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Estados Unidos Estados Unidos · Omaha, Nebraska
Críticas de Melón Blando
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Críticas 20
Críticas ordenadas por utilidad
7
12 de julio de 2005
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Mi padre creció sin mirarse al espejo" es de una canción de Joan Manuel Serrat. Daniel Montero, el protagonista de una noche con Sabrina Love, es hijo de un vidriero en un pueblecito argentino, Curuguazú, cuando la gente ha dejado de mirarse al espejo para ver la televisión. Ya, en "Buenos Aires vice versa", del año mil novecientos noventa y seis, el televisor constituía un personaje más con quien hablar para una mujer sola en casa.
Como en esa película, Alejandro Agresti trata de nuevo unos seres humanos desdichados, conflictuados, y, sobretodo, incomunicados emocionalmente que giran entorno a Daniel, un chico de diecisiete años, que emprende un largo viaje hacia Buenos Aires. La ensoñación adolescente de Daniel sobre Sabrina Love, Cecilia Roth, a través del televisor le llevará a adentrarse en la realidad de la urbe y comprometerse, a la vez, con su realidad familar e individual.
Una propuesta sincera, la de Agresti, que parece conectar con un particular hombre de a pie argentino, representado por Carmelo e interpretado por Mario Paolucci en la película, visto ya en la excelente "Buenos Aires vice versa".
Melón Blando
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9
1 de julio de 2005
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Berlín contemplada por ángeles desde las alturas. Descienden a las calles berlinesas para escuchar los pensamientos de los humanos, murmullando. Los ángeles son, como el cielo sobre Berlín, lo único que comparten los habitantes de una ciudad dividida por el muro, el muro de Berlín, metáfora de la división que rige el mundo del adulto. Las palabras escritas por Peter Handke y pronunciadas por los ángeles nos remiten a preguntas que los adultos se han dejado de cuestionar. Se trata de la mirada del niño, de detenerse a observar y disfrutar de los pequeños detalles de la vida, una experiencia que posea las particularidades de la primera vez: la inocencia de la primera mirada sobre el mundo. Wim Wenders, de los pocos que quedan que son directores y cinéfilos, dedica la película a todos los ex-ángeles, en especial a: Yasujiro Ozu, François Truffaut y Andrei Tarkovski.
Damiel, el ángel que anhela desesperadamente lo mundano, urbano, terrenal, fugaz, cotidiano; los olores, colores y placeres de este mundo. Encuentra Marion, una trapecista de circo, un personaje-isla, rodeado de otros personajes-isla en absoluta imposibilidad de llegar a cierta compenetración con los demás o alguna ayuda externa. La noche berlinesa con Nick Cave and the Bad Seeds. Poesía con Colombo, que decía aquél. Cassiel. Un viejo poeta llamado Homero que busca inútilmente los lugares que dejaron de existir después de la guerra. Decía Sartre que "el hombre es, ante todo, un proyecto que se vive subjetivamente (...) el hombre será, sobretodo, lo que habrá proyectado ser".
¿La utopía, pues, se proyecta hacia el futuro, o hacia el pasado? Una compañera nuestra añade que desde el presente sólo podemos mirar el pasado (mirar hacia delante), ya que es lo que hemos narrado y que nos han narrado respecto a nosotros y los demás. El futuro se encuentra detrás, es lo que aún no conocemos, que hemos de construir, que hemos de narrar, y si acordamos que sólo conocemos lo que construimos, el futuro no está. Pero en la medida que el pasado está presente, podremos quizá proyectar el futuro.
Melón Blando
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8
29 de julio de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este es el dilema ético que presenta la película: la prima o la Sandra. Un pequeño empresario da a escoger a sus empleados entre una prima extra de 1.000 euros para cada uno de ellos y la conservación del lugar de trabajo de una de sus compañeras, reincorporada al trabajo después de un tiempo de baja laboral. O la prima o la Sandra.

El planteamiento de la película surge de las actuales circunstancias en el mundo laboral. Los compañeros de Sandra han votado una reducción de personal y el despido de Sandra a cambio de una prima. La película de los hermanos Dardenne muestra las consecuencias humanas de este contexto de competencia entre trabajadores fruto de la obsesión por la productividad.

"Deux jours, une nuit" sucede en los suburbios de una ciudad belga, pero podría ser cualquier ciudad europea. Las películas de Jean-Pierre y Luc Dardenne no se conciben desde la raíz de un cine popular, de distracción y entretenimiento (más bien acogidas por el elitista Festival de Cannes), a pesar de ser paradójicamente un cine comprometido con la gente, en cierto sentido de barrio y popular. Sandra, apoyada por su marido, contacta con sus compañeros de trabajo durante un fin de semana porque se replanteen su voto y ser así ella readmitida. Visita las casas de sus compañeros y esto permite ver múltiples visiones acerca de ellos.

Cámara en mano y su característico tono documental, esta pareja de directores belgas consigue una vez más una muestra de autenticidad. Rodada en escenarios naturales, con sonido directo, sin banda sonora, repetitiva; no juzgan sus personajes, no hay buenos y malos. Todos tienen sus razones para decir sí o no a la readmisión de Sandra. No hay maniqueísmos, sí hay ideología.

El cuerpo y rostro del film es el de Marion Cotillard, ganadora del Oscar por su interpretación de Édith Piaf en "La Vie en rose", que aquí no da la impresión en ningún momento de disfrazarse de "persona normal y corriente", sino que presente en el 99% de las escenas se mueve y da vida con credibilidad a esta "trabajadora poco productiva" sin autoestima. ¿Cómo hacer frente al trabajo, al paro si se siente inútil, sola, desamparada?

Película reveladora, necesaria, que habla de un proceso de concienciación personal y colectiva ante la adversidad en el marco de la crisis económica y social. De cómo los resortes del capitalismo han desgastado la solidaridad de los trabajadores.
Melón Blando
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8
21 de abril de 2007
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
"La única certeza absoluta a que puede llegar el hombre es que la vida no tiene sentido." (Lev Tolstoi).

Nos centraremos, únicamente, en una parte de la película realizada por Woody Allen en el año 1986. Concretamente, dedicaremos nuestra atención a la trama paralela que se desarrolla a la trama principal y que tiene como protagonista Mickey Sachs (interpretado por el mismo director y actor neoyorkino).

Sachs, el ex-marido de Hannah, es un hipocondríaco realizador de televisión que vive en Nueva York. La primera vez que aparece en escena lo vemos ajetreado, en pleno trabajo, inmerso en el mundo de la televisión. Ahogado a causa del tiempo y discutiéndose con guionistas del medio. Es entonces cuando se pregunta qué está haciendo con su vida y empieza a compararse con un colega suyo que ha hecho fortuna en Los Angeles.

Sachs, de personalidad hipocondríaca, visita con frecuencia la consulta médica. En una de estas visitas -Sachs se queja del oído-, su médico, al cabo de realizar una serie de pruebas, prefiere descartar otras posibilidades y lo deriva a un especialista para poder realizarle más. La incertidumbre aparece entonces en Sachs, en aquel que aún no conoce, y consulta -vía telefónica- a un médico conocido suyo. Sachs padece un zumbido agudo en un solo oído y éste parece ser uno de los síntomas del tumor cerebral. Se alarma, se alarma mucho: "si tuviera un tumor cerebral no sé lo que haría...", dice Sachs. Sirve de conejito de Índias para realizar una sucesión de pruebas. Sufre insomnio: "No puedo dormir [...] No dejo de pensar que lo noto (el tumor) cada vez que parpadeo [...] Haré un trato con Dios: que no sea nada más que el oído, ¿de acuerdo? Me quedaré sordo y ciego, bueno de un ojo, pero no quiero que me operen el cerebro." Es lo que dice el que aún no sabe, quien vive en la incertidumbre.

De repente, para Sachs, todo carece de sentido: el programa de televisión, la vida... Tal vez no muera hoy, pero tarde o temprano pasará. No hay nada en este mundo por el que valga la pena vivir porque todos moriremos y al fin todo acabará. A través de la crítica a la sociedad contemporánea que se desprende del discurso de Frederick, un pintor encarnado por el actor bergmaniano Max von Sydow, el director neoyorkino introduce el tema del mercado de la fe. Es decir, el negocio de la salvación. Empujado por la necesidad humana de creer en algo que le otorgue un sentimiento de seguridad, Mickey Sachs recurre a la religión con el propósito de dar sentido a su vida, barajando entre las distintas religiones la que considera más útil, la que más le conviene en un sentido práctico. Pero la búsqueda de un universo con Dios lo deja aún más vacío.

¿En qué creen los que no creen? Quizá Woody Allen cree en algo llamado cine. Lo que le interesa es el mismo recinto de proyección, tal vez como espacio sagrado.
Melón Blando
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8
20 de junio de 2005
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos encontramos, a mi juicio, ante una de las mejores películas de su director y, posiblemente, una de las propuestas más originales de los últimos años. Porque Tim Burton no bebe de los mismos referentes que el resto de coetanios suyos. En ésta, rinde homenaje, como no podría ser de otra forma, a las producciones de la Hammer -en una breve intervención- del auténtico Drácula viviente, es decir, Mister Christopher Lee.
Johnny Depp, en su tercera colaboración con Burton (aún sin estrenar en nuestros cines "Charlie and the Chocolate Factory") se presta una vez más al registro que le requiere su cómplice (en velocidad más rápida de lo normal y una dialéctica gesticulante). Christina Ricci, compañera de reparto, pudo ser escogida para el papel debido a la fascinación, que siente Burton, por las antiguas actrices del cine mudo y es que sus grandes ojos son propios de ésa época.
"Sleepy Hollow" es una muestra más del talento indiscutible de un Tim Burton, ahora "sin cabeza", enseñándonos su mundo donde la razón y la fantasía cabalgan juntas al mismo tiempo que alude a su medio de expresión, el cine, con la superposición del pájaro y la jaula. Burton, cercanías de siglo XXI, como su "alter ego" Ichabod Crane en el XIX, nos muestra cómo realidad y fantasía se pueden unir tal destino de una niña y un jinete sin cabeza.
Melón Blando
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