas generales) escasa edición posterior, se siente prácticamente como una obra de teatro, eso sí, con escenas y planos muy logrados.

Con respecto a la historia encontramos un thriller casi sobrenatural en que el personaje de Sorogoyen, que en esta ocasión además de dirigir y escribir hace las veces de actor (con muy buen resultado), descubre en el personaje de Nieto comportamientos extraños y alguna característica que le era desconocida, hecho que inicia una serie de sucesos que les harán plantearse ciertas cuestiones.

Así pues, volvemos al cine más puro y experimental, dónde destaca la intencionalidad de las actuaciones, pero con el distinguido toque de Sorogoyen, que genera una atmósfera vivaz capaz de sumirnos de lleno en la pantalla. Si disponéis de 40 minutos, echadle un ojo.
Algorythm
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5
20 de diciembre de 2022
7 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pasado tanto tiempo a la espera de la tecnología que su director requería para lograr su ansiada visión de este peculiar mundo, a muchos se nos desinflaron gradualmente las ganas de seguir pendiente de las nuevas aventuras venideras de esta saga, sin embargo, ayer, en un atrevido ejercicio de conciliación, volví a ver, 13 años después de su estreno, ahora en formato doméstico, el primer volumen, volviéndome a maravillar, reconciliándome e insuflándome de buenas vibras para encarar esta segunda parte contagiándome de su espíritu y con la mejor de las intenciones.

Vaya por delante que me alegra que alguien tan apasionado y dedicado como un Jim (Cameron) visionario y obsesivamente perfeccionista cuente con el soporte económico y profesional adecuado a sus espaldas para lograr congregar, estreno tras estreno, con el paso de las décadas, a las masas de toda índole y condición de vuelta a los cines para asombrarlas con las hazañas de las que es capaz y eso, mayúsculamente, es digno de admirar, ni los mejores nombres en la historia pueden decirlo.

Sus problemas llegan cuando todos los contrastes y virtudes que hacían de la primera algo memorable son vilipendiados; abre tanto las fronteras y su contenida visión de su amplio mundo que deja de ser una bella historia de superación interior e íntima para tornarse una historia colectiva, por lo que inevitablemente se pierde esa cercanía al abarcar un volumen de elementos al que difícilmente puede dedicarle el grueso que cabría para un desarrollo preciso. Sin ir más lejos, el propio protagonista, Jake Sully, pierde carisma, sus decisiones son equivocas, atropelladas, ya no es nuestro compañero de descubrimientos en terreno desconocido, él ya tiene su vida hecha allí y su participación se torna en buena parte terciaria e incluso prescindible, perdiéndose así la figura de referencia que era. A su vez, contamos con nuevos integrantes Na'vi, irregularmente justificados, a los que vemos comportándose como insolentes humanos. A mi modo de ver, el observar a dichas criaturas con gafas de sol o mascando chicle, aún buscado, se sale de la idiosincrasia mitológica que pretende desarrollar.

De hecho, sus personajes apenas importan, de algún modo, también pretendidamente, sino que lo hace la libertad de exploración y el afán de protección de un mundo rico, con los habituales mensajes eco-conservacionistas del correcto discurso medioambiental que pretende transmitir la saga, lo cual está bien... en el medio adecuado para ello, que es quizás, el documental. Un filme cuenta un argumento, teje una narrativa que emociona e intriga con sus personajes, no se somete a una serie de agitaciones que de forma colateral arremete con unos personajes, nuevos y viejos, con los que no nos hace empatizar, plantándonos en su lugar semillas que germinará en unas siguientes entregas cuyo interés general, lamentablemente, va a decaer -ojalá me equivoque- por la forzada organización de los mismos.

Cabe mencionar también qué, en un intento de acomodar las apariencias de los seres Na’vi a las de los actores, han logrado precisamente eso, que los personajes parezcan los propios actores que ya conocemos -ahora con un filtro facial aplicado- y no los personajes del anterior filme que ya teníamos en el imaginario colectivo. Esto se debe a un rediseño poco sutil que, nada más lejos de la realidad, torna lo que era una tribu salvaje en una suerte de raquíticos polimorfos de color azul a los que se les ha practicado, además de un lifting, una horrible bichectomía que les da el horrendo aspecto de modelos de revista.

Para más inri, las texturas de dichos personajes son tan reales que, aunque no caen en el famoso valle inquietante (uncanny valley), se sienten igualmente extraños. Quizás las generaciones actuales y nuestras miradas no están todavía acostumbradas a esto y es algo a lo que, con el paso del tiempo, nos familiarizaremos más. Sin embargo, especialmente en lo que a entornos se refiere, permitidme mostrarme escéptico o cascarrabias, según prefiráis; uno por norma general, no va al cine a ver sci-fi y fantasía fidedigna realísticamente, si no a que le hagan soñar con mundos y parajes nuevos y esto nuestros ojos, por bello que sea, ya lo tienen visto de uno u otro modo.

Y Aunque ahora se nos introduzca a un clan de “maoríes” oceánicos que, al igual que los Onomaticaya, en buena parte, cambian las imponentes armas arcaicas construidas con materiales del entorno por burdas metralletas, también recorremos unos montes que, me reafirmo, parecen bosques regulares como los que podemos encontrar en nuestro planeta, pero agigantados y rebosantes de diferentes criaturas y plantas exóticas, perdiendo así, su vibra tan onírica. Como contrapartida, el agua CGI que vemos difícilmente puede diferenciarse del agua real (algo que sí suma al espectáculo visual) con los miles de físicas y matices que precisa, lo que hacía de esta hazaña algo realmente complejo de lograr.

Así pues, los deseosos de un blockbuster promedio, prototípico y predecible disfrutarán con los visuales que les tienen preparados que, como bien apunta el crítico Alejandro G. Calvo, confluyen en un compendio “de imágenes hipertrofiadas” a tal punto que ocurre algo muy similar a lo que le ocurrió al remake live-action de "El rey león" (2019), donde se integró más calidad y menos alma en unos conocidos personajes ya funcionales, que, sumado a la ausencia del factor sorpresa inicial, supone un demoledor combo de imperfecciones.

[Finalizo en la zona spoiler, sin hacer uso de estos]
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Algorythm
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5
12 de diciembre de 2023
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con una sugerente premisa y un contexto muy concreto Ridley Scott se inmiscuye de nuevo en esos filmes históricos que tanto le apasionan, guiándonos por un viaje capitaneado por la magna figura de Napoleón, que comprenderá desde el año 1789 donde comienza el ocaso de la Revolución Francesa mediante la ejecución de María Antonieta en la guillotina -cuando este era simplemente un capitán de artillería- hasta su muerte durante su segundo exilio en Santa Elena en el 1821, desarrollando, como comenta en un artículo el portal de la BBC “un espectáculo de pompa alrededor del hombre que puso a Europa de rodillas”.

Con todo y ese poderoso punto de partida lo cierto es que se trata de un biopic plagado de controversias y polémicas totalmente comprensibles en el análisis del mismo, especialmente de su cuestionable forma y fondo llevadas a cabo mediante decisiones objetivamente desacertadas, comenzando por una dirección clásica e invisible que no imprime ni intención identitaria ni riqueza artística o estilística alguna más allá de limitarse a plasmar lo que debe con un canon taimado, mecánico e inerte. Asimismo, las labores de fotografía y montaje resultan igualmente faltas de sangre en una contención que limita lo disruptivo, diferente e incluso lo memorable.

La película se construye mediante dos estilos que va alternando, el dialéctico y el bélico; el primero lo aprovecha para construir mediante diálogos, en su mayoría soporíficamente insulsos, una pasionalmente tóxica relación entre Josephine, encarnada por la maravillosa Vanessa Kirby, y el inadaptado protagonista al que da vida un contenido Phoenix y, el segundo a posteriori, para hacer un efímero repaso a los momentos estelares de las contiendas denominadas como guerras napoleónicas.

Todo ello surge como consecuencia de un pobrísimo guion obra de David Scarpa, con quién el cineasta británico ha unido fuerzas para urdir los últimos grandes proyectos que está orquestando, que realiza un retrato sobrio y crudo percibido como adulto por su desvergonzada visión del sexo, las insinuaciones eróticas y su descarnada brutalidad con los que se limita a atravesar toda una serie de hechos históricos que debe concatenar para alcanzar el único cierre que pudo tener un filme semejante.

Dicho lo cual, no cabe duda de que se erguirá como un hito singular en un territorio estadunidense poco versado culturalmente, de hecho, no es más que un ejercicio superficial de cultura para yanquis, debidamente acotado y ramplón con el fin último de que haya poco que procesar y, por descontado, nada que reflexionar. Buen ejemplo de ello es que no hay lugar para el análisis de la interesante psique de esta figura histórica ni tampoco para cavilar mínimamente acerca de las motivaciones que alberga la mente de un individuo tan completo como complejo en sus claroscuros, pues, si bien era un estratega brillante, lo cierto es que su carácter, ciertamente altivo y singular, maximizaron una manifiesta ineptitud social en su persona.

En lo que al apartado visual se refiere tampoco da en el blanco, pues, haciendo gala de una imagen desaturada y una exagerada colorimetría que procura asemejarse a las tonalidades cromáticas de un cuadro o un pergamino, no hace, sino que construir una atmósfera anodina y desabrida en un filme que se concibe como épico. Por contraparte, cabe halagar que independientemente de la buena cantidad de pantallas verdes que por razones lógicas ha de utilizar, aunque en no pocas ocasiones resulte perceptible su presencia pese a lo colosal que de por sí resulta una producción semejante, hace gran uso de un CGI que procura implementarse con una concepción semejante al analógico.

Lamentablemente, pese a la mejor de las predisposiciones, uno no puede más que abandonar la sala de cine con el peor de los sentimientos posibles tras experimentar una obra artística; una indiferencia magna ante el generoso despliegue experimentado que ni aporta ni destila nada por lo que ser reseñable y menos aún, recordado y no precisamente por falta de recursos, talento y liquidez, ya que tenía la suerte de poder contar con esa tan ansiada triada en el ámbito audiovisual.

En definitiva, es un ejercicio correcto que no destacará ni perdurara, cuyo mérito reside en los millones a sus espaldas -desaprovechados- en una superproducción que con el sazón adecuado, bien pudo no quedarse en tierra de nadie, ya que lo poco que arriesga no favorece a la experiencia cinematográfica sino que dilapida incluso, haciendo gala de esa incoherencia y dejadez tan actuales, un rigor histórico que habría enriquecido un filme que se cree muy docto y resulta estúpidamente burdo, como las gentes candentes de hoy día.
Algorythm
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