Notoria y notable (o casi sobresaliente) película que se desenreda de la serie precursora y que no se asoma del todo, aunque dejando visible un cierto poso, a la serie posterior. Un ejemplo de algo bien hecho, de un producto histórico al que le han sacado bien el jugo y que, de la misma manera, rebota en nosotros en forma de documento pedagógico, entendible, fiel. Una producción excelsa que no deja nada al azar, que magnifica la importancia de la época, que ahonda en los lugares y en el paisaje, en las ropas y costumbres, en el hecho de contar de manera fehaciente un pedacito de la historia tan (y tan) importante.

Los actores destacan, a cada cual más. La seriedad estática de un rey Fernando mostrada por un Rodolfo Sancho correcto; la ambición desmedida, el ansia, la desesperación ante la oportunidad que retrata un Raúl Mérida-Felipe el Hermoso; el desamparo, la frustación, el amor sin igual de una Juana (no tan loca) con la que Irene Escolar brilla de una manera que, he de confesar, no me esperaba. Los secundarios actúan como los acompañantes imprescindibles sin los cuales el resultado jamás hubiese sido posible.

"La corona partida" debe ser el gran orgullo de Jordi Frades, así como de todos los participantes. Aquí no tiene cabida aquello de que "el cine español es...", aquí no tiene cabida lo de referirse a la serie, aquí no tiene cabida el eterno runrún de si es fiel o no a este o aquel libro. Es una película para disfrutarla como si de una superproducción se tratara, porque al fin y al cabo... ¿no lo es?

Matadero. Como nombre de serie, sí que sugiere. ¿Copia de los Cohen? No, más bien un sentido homenaje. El despiece de la serie se torna imposible ya que es una intrincada red de casualidades y despropósitos imposible de resumir. Matadero llega a gustarse a sí misma, llega a encontrar en su elenco una vía de transmisión más que diga, sobresaliente.

Matadero. Porque el caso es que la serie va de cerdos. La premisa es importante tenerla clara, no vaya a ser que hayan confusiones luego. Un casting superlativo. Desde Pepe Viyuela hasta Tito Valverde, pasando por una genial Camila Viyuela o el dúo Miguel de Lira y Ginés García, todos están soberbios. Habría que destacar, eso sí, a una Lucía Quintana que se come la pantalla en un papel para nada fácil. Chapeau.

Matadero. Resulta curioso, aunque cada vez menos, ver que las peores críticas son de personas que no han pasado del primer capítulo (hay una que se jacta de no haber visto más de 10 minutos) o apenas han aguantado 2 capítulos para volcar sus impresiones. ¿Volvemos a los críticos de episodios piloto? Al igual nunca dejaron de estar, sólo que se les hacía menos caso.

Matadero y final. En fin, es una serie muy muy buena, entretenida y bien realizada que merece ser disfrutada. Y sí, es un thriller ibérico. ¿Qué problema hay?

Fallida serie de Besson. "Taken" no tiene nada que ver con las otras «venganzas», no consigue ser el origen pretendido, no logra que esos capítulos inconexos logren labrar una trama medianamente interesante, que pueda regalar algún mínimo interés. Y es que en muchas ocasiones es aburrida con vicio, a pesar de contar con capítulos de no mucha duración.

Bryan Mills. Ya, ya sé que tampoco se podía pedir a Liam Neeson, y es más, diré que Clive Standen no lo hace tan mal. Pero el personaje resulta desdibujado y con una fórmula que se repite en casi todos los episodios: nuevo caso, resolución, alguna alocución a su pérdida personal y unos minutitos de dosis amorosa. Al empezar una serie como esta, uno piensa que tiene ante sí una biografía, una explicación, una anticipación del Bryan Mills de Neeson. Pero no.

Resumen. Para concluir y definir, es una serie muy floja, aburrida en tramos, sin enganche, con capítulos no conectados entre sí y, por ende, una historia sin trama. Y que por supuesto, no le hace justicia a, tal vez, uno de lo mejores personajes de acción del cine francés.

Drunk. Con un hilo argumental confuso y a veces inexistente, «Dos padres en apuros» se difumina entre el alcohol del principio y la concatenación de sinsentidos que se desarrollan a lo largo de la película. Con la excusa de la falta de dinero, con una hija en la universidad, se zambullen en difíciles decisiones que les harán tomar los peores caminos.

Parents. Ni Alec Baldwin ni Salma Hayek (sobre todo esta última) remontan una película condenada desde un principio. La química entre ellos destaca por su ausencia, y no hay humor, no hay carisma, no hay nada que valga la pena. En resumen, pasen de largo. No es nada recomendable.

Entrañable película, que mezcla comedia y drama, amor y boxeo, al mayor de los Ozores y a un gran Tony Leblanc, al Chamberí de los 50 con una Antonio Garisa en estado de gracia. Sí es verdad que no pasa de eso, de entrañable, ya que el transcurso de los años no le ha hecho mucho favor.

El tigre de Chamberí no llega a ser un clásico a pesar de tener un leve tufillo a clásico. Paradojas del destino. Pero es indiscutible e indudable que merece ser vista.

La introducción de la película, con ese Madrid de la época, y el discurso con voz en off, es para disfrutarlo.