Hay esperanza para la ciencia ficción. Así lo demuestra "Ex Machina", la cual logró, en este año, alzarse con un fenómeno poco común en la Academia, pues obtuvo una nominación a mejor guión original (ganando la estatuilla a mejores efectos especiales, aunque el sci-fi está más valorado en ese ámbito -"Interstellar" ganó el mismo premio el año antepasado-). Y hay esperanza no sólo por el hecho de que los críticos se interesasen en una película de esa temática, sino también porque ella sola brilla, sin necesidad de premio alguno.
Del planteamiento inicial sobre la inteligencia artificial -¿hay o no autoconciencia?-, se pasa a algo parecido a la afirmación, pero no en el sentido esperado. No es el filme una historia al uso sobre el tema, donde hay científicos despeinados con batas blancas y el destino de la humanidad en juego. No, es una narración mucho más humana, mostrándonos consecuencias poco meditadas de la singularidad, si ésta llegara a producirse.
Alex Garland se las arregla para construir su historia con pocos medios y con todo dar resultados excelentes, concentrándose en lo esencial sin grandes aspavientos. El trío protagonista es lo mejor de todo, con un Isaac dando una imagen distinta e inquietante de un genio, Gleeson la de un pobre muchacho (no puedo definirlo con otras palabras) y Vikander, espléndida en su papel de ser artificial.
Quienes huyan de la ciencia ficción tienen en "Ex Machina" un gran aperitivo para empezar.

Antes que nada, es necesario apuntar un par de cosas: en verdad "The Boxtrolls" es una buena película y su factura técnica es asombrosa. Es este último aspecto el más sobresaliente de la pieza entera, sobre todo lo relativo al clímax argumental (no tiene desperdicio), y no tengo quejas en la materia: me quito el sombrero.
Lo que es una verdadera pena es el apresurado ritmo, el cual no deja espacio para profundizar en las diversas tramas presentadas a lo largo del filme. Varias de ellas pasan desapercibidas o sobresalen sólo por instantes brevísimos, dando sensación de un guión resumido debido a las exigencias de una técnica así (el stop-motion es muy complicado y no da margen a obras largas). Por ejemplo, la importancia "social" de los sombreros blancos o la naturaleza de mecánicos de los boxtrolls. Si hubiera contado con un metraje más amplio, estaríamos ante una obra de referencia en la animación.
De cualquier forma, Laika es un estudio relativamente joven, teniendo la posibilidad más adelante de mejorar. "Kubo and the two strings" parece prometedor. Habrá que seguirles en el futuro.

No suena nada mal una historia sobre la amnesia y el descubrimiento de terribles secretos, ¿verdad? La cuestión es cómo te la cuenten. Que es, quizás, el elemento primordial a la hora del arte narrativo, trátese de novela, cuento, teatro, cine o cómic: de un acontecimiento en apariencia trivial puede brotar una gran obra. A la inversa, una idea brillante a priori puede resultar en un aburrimiento mortal si el artista no sabe cómo lidiar con ella.
La premisa inicial, resumida en la ficha, podría haber dado mucho más juego, si el director Rowan Joffé hubiera pulido más el relato. No hay tensión alguna, al poco tiempo se sabe ya quién es el culpable de todo, y la que debería ser la baza final queda deslucida por el desarrollo anterior de los hechos. Es verdad que "Before I go to sleep" no es exactamente el somnífero hecho película, pero la atención que logra reclamar se dispersa en varios puntos muertos. El intento por dar un poco más de sazón al filme es inexistente. Parece más una anécdota contada con prisas. La fotografía tampoco mejora la ambientación, no tiene nada destacable ni da pista alguna de que "Before I go to sleep" en teoría es un thriller (tiene incuso un aspecto más decente la carátula).
El trío protagonista se esfuerza más. Sus actuaciones no son clases magistrales, pero son considerablemente buenas, en orden ascendente: Kidman, Stronge y Firth.
¿Lo mejor? El elenco. ¿Lo peor? Que no emociona a nadie.

Sin ser un fan acérrimo, en su día disfruté de las películas de la saga. Simple y puro entretenimiento, es lo que le pedía a Star Wars. Pero esta vez, ni eso consiguieron.
Por supuesto que valoro el trabajo de todo el elenco, hasta el de Max von Sydow que ni necesidad de que apareciera había, y de todos modos lo sacaron. Rey, Finn y Poe dan todos la talla, e incluso Kylo Ren como villano es medianamente aceptable (no es comparable a Vader, pero tiene sus detalles, como sentirse atraído por el bien, aunque a veces parezca un niñato malcriado). Los veteranos, Fisher y Ford, están ahí por el cheque y la nostalgia, nada más, sin embargo es agradable verlos de nuevo en acción.
Lo que sucede es que, sin pedir innovación a raudales, tampoco quiero que me cuenten exactamente la misma historia (¡y en la misma saga, qué demonios!). ¿Acaso cree J.J Abrams que nos vamos a tragar otro Episodio IV pero peor contado sin darnos cuenta? Porque todo esto luce como una tomadura de pelo. ¿De dónde salió el láser que pertenecía a Luke? Ni preguntes, no hay tiempo para eso. ¿Poe desaparece en cierto momento y reaparece desde la nada sin explicación? Ignóralo, detalles triviales. ¿Kylo Ren comete una idiotez supina llevándose a la chica, en vez del androide que estaban buscando? (je,je). Pues nada, es que si no lo hacía, la historia no avanzaba. ¿Qué la rebelión no sirvió de nada porque la galaxia está virtualmente en la misma situación que en el Imperio, con esta Primera Orden salida de quién sabe dónde? Qué más da. Por no mencionar que dejan a Leia y a Han como pésimos padres y peor pareja (vaya manera de revivir la magia de la saga), y que en cierto momento que debería ser el culmen del dramatismo, nada, todo igual (detalles en spoilers).
Por eso y por más, para mí esta nueva entrega no merece la pena. Que Dios nos agarre confesados si la Disney sigue así.

Pues eso. Quien espere una reinvención del terror como en su día fue "El exorcista", puede ahorrársela; ésta no es su película. No obstante tener matices de muchas historias del género, Guillermo del Toro se las arregla para tener un sazón propio en "La cumbre escarlata". La amargura, la desolación y el miedo, no residen ni mucho menos en los muertos que acechan por la solariega casa, sino en los propios vivos que habitan en ella (grandes Hiddleston y Chastain), incapaces de desplegar sus propias alas y volar, las orugas que se convirtieron en arañas, atrapados en sus fantasías. Por eso, como si de vampiros se tratasen, necesitan parasitar a los desgraciados que caen en sus manos, en este caso una ingenua y cándida joven (buen trabajo de Wasikowska) que tendrá que madurar si quiere sobrevivir.
No será nada nuevo en realidad, pero a mí me gustó.