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España España · Barcelona
Críticas de Eduardo
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Críticas 1.293
Críticas ordenadas por utilidad
7
5 de diciembre de 2017
20 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Movistar+ ha tenido a bien obsequiarnos este estupendo documental sobre una de las mujeres más hermosas de la historia del Cine, que muestra de paso su aspecto más oculto: el de una inventora genial y una mujer adelantada a su época en muchos aspectos. Se rebeló contra la tiranía de los estudios, produjo algunas de sus películas, vivió como le dio la gana y, si bien fracasó con sus hombres, los elegía ella, qué demonios. Inventó un sistema de comunicaciones en el que se basan el wifi, el bluetooth y el GPS, entre otros. Ninguneada por el ejército estadounidense, probablemente para no pagarle, lo utilizaron con éxito en numerosas ocasiones.
El documental recoge las opiniones de sus hijos y de amigos íntimos. No se habla tanto de la actriz como del ser humano que fue, no se concede protagonismo a su carrera cinematográfica que, en realidad, no fue tan gloriosa como parece, salvo ejemplos aislados (Cenizas de amor, Noche en el alma, Argel). Oímos su voz, grabada en algunas casetes que estuvieron a punto de perderse para siempre, con las imágenes y el sonido de sus rememoraciones se va componiendo un retrato impresionista de la mujer nacida en el Imperio Austrohúngaro y fallecida bajo el sol de Florida, anciana y arruinada.
Para amantes de mitos y bellezas malditas.
Eduardo
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7
16 de junio de 2013
20 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Allá por los años 30, Dick Powell era un galancito de sonrisa profidén, aspecto melifluo y cara de bofetada. Le recordamos, sobre todo, en La Calle 42. Una década más tarde se había convertido en uno pequeño pilar del noir, al encarnar a Philip Marlowe en la seminal Historia de un detective. Había perdido los mofletes y su mirada era dura y acerada, un punto peligrosa. A partir de entonces, encadenó un rol tras otro de dichas características, con películas tan notables como Venganza, Johnny O'Clock y Opio. Como afirma la leyenda, fue uno de tantos damnificados del film El conquistador de Mongolia, horroroso por lo demás, rodado en el desierto de Nevada tras diversas pruebas atómicas. La mayoría de los participantes en dicha cinta murieron de cáncer.
En Pitfall encarna a un agente de seguros hastiado de su trabajo, de su matrimonio y de la vida en general. Hasta que en el curso de una gestión rutinaria conoce a la hermosa Mona Stevens (la maravillosa Lizabeth Scott) y se extravía en sus brazos. Lo cual despierta los celos del psicótico MacDonald, un detective de tres al cuarto que trabaja en ocasiones para su compañía de seguros. Ese conflictivo trío, combinado con un tercer hombre que sale de la cárcel, el ex novio de Mona, dará pie a un final trágico para todos los implicados. La mirada final de ambos cónyuges al concluir la película no presagia precisamente un futuro demasiado halagüeño. Por lo demás, dejadme hablaros de Raymond Burr. Este hombre era inconmensurable. Sus papeles de villano en tantos films noirs de los 40 y los 50 tendrían que haberlo convertido en un mito (Hitchcock se lo sirvió en bandeja en La ventana indiscreta), pero en su camino se cruzó Perry mason y ahí terminó lo que habría podido ser una carrera gloriosa, para dar paso a otra tal vez mejor remunerada, pero mucho menos exquisita. Os aseguro que sólo por Burr vale la pena ver Pitfall, con independencia de sus demás virtudes. ¡Loor y gloria a Lizabeth Scott!
Eduardo
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7
4 de noviembre de 2017
18 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hombre vuelve a la Borgoña, tras una ausencia de diez años, para ver a su padre antes de morir. Con sus dos hermanos, hereda las viñas que conforman el patrimonio familiar, un legado envenenado porque no pueden pagar el impuesto de sucesiones. Por lo tanto, han de replantearse qué hacer con la casa en que nacieron y los viñedos.
Ésta es una historia de cómo se tejen las relaciones humanas, los momentos difíciles de incomprensión, de ira, de rebeldía, de alejamiento. Y una historia sobre nuestra relación con la tierra, la tierra que nos pertenece, pero a la cual también pertenecemos. El dilema de vender o no vender para sobrevivir, de tirar adelante con lo puesto, de ser fieles a la tradición que, quieran o no, les arrastra hacia el futuro. Cédric Kaplisch se pone inusualmente serio en este relato ambientado en la verde Borgoña, verde pero también lluviosa, dura y exigente. Evitando en lo posible la sacarina y el sentimentalismo, dibuja con mano maestra a los personajes y los lazos que tanto les unen como les alejan. Diálogos creíbles, situaciones perfectamente plausibles, escenas de una ternura que surge más de lo que vemos que de lo que oímos, un soterrado humor que permea incluso los momentos más tensos. Estamos acostumbrados a la excelente calidad del cine galo de los últimos tiempos, y es un verdadero placer ver a seres humanos en la pantalla, no simples monigotes.
Hay que ver Ce qui nous lie (el título francés es mucho más explícito que el castellano: lo que nos une) sin prisas, dejándose llevar por el tempo de las imágenes, que pondrá nerviosos a quienes prefieran una de bofetadas a obras de un calado más profundo como la que nos ocupa. Con unos actores de una naturalidad singular (imposible destacar a unos sobre otros, aunque siento debilidad por Ana Girardot, inmensa actriz), una banda sonora medida, adecuada, salpicada de canciones tan hermosas como conmovedoras, y una fotografía enamorada de los paisajes que está filmando, esta cinta constituye una muy agradable sorpresa, como un oasis en medio de las tormentas desencadenadas a nuestro alrededor. No tengáis miedo a dos horas de sensibilidad. Saldréis recompensados.
Eduardo
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7
21 de diciembre de 2019
25 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curiosa es una película eminentemente francesa, con todas las virtudes y defectos de semejante calificativo. Transcurre en un ambiente de alta burguesía, dedicada a la literatura, y gira en torno a los amores del famoso escritor Pierre Louÿs y Marie de Heredia, hija de su editor, José-María de Heredia y esposa de Henri de Régnier, poeta y escritor próximo al simbolismo, y gran cornudo. Pierre Louÿs se hizo famoso con Las canciones de Bilitis, colecciones de poemas sobre el amor lésbico de trascendental importancia para el movimiento feminista. Su novela La mujer y el pelele fue llevada al cine en dos ocasiones, protagonizada por dos de los más grandes mitos eróticos de todos los tiempos, Marlene Dietrich y Brigitte Bardot. Hombre dedicado con tenacidad a la fornicación y al sexo en todas sus manifestaciones (y modalidades), era también un gran fotógrafo aficionado, y según cuenta la película poseía un álbum exclusivamente de culos, pertenecientes a las damas que había ensartado por la retaguardia. El erotismo elegante y refinado es la clave del relato. Marie de Heredia aparece bajo los rasgos de Noémie Merlant, a la que vimos recientemente en la estupenda Retrato de una mujer en llamas. Rostro angelical, cuerpo perfecto, pechos pequeños pero de forma deliciosa, culo magnífico, el vello púbico suficiente pero sin estridencias. Niels Schneider es un Louÿs muy convincente, guapo, apuesto, con un leve toque canaille, cuerpo de modelo, miembro de notables dimensiones. Ambos protagonizan escenas planificadas de tal manera que todo resulta, como ya he dicho, elegante y refinado: da la impresión de que los cuerpos, en lugar de oler a semen, secreciones y sudor, despidan aromas a gel cítrico y Chanel nº 5. El erotismo sólo aparece más desenfrenado en dos escenas protagonizadas por la amante argelina de Louÿs, una Camélia Jordana sensacional. Aunque vivía con Louÿs, se entregaba a cuantos hombres se cruzaban con ella a fin de complacerle. En la primera, baila con los pechos al aire para un grupo de amigos del escritor, un baile frenético y sensual al son de una música tecno que no desentona, hasta concluir con una felación off camera, of course, que intuimos magistral. En la segunda escena, practica el sexo con Marie y le da unas cuantas lecciones sobre el cuerpo femenino, un momento de maravillosa tensión sexual. Louÿs acabaría casándose más tarde con la hermana de Marie y, se supone, los tres gozarían de una relación muy particular... Dirigida y escrita por mujeres, Curiosa es una película para disfrutar sin complejos, en esa política tan francesa de considerar el sexo como algo hermoso, alegre y apremiante, aunque nos haga sufrir en ocasiones. Más intelectual que carnal, quien acuda al cine con la intención de darse un buen lote de imágenes, tal vez se llevará una decepción. Estrenada en pocos cines y por poco tiempo.
Sería injusto no añadir que Marie de Heredia fue también una prolífica escritora, que frecuentó la novela, la poesía y el teatro. Con el seudónimo de Gérard d'Houville publicó su primera novela en 1903, L'inconstant, y en 1918 fue la primera mujer en recibir el primer premio de Literatura de la Academia Francesa. Acumuló tantos premios como amantes, y se la puede considerar una gran precursora del movimiento feminista, tanto en su obra como en su vida.
Eduardo
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7
4 de octubre de 2012
22 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los atracadores es una película importante, que se impone a sus evidentes defectos, fruto "d'un temps, d'un país", como diría Raimon. En primer lugar, es un alegato contra la pena de muerte en pleno franquismo, sigiloso y cauto, pero alegato al fin y al cabo, como demuestra la escena final, rodada como si se tratara de un documental, sólo que muestra la ejecución a garrote vil de uno de los atracadores. A los escalofríos que produce la secuencia contribuye la muy verosímil interpretación de Julián Mateos, en el papel que le catapultó al estrellato (bueno, en la medida que él lo permitió). En segundo lugar, trata otros temas tabú, como la infidelidad de un hombre casado, con mantenida y todo, la delincuencia en una España perfecta, las relaciones extramatrimoniales, todo ello con cierta moralina y continuas concesiones al Régimen imperante, pero Madame la Censura era difícil de engalar. Y en tercer lugar, Rovira Beleta filma con un pleno dominio de la cámara, de los claroscuros, y de las posibilidades de una ciudad que, en el recuerdo de los que llevábamos pantalón corto en esos años, siempre será en blanco y negro, triste, lóbrega y atemorizante. En conjunto, un pequeño clásico.
Eduardo
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